Tere Paneque, un universo en expansión: “Me da pánico no estar aprovechando bien las oportunidades”

Teresa Paneque.
Teresa Paneque.

Tiene solo 24 años y hace su doctorado en Alemania. Con 400 mil seguidores en TikTok, esta astrónoma chilena también se consolida como una popular divulgadora científica. Pero el camino ha sido largo y, a veces, duro: una niñez marcada por un radical cambio de país, una búsqueda insaciable por aprender y las ansiedades propias de aspirar a lo más alto, siempre con un ojo en lo público. “Finalmente, estoy cumpliendo sueños”, dice al diario pop, “tener un libro, aparecer en entrevistas, jamás me lo habría imaginado”.

—Yo no la pasé para nada bien cuando llegué a Chile —dice Teresa Paneque Carreño (24), astrónoma chilena-española, que tenía tan solo nueve años cuando su familia decidió radicarse en este lado de los Andes.

Y es que, para ella “fue un cambió cultural muy grande”, cuenta al diario pop desde Alemania. “La manera de hacer educación, cómo los niños se enfrentaban al colegio, era muy distinto a allá”.

Ese era apenas el comienzo de esta historia.

PRIMERA PARTE: La gran explosión

Nació en España en noviembre de 1997, cuando sus papás cursaban sus respectivos doctorados en aquel país; una familia que ha orbitado en torno a la academia desde siempre. Cinco años después, siguieron sus estudios de posdoctorado en Glasgow, Escocia.

La pequeña Tere, por supuesto, partió con ellos hacia el norte de Europa. Llegó a tierras escocesas en enero, cuando la temporada escolar ya había partido en el Hemisferio Norte. Dejaron que entrara a primero básico con tan solo cinco añitos. “No era muy óptimo que yo estuviera en la casa, no había nadie que me pudiera cuidar; no teníamos familia allá”, explica a La Cuarta.

El día que la familia Paneque se topó con La Roja camino a Francia 98, con ella aún bebé. FOTO: Twitter de Teresa Paneque
El día que la familia Paneque se topó con La Roja camino a Francia 98, con ella aún bebé. FOTO: Twitter de Teresa Paneque

Estaba en un colegio donde las salas tenían tan solo 23 niños. En el aula había libros, también les daban agua y fruta. Les fomentaban la lectura, no había pruebas ni tareas para la casa. Los estudiantes tampoco repetían de curso. “En Escocia, esa es la educación pública normal”, cuenta. “No existe esa competencia o rivalidad, simplemente se aprende”.

Así transcurrían sus días, aprendía y absorbía conocimiento como una esponja. En su escuela “hacían algo muy bonito”: en el curso armaban grupos en las distintas asignaturas según “el momento de aprendizaje” en que cada niño se encontrara. “Pero nunca se hablaba de eso: éramos los grupos de ‘los elfos’, ‘los magos’ y ‘los hobbits’”, dice. “No era algo como “los bacanes”, “los no tan bacanes” y “los del medio”. Así, en lenguaje tenía una suerte de taller de literatura en que podía escribir, y también podía acceder a clases de matemáticas avanzadas.

—Eso era maravilloso —analiza—. Cuando ves que un niño está desarrollando un interés por algo, entregarle más insumos, para que esa misma persona vea hasta dónde llegar. Nadie me cortó por ningún lado. Eso hizo que yo me desparramara, porque, en el fondo, fui empujando y, cada vez que empujaba en alguna dirección, me entregaban más y más.

Sin embargo, aquel escenario sufrió un vuelco cuando voló hasta Chile.

El pez fuera del agua

A su papá le surgió una oportunidad de trabajo en la Universidad de Chile. Cuando Tere llegó en abril de 2007, su familia se instaló en la comuna de San Miguel, en Santiago, para estar cerca de sus abuelos maternos. Sus padres eligieron el colegio particular-subvencionado Corazón de María que les quedaba a pocos minutos de casa. Preguntaron si su hija podía entrar directo a sexto básico, en vista de que en tierras europeas ya le habían cerrado el año escolar.

Tere tenía buenas notas, por lo tanto, les dieron el sí.

Así, con el desfase entre hemisferios y los cursos medio-adelantados, se encontró en sexto básico con tan solo nueve años. Todo se volvió extraño.

Se encontró con salas medio oscuras de 43 alumnos, en las que debía ocupar uniforme “de manera súper estricta”, con sus compañeros sentándose en puestos separados. “Fue un cambio cultural muy grande”, resume. “Y también social”.

Un par de años después, el curso se encontraba en plena adolescencia, mientras ella recién cumplía doce. “Entré en un juego de mentir mucho, de tratar de parecer súper cool, que entendía todo cuando en verdad no estaba cachando nada”, cuenta. “No sé si decir que sufrí bullying, porque no creo que esa haya sido la situación, pero sí sentí como un rechazo, un no encajar”.

