Por Eduardo OrtegaLa Firme con Claudio Moreno: “No es nada fácil salir de las adicciones… llegué a pensar que lo mejor era morirme”
El hombre detrás (o debajo) de Guru Guru, Carlitos Núñez Núñez y Yuri Kolinsky revisa una carrera colmada de éxitos atravesada por graves problemas personales y no una sino varias reencarnaciones.
Del largo catálogo de temas por tratar, aparentemente hubo uno solo que puso en aprietos a Claudio Moreno.
Con entusiasmo, se zambulló entre recuerdos familiares y de sus años en el colegio San Agustín, para luego, con cierta jactancia, hablar de esas precoces aventuras periodísticas que a la larga lo convencieron de que su lugar en el mundo era ése y no otro: dentro de la pantalla chica. Parecía rebozar de nostalgia y de pasado cada vez que retrocedía hasta sus años de bailarín, con todo lo bueno y lo malo —prejuicios, bromas pesadas, la homofobia, peleas en defensa propia— que eso acarreaba. Rió de buena gana al contar que, ya consolidado animador de un programa juvenil, su pequeño primer sueño cocinado a fuego lento de canal en canal, Iván Arenas lo buscó para meterse dentro del corpóreo de un palomo mensajero y borrar de un plumazo todo lo anterior. Pero que un millón de pesos, en esa época, lo valía. Reconoció que la filtración del video prohibido en Lonquimay lo puso más nervioso que de costumbre, y que le costó lidiar con el éxito de su parodia, Tutu Tutu, al que luego conoció en persona y, tras resolver algún malentendido, hasta planearon un show en conjunto. Elogió sus personajes y a sus partners televisivos. Examinó la evolución del humor en los últimos cuarenta años y la nefasta —dirá— autocensura.
Finalmente, el bailarín-cantante-actor-locutor devenido comediante repasó sus años más dolorosos, engullido por las adicciones. Sin el amor de su vida, Claudia, cansada de esperarlo. Entremedio, antes o después, murmura que alguna vez se asomó al abismo. Mezcla de alivio y catarsis, ahora bromea con todo esto cada vez que se presenta la oportunidad.
Pero la pregunta final de este cuestionario que hace La Cuarta desde 2021 lo hace dudar.
—¿Quién es Claudio Moreno?
—¿En una palabra?
—Como tú prefieras.
—Eh, ya. Claudio Moreno es… —se detiene unos segundos— puta, una persona que ha luchado mucho. Que ha trabajado… —vuelve a detenerse—. Voy a partir de nuevo.
Un pequeño spoiler: “Si tengo que destacar algo de él, es su fuerza para reinventarse, para salir adelante. Un hombre que no se doblega ante lo que algunos llaman destino”.
Con esa fuerza, la última reinvención de Claudio Moreno se traduce en un show que acaba de presentar en Valparaíso y que las próximas semanas de agosto llevará por primera vez al Patio Bulnes de Buin, luego al Club Terraza de Antofagasta y a Taltal, para cerrar con broche de oro en el Palermo Teatro Bar.
—Se llama Claudio y su pájaro, que obviamente hace mención al pájaro... que yo manejo, que yo conduzco, que está más vivo que nunca… Me refiero a Guru Guru. Es un show interactivo, donde hablo de vivencias que casualmente identifican al público. Hablo de lugares comunes, de lo que nos pasa. A los que, como yo, tenemos más de cincuenta años. Y nos visitan personajes. Nos visita Guru Guru, en vivo y en directo. Nos visita CNN con algunas noticias del acontecer y hay una pincelada de Kolinsky. No voy solo a este show. Tiene mucha música, tiene mucho baile, muchas visuales. Lo van a pasar bien, dura una hora. Y, si me pican, una hora y cuarto, una hora veinte. Por lo que he visto, la gente lo pasa muy bien.
Cierra así la invitación:
—Guru Guru va a estar feliz de que lo vayan a ver.
La Firme con Claudio Moreno
Soy el quinto de siete hermanos de una familia religiosa, bien católica. Y en mi caso, puta, ser el quinto es fome, po, hueón. A veces tu mamá con cuea se acuerda de tu nombre, jajajajá. Porque, como somos tantos, te llaman de pronto Ja... Pa... Pe, ah, ¿cómo te llamái tú, hueón? Me cachái. Ahora, uno con los años lo entiende, pero sí… Además agarrái todas las herencias. La ropa, zapatos, parkas malas ya, que se pasan enteras. Calcetines zurcidos, pantalones con parche cuero. Pero mira, así y todo, uno es feliz. Porque claro, cuando uno es chico, es niño, lo que busca es la felicidad, busca pasarlo bien, eso es lo que busca. Entonces, muchas veces esas cosas o esos hechos pasan a segundo plano.
Tuve una infancia feliz, yo siempre fui muy alegre, muy divertido. En el colegio era conocido por eso: porque era desordenado, porque tiraba la talla en el curso. Era muy de fuera, muy de la calle, de compartir, de jugar, muy deportista siempre. Entonces, de niño, te estoy hablando de la infancia hasta, no sé, doce años, yo era de hacer muchas cosas en el colegio.
En tercero básico era presidente de curso. Me gustaba, porque yo le hablaba, ponte tú, a una audiencia. Entonces era como un escenario. Yo le hacía un reporte a los apoderados de lo que estábamos haciendo, de las actividades que yo organizaba. Campeonatos de fútbol, ferias de exposición de juguetes, ¡cáchate la hueá! Me gustaba eso, de organizar, producir. Después, más grande, me gustó y empecé a organizar festivales de la canción para animarlos yo. Obras de teatro para actuar yo. Y me gustaba mucho disertar en castellano. Siempre tener un público cautivo. No me daban nervios… o sea, el nervio propio y la ansiedad propia que hasta el día de hoy aún uno mantiene, ¿cachái? Pero ese era el desafío.
