Por Eduardo Ortega“Siempre he pensado que la ‘U’ es lírica y Colo Colo es épico”: el mito albo según Gabriel Zanetti
A través de doce crónicas que maridan relatos íntimos con algunos greatest hits albos, el escritor diseñó “Colo Colo, continuación de un mito”, libro que explora “las implicancias de ser hincha del club más popular de Chile” y “sufrir por una pasión”.

Cuando Gabriel Zanetti recibió la invitación de Rafael López, director del Fondo de Cultura Económica, su padre, Octavio, ya se había ido.
—Tenía fibrosis pulmonar, combatió contra ella cuatro años —completa Zanetti—. Es una enfermedad que no tiene cura, donde los pulmones se van secando, cara, dolorosa de ver. Doloroso de ver a tu padre soñando con expectativa de vida y tú ves que no.
Octavio, entre muchas otras cosas, le heredó a Gabriel todo eso que supone ser hincha de Colo Colo. Lo llevó al estadio por primera vez una tarde de 1989, a un superclásico en el estadio Nacional. Lo intentó convencer de que Colo Colo tendría por lo menos cuatro Copas Libertadores si hubiera sido del Atlántico. O que Colo Colo es mucho más que Olimpia de Paraguay. Le explicó, con astucia, que Colo Colo tenía estadio propio porque era clase baja y Católica el suyo porque era clase alta y podía pagarlo al contado, pero que a Universidad de Chile, como buen clase media, no le alcanzaba para comprar y tenía mucho para un subsidio. Los últimos años, cuando Gabriel iba a visitarlo al hogar de ancianos, entre ñoquis, lasaña o algún dulce, se acostumbró a narrarle con todo detalle cada triunfo del “Cacique”. Incluso cuando el resultado era otro: Octavio era feliz con eso.
Octavio Zanetti falleció el viernes 12 de enero de 2024, unos meses antes de que Gabriel aceptara la propuesta de López de escribir un libro de crónicas (doce finalmente), de no ficción (algunos hits albos), no muy largo (65 páginas), que luego llamó Colo Colo, Continuación de un mito.
—Y obviamente pensé en él —dice Gabriel Zanetti—, por eso no fue una purga, fue un duelo bonito. Un recorrido bonito, me acordé de muchas cosas divertidas que decía mi papá. Fue un proceso más ritualístico, más memorable, que purgativo.
—En la primera crónica, de hecho, se lo llevas.
—Sí, ahí pasó algo increíble. Como escritor soy súper exigente, el libro es cortísimo pero lo debo haber corregido quince veces. Llegó un momento en que no tenía sentido, y lo llevé y estuve con mi papá en el cementerio. El nicho Zanetti está a dos cuadras de los viejos cracks de Colo Colo, así que fui. Yo escribí en un impreso “David Arellano, gracias por darme la chance de ser niño toda la vida” y lo dejé a los pies de su tumba. Hay un personaje que se llama Parra en el libro, que me dice que llegó el Benja Arellano, uno que siempre va de amarillo, como Morón, a alentar. Él siempre va a ver a su papá al cementerio católico y cruza a rezarle a Colo Colo, enfermo total. Y me cuenta el Parra que él encontró unos papeles arriba de la tumba de David Arellano, y eso me cautivó mucho, porque la gente del aseo no los botó. Entendieron que era algo de valor. Ahora soy amigo del Benja Arellano, y fue muy místico, porque después fui al Quitapenas. Fue muy especial todo…
—¿Qué significó para ti escribir sobre tu equipo y desde la vereda del hincha?
—Es como que te pasen el quinto penal pa’ clasificar y patearlo. Eso es lo que me pasó, sí o sí. Con todo el coraje. Y la verdad fue un libro que estaba en todos mis recuerdos. Simplemente empecé a apuntar qué era lo más importante que tengo de Colo Colo: el gol de Barticciotto a Boca, el gol de Espina a Flamengo, cuando salimos campeones contra la “U” en su cara, cuando no descendimos, la final contra Olimpia, la Libertadores femenina. Fui encontrando hitos y empecé a armar el libro. Ahora se me vienen muchas más ideas.
—¿Fue un desafío escribir de fútbol?
—Yo he escrito dos libros de crónica, Juro que es verdad y El Pejerrey, pero la crónica de fútbol, de deporte sobre todo, tiene un desafío interesante porque tiene muchos verbos. Hay que tener toda una técnica, y la verdad, yo no soy lector de (Eduardo) Sacheri, de (Roberto) Fontanarrosa, de fútbol. Lo que una vez leí fue a (Pier Paolo) Pasolini, pero era sobre fútbol y política, bien denso. Yo soy lector de Joaquín Edwards Bello, de Fabio Morábito, de Roberto Merino, y usé a estos mismos referentes para escribir este libro. Porque, si te pones a pensar, el fútbol es lo mismo que una historia de amor. Tú puedes abordar cualquier tema con literatura. Esa denostación que hacen algunos escritores, así como “oye, este hueón escribió de fútbol”, no sé, po, hay gente que escribe sobre un amor universitario y yo puedo decir que eso no me interesa. No investigué nada de literatura de fútbol, porque sentí que ya tenía a los referentes claros de la crónica, que son muchos más.
—¿Por qué “La continuación de un mito”?