Por aquel entonces, le costaba mucho hacer amistades, era difícil “poder darme a entender, sentirme bien siendo auténticamente yo misma, porque me sentía muy distinta”.

Tere, por ejemplo, no sabía qué era el Fotolog. Tampoco cachaba los programas de tele que le gustaban a sus compañeros, que por aquel entonces veían Yingo (CHV), protagonizado por jóvenes como “Karol Dance”, “Arenita” y “Hardcorito”. En el hogar Paneque-Carreño, debieron pasar varios años para que hubiera una TV.

—En verdad no cachaba nada —dice—. También estaban la moda de las tribus urbanas. Y yo así como “¿qué es esto?”. Me sentía un pez fuera del agua.

“Desbordada” de conocimiento

Hay algo que sus papás “hicieron excelente”, dice ella, que fue “nunca cerrarme puertas”, darle a su hija la “libertad absoluta” para que se apasionara por lo que quisiera. Desde muy niña le gustaba leer. “Cuando se me caía un diente no me daban dinero, me daban libros”, recuerda. “Era algo maravilloso”. Le encantaban las historias de fantasía, aunque eventualmente hojeaba enciclopedias que le permitían saber sobre dinosaurios, plantas e historia. Mientras tanto, “las matemáticas me hacían mucho sentido”.

De niña, lee un libro de la saga Harry Potter. FOTO: Twitter de Teresa Paneque
De niña, lee un libro de la saga Harry Potter. FOTO: Twitter de Teresa Paneque

Después, en el verano del 2008, ingresó al Penta UC, programa para estudiantes secundarios con talento académico.

A diferencia de lo que le ocurría en el colegio, ahí se le abrió un nuevo mundo de aprendizaje: hizo cursos de robótica, de astronomía, derecho, debate, e incluso de griego, aunque ese idioma no resultó ser muy de su agrado.

—Me gusta mucho reivindicar eso y decirle a las futuras generaciones que no tienen que elegir, que puedo ser astrónoma y también comunicadora científica, que puedo escribir un libro, porque me gusta mucho leer, escribir y me gusta mucho la astronomía. Hay que empezar a ver las cosas como lo que son, que son áreas multidisciplinarias. Realmente creo que hay que darle una vuelta a esa tuerca, tener una educación que permita a niños y niñas desbordarse de conocimiento. Es un concepto muy bonito.

Encontrar mi lugar

En algún momento entre octavo básico y segundo medio, Tere logró aprender algo sobre su propia persona: “Llegué a un acuerdo conmigo misma, de ser yo”, para lo cual había ido a terapia; fue un problema que debió tratar.

“Cuando hice las paces conmigo mismo”, logró formar un grupo de amigas que se consolidó como sus “amigas del colegio”, y persiste hasta hoy. “Me di cuenta de que tratar de aparentar ser algo que no era, era mucho peor que simplemente ser yo”, reflexiona.

Logró convertirse en presidenta de curso y, como le gustaba enseñar, se quedaba en las tardes haciéndole reforzamientos de química y matemática a sus compañeros. Agarró confianza “y empecé a mostrarme tal como era”. Llevaba sus libros al colegio y se daba cuenta de que a otros compañeros también le gustaba leer. “Fui encontrando mi lugar”, dice.

Ella junto a sus amigas del colegio. FOTO: Twitter de Teresa Paneque
Ella junto a sus amigas del colegio. FOTO: Twitter de Teresa Paneque

Hasta su última etapa en el colegio, la futura astrónoma quería puro irse de Chile, apenas terminara de estudiar. Pero, con el tiempo, empezó a pensar: “¿Saben qué? Igual me gusta mi país y quiero estar aquí”. La historia y la política se volvieron áreas de sumo interés, a pesar de que no militaba en ningún partido. Ello aportó en la formación de una suerte de identidad: “Estando en Chile, entendiendo la historia, la cultura, de dónde venían los pueblos indígenas”, comenta. “Acá hay un capital cultural tremendo” y “todas esas cosas te van enamorando del territorio”.

Es más, en 2011, cuando se desató el movimiento estudiantil en que surgieron líderes como los actuales ministros Giorgio Jackson, Camila Vallejo y el mismísimo Presidente Boric, Tere cursaba segundo medio y era presi de curso. Donde ella estudiaba, estaba prohibido movilizarse. “Éramos casi el único colegio de mi comuna que no se fue a paro”, recuerda. “Pero logré que mi curso completo faltara los días de paro nacional”.

“Y eso era algo súper tremendo porque generaba mucha convocatoria”, destaca. “Fuimos como el único curso que lo logró, y eso fue tremendo”.

