Álvaro Henríquez y los Pettinellis: una historia oral

Pettinellis
Pettinellis

A medio camino entre el final de Los Tres, un tributo a Violeta Parra, una gira con Los Prisioneros y su propio disco solista, Álvaro Henríquez dio talle y detalle a una nueva cofradía musical tan intensa como breve. Esta es su historia.

—Era una época muy intensa, murió mi padre y nació mi hija Olivia, estos eventos fueron los que hicieron que el disco tenga brillo y oscuridad.

Eso dice Álvaro Henríquez a La Cuarta justamente veinte años después de Pettinellis (2002, Warner Music), acaso su primer trabajo como autor tras irse a pausa con Los Tres.

Por esa época en que el grupo publicó y tocaba su único largaduración, el músico sufrió en octubre de 2001 la muerte de su padre, Fidel Henríquez, y poco antes de lanzar el debut, asistió al nacimiento de Olivia, su primera hija.

También, la voz tras “Déjate caer” venía de desarmar a Los Tres, de producir el elogiado tributo a Violeta Parra, Después de vivir un siglo (2001, Warner Music) y de grabar el disco que hizo explotar a Los Bunkers.

Además de recibir el homenaje musical de Café Tacuba con el disco Vale callampa (2002, Universal Music Group) e incluso de formar parte de Los Prisioneros junto a Jorge González y Miguel Tapia.

—¿Cómo recuerdas ese agitado período?

—Fue un período muy intenso, el tributo a Violeta me lo encargó la querida Chabela Parra, fue una experiencia muy interesante. Con Los Bunkers nos conocíamos y nos hicimos muy amigos, me gusta mucho su música; fue una grabación muy entretenida.

“Lo de Café Tacuba fue una emoción muy profunda que hasta el día de hoy perdura, hicieron un hermoso disco con canciones de Los Tres. Todo esto coincide efectivamente con mi paso por Los Prisioneros que fue un lujo para mí tocar con ellos, fue un momento muy hermoso de amistad y trabajo”.

Un asunto de familia

En algún lugar del puerto de Talcahuano a comienzos del siglo XX, dos hombres se juntan a conversar a la mesa.

No está claro qué cuentas están ajustando, pero de golpe uno de ellos se entera de que la sobremesa no irá más allá.

El otro, desde la silla de enfrente, le ha rebanado el estómago con un solo corte enterrado entre medio de las patas.

A la mala, un comensal se desangra hasta morir. El otro escapa.

Ahora es mayo de 2003, faltan un par de meses para la salida del primer disco del grupo Pettinellis, y Álvaro Henríquez Pettinelli cuenta la historia a la revista Rolling Stone.

A pesar de la distancia, esa leyenda de abuelos y bisabuelos de otro tiempo, “el músico la recuerda de cerca”, anota el periodista David Ponce: “Porque esa historia es un asunto de familia”.

Frágil, doliente, cínico y valiente

Por esos mismos días, la vida de Álvaro Henríquez se movía con la oscuridad de sus canciones más íntimas y el brillo de su repertorio más crudo.

Después de bajar la cortina de Los Tres, entre 2001 y 2002, el compositor chileno más importante de los años 90 comenzó a rearmarse.

Dice Henríquez:

—Fue necesario parar porque a mí me gusta mucho hacer cosas sin pensarlas, pero no hacer cosas que no existían.

En medio de una entrevista de la época en Rock & Pop, el músico habló del limbo que vivió entre que desarmó a su antigua banda y armó la nueva:

—Haber sacado un disco inmediatamente después de Los Tres, habría sido realmente una cosa más que sin pensar o espontánea, habría sido irresponsable de parte mía.

Como cuenta en el libro La última canción (2002, Aguilar) de Enrique Symns y Vera Land, Álvaro Henríquez venía de estar “sumido en el tedio”.

—No me consideraba en un buen pie para hacer música sensata o tranquila, que era lo que yo quería hacer. O no sé cómo llamarla, sana puede ser otra palabra.

Ahí hubo una sequía voluntaria de canciones, advierte Álvaro Henríquez: “Las dejaba hasta la mitad, perdía los casetes, pero no quería terminar nada”.

—Estancarse un rato para mí no fue algo malo, lo malo sería estancarse para siempre, no poder salir de eso. Pero afortunadamente pude hacerlo y nada… disco nuevo, vida nueva.

“No me sentía, de repente, capacitado para hacer canciones y que me gustaran”, contó el músico en la citada entrevista. “Entonces dejé todo y me dediqué a gastar la plata que había ganado”.

De pronto, apareció una nueva ocupación.

