“El poder debe estar en manos de los hinchas”: los rebeldes del FC United of Manchester, una antítesis al fútbol moderno

Los rebeldes rojos que le dieron la espalda al fútbol moderno.
Los rebeldes rojos que le dieron la espalda al fútbol moderno.

Cansados de la industria, de sentirse clientes, una pila de aficionados rompió el cordón umbilical que los unía al Manchester United y fundó su propio club. Al servicio de la comunidad, gestionado por sus socios. “La gente que más se preocupa”, precisan. Desde hace ya veinte años, esa es su esencia. “Cada vez que nuestros equipos salen al campo el sábado a las tres de la tarde es un éxito”, dice Paul Hurst, su director, “porque es otro día en el que demostramos que el fútbol puede seguir un camino diferente”.

Quedan algunos años de gloria por delante, claro que los quedan. Es el equipo de Wayne Rooney, Ruud van Nistelrooy y Cristiano Ronaldo. El portugués todavía no es el Cristiano Balón de Oro, ávido de goles, de ser el uno, pero se adivina inminente. Atrás Ryan Giggs y más atrás Paul Scholes y más atrás Roy Keane legan liderazgo. Los orquesta, chicle en la mejilla como de costumbre, sir Alex Ferguson. Estamos en 2005, y Old Trafford no sólo es el teatro de los sueños sino también un fortín infranqueable, pero algo —a lo lejos, lentamente— comienza a oler mal en el Manchester United. En el fanzine (revista) “Red Issue”, una facción de los fanáticos así lo sugiere. Malcolm Glazer, multimillonario estadounidense, asoma en el horizonte y ellos no están dispuestos a aceptarlo. Proponen, como solución, la salida difícil: fundar otro club dirigido democráticamente por sus socios. Red devil de toda la vida, Paul Hurst se lo piensa. Confía en que quienes están detrás detentan la pasión necesaria para ejecutar su idea. Además, el futuro lo inquieta. El precio de las entradas, comprobar que los aficionados de siempre ya no pueden ir a la cancha, un propietario distante. El fútbol moderno lo empuja a elegir.

—Fue muy difícil —reconoce Hurst a La Cuarta—, pero sentí que la decisión correcta era renunciar a mi abono de temporada en Old Trafford y no dar mi dinero a los Glazer.

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Los aficionados aquí son lo más importante.

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Tres años antes, los hinchas del Wimbledon FC probaron que se podía. Desahuciados por una dirigencia que mudó su equipo a Milton Keynes —a más de 90 km al norte a cambio de mejor infraestructura— y luego lo renombró MK Dons, apostaron por la creación de un nuevo club para preservar el legado histórico. Contra el Sutton United en julio de 2002, poco menos de cinco mil espectadores celebraron su regreso como un acto de justicia.

En 2005, Kris Stewart, entonces presidente del AFC Wimbledon, acaso el modelo a seguir, le dio una mano a los rebeldes de Manchester. Viajaba desde Londres en su tiempo libre para quedar con ellos y transmitir su experiencia, convencer a los indecisos, asesorarlos en cada paso. Paul Hurst asistió a muchas de las reuniones. Lo que más le sorprendía, cuenta, era el grado de implicación con el proyecto:

El número de personas que acudieron a esas reuniones y se comprometieron a donar el dinero, que de otro modo gastarían en su abono de temporada en Old Trafford, hizo que todo el mundo se diera cuenta de que era posible.

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El cuadro de Manchester es 100% propiedad de sus socios y eso, dicen, hace la diferencia.

A mitades de julio, después de someter a votación el nombre y levantar un casting para elegir a sus primeros jugadores, nació el FC United of Manchester y su segundo partido, un amistoso que se recuerda con especial cariño, fue contra el AFC Wimbledon.

Mientras tanto, Malcolm Glazer se endeudaba para adquirir la totalidad del Manchester United. Y ponía como aval al propio club.