Antes, cuando ingresó al Penta UC en 2008, conoció jóvenes que tenían “intereses comunes conmigo”, que querían aprender por el simple hecho de aprender, de adquirir más conocimientos.

Asistía los viernes y sábados, “o sea, era pésimo para la vida social”, aunque nunca fue de salir de fiesta los fines de semana: “Siempre fui un poco distinta”. De hecho, solo el año pasado probó el copete, y cursó toda su etapa universitaria sin fumar, tomar o carretear hasta tarde.

—Era simplemente porque no me llamaba —se lanza a explicar—. No digo que sea malo hacerlo. Hoy, lo hago y lo disfruto, pero fui capaz de sobrevivir a esa presión social y decir: “Ok, seré cómo soy, eso es lo que me funciona y ponerme en otras situaciones me hace sentir extremadamente incómoda, y me lleva a generar vínculos que no son reales porque estoy mintiendo”.

Una joven Paneque con traje de karate. FOTO: The Clinic
Una joven Paneque con traje de karate. FOTO: The Clinic

Ya con la perspectiva del pasado, ve como algo “valioso” el haber vivido afuera, porque le permitió, por ejemplo, ser “completamente bilingüe” o tener distintas “experiencias culturales”. Sin embargo, “en lo social cuesta mucho: separar a una niña de nueve años de sus amigos, al otro lado del mundo, es difícil”, asegura.

A veces se pregunta qué habría sido de Tere Paneque si nunca se hubiera ido de Europa. Quizá se habría convertido en escritora, como suponía su mamá, Paz.

Como sea, “al final siento que no tenemos que saber qué habría pasado”, asume. “Es otro mundo, otra vida”.

El problema era que eso, cuando niña, le generaba “mucho caos interno”, en vista de que no calzaba con sus pares colegiales, porque “pasé de ser parte de las ‘chicas populares’ en el colegio, a ser la niña distinta más chica que nadie pescaba. Es fuerte”.

—Pero, bueno, lo superamos —comenta y se ríe.

Luces en el cielo

Tere tiene algunos recuerdos, aunque más bien fugaces: “Nunca tuve un momento ‘¡wow!’, con la astronomía”.

Eso sí, guarda la foto de una vez que, junto a su mamá y su tía, fue al Planetario de Madrid, ubicado en el Parque de Enrique Tierno Galván. Ella, muy pequeña, aparece sentada afuera del recinto, sonriendo. Aunque no es un momento del que tenga registros en su memoria.

Tere, muy pequeña, en el Planetario de Madrid. FOTO: Twitter de Teresa Paneque
Tere, muy pequeña, en el Planetario de Madrid. FOTO: Twitter de Teresa Paneque

En cambio, sí se acuerda de una noche en que caminaba con su padre, Manuel, bajo el cielo de Escocia, mientras él le mostraba las constelaciones del Hemisferio Norte, que son distintas a las que se ven en el Sur, como la Osa Mayor, la Osa Menor y Orión.

Ya en tercero o cuarto medio, fue por primera vez al norte de Chile, donde hicieron una jornada de observación en un centro de astroturismo. “Me acuerdo de haber observado y, por primera vez, ser consciente de que, por ejemplo, el cielo rotaba por la noche porque la Tierra rotaba”. Hasta ese momento, eran preguntas que ella nunca se había hecho. “Wow, qué imponente, qué bonito esto”, pensó.

Eso sí, Tere no entró a estudiar astronomía porque fuese “bonita”.

Con 16 años recién cumplidos, se metió a la Universidad de Chile en el Campus Beauchef, aunque pasaría dos años para que tuviera sus primeros ramos de astronomía.

“La física siempre me gustó mucho, pero lo que me gustaba más era poder aprender y hacerme preguntas que encontrara divertidas”, pero meterse a estudiar las estrellas y planetas aún no era su intención. Simplemente le gustaba ocupar las matemáticas y sabía que, dentro de la física, la astronomía le atraía, porque “era un campo que me parecía divertido por la perspectiva de poder entender sobre objetos tan lejanos”.

Como cuando era niña, que leía muchísimo: mientras más grande fuera el libro, mejor. “No importaba tanto el tema, sino que se viera contundente”. Algo así le pasó con la astronomía: la veía como algo complejo, inmenso y al mismo tiempo lejano, pero que, aún así, lograba, de alguna manera, imaginar.