A mí me gustaba mucho lo artístico y soñaba con llegar a la tele. Iba a Canal 13 a mirar. Formé, en mi colegio, en el San Agustín, un diario donde cubría cosas, noticias. Por ejemplo, se realizó una reunión de la OEA, aquí en Chile, vinieron todos los cancilleres, ¡hasta Henry Kissinger! Y con dos compañeros dijimos: ¿vamos a reportear? Debo haber tenido doce años, once, y partimos con una grabadora. Teníamos un compañero que era pudiente y tenía una grabadora con micrófono, y otro compañero, también pudiente, que tenía una cámara fotográfica. Fuimos y yo entrevistaba —¡cáchate, po hueón!— a los cancilleres, preguntándoles cosas de política internacional. De hecho, la anécdota es que yo estuve con Henry Kissinger. Pensemos lo que pasaría hoy con las medidas de seguridad... sería imposible. Yo me subí al auto de Henry Kissinger. Y de ahí me pasaba a Canal 13, hablaba con los periodistas, rostros de esa época. ¡Qué ganas de ser lector de noticias!, decía. Animador, conductor. Eso me motivaba mucho.
Con diecisiete años fui a una prueba del Sindicato de Locutores. En ese tiempo, si aparecías en televisión, animando, leyendo noticias, haciendo cualquier cosa, tú tenías que ser socio del sindicato o no podías ejercer. Ya, po. Yo llego con mi polola, mi actual señora, la Claudia, chiiiicos, po. Golpeo la puerta, me abre un loco grande, y me dice: ¿Sí? (en este punto, Claudio echa mano a la voz de CNN). Súper bien impostado. Vengo a la prueba... Perfesto, dentra para dentro y gánate por ahí, te van a llamarte al tiro. Y yo pensé: ¿me estás hueveando? ¿De qué estamos hablando aquí? Eso se me quedó grabado y eso dio pie para que, años después, lo ocupara en CNN.
En marzo del año 81 comencé mi carrera. Estaba recién salido del colegio, esperando a la Claudia y una profesora me ofrece ir a un casting para integrar un grupo juvenil en el que había que cantar y bailar. Yo había cantado en el colegio, en festivales, y era atlético, muy deportista, pero nunca había bailado profesionalmente. Fui igual a la audición y quedé. A mí no me gustaba el canto ni el baile, pero sabía que era un trampolín. En el grupo estaba la Myriam Hernández, el Lucho Jara, que hasta hoy están vigentes. Había muchos cabros con mucho talento, con muchas condiciones.
La Myriam era seca, tenía desplante, un estilo especial; igual que Luis. El Lucho siempre fue como lo conocemos hoy. Siempre. Ha cambiado la ñata... algunas cosas, jajajá, pero el resto fue siempre el mismo. Muy enfocado, muy como proyectándose. Entonces uno lo sabía: sí, estos locos van.
Yo me resistía un poco a ser bailarín o decir que era bailarín, por los prejuicios. Era como: ¿y qué estái haciendo? No, estoy en un grupo juvenil en el que hay que cantar y moverse... ¿me cachái? El estigma, en ese tiempo, era muy fuerte. Tú decíai bailarín y hmmmmm (imita sonido homofóbico), el gritito hueón.
A nosotros nos hicieron bullying en los canales. Bullying pesado. Íbamos al casino después de los ensayos, y en la fila no faltaba la talla “ingeniosa”. Gritaban: ya, po, ¡ponte a la cola!, ¿cachái? Muy de esa época, porque ahí estaba validado. Pero eso también significó algunos cornetes. Con un compañero defendimos nuestra honra, por así decirlo. Nos defendimos para que no nos molestaran. ¿Por qué? Si estábamos trabajando. Ahora, sí voy a hacer una precisión... igual la ropa que usábamos era bien maraca, jajajajajá. Eran esos pantalones de lycra con nariz, potito apretado. Y de colores…, bien colorinches. Pero eso tampoco te da pie para bullynearte, po, hueón.
¿Sabes cuál fue mi idea central cuando dije voy a ser bailarín? Mi pensamiento fue: ya, yo quiero ser animador. Pero voy a adquirir herramientas que otros no tienen, como por ejemplo el baile. Como por ejemplo, el canto. Eso me iba a permitir tener manejo y hacer otras cosas que los animadores de esa época no hacían. Asumí y dije: ya, voy a aprender a bailar porque voy a tener dominio del espacio, voy a tener corporalidad. Quería darle un valor agregado.
Mientras bailaba pensé: tengo que buscar algo paralelo. Como decía mi papá cuando le dije que quería ser artista: eso es pan para hoy, hambre para mañana. Ese era el argumento de la época. Y además que estaba el otro prejuicio de que en la tele eran todos drogadictos, curaos, viven en orgías. Y yo, la verdad, me demoré como tres meses en demostrarle a mi papá... que tenía toda la razón, jajajajá. Entonces quise estudiar algo paralelo y estaba de moda el tema de la computación, informática. Y me metí a un instituto. Pero te enseñaban el diagrama de flujos pa’ hacer programas y la hueá era más fome que la cresta. ¡Fooome, po, hueón! De repente dije: no, hueón, no me veo detrás de un escritorio, sentado todo el día, ocho horas. Así que me retiré.
Después dije voy a estudiar algo afín: dirección y producción, pero lo mandé a la cresta. Me metí a un instituto cototo, que la llevaba. Y yo me pagaba los estudios, lorea. Llevaba un semestre y me piden un trabajo. Pensé: bueno, si es televisión, hagámoslo y grabemos, hagamos una entrevista, recreemos la cuestión. Fui a pedir los equipos y me dicen: ya, pero hay que pagarlos, porque se arriendan. ¿Cómo me los vai a arrendar?, les dijo yo, si estoy pagando. No, es que ese es el modelo. Ándate a la conch... Dije, además: sé más de lo que me están enseñando, si estoy en el medio. Debo haber tenido diecinueve o veinte años.
