La primera película centrada en Sam Wilson se suma a la crisis creativa de Marvel Studios con una historia dispersa, personajes desaprovechados y una producción que luce más televisiva que cinematográfica. A pesar de algunos destellos de calidad, su resultado final confirma que la fórmula del MCU está más desgastada que nunca.
Aunque sus inicios en la primera fase fueron dubitativos, después del estreno de la primera película de Los Vengadores se instaló la idea de que las obras de Marvel Studios parecían simplemente invencibles. Recibían amplios elogios con porcentajes casi perfectos en portales como Rotten Tomatoes, se convertían en éxitos de recaudación que dominaban los listados anuales y, por ende, eran celebradas casi de forma unánime por la audiencia, dejando como parias a quienes cuestionaban cualquier aspecto de sus respectivas propuestas. Por Dios, qué recuerdos.
Aunque todo aquello se solventó durante la denominada Fase 3, lo que permitió que Endgame fuese uno de los mayores éxitos cinematográficos de la historia, gran parte de la actual “Saga del Multiverso” ha sido completamente diferente.
Salvo un par de excepciones (Spider-Man: No Way Home, Deadpool & Wolverine), que han vuelto a generar consenso, y un par más que han funcionado por alguna razón (Doctor Strange in the Multiverse of Madness, Guardians of the Galaxy Vol. 3), el resto ha evidenciado que la fórmula se agotó, la fatiga de los superhéroes está pasando factura o, simplemente, el rumbo de Marvel Studios se desvió por completo debido a la vorágine de expandir su historia hacia Disney+.
Capitán América: Un Nuevo Mundo, dirigida por Julius Onah (The Cloverfield Paradox, 2018), sin duda está más cercana precisamente a ese grupo de películas que no están dando la talla, y existen varias razones por las cuales deja una sensación de insatisfacción al llegar a sus créditos finales.
Para empezar, como suele ocurrir con las películas fallidas de Marvel Studios, hay elementos con potencial que son desaprovechados. En este caso, el principal motor es la necesidad de consolidar al Sam Wilson interpretado por Anthony Mackie como el nuevo Capitán América. Y aunque el desempeño del actor en general es correcto, su trabajo no logra sostener todo el desordenado conjunto.

Mucho de lo anterior tiene relación con la propia historia, ya que rápidamente queda en evidencia que la película sufrió múltiples cambios durante su realización, con refilmaciones ampliamente reportadas. Estos cambios descartaron la versión inicial del guion y dieron paso a modificaciones que claramente afectaron la cohesión narrativa. A grandes rasgos, el resultado final nos presenta a Thaddeus “Thunderbolt” Ross, ahora interpretado por Harrison Ford, como presidente de los Estados Unidos, lo que inevitablemente arrastra todo lo relacionado con su historia en el MCU.
Como alguna vez fue el “Cazador de Hulk”, desde el primer minuto se retoman las consecuencias de The Incredible Hulk (2008), la por mucho tiempo olvidada segunda película de este universo cinematográfico, pues esos eventos son el catalizador de gran parte de lo que sucede en la nueva entrega.
No solo está la batalla entre el gigante verde y la Abominación en pleno Harlem, lo que aquí queda como una simple anécdota a pesar de que ahora hay un Capitán América negro, sino que también la obsesión militar de Ross generó un quiebre con su hija, la exnovia de Bruce Banner, quien ya no le habla y ni siquiera está presente durante su discurso de victoria presidencial.
Por otro lado, está el auge de Sam Wilson como Capitán América, para lo cual la película retoma los sucesos de la serie The Falcon y el Soldado de Invierno, donde obtuvo el escudo legado por Steve Rogers. En ese sentido, con un Sam ya instalado como el Capi y recibiendo el respeto del pueblo estadounidense sin objeciones, la historia también explora su tensa relación con el presidente Ross, no solo por haber sido encarcelado durante los sucesos de Capitán América: Guerra Civil, sino también por haber sido perseguido alrededor del mundo hasta que todo fue interrumpido por la invasión de Thanos.
En este contexto, la película establece inicialmente que Wilson intenta trabajar con Ross por el bien de Estados Unidos, pero también desconfía lo suficiente como para tener a un contacto vigilándolo de cerca. Y aunque en este camino existen bases interesantes con potencial, el resultado final se ve abrumado por una narrativa dispersa y una producción más cercana a una serie de Disney+ que a un evento cinematográfico de gran escala. Es decir, en pantalla es evidente que el presupuesto se les fue de las manos y que tuvieron que reorganizarse con menos recursos de los cientos de millones de dólares inicialmente disponibles.

Sin entrar en mayores detalles, el núcleo de Capitán América: Un Nuevo Mundo gira en torno a una conspiración y una amenaza de alcance mundial, ya que la película también recoge la consecuencia de Los Eternos (2021), donde se estableció la presencia de un Celestial emergiendo del Océano Índico. Esa situación ha provocado tensiones entre las potencias mundiales, tras la detección de un metal indestructible (el adamantium) con un enorme potencial económico y bélico. En medio de este conflicto, la película va dispersando pistas y señales de manera caótica, alejándose por completo de la promesa de Marvel Studios de vender esta producción como un “thriller político paranoico”. Solo en sus sueños lo es.
Y ante todo lo anterior, lo que queda es conformismo. Se podría decir que no es tan mala como Black Widow o Ant-Man and the Wasp: Quantumania, ni tan fallida como Thor: Love and Thunder, ni tan intrascendente como The Marvels. Pero lo cierto es que esta nueva entrega de Marvel Studios tampoco está muy lejos de esas comparaciones.
A pesar de que tiene algunos puntos rescatables, como la relación entre el nuevo Capitán América y el nuevo Falcon o el desempeño de Harrison Ford, la conspiración está mal estructurada y la gran revelación de su responsable es completamente desaprovechada, incluyendo un diseño muy poco inspirado.
Más aún, la historia está tan desordenada que algunas secuencias resultan risibles, especialmente en lo que concierne a la inexplicable capacidad del villano para estar siempre en el lugar y momento indicados. Y aunque otros elementos siguen esta misma línea, la baja calidad de las escenas de acción tampoco contribuye a elevar el resultado final, reforzando la sensación de que todo luce demasiado televisivo. A pesar de que cuenta con algunas secuencias bien logradas, como una batalla aérea y la publicitada pelea con la “gran amenaza roja”, en general la película carece de momentos memorables de acción, lo que representa un fallo crítico para una película de Capitán América.
En definitiva, Capitán América: Un Nuevo Mundo es otra muestra de que Marvel Studios sigue atrapado en una crisis creativa de la que no logra salir. Con una historia fragmentada, personajes desaprovechados y una ejecución que nunca alcanza la grandeza que se espera de una producción de este calibre, la película se queda a medio camino entre la ambición de ser un thriller político y la realidad de ser otro producto genérico del MCU. A pesar de algunos destellos de calidad, el resultado final es un recordatorio de que la fórmula del comité necesita una renovación urgente.
Capitán América: Un Nuevo Mundo ya está disponible en cines.