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Tinta y trap: la historia de Crones, un tatuador del género urbano

Armando Serrano aka Crones lleva una década tatuando y dedicado principalmente al lettering, quizá el estilo preferido entre artistas del género urbano. En esta crónica, Crones cuenta cómo llegó a relacionarse con algunos de los nombres más insignes de la industria.

Crones. Créditos: @percepto_photo.

Armando Serrano Flores, 32 años, tatuador profesional y músico amateur, va sentado en el asiento trasero de un mercedes negro. La música suena fuertísima al ritmo del trap mientras recorren Santiago. Adelante, va manejando el cantante Ithan Aguilar, más conocido como Ithan NY. A su lado está el productor chileno firmado por el sello puertoriqueño Rimas, Blopa on the Beat. Está encargado de la radio, mostrándole a Armando algunos tracks inéditos.

Serrano va armado con sus equipos para tatuar, en dirección a la casa de Aguilar, que le pidió agendar una sesión a domicilio donde terminará tatuándolo a él, a su novia e incluso a sus padres.

Como en las películas, este es el momento donde aparece la voz en off de Serrano, que se presenta y lanza la pregunta que da inicio a la historia. Algo así como: “Si, yo soy el tipo que va sentado atrás, camino a tatuar a un trapero famoso a su casa. ¿Cómo llegué acá?”

La historia comienza hace unos 20 años atrás, en los primeros años de los 2000. El pequeño Armando está en la casa donde vive con sus padres y sus dos hermanas en Maipú. Está sentado en la mesa del comedor, mirando atentamente las plantas y las flores que decoraban el lugar. “Me gustaba dibujarlas. También copiaba y dibujaba fotos”, cuenta.

“Creo que fue también porque había menos dispositivos tecnológicos y en esa época no tenía ni Play. Recuerdo que dibujaba mucho, y además jugaba fútbol. Fui cercano al arte desde chico, mi papá nos ayudaba con las tareas, le gustaba mucho hacer caricaturas. Al ver que él dibujaba bien, a mi me dio por hacerlo también”.

“En las asignaturas artísticas participaba harto, incluso las profesoras me pedían hacer cosas para los diarios murales y las fechas simbólicas”, dice.

“Lo otro es que en mi casa se escuchaba harta música, también salíamos mucho a cosas como el circo, o a parques, creo que ahí empecé a ver en la urbanidad distintas manifestaciones de arte”.

Tatuando música

“El primer artista que tatué fue Young Cister. Estaba buscando un lettering, que es el estilo que yo hago. Es una fusión entre caligrafía y graffiti. Me cotizó, conversamos y ahí me pidió ir a domicilio, así se dio esa conexión”, cuenta Armando.

Respecto del lettering, el estilo de tatuaje en el cual se ha especializado, dirá: “Me gusta porque tiene mucha improvisación, como el hip hop. Hay un toque, un estilo, en las líneas gráficas, en las composiciones. También tiene mucho de historias personales, me gusta esa profundidad”.

“Lo pasamos bacán en esa sesión. Nos instalamos en un balconcito y le dimos. Aprendí mucho. Es un tipo muy respetuoso, muy tranquilo, me bendijo harto cuando me fui”.

La historia de cómo Armando empezó a tatuar es así. Empieza después de abandonar la idea de convertirse en futbolista, no sin antes probarse y jugar en las divisiones inferiores de Palestino y Colo Colo: “Pasé la página y me empecé a nutrir de lo artístico, partí haciendo graffitis. Y un amigo que había empezado a tatuar hace un par de meses, me contaba de su experiencia y lo bacán que era, entonces me propuso venderme una máquina. Era una cosa muy básica, china. Así empecé a tatuar”, recuerda.

Los primeros lienzos fueron sus amigos del barrio. En esa época, todavía vivía con sus padres, así que, con su permiso, tatuaba en su pieza. “Ellos pensaban que era una especie de hobbie pero nunca me pusieron problemas, al contrario, me dieron esa oportunidad de ir probando, solo me exigían mantener limpio”, dice el tatuador desde el estudio Arte x Vida, el que administra y que queda en pleno barrio Lastarria en una imponente casona donde trabaja junto a otros artistas.

“Llegar acá ha sido un camino largo, me ha tocado hacer otros trabajos también, como garzonear o trabajar en bodegas. El primer espacio que arrendé fue junto a otros tatuadores en Renca. Ahí aprendí a tratar con clientes reales por primera vez. Después estuve nuevamente, cuatro años en un estudio con otro amigo, hasta que por primera vez me independicé y di un salto grande”, cuenta.

Encontró un estudio en el piso 15 de un edificio en el centro de Maipú, detrás de la plaza Monumento. Se trataba de un edificio de oficinas donde había dentistas, salones de belleza, tiendas ópticas. “Eran todos profesionales independientes, ahí aprendí a tener un enfoque más profesional yo creo, en el sentido de llevar un negocio y también tener un estudio más clínico”.

Fue en ese espacio que su trabajo llegó a ojos de algunos artistas del género urbano. Primero fue Young Cister, luego Ithan NY. “Después vino Kreamly (productor nominado al Grammy), Bryciell, Nickla 12, y algunos otros no tan conocidos quizá. Productores también, fotógrafos y filmmakers. Me gusta rodearme de artistas, porque siento que conectamos en la misma vibra”.

“Me han invitado a varios shows, y ver esas cosas tras bambalinas han sido experiencias memorables”, dice.

A otro de los cantantes que Armando tatuó fue a Ben Bulgari igual: “Él ya venia con casi todo el cuerpo tatuado negro. Quería unas letras negras sobre su cuerpo que ya estaba pintado negro, pero antiguo. Y lo logramos. Primero le tatué el pecho, después el vientre, y después a la altura de la cintura, full letras. Hasta el día de hoy tenemos una buena comunicación. Me reí mucho con él, me contaba anécdotas y me explicaba cosas de música. Aprendí mucho”.

Armando explica que para él la música, ya sea con un cuadro que pinta o un tatuaje que realiza genera una fusión que le gusta mucho. “Desde chico me gusta el hip hop, después la evolución con el trap, el reggaeton también. Me identifica porque vengo de un barrio vulnerable, conozco realidades crudas. Creo que hacer arte desde ese lugar y salir adelante es algo muy valioso porque cuesta mucho. La música urbana cuenta estas verdades, eso me identifica y me hace sentir parte”.

Desde su oficina en barrio Lastarria, Crones reflexiona sobre su actual posición: “Ha sido un paso a paso, para administrar este espacio tuve que planificar, estudiar mucho del tema y lo sigo haciendo. Temas de liderazgo, trabajo en equipo, finanzas, etc. Me interesa crecer, ayudar y entregar una energía positiva. Actualmente somos un estudio bonito, consagrado, donde trabajamos en equipo y con ganas de seguir progresando”.

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