Álvaro Henríquez: regresó el jefe

"La reciente aparición pública tras su delicada operación, es fiel reflejo de la trascendencia del compositor. Los mexicanos de Café Tacvba fueron los primeros en reconocer su magia e invitarlo al escenario", dice Arán.

No le cae bien a todos. Y claro está, la genialidad en Chile no es parte del reconocimiento popular. Cualidad tatuada a fuego en el ADN criollo, liberando esa descalificación donde los méritos son el resultado de la inequívoca fortuna.

Doctrina atesorada en el enceguecedor resentimiento, incapaz de visualizar el efecto de una obra que puso a la música popular chilena en la memoria radial de un continente. Bien lo sabe MTV. El disco Unplugged de Los Tres (1996), acercó la cueca a una generación carente de la urbanidad social desplegada por Roberto Parra.

La reciente aparición pública tras su delicada operación, es fiel reflejo de la trascendencia del compositor. Los mexicanos de Café Tacvba fueron los primeros en reconocer su magia e invitarlo al escenario. Gesto tan digno como aleccionador. Con Los Tres, desarrolló un estilo atrevido, influyente y versátil, sumido en la obsesión de fusionar el rock bajo una amalgama de códigos que incorporó al jazz, boleros y rancheras como una prioridad creativa.

Un tipo que hizo de la Yein Fonda esa reivindicación patriótica que trae a colación los zarpazos del jefe. Letras con olor a chicha, empanada y vino. El mismo que afecta el hígado, pero jamás la cabeza. Parte superior del cuerpo que almacena las texturas de un hemisferio pensante y reflexivo, conectando melodías con la idiosincrasia nacional. Aquel que dibujamos sobre papel, omitiendo los relieves de brillantez. Es septiembre y la parrilla huele a independencia. Y nunca fuiste tan tonto ni pesado. Te banco, Álvaro Henríquez Petinelli.

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