La astrónoma presenta su tesis de magíster. FOTO: Twitter de Teresa Paneque
La astrónoma presenta su tesis de magíster. FOTO: Twitter de Teresa Paneque

Su chilenidad

No dice garabatos. No tiene acento local y siempre le preguntan si es extranjera. Tampoco es demasiado fan de las comidas típicas. No le gusta la empanada de pino ni el pebre, aunque le fascina el choripán. Eso sí, baila cueca a gran nivel: “Ese es como mi máximo chilenismo”, dice… Pero como sea, hoy, se siente chilena y, si tuviera que elegir algún lugar para vivir, ese sería Chile. Ello ojalá acompañado de un puesto público, ya sea desde la academia o el Estado. Quiere devolver “un poquito al país y construir para mejor”.

Despegue hacia la astronomía

Ya en segundo medio sabía que quería estudiar física, pero no sabía cuál área.

En ese tiempo, en una actividad de Penta UC, hicieron una visita al observatorio de aquella casa de estudios, ubicado en Lo Barnechea.

A ella le parecía un gran panorama, pero, para ir, debía enviar una carta de intención. “¿Por qué quiero ir?, se preguntaba, llena de dudas. “¿Por qué me interesa esto?”.

Así que tuvo que ponerse a pensar: “Me gusta mucho la física pero, dentro de la física, la astronomía es un área tan gigante, que trabaja con algo tan lejano como es el Universo, las estrellas y los planetas, que nunca se me van a terminar las preguntas”. Su gran temor —¡cómo no!— era estudiar algo que la aburriera, algo en que se le acabara lo que podía aprender.

Ingenuamente suponía que, si estudiaba algo “dentro de la Tierra”, en algún momento se le acabarían las preguntas posibles; y sintió que eso jamás le pasaría con la astronomía, con algo tan inmenso como el espacio exterior.

Ya en tercer año tuvo sus primeros ramos de astronomía en la universidad. Llegó al curso de astrofísica de las estrellas, dictado por el profesor James Jenkins.

Antes de que empezaran las clases, en febrero, buscó información sobre el docente. Ahí descubrió que él era parte de un equipo multidisciplinario internacional para encontrar planetas. “Calma, ¿qué?”, pensó ella. “¿Cómo se encuentran los planetas?”. Indagó un poco más y le pareció sencillamente “¡brutal!, es decir, no puedo creer que esto sea posible”. Así que habló con Jenkins y, de hecho, más adelante hizo su primera investigación de pregrado con él.

Eso sí, al final, decidió que no quería dedicarse a buscar planetas, “porque era mucha estadística”, rama de la matemática que no le apasiona del todo.

Tuvo que apuntar hacia otro lado, aunque ya estaba cerca.

El cambio: “¿Sabes qué? Yo voy a hacerlo”

Mientras estudiaba en la Universidad de Chile le surgieron las ilusiones por un futuro mejor, o al menos se preguntó cómo construir desde las “nuevas izquierdas” con liderazgos jóvenes. Fue ese sentimiento el que, durante el 2021, la tuvo empujando por la campaña presidencial de Gabriel Boric, tanto en sus redes sociales como en la calle, con una polera y gorra que tenían el nombre del candidato estampado.

Tere haciendo campaña por Boric. FOTO: Twitter de Teresa Paneque
Tere haciendo campaña por Boric. FOTO: Twitter de Teresa Paneque

Todas estas experiencias la han llevado a decir sobre Chile: “Sí, quiero volver, es posible, y vamos a generar el cambio”.

—Uno siempre está esperando que el cambio venga de otros, no quiere ser la persona en hacerlo —habla como para sí misma—. Uno quiere decir: “Pucha, ojalá pase algo y lleguen más mujeres a las ciencias”, “ojalá pase algo e invirtamos más en ciencia”, “ojalá pase algo y la educación mejore”. Pero llega un punto en que se debe decir: “¿Sabes qué? Yo voy a hacerlo”. Puede que tenga un latigazo o una retroalimentación terrible, pero vale la pena.

Una estrella muy peculiar

Sus compañeros querían especializarse en conceptos que sonaban tan espectaculares como las supernovas, los agujeros negros y la expansión del Universo.

Sin embargo, los intereses de Tere empezaron a dirigirse hacia otra dimensión. Si bien aprendió que buscar planetas no era lo que más le gustaba… ¿Qué tal sería investigar sobre cómo se forman estos cuerpos celestes?

Es así cómo aparece su “logro más importante hasta ahora”, el cual involucra a la joven estrella Elías 2-27, ubicada a la inabarcable distancia de unos 378 años luz.

Se trata de su investigación de magíster que hizo bajo la supervisión de la doctora Laura Pérez. Los planetas —explica— se forman en unos discos de polvo y gas que surgen en torno a estrellas jóvenes.

Lo curioso de la incipiente Elías 2-27, que fue observada con ALMA (Atacama Large Millimeter Array) por la propia Laura Pérez, es que sus discos protoplanetarios tenían forma de espiral en vez de platillo.