Jorge Pedreros fue quien nos dio la base para seguir en la televisión. Al Lucho Jara, a la Myriam Hernández, a mí y a otros. De hecho, ahí empecé a animar. Pedreros nos dio la posibilidad en algo bien especial en un programa estelar. El Lucho, con dieciséis años, yo con diecinueve. Fuimos a concursar. Era un concurso de humor de figuras emergentes. Es que con el Lucho hueveábamos en los ensayos. Lo mismo que en el colegio: en los ensayos me echaban pa’ afuera porque hueveaba mucho, echábamos tallas. Y con el Lucho teníamos una rutina: él imitaba y yo lo presentaba. El Pedreros se entera de esto y nos lleva a Sabor latino, un programa ícono de los ochenta donde aparecía la Maripepa Nieto. Ya, po, fuimos a concursar. Nos prestaron ropa, no teníamos ni ropa. Y yo animé en ese espacio, presentaba a Luis, Luis hacía la imitación... y ganamos, po. Finales del año 81.
En Éxito, con el Pollo Fuentes, seguí incursionando. Era bailarín full, pero además dentro de ese rol creé una sección y se la presenté al Pollo, a Alfredo Lamadrid, les gustó y la empecé a desarrollar. Era yo animando y haciendo un ranking. El ranking musical con el ballet. Yo animaba, el ballet hacía la coreografía, me metía en la coreografía, me salía y seguía animando. Una cosa bien gringa. Ahí también empecé a hacer algo de comedia. Fueron mis primeros acercamientos a la comedia en televisión.
Me fui a TVN y me dieron la posibilidad de animar en el Festival de la una. Y de trabajar en otros programas haciendo un poco de comedia, juego. Ahí tenía una sección estable y me iba la raja. Pero además, con Pedreros, hacía algunas incursiones en el Jappening con Ja. Siempre diversifiqué, nunca puse los huevos ahí en la misma canasta. Porque siempre pensé: se me cae esta hueá, tengo esta otra.
Mi punto de quiebre con la comedia fue en el 87, cuando me devuelvo a Canal 13. Solo, porque salgo del ballet. Y en Éxito me afiancé, tenía un poco de carrete, ya era famosillo, rostrillo del ballet. Y ahí ya empecé a hacer más humor. De nuevo, mira lo que es la vida, con Pedreros. Pedreros se fue a Éxito y ahí formó un grupo de humor juvenil. Éramos cuatro y, claro, empezamos a explotar el humor que le gustaba a Pedreros: humor musical, con mucho despliegue físico. Me sacaba el jugo, me hacía mierda, pero ahí empecé a trabajar con la acrobacia. El mortal, la plancha, el flic flac, todo el repertorio, recreando comedias musicales. Ahí empecé a sacar personajes y a hacer sketches. Y me di cuenta que con la comedia me sentía más completo.
Yo era rostrillo, famosillo, y justo en el 90 participé en el primer programa juvenil que tuvo Megavisión, que se daba los domingos, ¡como animador! Ya había conseguido lo que siempre quise... Y conozco a Iván Arenas. Hubo un pequeño conflicto parece entre Francisco —Ossa, primer Guru Guru, que era un asistente de producción— e Iván, o de Francisco con el canal..., algo pasó. Y el Iván me habla porque desvincularon a Francisco. Iván me cachaba porque teníamos un grupo de amigos, donde estaba el Álvaro Salas, futbolistas, árbitros. Éramos un grupo de amigos con sus parejas y nos juntábamos, quince, veinte personas. Nos gustaba jugar, inventábamos juegos: fiesta de disfraces, pa’ ver quién tenía el mejor disfraz; después, juegos en un campo deportivo. Ya, y el Iván cachó que yo era bueno pa’l hueveo, así que me ofrece hacer a Guru Guru.
Igual Iván pensaba… ¿será o no será? Tenía su mentalidad antigua, que después la fue cambiando. Pero esa era su crisis existencial, y eso que conocía a mi señora, a la Claudia, po. Pensaba que yo era…, tenía la duda. ¿Se le caerán los completos o no?, ¿me cachái? Además de eso, yo no era convencional. Me vestía con muchos colores, muy colorido, y entonces más me hueveaba. Más pensaba que yo... que yo, po. Pero me ofreció hacer a Guru Guru.
Yo no quería hacer a Guru Guru. Estaba animando... y aparte que no cachaba mucho el programa, no sabía cómo era. Y dije: ¿programa infantil, qué voy a hacer yo en esa hueá? Pero Iván me lo ofrece derechamente. Yo con cero convencimiento, ni un brillo pa’ mí. Pero por compromiso: ya, bueno, veámoslo. Me dijo que nos juntáramos un lunes en el canal. Y le dije que sí. Llega una señora de vestuario con el traje en una bolsa grande, y yo: oooh, conch... ¿Y me tengo que poner eso?, digo yo. Ya, y el Iván entusiasmado, po, hueón. A ver cómo te queda, a ver cómo ves. Me lo puse, estaba adentro y dije: esto no es pa’ mí, me voy a cagar de calor, además quién me va a cachar, quién va a saber que yo estoy aquí. Así que me lo saqué bien decepcionado y le dije al Iván que no, que no era pa’ mí, que no me sentía cómodo.
Entonces, por si acaso, pregunté ¿cuánto pagan? Y el Iván me dice: debe ser un palo. Año 90, po, hueón. Y yo le pregunté de nuevo: ¿cuánto? Pero guardando la compostura, pa’ que no viera que estaba interesado. Debe ser un palo, más o menos, 900 lucas, un palo. Ah, ya, le dije yo... pero por dentro pensaba: pasa la hueá pa’ acá, conchetu... ¡Era mucha plata! En lo anecdótico digo: a mí en el año 90 con un palo me alcanzaba pa’ un kilo y medio, jajajá, pero es un chiste. Y ahí asumí el rol. Por primera vez fui Guru Guru en septiembre del año 90. En el programa de Fiestas Patrias fue el estreno del nuevo Guru.
