Escritor supera el encierro con un diario "a cuatro patas" con su gato

"Tengo poca nostalgia del futuro", dice el poeta Gastón Carrasco, autor de un breve diario de confinamiento y relaciones humano/animal, que lleva por título Diario de Koro (Laurel).

-¿Cómo surgió la idea de, al adoptar a Koro y llevarlo en una caja de zapatos desde La Reina hacia Estación Central, comenzar un diario en base a los garabatos que el gato de meses, sentado sobre el teclado, escribía?

-Probablemente surgió al notar que en cada uno de mis escritos había algo de Koro. Literalmente mete la cola, se pasea o cruza entre la pantalla y yo. Se antepuso a la página. También hay distancia entre ese arribo como polizonte y el diario, que en principio solo fue un registro de erratas, luego reflexiones sobre errores de tipeo y finalmente un libro escrito en equipo. Se me hace difícil pensar en una sola génesis porque hay varios inicios posibles o varios libros en uno. Me hace pensar en que Koro siempre estuvo ahí también.

-El autor y Koro efectivamente llegan a confundirse. No es que uno devenga animal y el otro humano, como un lugar común del amor por las mascotas. Sino que la simbiosis entre ambos, "eso que somos, estar en común", se vuelve un organismo.

-Tomo consciencia de ese vínculo luego de haberlo establecido, a posteriori. Seguro que hay confusión o simbiosis en el texto, pero también reconocimiento del otro, de su diferencia. No creo que ninguno de los dos deje de ser lo que es porque podemos convivir con esa alteridad que no queremos cambiar. Me gusta ese trato de igual a igual, próximo a las ideas de fraternidad, comunidad o compañerismo. Me gusta también esa idea de organismo, que se da no solo con Koro, sino con los espacios, con las cosas, con todo el entorno y el ambiente que creamos entre libros y pelos. El ambiente se impregna de nosotros y él también nos permea o condiciona de alguna forma.

-Hay un plano material en la forma en que Koro, o Gastón, llevan el diario, que se basa en el espacio cerrado de los departamentos modernos. Ambos arman una rutina, examinan libros (cuando Koro los deja caer, tú terminas regalando o vendiendo esos libros), toman el sol juntos, y el humano lleva anotaciones muy rigurosas de los cambios en la caca de Koro.

-Sí, parto justamente de esa base al retratar esas actividades en común. Lo que hacemos con Koro no es particular ni extraordinario y es parte de una experiencia compartida con mucha gente. Esa rutina es la que uno se arma en el encierro y en la insistencia de ordenar el día. No sé si es más o menos común que la relación filial madre/padre, pero sí una posibilidad más. Aprendo mucho de mí estando con él, aprendo mucho también de la gente y la relación con sus gatas y gatos. Tampoco he criado solo a Koro, mucha gente ha estado ahí para él y para mí, en distintos momentos. B y Olivia, significativamente. El diario es un poco también sobre otras personas y sus relaciones humano/animal, distinción que cada vez me hace más ruido. Respecto a los espacios cerrados, todos intentamos lidiar con ellos, pero son nuestros hogares y hay dignidad en eso, es un techo, que ya es bastante. Y si se puede compartir, se comparte.

-En vez de explotar la pandemia como el lugar común del encierro, la angustia que produjo el coronavirus emerge muy de soslayo, es casi imperceptible. Se dice, por ejemplo, que "afuera hay una guerra". O cuando Koro vota unas calacas, en vez de escribir "encierro" escribes "entierro". ¿Cómo evitaste la tentación de escapar al relato pandémico? ¿Y en tu calidad de Doctor en Literatura, qué crees que ocurrirá, quince años después, con los libros que se inscribieron dentro de aquél relato?

-No había tentación, no habría podido haber abordado un proceso en su momento sin perspectiva ni distancia histórica. Quería hablar sobre los errores y sobre Koro, y eso podía darse con o sin pandemia como telón de fondo. Ahora con medidas más relajadas tampoco ha cambiado tanto la rutina. Te respondo mientras lo tengo al lado durmiendo a pata suelta (se le asoma un colmillo). No me ajusta bien el traje de pitoniso, de hecho leo y miro hacia atrás siempre. Hace cien años el panorama no era muy distinto (revueltas, crisis social, pestes) y terminó con una constitución (1925) que dejó contento a un sector, mucha violencia por parte de Alessandri y avances tecnológicos que permitieron salvar algunas cuantas vidas. Sobre literatura de este tiempo, imagino que se está escribiendo y que no se ha resuelto nada. Quizá después de quince o veinte años recién se escriba algo interesante sobre este período. Tampoco espero mucho. Tengo poca nostalgia del futuro.

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Gastón Carrasco[/caption]

-Un aspecto muy luminoso de Diario de Koro, es la forma sutil en que ingresan las citas sobre libros, películas y obras de arte. Se nota que son reflexiones decantadas, y además que lograste aludir sin latear al lector con parrafadas extensas. ¿Cómo se fue armando esa urdimbre? Esos pasajes donde escenas de Agnes Varda, fotografías de Adriana Lestido, o poemas de Gonzalo Millán se roban, literalmente, el espacio del diario.

-Lo entiendo como una forma de no estar solo. Al revisar una filmografía o la obra de un/a autor o autora, te embarcas por mucho tiempo en la sensibilidad y subjetividad de esa artista. En ese abrir y establecer un diálogo se van colando esos otros y otras en la propia reflexión o escritura. Ese tejido se va armando, al principio inconscientemente, y ya luego lo vas volviendo tuyo (el león hecho de cordero asimilado de Valéry). Hasta que llega un momento en que, como invitados a la casa, los dejo hablando solos y resulta que se llevan bien, pueden convivir un rato en el libro, como lo hicieron conmigo y Koro. Lo veo también como homenaje y agradecimiento en la tarea de zafar de los días.

-¿Y cómo fuiste trabajando el montaje? Salvo por algunas marcas temporales, o el arco en los personajes que atraviesan el libro como B -donde se puede leer los vaivenes que casi todes las relaciones pasaron durante el encierro-, intuyo que si uno intercambiara fragmentos, o agarra el Diario y lee de forma saltada, la experiencia en el lector podría ser similar. O incluso más reveladora.

-El libro puede leerse así, de manera lineal, en el montaje que hicimos y discutimos con Andrea Palet, la editora de Laurel, a quien agradezco y saludo de pasada por acá. Saludos a su gato Panko también. O bien puede abrirse de forma aleatoria y leerse una entrada, como un salmo o un pan diario. Porque efectivamente la temporalidad es arbitraria y no sabría muy bien cómo ordenar esos días. Solo sé que Koro siempre estuvo en ellos. Y la cronología del libro se ve alterada por sus intervenciones, el criterio es escritural más que temporal, son sus erratas y tipeos los que ordenan el libro.

-Gastón, este es tu primer libro oficialmente de "prosa". Sé que sabes que odio la ridícula distinción de los géneros literarios, y además doy fe que en tus anteriores libros de "poesía" se colaba mucha prosa y registro fotográfico. Pero en el pasaje "BMBL", casi al final del libro, dices: "insisto en escribir prosa". ¿Seguirás insistiendo?

-Sí, porque sigo más pulsiones que proyectos y si la pulsión exige prosa así será. Pero también porque siempre ha sido así, escribo como pulpo con muchos archivos y pestañas abiertas. Por lo que siempre hay prosa, poesía, ensayo y harto libro tipo santuario inconcluso. Entre ellos, una novela sobre funerarias y peleas de barrio que prefiero seguir revisando.

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Diario de Koro[/caption]

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