La estrella "regalona" de Paneque, Elías 2-27.
La estrella "regalona" de Paneque, Elías 2-27.

Hasta antes de la investigación de Paneque, la hipótesis indicaba que estos espirales ocurren en los discos cuando estos son muy masivos, lo que después deriva en planetas gigantes como, en el caso del Sistema Solar, serían Júpiter y Saturno. Pero también podía tratarse de inestabilidades gravitacionales, que eran solo una apuesta: nunca se habían observado.

“Es como si yo te dijera ‘mira, en principio existen los delfines rosados, porque la biología nos dice que podrían existir, pero nunca los hemos visto’”, explica. “Y de repente, ¡pa!, alguien ve un delfín rosado”. Con ese gran salto ya puedes empezar a estudiar a los “delfines rosados”.

Algo así pasó con Elías 2-27. Cuando Laura Pérez lo observó, vio que podía tratarse de inestabilidades gravitacionales, pero también estaba la chance de que fuera un planeta el que estuviera generando estos espirales. Entonces, con la información que le entregó ALMA y su supervisora, Paneque realizó las predicciones matemáticas que le permitieron determinar que se trataba de un “delfín rosado”; es decir, “el sistema estaba bajo inestabilidades gravitacionales”.

Aquel descubrimiento, recuerda la joven astrónoma, hizo bastante ruido en la comunidad especializada.

La joven astrónoma cuando publicó su investigación de magíster.
La joven astrónoma cuando publicó su investigación de magíster.

Hoy, sigue trabajando en el disco protoplanetario de Elías 2-27 mientras que, desde el 2020, hace su doctorado en el Observatorio Europeo Austral, en Alemania, con afiliación en la Universidad de Leiden, en Holanda.

Debe entregar cuatro investigaciones y ya terminó la primera, la cual se encuentra bajo revisión de pares y debiese publicarse prontamente. En tanto, tiene otros dos estudios en proceso, siempre con el foco puesto en Elías 2-27. Todos esos trabajos tienen “algo de inédito”, en vista de que la astronomía “es una ciencia tan en pañales”, por lo que “es muy usual que sea la primera persona en hacer algo”.

Por ejemplo, actualmente está trazando la superficie de los discos protoplanetarios ocupando un método que se publicó hace cuatro años (es decir, es muy reciente). “Sé que eso lo estamos haciendo tres o cuatro personas en el mundo”, reflexiona. “Es súper potente y no porque sea algo muy difícil, es simplemente porque seguimos siendo pocas personas en astronomía en comparación a otros campos de conocimiento”.

Como sea, “esperemos que vengan más logros académicos en lo que estoy haciendo ahora”, dice, “más ligados a la química y composición de estos sistemas”, pero siempre en torno a “mi estrella regalona”.

SEGUNDA PARTE: El despegue mediático

Cuando chica, Tere sentaba y ordenaba a sus muñecos y peluches en fila, desde osos, patos hasta puercoespines, y les hacía clases. Ellos, por supuesto, no le decían nada, pero la niña la pasaba bien; incluso le hacía graduaciones a sus inmóviles alumnos.

“La única razón por la cual no entré a estudiar pedagogía fue porque también quería ser estudiante y aprender”, explica, a pesar de que ha hecho cursos en la Penta UC y ayudantías en la universidad. Así que, para el futuro tiene pensado meterse a esa carrera y enseñar en colegios. “Eso es algo que sigue vigente”, advierte.

La astrónoma en un observatorio junto a uno de los grupos de alumnos que ha tenido. FOTO: Twitter de Teresa Paneque
La astrónoma en un observatorio junto a uno de los grupos de alumnos que ha tenido. FOTO: Twitter de Teresa Paneque

De alguna manera, durante prácticamente toda su vida ha transitado por la experiencia “de hacer clases a niños y niñas, de explicar conceptos complejos en simple”. Por lo tanto, cuando abrió sus canales de divulgación en Instagram y Twitter, se lanzó cómo le resultó más intuitivo: hacer videos de ella, Tere Paneque, simplemente explicando frente a la cámara. “No voy a reinventar la rueda, no voy a aprender a dibujar, no voy a inventarme algo que yo haría pero que no sé hacer”, pensó en aquel entonces.

Después, los cibernautas empezaron a migrar hacia TikTok —red social en la cual ya tiene cerca de 400 mil seguidores—, que resultó ser, además de una gran plataforma de visibilidad, una herramienta práctica para editar videos.

Pero para que se lanzará a la divulgación en las redes sociales, antes, debieron darse un par de condiciones.

Primero, el 2 de julio del 2019, ocurrió un eclipse total de sol en esta región del planeta, por lo que gran cantidad de turistas, aficionados y, por supuesto, astrónomos viajaron hasta La Serena y Coquimbo para verlo en pleno.