Álvaro Henríquez
Álvaro Henríquez

Y arriba quemando el sol

Según cuenta el propio Álvaro Henríquez, “Y arriba quemando el sol” fue la primera canción en la historia de Pettinellis.

En rigor se trata de una versión del grupo para el tema original de Violeta Parra, aparecido cuarenta años antes en su disco El folklore de Chile según Violeta Parra (1962, EMI Odeon).

—Me llamó la atención el tema porque era súper aplicable al blues —geolocalizó el ex-Los Tres.

Luego, aclaró mejor las coordenadas de su versión:

—Yo me imaginaba que Muddy Waters hubiera podido hacer una versión de ese tema sin ningún problema.

Por eso son varios los pasajes de la canción en que el músico, acaso emulando al llamado padre del Chicago blues, hace uso de la guitarra con slide.

—Hay un tema de él que se llama “I can’t be satisfied”, que lo toca en un disco con Johnny Winter y otros más, que es como medio acústico. Ahí me cayó la teja y empecé como a sacar el molde de lo que podía ser una versión.

Finalmente, tras unos meses de trabajo apareció el disco Después de vivir un siglo, el elogiado tributo a Violeta Parra producido por Álvaro Henríquez por encargo de Isabel Parra.

Allí aparece por primera vez una canción firmada por Pettinellis, entre otras versiones de Violeta a cargo de los Santos Dumont, Lucybell, Ana Tijoux, Chancho en Piedra, Canal Magdalena y un largo etcétera de grupos y estilos:

El Pettinellis número dos

—Con Álvaro empezamos un poco antes que llegaran los demás.

Eso le dice Camilo Salinas al periodista Patricio Cuevas desde una añosa entrevista para Rock & Pop.

Se trata de la primera charla que da el grupo completo con su disco Pettinellis recién publicado.

Salinas, conocido por participar de la gira del disco en vivo de Los Tres, Freno de mano (2000, Sony Music), también formó parte de Inti-Illimani Histórico, junto a su padre, el músico Horacio “Loro” Salinas, entre un largo listado de proyectos tan disímiles como Los Tetas, 31 Minutos o la orquesta Doce Monos.

Pero fue Pettinellis, en rigor, su primer grupo como miembro estable y no como un músico invitado.

Lo que explica en parte la prominencia de teclados como el Farfisa y el Hammond en sus canciones.

—Pettinellis es mi primera banda —le cuenta Camilo Salinas a Pato Cuevas—. Sentí el proceso de hacer el disco, de arreglar las canciones entre todos, los ensayos, que era algo que no me había tocado vivir con los otros grupos donde había tocado.

Según el experimentado tecladista:

—A las otras bandas siempre llegaba un poco atrasadito, cuando estaba todo armado.

No vuelvas nunca más…

Fue en Pettinellis, tras un año y medio de trabajo musical en la sala de ensayo, que Camilo Salinas firmó dos canciones junto a Álvaro Henríquez.

Primero, el instrumental “Himno internacional del Liguria”, que cierra el álbum.

Y luego el tercer single promocional del disco, el que sea tal vez el tema más conocido de Pettinellis: “Hospital”:

—Originalmente se iba a llamar “Himno internacional del Liguria” —explica en la entrevista radial Henríquez—, como la del final, que es un instrumental más rapidito.

Allí cuenta que la letra rezaba primero sobre un tipo que se quedaba en el bar hasta que bajaba el telón, “y le pedía a los mozos todo curado que no se vayan, que no pongan las sillas al revés, y que siga el ambiente”.

—Hay un paralelo entre el bar y el hospital, porque ahí es donde uno se sana. Uno se cura literalmente —advierte Álvaro Henríquez.

Fue cuando se cruzó con la idea de hacer una letra más seria.

—Siempre había querido tocar el tema del cáncer, de la tragedia en una canción.

“Me gusta mucho que se llame ‘Hospital’”, dice sobre el tema donde despliega su calidad de caprino barítono.

—Nunca más pasó de moda el cáncer, pero en realidad es una canción de amor —explica Henríquez—. “Hospital” es sobre un tipo que no quiere que su mujer lo vea así como está: flaco y a punto de morirse.

Un regalo de Los Bunkers

Más rápido que el abrupto final de Pettinellis fue la aparición y desaparición de Cristian Espiñeira, el primer bajista del grupo.

El músico fue velozmente relevado por Pedro Araneda, otro penquista como Henríquez que alguna vez compartió bandas y canciones con los futuros miembros de Los Bunkers.