Tuve que practicar harto para ser Guru Guru y apropiarme del personaje. Por ejemplo, el Guru era zurdo y yo soy diestro. Derecho como persona y diestro. Entonces tuve que empezar a huevear con la mano izquierda y ahí se me caían los completos, jajajajá. Claro, tuve que partir casi de cero y tratar de hablar poco para que no se notara el cambio. Y eso que en ese tiempo era escaso lo que hablaba Guru Guru, sílabas. Practiqué y ahí empecé a desarrollar el lenguaje, lo que ustedes conocen hoy. Fui manejándolo, corrigiéndolo, al principio no me salía muy bien. Con el tiempo lo empecé a afianzar y se generó un lenguaje, un dialecto.
Generé un lenguaje porque, en un principio, cuando tenía que responderle Agere o Ageregere, era cualquier hueá, po. El profe interpretaba lo que él quería, po. Guru Guru, ¿quiere subir? Agere. Ah, ¿no quiere? Chucha la hueá, pero si yo quería... jajajajá. Él iba manejando. Y a mí se me ocurrían chistes, tallas. Entonces dije: no, po, hueón, tengo que esperar a que él las traduzca y pierden efecto. Y ahí empecé a desarrollar un poco el lenguaje pa’ que la talla se entendiera a la primera o fuese más fácil. Y ahí empezó el juego de que el profe no me entendía muchas veces y yo tenía que empezar a ponerle sinónimos, a darle por otro lado, y él se cagaba de la risa.
Pude posicionar a Guru Guru y le di una vitalidad especial. Porque, además, yo puse al servicio del personaje todo el capital que yo tenía. Anecdóticamente, cuando yo llegué, ponte tú, decían: oye, Guru Guru tiene que cantar en esta parte. Ya, po, llámate a un cantante y le ponemos el traje. Y yo pensé: nooo, po, hueón, aquí me van a cagar en cualquier momento. Entonces les decía: yo canto. Ah, ya, hazlo tú. Lo mismo cuando tenía que bailar: pero si yo bailo. Ah, de veras, entonces hazlo tú. Con las acrobacias, querían traer a alguien del circo: yo también lo puedo hacer. ¿En serio? Dale tú, po, hueón. Y ahí lo que hice, que fue estratégico además: no dejé que nadie se metiera en el traje. ¡Por un palo, hueón... tenía que cuidarlo, po, perro!
No me costó tanto asumir el anonimato. Entendí que la magia era el personaje, no Claudio Moreno. El porqué hubo el cambio, de Francisco a mí, fue por eso, porque en un momento dado salió diciendo que él era Guru Guru y eso le molestó a Iván y al canal. Yo no iba a hacer la misma hueá, po, jajajá. Era parte del acuerdo y yo no tuve tanto drama en asumirlo y decir: ok, la magia es del personaje. Eso lo he cuidado hasta el día de hoy.
Hoy la gente sabe que Guru Guru soy yo, pero nunca he dejado que me saquen una foto a medio. A medio Guru, ¿me cachái? Nunca he dejado que me vean cambiándome de ropa. Salvo quizás la persona de confianza, el productor o no sé, el de audio. Pero nadie más. Cuando hago comerciales o cosas especiales con el Guru, yo les digo: por favor, avisen que no me pueden sacar fotos con el traje abajo. Si quieren fotos, no tengo dramas, pero después.
Guru Guru no va a tener nunca edad. El hueón de adentro sí, pero el Guru nunca va a tener edad, nunca va a tener parientes ni familia, ni se va a casar, no. Guru Guru es Guru Guru y su edad es la que tú te imaginas. Pueden ser ocho, pueden ser diez, pueden ser nueve. Es la magia del personaje: no tener nexos. Lo que sí, Guru Guru es el único ser vivo de este planeta que ve por debajo del pico. Y si alguien no me cree, yo le puedo mostrar los ojos.
Para mí Guru Guru es magia y una terapia, porque me permite volver a ser niño. Cada vez que interpreto o que hago a Guru Guru, vuelvo a mi infancia. Vuelvo a mis ocho años. La picardía, el juego, este supuesto doble sentido, es volver a esa edad. Que te permitan ser cabro chico de nuevo es fantástico. Y jugar, y un poco agarrar pa’l hueveo a los adultos. Sí, po, hueón: porque tú, con mentalidad de niño, juegas con la inocencia. Entonces siempre, cuando me toca con animadores o con el mismo Iván, los estoy poniendo “a prueba”, con el ingenio, con las respuestas. Las respuestas del Guru —te hablo en tercera persona— son imprevistas, tú no sabes con qué te puede salir. ¡Ni yo! Porque me salen. De repente veo programas, los de La mansión Rossa, que ahora subí un reel donde el profe habla de la mosca, lo vi y me cagué de la risa. Era muy buena la interacción que hubo, improvisada. El profe decía que la mosca puede volar hacia atrás y yo le decía: ¡Miiiiira, la mojca, tiene lo juyo! Y además la mosca puede girar en 90º. ¡Ah, jabe jeomekía! Hueás así. Cuenka, niña, cuenka. En el Instagram ya van ochocientas mil reproducciones y la gente repite los comentarios. Esa espontaneidad es propia de un niño de ocho años. Pa’ mí, hacer el Guru es eso: es magia.
Nosotros no dimensionábamos lo que hacíamos y no lo dimensionamos hasta hace unos pocos años atrás. Nos dimos cuenta de que lo que habíamos construido, emotivamente o emocionalmente, en las personas había generado un nexo. Con los personajes, con el programa. Nos dimos cuenta, por ejemplo, en los shows. Cuando hacíamos shows, había personas que lloraban. O tú veíai a un señor adulto mayor, abuelito, una persona menos adulta y un joven. Todas esas generaciones habían visto el programa. Entonces nos dimos cuenta que nosotros hemos ido captando nuevas generaciones siempre. Y no es algo que nos hayamos propuesto. Se ha mantenido el boca a boca. Somos parte de una memoria colectiva. Nosotros hemos hecho shows grandes, como en el Caupolicán, y tú te sentías como un rockstar, veías a gente llorando en la primera fila. Ahí es cuando decís: hueón, qué cuático lo que hicimos. Nuestro trabajo fue siempre muy honesto, cada uno construyó su personaje y lo respetó, lo hizo con pasión, con cariño, y eso se ve reflejado.