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—Vemos cómo cada vez más clubes de fútbol pasan a ser propiedad de empresarios distantes a los que no les importan ni la historia ni los seguidores del club —se lamenta Paul Hurst—. Para ellos, poseer el club es un símbolo de estatus y creen que pueden hacer lo que quieran.

—¿Crees que los clubes volverán a mostrar ese antiguo respeto por los aficionados y la historia?

—Intento ser optimista, pero sinceramente, me resulta imposible ver cómo podría producirse ese cambio ahora. Hubo cierta celebración cuando Jim Ratcliffe invirtió en el Manchester United, después de tantos años de propiedad de la familia Glazer. Sin embargo, sólo un año después de su llegada, todos los titulares son negativos: el aumento del precio de las entradas a 66 libras ($79 mil pesos), incluso para los niños, el recorte de fondos para la organización benéfica que representa a los antiguos jugadores y el despido de empleados con muchos años de servicio.

—Parece una batalla perdida.

—Para que las cosas cambien, se necesita un propietario que se preocupe más por la gente que por el dinero que pueda ganar. Parece que hay muy pocas personas con dinero para invertir en los mejores clubes de fútbol que se ajusten a esa descripción. La situación no hace más que empeorar, con clubes que intentan ganar tanto dinero como pueden, por cualquier medio, sin importarles lo que piensen los aficionados.

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Gestor de proyectos para una empresa de diseño e ingeniería, Paul Hurst es, desde noviembre de 2023, director del FC United of Manchester. El que él llama “el club propiedad de sus aficionados más grande del país” es su trinchera. No lo descuida, sabe que ni siquiera otros cuadros de la Northern Premier League Division, séptima categoría del fútbol inglés, están libres: cuenta Hurst que el Blyth Spartans, famoso matagigantes de la FA Cup, casi quiebra esta temporada por el mal manejo de un “hombre de negocios”.

—Sus aficionados han conseguido rescatarlo, esperemos que justo a tiempo, pero es casi seguro que volverán a descender esta temporada. Esto demuestra que estas malas prácticas no sólo existen en las grandes ligas.

En su postulación a la Junta Directiva, aún disponible en el sitio oficial, se presentó como un “socio fundador” que busca “aportar” su “granito de arena”, tal como venía haciendo en el Co-Ownership Committee, donde era vicepresidente. Desde ese lugar, destacará, se impulsó con éxito el voto por Internet, lo que supuso un “aumento significativo” de los “copropietarios” que participan del “proceso democrático” de la institución. Ese modelo de gestión, insiste, ha hecho del FC United un elenco pionero, “tanto en nuestro país como en el extranjero”.

Es su mayor motivo de orgullo.

Me resulta difícil imaginar una situación en la que eso cambie alguna vez. El poder está en manos de los aficionados, la gente que más se preocupa por su club de fútbol. Un ejemplo de ello es que los hinchas votaron a favor de incluir en nuestros estatutos una norma que prohíbe el patrocinio en las camisetas de juego, manteniendo así la camiseta como una representación “pura” del club. Reconocemos que los clubes tienen que ganar dinero para sobrevivir, pero creemos que deben hacerlo de una manera ética y sostenible, y dando prioridad a los aficionados. Por ejemplo, nunca hemos subido el precio de los abonos para nuestros seguidores menores de 18 años desde que se fundó el club hace veinte años.

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La relación entre aficionados y jugadores es primordial para el club y parte de la experiencia en cada partido.

Asentados ya en todas las zonas de Manchester, el FC United tiene más de dos mil socios. Cuando juegan en casa, en Broadhurst Park, acuden entre 1.600 y 2.000 espectadores, pero, advierte Hurst, en un partido caliente esa cifra puede estirarse hasta los 4.000 o más. Para los adultos, la entrada al estadio tiene un costo de 13 libras (unos $15.500 pesos), mientras que los adultos mayores pagan 9 libras (poco menos de $11 mil), los jóvenes de 18 a 21 años 5 ($6 mil) y los menores de 18, 3 ($3.500). No hay asientos reservados, quien pagó su entrada puede sentarse donde prefiera.