—Fue el reemplazo más rápido de la historia —contó Henríquez—. Estuvimos en Concepción, yo lo vi allá, me lo presentaron y lo escuché. Di el “ok”, ensayamos cinco días y a La Batuta al tiro. Y cantando dos temas él solo.

Araneda, el Pettinellis más joven y quien sale de lentes oscuros en la foto de la carátula original, venía de algunas experiencias escolares y de tocar en grupos que no alcanzaron a debutar.

—Ahí conocí a Los Bunkers, en esos grupos antiguos, y ellos me presentaron a Álvaro.

Henríquez lo interrumpe:

—Cuando estábamos en la casa le dije ‘ya po ¿y cantai tú también, o no?’ ‘Sí’. ‘¿Y componís también?’ ‘Sí, también’. ‘Ah ya, qué bueno. ¿Y qué cantai?’ ‘No sé’. ‘Canta algo po, a ver’. Listo, acá tenemos dos temas más para el show.

El ex-Los Tres rebobina y cuenta como algo positivo su incorporación, “porque fue sin pensar y poniendo toda la confianza en que tenía que resultar”.

—Fue realmente medio ruleta rusa la cosa. Y afortunadamente la bala no salió.

Un baterista silvestre

La última pieza del engranaje rítmico, Nicolás Torres, el baterista de Pettinellis, conoció a Henríquez en una fiesta.

—Empezamos a conversar de bateristas, yo estaba dejando la batería en ese tiempo y él me hablaba de un bombo que no le gustaba mucho, y yo le decía que a mí sí. Y como que nos caímos mal, pero bien.

Esa conversación los acercó y entre las labores de productor de Henríquez, tuvieron unos ensayos con Buddy Richard en su casa.

—Yo golpeando el sillón... Aprendí bastante, ahí nos conocimos con Álvaro y de ahí a los leones, no más. Al rato empezó La Yein Fonda, y a sacar temas del Álvaro...

Torres, que ahora tiene un restorán en Papudo, venía del punk.

Tocaba con el grupo Entreklles y después armó y desarmó a Silvestre, su proyecto personal con el que estuvo en el Festival del Huaso de Olmué.

Aunque fue su paso por Pettinellis el que lo marcaría para siempre:

—Fue realmente profesional no dejando de ser entretenido. Lo pasé increíble y aprendí demasiado. O sea, tocando 70 veces un tema hasta que salga. O una sola vez, otro tema, porque salió bien a la primera toma…

El baterista contó que el trabajo era muy centrado en el disco como resultado final, “no en la batería o en cómo debería sonar, o en todos los redobles que podría hacer, sino que en pro de la melodía y la canción”.

No se va a saber

“Niña / no hables con tu padre / porque está que arde / te quiere chiflar”.

Así dice parte de la letra de otro track de Pettinellis, “Niña (no se va a saber)”, el quinto y último promocional del disco.

—Es sobre una aspirante a prostituta que está media curada y el tipo le dice “no hables con tu madre, tampoco con tu padre…”

Álvaro Henríquez le explica a Pato Cuevas que la canción es “entera incestuosa”.

—El coro es como las moralejas, pero no de Shakespeare... Fue uno de los primeros temas que se compuso para Pettinellis. Pasó por muchas etapas, pero se mantuvo bastante coherente.

En lo musical, la banda lo sitúa en la esfera del soul.

—Esa melodía del comienzo fue para darle una onda más soul, como tipo Otis Redding.

El llamado King of Soul, fallecido a los 26 años de manera trágica, sirve para entender qué referencias tenía en la cabeza Álvaro Henríquez por esos años tras bajar el telón de Los Tres y ocuparse de algunos trabajos como productor:

—Me tomé todo ese tiempo porque me daba lata seguir escribiendo como escribía siempre. Quería hacer música realmente popular, que la entienda cualquier persona.

¿Y las letras?

—No en esta onda “qué bonito suena” o “qué poética”, sino que realmente se entienda lo que uno está cantando. Para mí es mitad y mitad lo de letra y música.

Según confesó en Rock & Pop, en Los Tres hubo canciones donde “la letra no importa tanto”.

—Por ejemplo en esas canciones del comienzo como “El haz sensor” o “Sudapará”, no era tan importante la letra, pero en otras sí.

Entonces cita a “Te desheredo” y “Traje desastre”, de La espada & la pared (1995, Sony Music) y Los Tres MTV Unplugged (1996, Sony Music), respectivamente:

—Ahí me empecé a poner más serio.

Puedes pasar de amigo vivo a muerto

“No hables tanto” es una de las canciones más sugerentes del disco, entre tonadas y cuecas con guitarra eléctrica y ciertos homenajes a la llamada música cebolla.