—Parece mentira que un club de fútbol parta en primera división porque un grupo de jugadores quieren jugar profesionalmente y no los dejan jugar y se van, po, hueón. Y también parece un cuento que se consolide: fue uno de los primeros equipos en hacer giras internacionales. David Arellano hizo una cuestión de gran profesionalización del fútbol chileno. Y parece, como te digo, de cuento, de mito, que David Arellano muera en la cancha por aceptar una revancha. Colo Colo le había ganado seis a cero a Valladolid, y quedaron tan picados, que jugaron una revancha, a lo amigo, y muere ahí. Imagínate que Colo Colo, el año 47, no estoy seguro, organiza el primer Campeonato de Campeones Continentales de América, donde juega River, Peñarol, Alianza Lima creo, juegan cinco o seis equipos. Y es el primer antecedente de copas internacionales de clubes. De ahí surge la Copa Libertadores. Había un periodista francés que se lleva la idea a Francia, y desde esa idea del club surge la Champions League. Con todo lo que te cuento, tú decís: si es Colo Colito, nomás. ¡No, hueón, es un mito!
—Así también titulaste una de las crónicas en la que vas al estadio con tu hija.
—Claro, la continuación del mito es lo que siempre ocurre. Yo le cuento a mi hija: el de atrás pica el Indio, que salimos campeones en la quiebra, que ganamos con nueve y con Pedro Reyes al arco. Eso es el mito de Colo Colo. Como tiene su mito la “U”, el Romántico Viajero. Yo siempre he pensado que la “U” es lírica y Colo Colo es épico. Imagínate que la “U” tenía el ballet azul, qué más lindo que un ballet. En cambio Colo Colo es épico, es de banderas tomar, de ir perdiendo y darlo vuelta. ¿Por qué digo continuación de un mito? Porque en la crónica le paso el lápiz, el banderín a mi hija pa’ que siga observando el mito.
—En esa crónica te llamaba la atención acaso el poco interés de los hinchas, que ya no comentaban los partidos. Tú fuiste a tu primer partido el ‘89, ¿cambió el hincha colocolino?
—Yo creo que cambió la sociedad, debe ser así en todos lados. La gente se ha vuelto más consumista, más individualista. Con mi papá íbamos al estadio y llevábamos unos sándwiches, po. Unas bebidas, cocaví. Cuando íbamos por Exequiel Fernández, en el auto, veíamos a otro niño con su papá, le tocábamos la bocina y los llevábamos, conversábamos de los partidos, los jugadores. Y es una cuestión nacional, pero la gente no se habla. En la Garra (Blanca) no se habla de fútbol, se canta, se alienta y eso está muy bien; en Cordillera, tú hablái con tu amigo. Pero hay un fenómeno, tal vez por la violencia. No sé bien qué ocurre. Todos alentamos, gritamos los goles, pero antes había una cuestión más de salir a la escalera, fumar un pucho, tomarse un café y hablar con cualquier compadre de los jugadores, del partido. A lo mejor era de los noventas, de otra época que ya fue.
—Este año, en su centenario, por desgracia el hincha colocolino no ha podido llevar la fiesta en paz. ¿Cómo es tu relación actual con Colo Colo?
—Mi relación con Colo Colo siempre es buena. El colocolino es crítico, no es incondicional conceptualmente, respecto a las políticas que tiene el club. Es incondicional respecto a ir, a pagar sus cuotas de socio, pero el hincha de Colo Colo es exigente. Yo soy del Colo hasta que me muera y después también, pero mi posición frente al centenario es que nuestro club está marcado por una tragedia. Hay un luto sobre nuestra insignia, que es el luto de David Arellano que murió muy joven. Y para el centenario, Martina y Milán ponen otra cinta negra sobre nuestras camisetas a pesar de que fueron los Carabineros quienes no tuvieron ningún tino con ellos. Entonces, la historia de nuestro club está marcada por la tragedia. Y si tenía que ser para el centenario, bueno, tiene que ser. Los colocolinos esperamos que de una vez por todas se aprenda de las cosas.
—Tal vez la mayor virtud del libro es que lo puede leer y disfrutar cualquier hincha del fútbol, no necesariamente colocolino. ¿Era esa tu intención?
—Traté de hacerlo lo más respetuoso posible con los otros equipos. ¿Por qué? Porque sin ellos, no existe el libro. También me pongo en el lugar de ellos. O sea, yo cuántas veces he estado en ese lugar: la “U” nos ganó tres a cero hace cuánto, ¿un mes? Entonces me parece que en estos gestos artísticos, literarios, que lo puede leer un niño, es importante no generar más violencia. Y yo pienso eso. Con un amigo de la “U” hemos peleado verbalmente, pero es folclore. Es importante la “U”, es importante la Católica, importante Audax.
Tras un breve silencio, Zanetti, que planea escribir otro libro de crónicas sobre Colo Colo, tal vez con secciones dedicadas a jugadores y técnicos, más arriesgado, se permite una aclaración:
—Pero yo le ruego a Dios que Lanús le haga cinco goles en Buenos Aires a la “U”, es lo que más deseo. Yo creo que por eso estoy enfermo, hueón —bromea a propósito de la gripe que lo tiene a maltraer—. La “U” no puede pasar.
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