No se decide si ser la patas negras de un hombre casado

Doctor Cariño:

Estoy media complicada, porque hace tres meses me puse a trabajar de vendedora y un cliente comenzó a ir frecuentemente al local y sólo esperaba que lo atendiera yo.

Nadie más. Se ponía a esperar hasta que llegara al mesón. Le preguntaban qué se le ofrecía y no contestaba, hasta que me acercaba para atenderlo y el hombre feliz.

Bueno entre cosas que adquiría en tanta ida al lugar conversamos de todo, nos reímos y lo pasamos bien.

Es un cuarentón, exquisito, labios gruesos, un hombre hecho a mano y más encima me dijo que calzaba 46. O sea...

Salimos a comer, se portó como un rey, pero antes de tirarse a la piscina me confesó que tiene señora. Y yo no sé si aceptar ser la patas negras de esta película.

Se despide esta confundida y enamorada.

Yo

Mire mija:

Acá hay una cosa que hace tiempo que no me pasaba en las cartas. Por primera vez un hombre antes de entrar a la cancha se arrepiente y le cuenta la verdad.

Tiene dos lecturas. Primero la honradez, pero al mismo tiempo le tiró el anzuelo estando seguro de que usted babea por él, y espera que se los baje igual. Así es la cosa nomás.

Mándelo a la cresta y búsquese otro hombre. Si el caballero es rico, guapo, calza 46 y la mata, tiene que pensar que también el guachón llegó solito y nadie lo invitó a una fiesta.

Así como se apareció puede llegar otro veterano de la misma onda y sin rollos. Para que se zumben ambos sin tener cargo de conciencia y con la posibilidad de entablar una relación seria.

Porque se cacha a la legua que a la niñita le gusta el pasto viejo.

Tus consultas y dramas de tipo amoroso pueden aparecer en la Ventanita Sentimental si las mandas a doctorcarino@lacuarta.com

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