Mientras tanto, con 21 años, Tere Paneque se quedó en Santiago.

Ahí fue cuando distintos medios de comunicación la contactaron para que hablara sobre este fenómeno, especialmente en Radio Cooperativa, donde tiene la sección “Miércoles astronómicos” en el programa A última hora. En ese momento se dio cuenta: “A la gente le gusta cómo lo estoy haciendo”. Pero poco después, todo ese boom astronómico quedó en el aire con el estallido social en octubre de aquel año.

La astrónoma junto a su padre en octubre del 2019. FOTO: Twitter de Tere Paneque
La astrónoma junto a su padre en octubre del 2019. FOTO: Twitter de Tere Paneque

Más adelante, a fines del 2019, enfrentó “una ruptura bastante compleja” con su pareja de ese entonces. La pena era grande y, ya en 2020, como una manera de volcar su tiempo y energías en algo distinto, se lanzó de lleno a la divulgación científica, recibiendo incluso invitaciones a matinales de TV.

Sus seguidores en redes sociales aumentaron en miles; de hecho, en Instagram (@terepaneque) actualmente la siguen cerca de 90 mil personas.

Cuando empezaba a despegar, llegó la pandemia con sus respectivas cuarentenas. Así que, ante las horas desocupadas y la pena del quiebre, “le puse todo este amor cariño, tiempo y dedicación, que no tenía qué hacer con ello, a las redes sociales de Tere Paneque”; empezó a hacer lives en Instagram y a subir videos.

Entre medio, fue contactada por la editorial Planeta, con la que publicó El universo según Cartola: Asteroides y estrella fugaces en julio del año pasado; ahora, en marzo del 2022, sacó la segunda entrega, Agujeros negros y explosiones estelares.

La escritora con sus libros de "El universo según Carlota". FOTO: Twitter de Teresa Paneque
La escritora con sus libros de "El universo según Carlota". FOTO: Twitter de Teresa Paneque

Durante el 2020 también vino otro cambio fuerte, cuando despegó hacia Alemania para su doctorado, donde se sintió “de nuevo triste y sola”. Decidió incursionar en TikTok (@terepaneque). “Le he puesto mucho cariño humano a las redes de Tere Paneque, por distintas situaciones que han pasado en mi vida personal durante este periodo”, explica. La comunidad virtual que formó se convirtió en “una retroalimentación muy positiva, y eso me ayudó mucho en momentos en que yo estaba muy mal”.

—Me nutría muchísimo del cariño de las personas —agrega—. También me sentía muy útil y bien al poder entregar contenido a esta gente, sobre todo en un periodo de pandemia.

“Al mismo tiempo”, destaca, “se han dado las oportunidades y las he ido tomando”.

Tere Paneque en Radio Sonar durante el 2019. FOTO: Radio Sonar
Tere Paneque en Radio Sonar durante el 2019. FOTO: Radio Sonar

La Tierra: el único hogar posible

La astronomía me permitió entender nuestro lugar en el universo”, dijo Tere Paneque en una entrevista a Revista Ya.

Esa no es una frase que haya dicho solo porque suena bonita, grandilocuente. Los años de estudio le han enseñado que se han detectado casi cinco mil planetas fuera del Sistema Solar, algunos parecidos a la Tierra, tanto en sus temperaturas, densidad como tamaños. “O sea, entendemos que las posibilidades apuntan a que probablemente haya vida en otros planetas, aunque no la hayamos detectado aún”, dice. “Al mismo tiempo, nos hemos dado cuenta de que todos estos otros objetos están muy lejos, no tenemos realmente ninguna opción real de irnos a otro”.

Ella paseando por tierras europeas. FOTO: Twitter de Teresa Paneque
Ella paseando por tierras europeas. FOTO: Twitter de Teresa Paneque

Para ella, esa es una de las lecciones que da la astronomía, que es “un poquito aterradora a veces, porque me doy cuenta cómo tratamos a nuestro planeta y cómo se nos sale de las manos lo que estamos haciendo con él”.

De hecho, “la gente a veces piensa que, ‘bueno, no importa, porque podemos irnos a otro planeta’. El problema de eso es que “no podemos, estamos muy lejos; en llegar al planeta más cercano, que ni siquiera es habitable, tardaríamos más de ocho mil años con la tecnología que tenemos”, es decir, poco menos del tiempo que ha pasado desde que el Ser Humano inventó la agricultura (10 mil años).

—Creo que ese es un llamado de alerta —dice—: Este universo maravilloso está lleno de otros lugares como el nuestro, pero a los cuales nunca podremos llegar. Y es así.

—¿Y ves con optimismo o pesimismo el cambio climático?