Fuimos virales antes de que existiera el concepto viral a nivel mundial. Se le hizo un regalo a Iván de un compacto con chascarros. Los que ustedes conocen son muy pocos, hay muchos otros. Porque los hacíamos siempre, era parte de nuestro ritmo. Era habitual porque, primero, las grabaciones eran muy extensas. Pa’ un capítulo grabábamos siete horas, entonces a la hora cinco estábamos todos chatos. Pa’ darle un input, un poquito de energía, hacíamos estos chispazos y nos cagábamos de la risa. Eran todos improvisados, nada preparado. Partía uno y el otro lo seguía, así era la mecánica. Y claro, el episodio del video prohibido, cuando se hizo público, al principio fue chocante. Fue como una suerte de traición, ¿me entendís? Alguien nos quiere cagar, esa fue la primera lectura. O también pensé: cagamos. Aquí nos fuimos al piso, quién nos va a creer ahora un programa educativo.
Pero el impacto del video fue todo lo contrario. Pasaron, no sé, dos o tres meses, en donde estábamos digiriendo esto que estaba pasando. No existían los WhatsApps, recibíamos correos, e-mails y faxes. Y eran miles, miles de correos, miles de faxes. A mí me tocaba ir a buscarlos y eran como cuatro resmas de información. Y la mayoría cagados de la risa, que les hicimos el día, fantástico, qué bueno. Gente del extranjero, mucho chileno en Sídney, Finlandia, en Estados Unidos. Nos llegaban estos comentarios de las partes más inverosímiles. No faltaron los que estaban en contra, que dónde quedó la cultura, la enseñanza, pero eran muy pocos.
El video lo vendían en el persa, en CD, y en la calle también. Muchos ganaron plata. Y este cabro del Antro.cl, que lo filtró, al tiempo después habló y nos comentó que él lo había subido porque le había parecido tan bueno que no quiso ser egoísta y lo compartió. Y dejó la cagá, jajajá. Pero lo hizo sin mala intención, ¿cachái?
Quedó la sensación de que a raíz del video nos echaron, pero no. Fue por presupuesto. Una manera sutil de cortarnos, y no por contenido sino por una reestructuración que quería hacer la persona que estaba a cargo en ese momento, porque quería sacar a todos, incluidos nosotros. La forma sutil era: podemos seguir con el programa, pero con el 50% del presupuesto. Y ahí nosotros dijimos: no, po, no podemos hacer el mismo programa con el 50%. La misma calidad, la misma escenografía, buenos viajes y, además, nuestros honorarios, po. Así que dijimos no, demos un paso al costado, nomás. Con mucha pena…
Yo no sé si es suerte o si hay algún mérito en que hemos sido capaces de reinventarnos. Después de salir del canal, yo tuve un pequeño problema... me tomé una copa de más y me pegué un saque de más, jajajajá. Nooo, estuve pa’l pico, estuve pa’ la corneta, y después de ese episodio, donde yo empecé de nuevo, salí, me armé y ahí hablé con el Iván y con el Carter y les propuse hacer shows en vivo. Al principio hubo un poquito de resistencia, porque Iván quería volver a la tele, pero le dije: Iván, la tele ya no es la misma, no están los mismos honorarios, partamos con shows en vivo. Y me compró. Ok, vamos. Inventamos un primer show, que fue el Estamos de vuelta. Lo empezamos a hacer en empresas, los casinos nos cacharon y nos empezaron a llevar. Nos dimos trescientas mil vueltas con los casinos, po, hueón. Nos fue la raja. Y ahí llegamos a Vía X, donde la rompimos. En Vía X fue la explosión, una segunda vida con la cuota de picardía. Después del video prohibido, después del pájaro culiao daba lo mismo decir algo, po, hueón, jajajajá.
El Carter fue de ese humor en la interna, de la chuchada, deslenguado. Era así, tal cual lo conocen hoy abiertamente. Y el Iván siempre fue bueno pa’ contar chistes, era divertido. De hecho, una vez nos quedamos encerrados en la Antártica, no podíamos salir, no sabíamos en qué entretenernos, así que hacíamos maratones de chistes. Y claro, el Iván tenía un repertorio y era gracioso pa’ contar los chistes. Siempre fue así.

La idea del CNN nació en África. Nosotros fuimos dos a veces a África, a Rusia, viajes en donde teníamos que desplazarnos mucho, eran largos tramos. En África eran largos y muy cansadores, porque viajábamos en estos camiones de safari con un calor de mierda. Por el desierto del Kalahari, por decirte. Me acuerdo que había una hielera llena de bebidas y hielo y la hueá era tomar algo, por el calor, la sed, el aburrimiento. Entonces, pa’ alivianar la hueá se me ocurrió inventar noticias. Ahí se me ocurrió. Y partía las noticias en el desierto del Kalahari, diciendo “Santiago” —y comienza la entonación del célebre personaje de Venga Conmigo—. Inventaba noticias del equipo, cosas que pasaban en el equipo. “Equipo de camarógrafos de Canal 13 de la Corporación de Televisión de la Universidad Católica fueron sorprendidos saliendo de un prostíbulo”, ¿cachái? jajajajá. “En completo estado de... ebriedad”. Inventaba hueás y todos se cagaban de la risa, se hacía más entretenido. Y ahí yo dije: este es un personaje. Me faltaba algo, eso sí. La noticia tenía que tener un sustento, y se me ocurrió la imagen. Dije: voy a inventar noticias en base a una imagen. Una imagen curiosa, divertida, y le inventaba un discurso.