Se trata de un tema en donde Henríquez persiguió “la urgencia que tiene que exudar la música cuando se graba”, y cita a autores como Louis Prima y los Stray Cats.

—¿Fue muy compleja la grabación del disco de Pettinellis? Entiendo que solo para “No hables tanto” hicieron 68 versiones en un día.

—Sí, es verdad. Quería que los músicos estuvieran cansados para hacer una buena toma, pero en general la grabación del disco fue muy fluida y muy rápida. Fue un gusto hacer ese disco.

—Esa canción suena urgente, ¿qué tenías en mente?

—Es una especie de proto farándula, cuando recién empezaron los programas en que la gente se metía en la vida del otro, en la letra se especifica mi pensamiento sobre eso…

Se hacen agua los ojos

Cuenta Álvaro Henríquez que para 1994 había escrito una canción para Los Tres, pero que el grupo no la tomó en cuenta.

—Esta sí que es vieja. Me acuerdo que la mostré un par de veces, pero no hubo mucho entusiasmo. Y yo tampoco tenía mucho entusiasmo en realidad. Hasta que la redescubrí, la empecé a tocar y me gustó.

Dice que “Un hombre muerto en el ring” fue escrita a partir de la historia de un boxeador “que nadie ha sabido decirme cómo se llama”.

—Era de los 90, chileno, y murió en el ring porque un tipo lo noqueó, le dio coma y el tipo murió.

“Yo recuerdo haber leído una entrevista de su mujer”, cuenta Álvaro Henríquez. “Era súper jovencita. Y el tipo no parecía chileno, tenía los ojos verdes, era bien especial, tampoco parecía boxeador”.

El músico aclara que no es Cardenio Ulloa.

—Es un tipo que no llegó a ser de los grandes, pero pintaba para bueno y se murió…

¿Petit…?

Rebobinando en la historia del grupo, menos de dos años demoró Pettinellis en explotar.

Una promoción de cinco singles y la invitación a tocar en el Festival de Viña del Mar, en febrero de 2004, los llevaron a aparecer en espacios poco dados a la música popular y en menor medida al rock nacional.

Así llegaron, por ejemplo, al programa satélite Con ustedes al Festival de Canal 13, donde fueron entrevistados por el animador Julio Videla.

—El tema de llegar a Viña era el paso lógico después de tocar por dos años —contó Álvaro Henríquez en una nota de presentación desde la sala de ensayos, donde le dedicaron “Americano” al fallecido conductor.

Ya en el set del programa, una irreconocible Lola Melnick forrada de cuero les sirvió cocacolas y se vivió un momento extraño porque la modelo rusa aparentemente no pudo pronunciar el nombre del grupo.

—Diga Pettinellis —propuso Videla. —¿Petit? —respondía ella, lo que desató las bromas del animador.

De boina, chaqueta de jeans y una polera con la cargada leyenda “Jesus is my homeboy”, Álvaro Henríquez contó lo que harían esa noche en Viña.

El desquite

Unas horas más tarde, cambio de vestuario mediante en La movida del Festival, el grupo fue recibido por el humorista Álvaro Salas, el actor Cristián de la Fuente y el comediante Yerko Puchento.

El personaje de Daniel Alcaíno saludó afectuosamente a Álvaro Henríquez y lo presentó como el “Jurassic Park del rock”.

“¿Tú eres nieto de Horacio Saavedra?”, le preguntó al bajista Pedro Araneda, el menos alto del grupo, y también dijo ubicarlos de antes:

—Yo los conozco desde cuando no tomaban, así que imagínate...

En el espacio de Canal 13, Pamela Díaz, por entonces modelo del programa, les ofreció pisco sours a los músicos.

—Tenemos un show bastante variado, vamos a tocar de todo, rock and roll, cuecas, baladas —contó Álvaro—.

Luego vino un anuncio:

—También va a ir Titae.

Pettinellis
Pettinellis

Música junto al mar

Lo de Pettinellis en el Festival de Viña 2004 fue un show memorable y digno de enmarcar.

Con el clásico sonido rockabilly de Álvaro Henríquez y el piano a la napolitana de Camilo Salinas, la banda abrió con el instrumental “Lavadora”, inspirado en una clásica escena de la película Sexo con amor (2003) de Boris Quercia.

Luego, despacharon “Un hombre muerto en el ring”, una pieza de vocación absolutamente radial, con los músicos vestidos como personajes de El Padrino. Alguna vez Álvaro Henríquez contó que tras la muerte de su padre Fidel, comenzó a usar en los shows de Pettinellis sus chaquetas o pantalones.