—Soy optimista en cuanto a que podemos hacer cosas para mantenernos en la situación en que estamos, y que hay gente que está alzando las voz y actuando. Me produce optimismo saber que, desde Chile, vamos a tener un gobierno con una mirada ecologista. Eso es muy importante, porque somos uno de los países que será más gravemente afectado por el cambio climático. En Chile los niveles de desertificación van a ser terribles. Entonces no podemos irnos simplemente todos a poblar el Sur de Chile...

Cada tanto, la mirada positiva se le desvanece:

—A veces lo veo con mucho agobio y pesimismo, porque siento que no depende de ti, ni de mí, ni del 90% de la Tierra, sino del 10% híper millonario que controla las industrias y que son quienes están ocasionando la mayor cantidad de contaminación. Me preocupa el avance desmedido de la tecnología, veo cómo hay grupos que se decantan, por ejemplo, por las criptomonedas, que son profundamente contaminantes por la cantidad de energía que se requiere para producirlas a nivel cibernético. Parece tan absurdo, como si estuviéramos en un bote en el mar y hubiera gente haciéndole hoyos. Y es como: “¿Por qué hacen esto?”. Supuestamente son personas que tienen buena educación, que han tenido las herramientas como para discernir, ver y comprender lo que está pasando.

En resumen: “Soy una optimista cautelosa y preocupada”.

Angustia y ansiedad

Durante el año pasado, se levantaba a la 7:30 de la mañana, llegaba a la oficina del doctorado dos horas después, y entre las 17:00 y 19:00 se iba a su casa. Pero su jornada no terminaba ahí, porque debía hacer los videos para TikTok; además, como estaba la pandemia, participaba en las charlas, cursos y entrevistas remotas a las que era invitada. Había días en que se acostaba pasado la medianoche.

“Fue una locura”, comenta.

Pero eso es algo que intenta cambiar, adaptando sus horarios y no aceptando todas las invitaciones que le hacen… “No sé”, dice y suspira profundamente. “Estoy tratando de hacer malabares para rendir en las dos partes”, tanto en lo académico como en lo comunicacional. “Estos meses he bajado mi generación de material en TikTok simplemente porque estoy muy cansada y porque he tenido mucha ansiedad”, cuenta.

Pero, además, sus labores en el doctorado no tienen un horario fijo, sino que requieren cumplir con metas. “Es muy asfixiante, muy estresante y, por supuesto, esto lo combino con mi psicóloga y terapia, y apoyándome en mis seres queridos, en mi familia y mi pareja”.

Ella almorzando con su familia, sus padres y hermanos. FOTO: Twitter de Tere Paneque
Ella almorzando con su familia, sus padres y hermanos. FOTO: Twitter de Tere Paneque

En un momento, “de verdad no me podía parar de la cama porque estaba muy cansada, no podía”, asegura. Pero no quiere que vuelva a ocurrir. “O sea, hago comunicación de ciencia porque me gusta”, explica. “No quiero que se vuelva una obligación o me genere rechazo”. Para eso, le ha bajado un cambio a la maquinaria, “ir tranquilein, darme cuenta de que los proyectos van haciendo y muy bien”... Y piensa en la investigación de su magíster. En sus videos. En su podcast. En sus libros. En todo lo que ha logrado con solo 24 años.

Ahora, se da libre los fines de semana, “que puede sonar algo obvio pero antes no lo hacía”. Le gusta salir con sus amigos del doctorado a comer o tomar algo. También descubrió “una pasión desconocida”: tejer a crochet. Si se siente muy agobiada se pone a cocinar pasteles, postres, panqueques, tortas o galletas. Disfruta de los viajes en metro, que le sirven para leer. Y está volviendo al karate y al nado. “Son momentos donde en que no puedo estar con el celular”, dice. “Entonces no estoy conectada a nada y soy solamente yo”.

Está buscando la fórmula para manejar una presión en ocasiones autoimpuesta. “Lo estoy aún descubriendo”, dice. En todo caso, ha tomado medidas concretas como cerrar sus mensajes en Instagram y TikTok. “No es que sea una persona antisocial que no quiere hablar con la gente”, explica, “sino que me generaba angustia ver mi bandeja llena de mensajes y no poder responderles”.

La astrónoma en el lugar donde hace su doctorado. FOTO: Twitter de Teresa Paneque
La astrónoma en el lugar donde hace su doctorado. FOTO: Twitter de Teresa Paneque

Hoy, el email es el único canal que tiene abierto para ser contactada. “A veces me llegan oportunidades e invitaciones increíbles, y no me veo capacitada de responderlas por la ansiedad que me genera simplemente abrir un correo”, confiesa. “Por eso siempre parto todas mis conversaciones disculpándome por responder tarde”. Así que, por el momento, dice, “no tengo una solución”. Pero su meta es clara: encontrar el equilibrio para que su trabajo no la consuma por completo.