Le presenté la idea al Pollo (Fuentes) y a él le gustó, me dijo: probémosla. La probamos y pegó de primera, de una fue el primer pencazo. Y de ahí empezó a desarrollarse, y otra vez con el lenguaje. Generé un lenguaje. De repente me pasaba que yo estaba en un lugar y la gente no sabía que yo estaba, pero escuchaba de lejos ¡perfesto! O en el metro lo mismo, no sé, jajajá. Se generó una muletilla en base al personaje y la actitud del personaje. Llama mucho la atención que el CNN es locutor 24/7 y siempre está a prueba.
Rodrigo Villegas me invitó para hacer los Blondon Boys (Moreno interpretaba a Yuri Kolinsky). En esa época no había tanta sutileza, entonces hacíamos a los personajes, nomás. Pero, y esto pa’ que veái cómo fuimos de visionarios, nunca quisimos decir si eran o no eran: jugábamos con la fantasía. Eran el típico gay de esa época, que no se atrevía a decirlo, que no quería reconocerlo. Y jugábamos con el doble estándar de la gente. En general, la gente tenía ese doble estándar con las personas que tenían otra orientación sexual, en este caso, gay. Por eso todo tipo: éramos heterosexuales... por opción. Y éramos pareja... artística. Mira esa hueá, po, jajajá. Pero pegó, y gracias a Dios fue un exitazo.
Mis personajes son como mis hijos, así que es difícil contestar cuál es mi favorito. Si a mí me preguntan por mis hijos, chucha, no, po. Los quiero igual. Son distintos, pero hago lo mismo por ellos, no hay diferencias. A ver, cada uno tiene su magia, po, hueón. Es muy difícil. Podría decir Guru Guru, porque me lleva a mi infancia y eso me hace feliz. Pero CNN tiene su picardía, esa inocencia. Y Kolinsky es Kolinsky, po: tiene baile, coquetería. Además, en su construcción hubo un proceso. A todos les dediqué cariño y una historia. Porque para construir un personaje, tú le tienes que construir algo, tiene que tener un pasado, un dónde vive, cómo vive, si tiene hermano, cómo será su mamá, ¿me cachái?
El que me acompañó siempre y muy bien, porque es un muy buen partner, es el Pollo Fuentes. El Pollo me apoyó mucho en mi desarrollo, fue muy generoso conmigo. Y teníamos una magia con José Alfledo, teníamos un juego: nunca yo le mostré un libreto antes. Estábamos de acuerdo, la idea era que yo lo sorprendiera. Nunca estuvo preparado nada, era muy genuina la interacción. Entonces, ese juego lo podía hacer con él. Había una complicidad absoluta, libertad, había muy buena onda, mucha sinceridad.
Yo estaba medio pa’l loli cuando salen Salomón y Tutu Tutu, entonces pa’ mí fue más violento que el video prohibido. Porque era una parodia de algo que a nosotros nos había dolido en un momento. A nosotros como equipo nos dolió, y que apareciera este par riéndose de esta situación fue como: chucha, no, más encima nos están metiendo el dedo en la llaga. Me dio entre rabia y pena. Así lo tomé yo en un comienzo. Además teniendo en cuenta que yo no estaba bien, emocionalmente no estaba bien, las cosas se sentían de otra manera. ¡Y les fue la raja! Les hubiera ido mal, daba lo mismo, po, hueón. Pero ganaron más plata que la mierda, y yo por lo menos estaba pa’l loli, así que más rabia daba.
Yo no conocía a Kurt (Carrera) de nada, lo conocí en Morandé. Nos conocimos cuando hicimos por primera vez a los Blondon. Yo lo cachaba que él estaba como incómodo, entre asustado..., no asustado de que le fuera a pegar un combo en el hocico, sino de qué me va a decir, qué me podía decir. Pero a esa altura uno dice: ya, qué voy a estar hueveando. Nos topamos, hola, hola, y al rato, cuando lo vuelvo a ver, le dije: nosotros tenemos que hablar, perro. Ya, claro, sí, como es el Kurt. Y ahí: mira, Kurt, no tengo nada contra ti, si bien es cierto en un principio —le dije— me molestó, no tengo nada contra ti, me alegro que les haya ido la raja... y me alegro que les haya ido como el hoyo en Viña, jajajajá. Le dije que no había drama, nos sinceramos, hablamos, pum pam, y al tiempo después, le dije: ¿sabís, Kurt? Estamos puro perdiendo plata, hueón, tenemos que hacer algo juntos. Imagínate los dos pájaros: cara a cara... o pico a pico. Y ahí empezamos a trabajar en ese show que se llamaba Desplumados.
El humor antiguamente era muy blanquito, pero era un humor que descalificaba harto. Yo he visto la evolución de la comedia…, veía al Mino Valdés, una compañía que trabajaba en el Festival de la una, o tú veíai al Daniel Vilches o a Eduard Thompson, que tenían un esquema, un estilo de humor más de revista. Ellos eran muy talentosos, secos, divertidos, ágiles. Nooo, eran a todo cachete. Pero el humor de ahí se burlaba de la suegra, de la esposa. O del guatón o del cabezón, ¿me cachái? Del gangoso. El chiste de Sandy es un clásico. Entonces, para mí no fue tan drástico el cambio, porque mi humor siempre fue blanco, medio neutro. Nunca me reí de algo, nunca hice mofa de otra cosa y con los Blondon tampoco. Los personajes no eran locas y no nos burlábamos de la condición. De hecho, nosotros actuábamos en las discos gays y el público onfire, po, hueón. Bailaban felices. Si ellos lo aceptaban, era porque no les molestaba.
Con el Estallido, ahí se generó un miedo: ¿estará bien esto, lo podré decir? Se generó una autocensura, que ha sido lo más nefasto. Era una autocensura porque era: lo digo o no lo digo, ¿y esta hueá sonará así? Este chiste a lo mejor... Entonces, hubo que reacomodarse, reestructurarse y replantear. Y luego de eso, la cosa empezó a estabilizarse.
