Ni ahí con el amermelado

Tengo 31 años y hace 11 meses tuve mi primer hijo. Es un gordito de cachetes rosados y pelito de chuzo que me tiene maravillada. Lo mejor que me ha pasado en mi vida. El drama es que en el embarazo subí 15 kilos y me ha costando un montón bajar de peso. No soy gordita e incluso puedo quebrarme con mis curvas. Estoy muy orgullosa de mi cuerpo. Pero mi marido no cree lo mismo. Dice que me veo mal y que no quiero bajar lo rollitos de puro floja. Y apenas me toca cuando me acerco a hacerle cariño. A veces pienso que este troglo está conmigo por compromiso y costumbre. Le he parado los carros varias veces y le he dicho que mejor se vaya a mirar su guata de pan al espejo. Incluso lo invité a virarse de la casa por mala leche. Me quiero mucho para aguantar esta tontera, pero igual estoy confundida. ¿Qué hago, doc? Es buen padre y aún lo amo.
Complicada
Mi niña:
Se nota que es una gran madre y que ese hijo tendrá un gran apoyo por el resto de su existencia. No todos los niños tienen esa suerte. En cuanto a su peor es na’, le digo al toque que me cayó como patá en la guata. No tiene derecho a tratarla de esa forma. Es un amermelado machista y sin respeto. Es normal que haya subido de peso y seguramente está hermosa, así que no pesque los comentarios del tontorrón de múltiples colores. Es más, le aconsejo mandarlo a freír monos al Congo si sigue con esa actitud que sólo devela sus inseguridades. Está bien que sea un buen padre, pero también debe comportarse como una pareja de verdad. Un agilado que se preocupa de esas superficialidades vale hongo. Haga su vida tranquila con el niño y si el bruto no demuestra un cambio profundo, dígale chaíto para siempre. Corta. No aguante ni una más y sea feliz. Usted se merece lo mejor.
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