—Estamos trabajando, enfocando esfuerzos para llegar hasta ese punto —dice—. ¿Lo lograremos? No lo sé. Espero que sí.

Un futuro “público”

La astrónoma tiene su mirada bien en el cielo:

—Me gustaría tener un cargo ministerial a futuro, desde ser ministra hasta subsecretaria, o simplemente trabajar en el aparataje público de Ciencias, de Educación, de la Mujer… hasta de Deportes te acepto —se ríe.

Ella en la marcha del Día de la Mujer (8M). FOTO: Twitter de Teresa Paneque
Ella en la marcha del Día de la Mujer (8M). FOTO: Twitter de Teresa Paneque

También sueña con crear una fundación para entregar material de ciencia a profesores. “Todo lo que hago lo pienso desde un punto de vista público y social”, resume. Antes fantaseaba con la idea de publicar un libro. Pero eso ya lo consiguió, y por partida doble. “A estas alturas no me atrevo a decir nada más”, comenta, “porque todo ha cambiado tan rápidamente en dos años”.

En simple: lo que se ha propuesto, lo ha conseguido.

De aquí a diez años ya se imagina de regreso en Chile, con su fundación e impulsando cambios en el aparataje político-público desde el gobierno, pensando en un institucionalidad con mirada de género, más científica y que ponga sus fichas en la educación. “No sé si siempre con un pie en la astronomía”, agrega. “Ojalá que sí”. Claro, le encantaría seguir como investigadora, pero ella tiene una frase: “No tiene sentido hacer ciencia si no la puedo comunicar”. Así que, si tuviera que decidir, “elegiría la comunicación científica”. Por ahora, espera no enfrentarse a ese dilema.

—Haciendo un poco de imaginación, si el Presidente Boric te llamara para un ministerio, ¿qué le responderías?

—Bueno, a Gabriel yo no lo conozco en persona; hemos hablado por Twitter, hicimos un live en Instagram y hemos intercambiado algunos mensajes por Whatsapp. Me dijo felicitaciones y que terminara mi doctorado para que pudiéramos trabajar juntos. Jamás presumiría ocupar un cargo en este gobierno porque me falta experiencia. Puede que tenga alguna parte de formación científica, pero para trabajar en un ministerio uno necesita experiencia liderando en proyectos grandes. Jamás supondría que eso pasaría y, si pasara, me caería de espaldas y le diría: “Creo que no es la mejor decisión, llámame para tu segundo gobierno”. En ocho años más, sí.

EPÍLOGO: ¿Y todo esto para qué?

—¿No te da vértigo ver todo lo que has logrado a tu edad?

—Me da mucho vértigo, mucho —y se lanza—: Porque pienso que todo lo que me está pasando son cosas que quería que me pasaran, pero no estaba preparada para tanta responsabilidad en este momento. Es como tener un bebé. Tengo 50 mil seguidores en Twitter: cuando fueron las elecciones, y le calculaban a Gabriel Boric con quiénes interactuaba más, yo estaba en el círculo de adentro, al lado de Izkia Siches. Y pensaba: “¡¿Por qué?!”... Quiero estar en contacto con quien lidera el país y tener una voz que pueda generar cambios. Pero lo quiero hacer con tiempo y bien, no entre medio de un doctorado sin poder dar el 100%. Me da pánico no estar aprovechando bien las oportunidades. Me da pánico no poder estar en Chile: sale mi libro y no puedo hacer actividades de firma de libro, independiente de que haya una pandemia, no puedo porque no estoy en Chile… Por supuesto que a veces me da lata o me genera estrés. Y sentir que estas son situaciones que, quizá, si pasaran en seis o diez años más, estaría preparada y presente para hacerlas exactamente cómo me gustaría hacerlas...

La astrónoma firmando su primer libro publicado. FOTO: Twitter de Teresa Paneque
La astrónoma firmando su primer libro publicado. FOTO: Twitter de Teresa Paneque

Sin embargo, de pronto se detiene y cambia la mirada:

—Pero después pienso que las cosas nunca ocurren cuando uno las planea, muy pocas veces. Entonces hay que sacar lo mejor que uno puede del momento. Y creo que, hasta ahora, lo he hecho razonablemente bien. Y eso me hace muy feliz y muy orgullosa.

Luego, se frena de nuevo para hablar de lo está ocurriendo pero desde fuera, con perspectiva, como si hablara del pasado:

—Finalmente, estoy cumpliendo sueños: tener un libro, aparecer en entrevistas, jamás me lo habría imaginado. Es súper bonito y, mientras me siga pasando, lo aprovecharé lo mejor que pueda.

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