“Salinas cautivó con su Hammond, mientras Torres le daba durísimo a su batería. Sin segunda guitarra, Henríquez desplegó su arsenal de texturas y solos, secundado por Araneda en el bajo”, comentó en Culto el periodista Alejandro Tapia.

Antes de llevarse la antorcha de plata, antorcha de oro, gaviota de plata y gaviota de oro, apareció el bajista Roberto “Titae” Lindl para hacer “Un amor violento” y “He barrido el sol”, ambas del primer disco de Los Tres.

Fue el momento de apuntar el micrófono al monstruo, con Araneda en la guitarra acústica y la nostalgia en su punto de ebullición.

Lo de Pettinellis en Viña resultó ser un show preciso, donde no faltó ningún punto alto del grupo, e incluso repasaron su versión para el clásico de Renato Carosone, “Tu vuo fa L’americano”.

Y uno de los más famosos himnos de Sergio Ortega y la Unidad Popular: “El pueblo unido jamás será vencido”, en una reluciente versión rock con polémica incluida.

Resulta que el tema, que fue presentado por Henríquez como “una de las canciones más hermosas que se han hecho en Chile” y mostrada con imágenes de Salvador Allende en las pantallas, no apareció en la selección del concierto que hizo el sitio oficial del Festival en su cuenta de YouTube.

Le siguió una movida versión de “Ch bah puta la güeá”, con un lucido baile de Camilo Salinas y Nicolás Torres que recordó a las coreografías Café Tacuba para las canciones de su disco Vale callampa.

—El sonido Pettinellis en Viña del Mar, cerrando una jornada brillante de música chilena —interrumpió Antonio Vodanovic—. Esta noche tuvimos con ustedes desde la Quinta Vergara a Pettinellis, con Álvaro Henríquez y compañía. Grandes éxitos para su primer álbum…

La coanimadora Myriam Hernández tomó rápido la posta:

—Sin duda han renovado el lenguaje musical y han cautivado a la Quinta Vergara…

Eso alcanzó a decir antes de que Vodanovic hablara de nuevo:

—Ya escuchó, no hables tanto…

—Sí, ya entendí. No había que hablar tanto. Usted tampoco…

Tras la entrega de los cuatro premios del certamen, entre vítores y pedidos de canciones de Los Tres, los animadores subieron al actor Gonzalo Valenzuela.

El Manguera apareció en representación de la teleserie por estrenarse en ese entonces, Hippie.

—Gaviota de oro —alcanzó a gritar mientras el grupo desaparecía de escena.

A la shushesumare

Unos meses después del Festival, Álvaro Henríquez fue invitado al De pé a pá de Pedro Carcuro. Ahí contó la historia de su tecno guachaca.

—”Ch bah puta la güeá” se me ocurrió en un baño turco cuando escuché a dos tipos hablando. Uno de ellos había terminado con la mina.

Uno de los bañistas le contó a su amigo que la mujer era “apretada”:

—Le regalé el auto, le pasé la casa, y el otro le dice “ch bah puta la güeá, que te lo devuelva, po”.

“Vaya qué frase tan musical y chilena a la vez”, sintetizó el líder de Pettinellis entre las risas del público en el set de TVN.

—Ahí pensé en hacer una canción.

Rebobinando un poco más atrás, de vuelta en La movida del Festival, Cristián de la Fuente también les preguntó por el origen del tema.

—Es güeá de ellos —metió la cuchara Álvaro Salas.

—”Ch bah puta la güeá” nació de escuchar a la gente, es clásico ese dicho “ch bah puta la güeá”, no sé pos, cuando te pasan un parte. Y “a la chuchesumare” es un clásico también.

Álvaro Henríquez también explicó otro verso del tema:

—Y “este conchesumadre” fue curioso, porque cuando salió la canción fue media vetada y criticada por las groserías. Pero todo el mundo dice eso. Era muy ridículo y ahora ya se aceptó.

—Si esa canción hubiera que encasillarla en un género, ¿cuál sería ese? —preguntó Cristián de la Fuente.

—Tecno guachaca —soltó Álvaro Henríquez.

Luego, el actor volvió a la carga:

—Los han definido en algunos lados como grupo de rock AM, ¿qué opinan de eso, les gusta esa definición?

—Sí, en realidad sí, porque es música popular…

—Y aquí muchas veces ponen la música popular en AM porque el más pituco quiere escuchar FM —lo interrumpió de la Fuente.

—Tiene más que ver con la tradición de la música chilena, con Buddy Richard, Los Ángeles Negros, mucha música de los 70 —le explicó el ex-Los Tres.