Pero eso no es todo.

—Siempre tenemos cerveza local y buena comida. Los sábados solemos ofrecer un espectáculo en el bar antes del partido, a menudo música en directo, pero también poesía, comedia u oradores. En cuanto a los niños, nuestros socios juveniles mantienen una estrecha relación con el club. Todos tienen la oportunidad de ser las mascotas que acompañan al equipo y de ser recogepelotas. Después de cada partido, todos los hinchas son bienvenidos en el bar del club, y los jugadores deben venir al bar para conocer a los hinchas, así que puedes hablar del partido con ellos y ¡quizá hacerte un selfie!

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El FC United también tiene rama femenina.

—Cumplirán, en breve, veinte años. ¿Qué ha sido lo mejor?

—Estamos orgullosos del reconocimiento que recibe el club en todo el mundo, con gente que quiere venir a ver nuestros partidos y entrevistas como ésta. Es increíble la cantidad de gente de todo el mundo que conoce el club, pero también nombres famosos del fútbol. En verano jugamos un partido de pretemporada contra el Salford City (ahora propiedad de la “Clase del 92” del Manchester United) y Paul Scholes vino al partido y sabía mucho sobre nuestro club. Él era uno de mis héroes futbolísticos cuando yo era niño, ¡así que fue muy extraño estar en nuestro bar y hablar con él sobre el FC United!

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Paul Hurst, quien atendió al diario pop, es socio fundador y actual director del club.

—¿Cuál es su sueño?

—Por supuesto, queremos tener tanto éxito como podamos en el campo, pero siempre lo haremos manteniéndonos fieles a nuestros principios y siendo un buen vecino para nuestra comunidad. Queremos ser una voz fuerte en Inglaterra, y en todo el mundo, de los beneficios de la propiedad por parte de los aficionados y de por qué el fútbol necesita cambiar el rumbo que lleva. Decimos que cada vez que nuestros equipos salen al campo el sábado a las tres de la tarde es un éxito, porque es otro día en el que demostramos que el fútbol puede seguir un camino diferente. Uno en el que los que más se preocupan por el club, los aficionados, estén al mando del club y controlen su destino.

—En Chile, con la llegada de las Sociedades Anónimas Deportivas, los dueños de los clubes son ahora empresarios. Los precios de las entradas han subido y los vínculos parecen haberse debilitado. ¿Qué podrían decirle a los hinchas chilenos?

—Que se arriesguen, ¡no saben adónde les puede llevar! Fue duro marcharse de Old Trafford, pero cuando pienso en algunos de los recuerdos que hemos creado en veinte años de FC United, es una sensación muy especial. A principios de 2005, veíamos a jugadores como Cristiano Ronaldo, Wayne Rooney, Ruud van Nistelrooy, etc. A finales de ese año, estábamos en el FC United viendo a jugadores a tiempo parcial que tenían trabajos como albañiles, fontaneros y electricistas durante la semana. Sin embargo, no importaba, porque sentías que formabas parte de algo especial. Yo vivía en Canadá durante parte de esa primera temporada, y aún recuerdo las llamadas telefónicas que hacía a mi padre cada sábado para que me cuente todo lo que había pasado. ¡No podía esperar a llegar a casa y volver a verlo todo por mí mismo!

El fútbol, confía Paul Hurst, un exaficionado del Manchester United, socio fundador y actual miembro de la junta directiva del FC United of Manchester, es ese.

—Sólo somos un equipo que juega en la séptima división del fútbol inglés, pero hemos vivido muchas experiencias especiales. Si nosotros podemos hacerlo, no hay razón para que los hinchas de Chile no puedan hacer lo mismo.

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