Ventanita Sentimental

Pelada de forro en el paraíso del amor

Boss del cuore:

Espero de usted el consejo al callo, directo y casi al oído, porque ando con la tremenda crisis de amor, ¡y todo por esa mala raj… que me gasto! Hace varios meses que andaba joteando a una milonga entero pirula de la pega. Yo cachaba que le gustaba, pero eso de las barreras sociales le impedía tirarse el salto. Pero ella sabía que yo era su hombre.

Y un día la oportunidad llegó: después de una fiesta de la empresa, con baile, comilona y copete a destajo, la muñeca se cayó así, mansita y de un inesperado sopetón a los brazos o mejor, las garras, de papá. Ahí empezó la gloria y después el drama. Nos fuimos raudos a un telmo de Américo Vespucio, ella con los churrines y las trancas sociales abajo y yo con toda la calentura ¡y una maldita duda! ¿Cachito de paragua? No, jefe, si estaba para izar una bandera gigante. Pero estaba cagado, pero no de miedo, sino que literal, de verdad. Hacían dos días que por chupar no había aseado mi cuerpo, súmele el copete, el desodorante malo y unas idas al baño sin cambio de chitecos.

El buqué a canoa era bestial y ya cachaba que la blancura de los bóxers tenían una pelada de forro brutal. Igual aperré y entramos a la lucha cuerpo a cuerpo. Salté al catre igual, pese a la duda que me mordía. Y en medio de la refriega, cuando ella hacía los honores, le llegó el aroma a su naricita respingona y caché al toque un gesto de asco puro, máster. Ella aperró, tuvimos lo nuestro y al momento de salir del hotel no hubo besos. Al decirnos chao, ni la mejilla me ofreció. Ya va un mes y ni me habla, como que no me recuerda. Y yo la quiero. ¿Instrucciones, plis?

EDI

Don Edi:

Hondo me caló su drama, pero el consejo al callo no se lo daré de cerca, no vaya a ser que me llegué su buqué a piragua podrida. Pero yo aperro, como dice usted, y cumplo. Conozco a muchos tarzanes del catre a los que jamás les ocurrirá lo suyo. Porque antes de que se desate la pasión, por muy brígido que sea el momento, siempre se dan maña para pasar al baño y darse una mojada en el aparcadero de bicicletas. Es más, en la chaqueta traen su colonia por más rasqueli que ésta sea. Porque por más desaseado que esté el hoci, el olor a zoológico nunca lo cargan, ya que no hay nada más matapasión que aquello. 

La recomendación, mijo, aunque lo suyo sea causa perdida, es bañarse todos los días, comprarse un perfume de 25 lucas p’arriba y dejar la estela de los caballeros, potente y discreta. Quién sabe, en una de esas la peloláis baja las barreras, borra el buqué a kayak y le da una segunda oportunidad.

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