—Ah, los instrumentos son instrumentos antiguos.

—Exacto —cerró Álvaro Henríquez.

—¿Y cómo hacen sus canciones? —le preguntó Álvaro Salas a Camilo Salinas:

—El Álvaro tenía un montón de canciones compuestas, después hicimos otras. Esa fue una etapa intensa en que estuvimos como uno o dos meses ensayando todos los días. Ahí vamos arreglando y montando los temas hasta que los vamos a grabar.

Tras la pausa comercial, los Pettinellis tomaron el lugar de los músicos del programa y Cristián de la Fuente hizo una especie de presentación:

—Son pocas las personas que se acuerdan de lo chilenos que somos y ellos son un grupo que ha luchado por nuestras raíces chilenas, por descubrir la música que a veces dejamos olvidada en el cajón de los recuerdos.

Luego siguió:

—Es muy fácil a veces cantar en inglés y cantar temas de otras personas, pero yo quiero recibir con un fuerte aplauso a quienes van a cerrar hoy la Quinta: todos a repletar la Quinta con… ¡Pettinellis!

Entonces el grupo se despachó una versión acústica de “La flor de la verbena”, tema que grabaron para la banda sonora de Sexo con amor, que incluye el llamado EPettinellis (2003, Warner Music).

Una cueca como las de antes y que parte con el verso “Me gustaaa Valpaaaraísooo y la flooor de la verbena, aaay moreeena”:

Soledad… soledad

Lo mismo harían en televisión abierta ese mismo 2004, como se puede ver en el capítulo de septiembre del programa El último apaga la luz, emitido por Chilevisión.

Allí, el conductor Eduardo Kuthe interrogó a Álvaro Henríquez entre medio de nombres conocidos de la TV, como Martín Cárcamo, Ingrid Cruz, Jordi Castell y varios más:

—Oye Álvaro, cuando cantaste cuecas en MTV, ¿la idea fue tuya?

—Sí.

—¿Y la tuviste que defender o todos compraron boletos al tiro?

—No había mucha posibilidad de que fuera distinto. O sea, era no más. Se hace así y así se hizo.

—¿Y tuvieron que consultar a algún productor de MTV?

—A nadie, me lo pregunté a mí mismo.

Como era habitual en el formato del programa, el fotógrafo Jordi Castell interrumpió la conversación con otra pregunta:

—Tú le produjiste el disco a Los Bunkers, ¿verdad?

—Sí.

—Hueón, suenan como tú, suenan como tú…

Eduardo Kuthe trató de volver a encauzar sus preguntas:

—¿Así de rudo? ¿si les gusta bien y si no…?

—Es como el Festival de Viña —le respondió Álvaro Henríquez—, cuando nos decían “los podemos invitar, les pagamos tanto que es una plata que tenemos para todos los músicos chilenos”. Les dijimos no. O me pagan igual que a Luis Miguel, honorarios top, o sino no vamos. Se demoraron tres años en juntar la plata y llevarnos.

—¿Y te pagaron como a Luis Miguel?

—Claro.

—Sentís que la banda es más propia de alguna manera…

—Es otra música, es música que no habría podido hacer con Los Tres.

—Por eso te digo, es como más tuya…

—Es que Los Tres también eran bien míos, po.

Para las chiquillas

El instrumental “A go-go”, uno de los temas con el que Pettinellis solía abrir sus primeras presentaciones, fue escrito por Álvaro Henríquez desde el teclado.

Camilo Salinas lo explica en la comentada entrevista con Rock & Pop:

—Por muy buen tecladista que me pueda llegar a considerar, este tema lo hizo todo el Álvaro para una obra. Entonces un día me pidió prestado el (teclado) Farfisa, y en el estudio llegó, se metió y grabó.

Al rato, Álvaro Henríquez salió y le pidió al grupo que escuchara.

Dice Camilo Salinas:

—Esta es la canción para las chiquillas, para que bailen. De hecho yo la puse para mi cumpleaños, sin decirle a nadie que era de los Pettinellis, y bailaban de lo más felices.

Quilapayún y una foto de los Beatles

Hay, en el único largaduración editado hasta hoy por Pettinellis, dos cuecas eléctricas que aparecen en películas.

Se trata de “El desquite”, incluida en la banda sonora del filme con el mismo nombre y la sentida “Cuando una madre llora”, que figura en el documental Estadio Nacional (2002) de Carmen Luz Parot.

Otro tema, “Asesino bendito”, le debe su título a una obra del fallecido dramaturgo, Rodrigo Achondo:

—Es como una versión moderna del gigante egoísta, pero con tintes “asesinoides” —cuenta Álvaro Henríquez sobre una canción que dice en su letra: “Si los pobres pueden pedir plata para vivir / ¿por qué los ricos no la piden para sufrir?”.

