Más allá de los cantantes pegados: el universo expandido de la música urbana

Lleno de futuras estrellas, proyectos de culto, novatos prodigiosos y artistas de nicho, el mapa ampliado del género señala tesoros que esperan ser descubiertos por los más curiosos.

Estamos recién metiendo la punta del dedo gordo en las profundas aguas de la música urbana chilena. A pesar de que ha tenido un boom masivo, el grueso del movimiento permanece en una relativa oscuridad.

La atención se reparte entre unos pocos. Los diez singles chilenos más escuchados de este año en Spotify suman 1,3 billones de reproducciones, pero Cris MJ y Pailita aparecen cuatro veces en la lista, mientras Polimá Westcoast y Standly salen tres.

Si en el top ten de este año ni siquiera hay espacio para los número uno de temporadas anteriores, como Marcianeke, Pablo Chill-E o Harry Nach, cabe preguntarse qué pasa entonces con el resto de sus colegas. ¿Hay vida más allá de los artistas pegados?

La respuesta es un sí con mayúsculas. Existe un ecosistema completo lleno de futuras estrellas, proyectos de culto, novatos prodigiosos, artistas de nicho y, en general, una gran abundancia de piezas faltantes en la dimensión más popular del género chileno.

El universo expandido del movimiento urbano local sigue siendo un territorio largamente inexplorado, repleto de tesoros esperando ser descubiertos y con suficiente material para borrar varios de los prejuicios, estereotipos y caricaturas en torno a este grupo de músicas.

El panorama ampliado de la escena urbana muestra todo lo que está fuera del foco masivo, partiendo por una nutrida oferta de voces femeninas desde raperas con sabiduría callejera como Cheskv Liz o Naughty 69 hasta sofisticadas cultoras del R&B como Vlntnab y Kya (sugerencia: su dosmilero y reciente EP conjunto “Feels”), pasando por la extravagancia del revival pokemon con elementos mágicos de Holi Rare, la solidez de una pionera en Chile como la multitalentosa Flowyn o las barras de alucinante introspección que salen de la pluma virtuosa de Akriila. Por cierto, la mayoría de ellas (y muchas otras como Akatumamy, Bela, Amikiraa y más) han compartido instancias donde se potencian mutuamente, colaborando entre sí a falta de apañe de los pegados.

Mientras el reggaeton se encuentra en un peak de popularidad que monopoliza la atención, el trap del que tanto se hablaba hace un par de años sigue desarrollándose con fuerza y variedad en el universo expandido. Hoy su pionero y líder, Marlon Breeze (que está promocionando su EP “Ya nadie quiere ser futbolista” con su propia webserie actuada por cantantes), es reverenciado dentro del circuito como un poeta esencial. También se perfilan con fuerza exponentes más jóvenes como Slimmy Cuare (con el viscoso mixtape “Slimme Cuare Tapes 2″), Kuroh (autor de himnos instantáneos como “SCL” y “Cae la moon”) y Nihla (en plena racha de brillantes sencillos de mumble rap). Pero no solo de reggaeton y trap vive lo urbano en estas latitudes: Chile produce desde emo digital hasta drill e incluso bachata.

Algo en común entre los artistas del pequeño grupo que está en palestra y los cientos que están fuera de ella es que en ambos lados el single es el formato de preferencia a la hora de subir material, pero la cantidad de lanzamientos de larga duración que no hace bip en el radar del mainstream es tanta que los buenos discos urbanos se acumulan igual que en los géneros más centrados en la publicación de álbumes. Destacan especialmente los trabajos de mayor cohesión sonora como “El definitivo” de Estasi Assoluto con su trap de autor o “Anhedonia” de Fresasalvaje y Dolores con su mortífero hard trap. De igual forma sobresalen discos que abordan en profundidad temáticas como la muerte (“Death+” de Apolo Bacco) o el desamor (“2000: Cartas varias” de $lum) dándole al género una densidad conceptual que eleva su vara artística y expande sus posibilidades como plataforma creativa.

Si se puede hacer con Auto-Tune y FL Studio, de seguro ya hay algún joven chileno intentándolo en su PC. Nuestro país se encuentra en un momento histórico: es seguro decir que nunca hubo tanta gente haciendo música como ahora. Pero no se trata solo de cantantes y productores. La efervescencia abarca todas las ramas artísticas que se conectan al trabajo musical, desde la fotografía hasta el estilismo y desde la dirección de videoclips hasta el diseño de cover arts. En las entrañas del movimiento urbano está creciendo algo más que un semillero con la siguiente generación de pegados. La mecha que se prendió gracias al trap y que ahora incendia todo en forma de reggaeton ha dado pie al más completo recambio que ha presenciado la música popular chilena en las últimas décadas. El futuro está en el universo expandido. Y lo mejor de todo: a solo un par de clics de distancia esperando a los curiosos con los brazos abiertos.

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