Todo es cíclico, estuvo este momento en que se polarizó y el Kike Morandé era visto como la representación máxima del bullying, de la falta de respeto, de la discriminación, xenofóbico, homofóbico. Pero resulta que hoy ya no es así. Ahora, ¿puede que haya existido algo de eso? Sí, puede que haya existido en el programa. Pero hoy día, si tú ves lo que están haciendo en El Muro, es una cosa livianita y también hay cosas de las cuales se ríe todo el mundo. Hoy creo que se ha ido equilibrando en la justa medida. Y se han creado nichos. Es decir, el caso del Carter es un nicho, el caso del Iván es un nicho. La gente que va al show va a ver eso: quieren escuchar las chuchadas del Profesor Rossa.
Yo no cuento chistes groseros, donde hayan... miembros involucrados. No, no cuento de eso. Lo mío son historias, yo las baso en mí. ¿Por qué las baso en mí? Porque cuando yo hablo de mí, no estoy hiriendo a nadie, es algo que me pasó a mí. Ahora, que casualmente te haya pasado a ti también, puta, la raja, po, hueón, te vai a cagar de la risa. Entonces, yo me ubico en un humor, podríamos decir, sin censura pero sin irme al chancho. ¿Si marco una línea? Tuve muchas líneas... jajajá. No, tengo una estructura. Mi show tiene mucho de música, mucho baile y tiene una columna vertebral. Mi rutina no la hago con el público. Porque el público va a ver el show, él no es show. El público va a ver un espectáculo, no va a ser él el espectáculo. El show soy yo y lo que yo hago. Tengo muchas visuales y ahora incorporé, por primera vez, a Guru Guru al show. Y está Claudio Moreno, po, ahí está la magia: cómo chucha lo hago. Y además, ahora, agregué a CNN, y Kolinsky tiene una pincelada.
Como festival grande, de las cosas que me gustaría hacer es Olmué. Lo siento atractivo, lo siento un escenario amable, siento que es un público que escucha, más familiar y se acopla a lo que yo hago. Porque me gusta mucho el espacio en el que me estoy moviendo: más íntimo, cercano, una sala de teatro, un restobar. Es rico, porque se genera una interacción y el cariño se percibe. Olmué sería un bonito escenario, porque a mi edad lo único que quiero es disfrutar. Disfrutarme y disfrutar lo que hago.
No es para nada fácil salir de las adicciones, es muy difícil, pero no me quedaba otra: era salir adelante o irme más pique y, por último, morir. Así de mal, pa’l miembro de Guru Guru. Estaba hecho mierda. Físicamente destruido, emocionalmente pa’ la cagá.
De verdad, en algún momento pensé que lo mejor era que me muriera. Yo lo llegué a pensar, dije: mejor que me muera, dejo de ser un cacho. Un cacho pa’ mi señora, pa’ mis hijos, pa’ mis papás, pa’ mi entorno. Y pa’ mí, po. Era mejor morir, así de corta.
Llega un momento en el que tú agotas a tu familia, la cansái, la aburres. Hueón, no quiero saber ni una hueá más de este hueón, a ese nivel. Pero a mí me ayudó mucho, me salvó, en parte, la fe. El pedir. El saber pedir ayuda. Yo lo interpreté así, es una cuestión personal. En un momento dado, no sabía qué hacer, cómo hacer, porque te vuelves ingobernable. Me acuerdo que le pedí a Dios. Le pedía siempre: señor, ayúdame, po, hueón... pero estaba con el mote ahí, po, ¿cuándo me iba a ayudar? ¡Afírmamelo por último! Entonces dije: no, tengo que pedir de otra manera. Tengo que ser menos cómodo. Le dije: señor, te pido lo siguiente: yo voy por un camino y hay una bifurcación... Lo único que te pido, lo único, que cuando llegue a esa parte, tú me movái pa’ acá o pa’ acá, y yo hago el camino que tengo que hacer. Y llegó ese momento en que tuve que leer: esto es, po, esto es lo que pedí. Y dije, ya, no puedo ser deshonesto y no puedo fallar. El camino era un ofrecimiento, que me hizo un hermano pa’ ayudarme. Eso era, ahí partí, me interné...
Fui a una entrevista al centro de rehabilitación y, puta, me dijeron: este hueón es el niño símbolo, jajajajá. Entré y desarrollé mi proceso de rehabilitación. Después salí y armé mi empresa, mi pyme. Estando en el tratamiento dije: tengo que hacer algo distinto a la tele, hueón, porque cuando salga no sé cómo va a estar. Yo no tenía ni uno, po, hueón. Ya, una empresa y le voy a poner E-motiva. Claro, porque tiene relación con emoción y con e-mail que estaba como en boga... antes de que el Huevo lo patentara. Listo. Y me dediqué a dar charlas sobre alcohol y drogas, de prevención. Me empezaron a contratar para otros tipos de contenidos y así he ido, puta, veinte años, donde he desarrollado contenidos que tienen que ver, más que nada, con habilidades blandas, con calidad de vida y con el manejo personal. Después formé otra, que está a cargo de la producción y he producido algunas cosas, pero básicamente es para administrar lo que yo hago.
Mi familia es fundamental, es lo principal. Yo doy todo por ellos. Por mi señora, Claudia, a la cual amo como el primer día, no en vano son tantos años. Y sí, po, hemos salido de todas. Hemos estado en las buenas, en las malas me pegó una patada en la raja, pero después volvió, jajajá. La verdad es que en ese trance, cuando ella se fue, yo no le di otra alternativa, pa’ que quede claro. No le dejé otra posibilidad. Pero después, con el tiempo, nos reencantamos, empezamos a pololear de nuevo y renovamos los votos. Mis hijos grandes ya, cada uno haciendo lo que les gusta. En lo que trabajan, en lo que se desarrollan, es lo que ellos siempre quisieron y es lo que yo siempre les inculqué: sean felices haciendo lo que les gusta.