Pero tal vez sea la carátula original el apartado del álbum con lazos más profundos y evocadores de una estética, por así llamarla, chilena.

Emulando el arte visual de Quilapayún, el conjunto se fotografió en blanco y negro en una casona del centro de Santiago.

Recogieron así la tradición gráfica de la desaparecida Dicap, el sello de la Unidad Popular y la Nueva Canción Chilena, con un trabajo a cargo de los legendarios Vicente y Antonio Larrea.

Quilapayún
Entre los años 1968 y 1973, los hermanos Larrea vinieron a revolucionar la historia de la gráfica chilena junto a Luis Albornoz. El trío fue el responsable de diseñar las portadas de figuras capitales de la música popular chilena como Víctor Jara, Inti-Illimani, Payo Grondona, Quilapayún (en la foto) y los hermanos Isabel y Ángel Parra.

En la edición especial del disco de Pettinellis, Álvaro Henríquez cuenta que la idea para la carátula se le ocurrió a Camilo Salinas:

—Partimos con la idea de hacer un logo medio upeliento y después dijimos quién hace la foto. Camilo me dijo que Antonio era el hombre.

—Antonio Larrea es un genio —explica al diario pop Álvaro Henríquez—, nos llevamos muy bien y trabajamos mucho en la carátula y en la foto, se logró una estética en B/N, luz y sombra y el disco fue grabado y mezclado en cinta análoga.

En un breve documental incluido en el DVD de Pettinellis, el propio Antonio Larrea explica que en esos años de la UP unieron fotografía, diseño y tipografía para dar forma a las emblemáticas carátulas de la Nueva Canción Chilena.

—Es una estética muy bonita —dice Álvaro Henríquez—, yo creo que de estética chilena es la época más lograda.

The Beatles por Richard Avedon
The Beatles por Richard Avedon

Antonio Larrea cuenta que la idea original de la foto de Quilapayún vino de al menos un par de influencias: el muralismo mexicano y la mítica sesión de Richard Avedon con The Beatles.

—Se hizo con iluminación de ventana, y para los Pettinellis usamos la misma de Quilapayún.

Según el diseñador, circunstancialmente quedaron los anteojos de Pedro Araneda, que al final “rompió la nota con respecto al pasado, fue el punto modernillo”.

Pero el método, tanto para la carátula como la grabación del disco, fue más o menos el mismo, completamente análogo y con la técnica de foto quemada o de alto contraste, aunque con treinta años de diferencia entre una y otra.

—Aquí no hay Photoshop, computador, no hay nada —revela Álvaro Henríquez—. Lo mismo con nosotros, cuando grabamos el disco usamos cinta, pero no ocupamos el computador.

En el caso de Pettinellis, grabaron tocando al unísono con micrófonos.

—Después hicimos el doblaje en voces, como también se hacía antes, o repetimos de repente un par de cosas. Pero fue todo a la antigua.

—Grabaron “El pueblo unido jamás será vencido” de Sergio Ortega, ¿cuáles son tus canciones favoritas de esa época de la Nueva Canción Chilena?

—”Vamos mujer”, “Canción final” de la Cantata de Santa María, “Luchín” (Víctor Jara), “Lo que más quiero” de la gran Isabel Parra, “El mercado de Testaccio” de Horacio Salinas, “Ventolera” de los Quilapayún… el disco de Ángel Parra padre, Canciones funcionales y muchas más…

Isabel Parra
La ventana de Isabel Parra

Si la idea de poner a Álvaro Henríquez a producir el disco tributo a Violeta Parra fue idea de su hija Chabela Parra, la portada original de Pettinellis parece devolverme la mano.

El dato lo cuenta Antonio Larrea y es revelador. El fotógrafo asegura que la luz natural de las fotos de Quilapayún viene de una casona de calle Marín donde la ventana es nada menos que la que aparece en la carátula del álbum De aquí y de allá (1971, Dicap) de Isabel Parra.

Con Álvaro Henríquez sentado, para guardar las proporciones entre las alturas de los miembros de Pettinellis, Antonio Larrea disparó varias fotografías frente a esa ventana.

En todas el grupo usó los ponchos oscuros que hicieron reconocible al conjunto fundado por los hermanos Carrasco y Julio Numhauser en 1965.

Quilapayún
Quilapayún

Pero las progresivas reediciones de 2019 (vinilo), 2020 (CD) e incluso la hecha en cassette el año pasado, tuvieron una portada negra con el nombre del grupo en la tipografía de Vicente Larrea, sin la icónica foto en su carátula.

