La Tragedia del Colegio Cumbres, un accidente que sacudió al país y dejó 9 escolares fallecidas

Hace exactamente catorce años tuvo lugar el trágico accidente que enlutó al Colegio Cumbres de Las Condes. Nueve de sus alumnas, del segundo medio D, fallecieron luego que el bus que las transportaba se volcara. “Uno hace infinitas iteraciones tratando de buscar un resultado distinto”, lamentó hace un tiempo el diputado Gonzalo de la Carrera, padre de una de las menores.

Casi cinco kilómetros antes había un letrero que restringía la velocidad a 50 por hora, pero Leonel Contreras, chofer del bus patente BG.DR-53 de la empresa de turismo Andina del Sud que transportaba a un grupo de estudiantes del Colegio Cumbres luego de su visita al Lago Chungará, no lo vio. Eso repitió él una y otra vez: que no lo vio.

El tacógrafo cifró que al momento del accidente conducía a unos 95 kilómetros por hora, casi el doble de lo permitido. Y se estableció como el motivo principal por el que, cuando encaró la curva del kilómetro 135 de la ruta internacional 11-Ch, que une Arica y Bolivia, Contreras estrelló la máquina contra una barrera de contención, perdió la estabilidad y volcó. Exceso de velocidad e imprudencia en la conducción.

Era el viernes 29 de agosto de 2008, 14.50 horas. Murieron nueve escolares de entre 15 y 16 años, y hubo otros 23 heridos. Se le conoció, desde entonces, como la Tragedia de Putre.

“El solo hecho de que el tacógrafo marque una velocidad no es para calificarme de imprudente, irresponsable”, se defendió Contreras en una entrevista concedida a La Tercera en enero de 2010. “Distinto es si uno se subió al bus en estado de ebriedad, con droga, en una actitud irresponsable, cosa que yo no hice”.

Para entonces el hombre, por cierto, manejaba su propia hipótesis: “Estoy absolutamente seguro de que sufrí los síntomas de la puna”.

“No hubo problemas de conducción propiamente tal, en la parte técnica me refiero. En los últimos instantes me voy ‘a negro’ y obviamente como íbamos en una recta en pendiente, el bus tomó velocidad”, sostuvo.

Y continuó: “Me fui ‘a negro’, pero al salir de ese estado yo ya estaba dentro de la curva, entonces tuve la acción recuperativa que evitó que nos fuéramos hacia abajo. Me demoro un minuto más en reaccionar y no estamos acá”.

Leonel Contreras fue condenado a dos años de presidio remitido por cuasidelito de homicidio. “La condena propiamente tal no es un tema para estar contento por mi parte, pero sí tranquilo, porque creo que la justicia trató, pese a las aprensiones que tengo al respecto, de hacer justicia”, explicó entonces el hombre, que a esas alturas, como consecuencia de la tragedia, había enfrentado un cuadro depresivo y se había separado de la que fue su mujer por 16 años.

El dolor después de la tragedia

Las alumnas del II medio D que ese último viernes de agosto fallecieron fueron Bernardita Barros Vial (16), Elisa Contreras Searle (16), María de los Ángeles Costa Arteaga (16), María Trinidad de la Carrera Bezanilla (16), Magdalena Echeverría Larraín (16), Valentina Federica Errázuriz Gandolini (15), Eloísa Garreaud Sutil (16), Magdalena Rodríguez Hermosilla (16) y Bernardita María Valenzuela Prado (15).

Un año más tarde, el 29 de agosto de 2009, a modo de homenaje se inauguró el Memorial a Nuestra Señora de los Nevados de Putre. Desde ese día ha sido cuidado por efectivos del regimiento “Huamachuco” del Ejército y trabajadores municipales de Putre.

“Agradezco a todos los que ayudan a mantener ese memorial. Si sirve para que se acerquen personas para reflexionar, para orar, estamos reconvirtiendo una tragedia en algo positivo”, decía tiempo después Gonzalo de la Carrera. El diputado por el distrito 11 era el padre de María Trinidad. No se ha referido en muchas ocasiones sobre el tema, pero en 2019 se confesó con El Mercurio:

“Cuando murió mi hija yo estaba en Nueva York acompañando a Fernando González en el Grand Slam. Somos muy amigos. Íbamos en auto camino a un restorán a celebrar cuando me dicen que hubo un accidente de uno de los buses. A la media hora se supo que entre las muchas niñitas heridas, había nueve fallecidas y que una de ellas era mi hija”.

“Yo estaba con mi hijo de 13 años. Quedé en estado de shock… Nos fuimos al aeropuerto y Lan Chile nos subió en el primer vuelo. No tuve la ocasión de verla. Cuando llegué ya la habían pasado al Servicio Médico Legal y ya estaba en el ataúd”, explicó.

“Los primeros momentos son de negación”, sostuvo más tarde. “En realidad no son momentos, son períodos largos de discernimiento en los que la cabeza empieza a iterar decisiones que uno podría haber tomado de manera distinta para haber evitado ese desenlace. Eso es muy desgastador, porque uno hace infinitas iteraciones tratando de buscar un resultado distinto”.

“Si yo no me hubiese ido de viaje, si yo no la hubiera autorizado para ir al viaje de estudio, si el viaje de estudio no hubiese sido en Putre, si se hubiese ido al sur y no al norte”. Esos pensamientos asaltaban la cabeza de De La Carrera.

La muerte de las nueve alumnas del Colegio Cumbres se plasmó además, con el paso de las horas, en un sinfín de cartas y correos publicados en diferentes sitios para, de algún modo, entregar apoyo a las familias. Sin ir más lejos, durante las primeras semanas, se crearon varios grupos de oración en Facebook que superaban los 130 mil miembros.

Sobre el triste desenlace, también se pronunció Cristián Warnken, quien meses antes había perdido a su hijo Clemente por un accidente en una piscina. En concreto, dedicó una columna titulada “Mariposas”:

“Nada podrá llenar sus piezas vacías, sus puestos en la sala de clases, ese silencio y esa ausencia que vibran tanto alrededor nuestro cuando alguien tan joven se va. Quien no ha escuchado el sonido de esa ausencia no entiende lo que estoy diciendo (…); nadie está preparado para decirle adiós a lo que ama (…); no queremos verlas ahí, bajo tierra, porque ellas vinieron a correr sobre la tierra y a conquistarla”, reza en un fragmento.

Y completó: “Se fueron estas hijas maravillosas, sus padres quedaron huérfanos de ellas, para hacerse ahora hijos del misterio. Dejémoslos nacer a este misterio doloroso, tan hondo, dejémoslos llorar y gritar, incluso clamar”.

El exrector de la Universidad de Chile y abuelo de una de las víctimas, Bernardita Barros Vial, Juan de Dios Vial Larraín, también decidió a partir de la escritura abrirle las puertas al dolor. Y en una columna de opinión reflexionó:

“De ordinario las ceremonias fúnebres son aplastantes. Reina en ellas el “heraldo negro”, como la llamara el poeta César Vallejo. Pero en los patios de ese colegio, en la caravana al Parque del Recuerdo y en el crepúsculo del Parque había otro aire, otra luz”.

“Pocas veces estas cosas suceden. Pero ocurren y tienen la fuerza de una epifanía. El alma de una nación, de tantas familias, de tantísimos individuos, se conmovió, vivió los tres días de una Semana Santa”, cerró.

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