Un sueño pendiente en mi carrera sería hacer algo así como Olmué. O hacer una comedia musical, un show como medio Las Vegas, con bailarinas, bailarines, con magia. Algo donde haya de todo, eso es algo que me mueve mucho.
¿En cinco años más? Si no estoy en el Parque del Recuerdo... capaz que fuera de Chile. En España.
Lo mejor de ser humorista es influir en el estado de ánimo de las personas. Hacer que una persona, de la amargura, de la tristeza, pueda cambiar y se vaya con otro estado de ánimo. Es cambiarle la vida a las personas. ¿Y lo peor? No creo que haya algo peor.
Si no hubiera sido humorista (bailarín, actor, locutor), me hubiera gustado ser periodista.
¿Apodo? Guru, nomás, jajajá. Los del medio me dicen Guru. O Carlitos, jajajá, me dicen cualquier hueá menos mi nombre.
Estamos trabajando en un sueño pendiente con la Claudia: nosotros andamos en moto, nos gusta mucho salir y queremos hacer un viaje. Tenemos una pareja de amigos con la cual salimos, ellos también tienen moto y salimos los cuatro. Hemos ido al sur, al desierto florido, ahora nos vamos a ir pa’ Bahía Inglesa y tenemos un viaje a Mendoza ya programado. Y si me voy a Europa, como tenemos planeado, allá también. Un sueño que cumplimos fue recorrer Italia en moto. Y en una Vespa, porque tenía que ser una Vespa. Ahora me quedan otras rutas. Y pasarlo bien con la Claudia, disfrutarnos. Volver a pololear, perro.
No tengo cábalas. Antes de actuar, lo único que hago es elongar para soltarme, porque voy a ocupar el cuerpo, voy a bailar. Me persigno y listo.
¿Frase favorita? Hay que morir lo suficientemente joven, de viejo. Me hace mucho sentido, porque la gente cree que cuando uno ya pasa cierta edad, tiene que asumir cierta actitud. Y no, po, hueón. En mi caso yo digo no, po. Y me hizo mucho sentido por eso.
Trabajé con mi papá en unas ferreterías ahí en el sector de La Vega. Me tocó ir a trabajar de muy chico, porque había que ayudar, po, perro. Y el quinto de siete está cagado, jajajá. No tenía ni derecho, tenía que ir. Y durante la recesión del 82 también tuve que trabajar con él.
Mi primer sueldo lo gasté en ropa. Me compré un jeans Levi, celestes, de cotelé. Un chaleco que era como medio celeste. Y unas botas Laredo, vaqueras que se ocupaban en ese tiempo.
Me gusta toda la música... pero no me gusta el reggaetón. No, no me puede gustar. Lo del cantante urbano... ¿qué es un cantante urbano, hueón? ¿Un hueón que canta con el plano regulador? ¡Por qué se llama urbano! O sea que si el hueón que vive en Melipilla no es urbano, ese hueón es semi-urbano, rural. Entonces, no lo entiendo mucho. Mi playlist es variada, desde la onda disco. Mi último concierto fue Earth, Wind & Fire, en primera fila. Crecí con la música de Tavares, de Fiebre de sábado por la noche, de KC. Pero me gusta mucha música, el rock. Tengo una variedad... hasta el hip-hop, pero gringo.
Yo soy más llorón que la chucha, lloro hasta con los comerciales. Pero la película que más me hizo llorar fue La vida es bella. Y la otra: Cinema Paradise. También lloré mucho.
Me encantan las series británicas y las nórdicas. Si hay algo que no me gusta es cuando dice: dos temporadas, tres temporadas, ¡nooo! Veo de una, seis capítulos, ocho capítulos. Me gustan las series coreanas, ponte tú, encuentro que son interesantes. Nunca había visto y ya he visto caleta, po, hueón. Pero sobre todo las británicas. La última, Adolescencia. Y todas las de Harlan Coben, tiene una serie... a toda raja.
¿Si pudiera tener un superpoder? Uno que no tenga... jajajá. Chucha, cómo describírtelo. Me carga el abuso de poder. La gente que abusa: gerentes, dueños, gobernantes. Esa hueá me irrita. Entonces, si tuviera un poder, me gustaría anular a esos hueones o destruirlos. Te prometo que si hay algo que me enerva, es el abuso de poder. El someter a otras personas.
No tengo placer culpable... de placeres culpables... perrito, a mí no me hablís de esa hueá, jajajajá.
No le tengo miedo a la muerte. Cuando se muere una persona, se muere... Cuando se murió mi papá, yo no lloré. Y decía: estoy mal, po, hueón, tengo que llorar. Pero no lloré. ¿Tenía pena? Sí, pero lo llevé bien. Con mi papá, si bien algunas diferencias tuvimos en la época pasada, supimos reencontrarnos, así que no quedé con nada pendiente. Me pasa eso.
Si pudiera invitar a tres famosos de toda la historia a un asado, invitaría a Peter Sellers, a Tesla y a Jesús. Peter Sellers porque es un genio, yo lo amo, con él me cago de la risa, lo encuentro un gallo genial. A Tesla, porque también es seco. Sabía tanto, era tan capo. Y Jesús, pa’ poder entender, pa’ que me cuente la firme.
Claudio Moreno es un luchador. Alguien al que le ha costado mucho, que ha trabajado harto. Claudio Moreno se ha sacrificado, se ha esforzado. Y yo creo que si tengo que destacar algo de él, es su fuerza para reinventarse, para salir adelante. Un hombre que no se doblega ante lo que algunos llaman destino. Y que ha sido capaz de enfrentarse a sí mismo... no es fácil. Claudio Moreno ha sido capaz. Y ha sido capaz de vencerse. Una persona que es feliz haciendo reír.
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