Dice Álvaro Henríquez a La Cuarta:

—Fue por un motivo estético que tuviera que ver con el contenido lírico del disco y su gráfica.

Hoy… trataría de olvidarte

El sexto track de Pettinellis lleva por título “Anparax” en honor a un ansiolítico.

Según Álvaro Henríquez:

—Es el nombre de un medicamento que originalmente se escribe con eme. Se llama Amparax. Entonces, como tuve clases de pillaje, le puse “Anparax”, que es una relectura de este ansiolítico.

El músico contó que es un medicamento sublingual que se administra “cuando ya las crisis de pánico están inminentes y crees que te vas a morir”.

—También es el homenaje a una persona que se murió.

Junto a “Fidel”, “Hospital”, “Un hombre muerto en el ring” y “Cuando una madre llora”, el tema también se inscribe bajo el signo de la muerte.

—Lo encuentro bonito, dentro de lo terrible que puede ser —explica Álvaro Henríquez—. Es bonito en cuanto a todo lo que puede ampliar la visión en un ser humano la muerte o la vida. Sin ser cliché es algo muy inmenso.

—¿Sigues tocando en vivo, como alguna vez contaste, con los trajes de tu viejo?

—A veces, en ocasiones especiales.

“Oye, ¿recojamos los micrófonos mejor?”

Dos o tres hitos marcaron la salida del debut de Pettinellis en diciembre de 2002 y el fugaz curso del grupo.

Primero, a comienzos de año, entre febrero y marzo, Álvaro Henríquez se encerró con los miembros de Los Bunkers para producir su segundo disco, Canción de lejos (2002, Sony Music), el que acabó por hacer explotar a la banda de los hermanos Durán y López.

De hecho, los miembros del grupo penquista aparecieron después en el video de “Ch bah puta la güeá” junto a las actrices Liliana García, Loreto Valenzuela, Carolina Arregui, Javiera Contador y Rosita Nicolet, además de Mey Santamaría.

Solo unos meses después vendría un inesperado y explosivo homenaje desde México. El grupo Café Tacuba tributó a la ex banda de Álvaro Henríquez con su EP de versiones de Los Tres, titulado Vale callampa (2002, Universal Music Group).

Pero tal vez el cruce más inesperado comenzaría a cocinarse en diciembre de ese año, cuando Álvaro Henríquez asistió al cumpleaños número 38 de su amigo Jorge González.

Según cuentan algunos asistentes a ese encuentro, el músico de Pettinellis le cantó una canción dedicada al ex Prisionero, y habrían guitarreado para Año nuevo hasta altas horas de la madrugada.

Por eso, cuando la voz de “Esta es para hacerte feliz” debió enfrentar la partida de Claudio Narea de Los Prisioneros, la opción parecía obvia: invitó a Álvaro Henríquez a parchar el grupo.

El trío —completado por Miguel Tapia— llegó a escribir y grabar varias canciones en el estudio de Jorge González en el Cajón del Maipo. Incluso Jorge González aparece en el video de “No hables tanto” de Pettinellis.

—Grabamos varias cosas, entre ellas a los viejos cuequeros, Pepe Fuentes, Rabanito, Casabón, Traslaviña; puros capos —rememora Álvaro Henríquez con La Cuarta—; Jorge grababa mucho los ensayos y canciones, hay un buen registro que seguramente está en su poder.

De ese material, sí han visto la luz “Que llueva, que llueva”, aparecida en el disco Manzana (2004, Warner Music) de Los Prisioneros, y un legendario registro conocido como En las raras tocatas nuevas de la Rock & Pop (2003, Warner Music), donde el trío versionó canciones de Virus, The Knack, Gilbert O’Sullivan, los Bee Gees y hasta 31 Minutos.

De hecho, sobre el final de “Tangananica, tangananá” Jorge González le dice a Miguel Tapia “oye, ¿recojamos los micrófonos mejor?”, a lo que el baterista responde “sí, vamos a… recojámolos”.

Esto en alusión a la presentación en sociedad de “Los Prisionellis”, como por entonces los llamó la prensa: aquella legendaria conferencia donde la gira con Café Tacuba pasó a segundo plano eclipsada por la furia de Jorge González empujando micrófonos, en otro momento que tuvo a Álvaro Henríquez como protagonista, pero esa es otra historia.

—Jorge fue siempre muy generoso conmigo y nos hicimos amigos hasta hoy —cierra Álvaro Henríquez—. Y le mando un gran abrazo.

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