Por Guido Macari MarimónLa Firme con Martín Cárcamo: “Me siento en paz con lo recorrido, lo bueno, momentos difíciles, de éxito, alegría y amor”
Tras largos años de matinal, hoy está enfocado entretener y conversar. Y aunque pensó en alejarse de la TV, le queda pila para rato dice; aunque tiene planes fuera de Santiago. “Nunca me imaginé que mi vida sería así a los 50″, confiesa la figura de Qué Dice Chile.
Martín Cárcamo Papic (50) es un tipo de rutina. Él lo atribuye a que es Tauro. Aunque ahora está iniciando una suerte de “vacaciones”, según explica, suele venir a Canal 13 de lunes a jueves, y su estacionamiento “es el mismo que el día que llegué”, asegura y alude a su arribo en el 2011, cuando aterrizó para conducir el exitoso aunque ya extinto Bienvenidos con Tonka Tomicic.
—Me dijeron que tenía que pedir estacionamiento —recuerda con La Cuarta—, dije “el 1”, porque pensaba que quedaba al lado de la escalera, ¡y es el que queda más lejos! —. Se ríe.
Llegando al canal —al que literalmente considera su segundo hogar—, Cárcamo se toma su primer café de la jornada, empieza con sus labores, luego viene otro cafecito y más tarde el almuerzo, que siempre es el mismo menú: pollo con palta y palmitos.
El animador está sentado en un sillón en su camarín, que también es una suerte de museo personal que ilustra sobre su historia personal y en la TV, desde un montón de tazones que le han regalado concursantes de Qué dice Chile —que ya alista su temporada veraniega—, pasando por una polera negra en la que se lee “Lo bueno tarda en llegar”, hasta retratos de sus tres hijos, Alfonsina, Luciano y Mariano.
Pero entre medio, también guarda fotos junto a Don Francisco, María Luisa Godoy, Felipe Camiroaga y hasta el Presidente Gabriel Boric. En la pared además, enmarcado, cuelga un afiche de una campaña de la que fue rostro: “Tu candidat@ no te representará, a menos que TÚ elijas en las PRIMARIAS”, con miras a las votaciones del 2013 que enfrentaron a abanderados de las desaparecidas Nueva Mayoría y Alianza. Aquel recuerdo lo acompaña un mensajito impreso del entonces mandatario, Sebastián Piñera: “Saludos cordiales”.
Entre otras memorias, también en un marco, una portada de Las Últimas Noticias de octubre del 2010, con el comunicador en portada: “Martín Cárcamo cuenta por qué se cambia al 13”, y aparece él sonriente: “Quería probar otras facetas en la conducción”, argumentaba en aquel entonces. Del 2016, también guarda los pedazos del disco de vinilo roto que le impactó en la entrepierna en pleno matinal: se tiró al suelo, sufriente, y todos creían que bromeaba. Pero no.
Sentado en su sillón, Cárcamo, de voz rasposa, habla con calma, despacio, casi murmurando por momentos. Uno podría pensar que está cansado, pero también dice que él es así: que cuando tiene que animar, es como si un interruptor lo encendiera. Eso sí, esta vez se admite cansado, sobre todo después de la Teletón y su viaje a la premiación de los Martín Fierro. De todas maneras, le gusta contar su historia, se entretiene, eventualmente se incomoda (y habla más bajo), lanza alguna carcajada o se queda en silencio, como buscando las palabras que perdió.
En una ocasión, de hecho, para ser más gráfico en su relato y las consecuencias que le provoca hasta hoy haber perdido casi la toda la visión en un ojo, se levanta para mostrar su postura:
—Aquí me voy a meter pie —anuncia.
Ya erguido, Martín explica que “yo hago mi vida así”, es decir, con el cuerpo cargado hacia el lado diestro, “porque desarrollé un poco más la visión del ojo derecho, y todas mis compañeras de animación, las instrucciones y el estudio está armado para ese lado, para yo poder tener visión”, explica. “Pero eso te genera también dolores de espalda, escoliosis, porque estoy cargado”.
En la entrevista para La Firme, Cárcamo recuerda sus inicios en Viña del Mar, marcados por su sueño, muy intuitivo, de convertirse en animador; sus primeros pasos en televisión, con Camiroaga, que lo recibió como una suerte de “hermano mayor” y lo impulsó en su anhelo; su salto a Canal 13, en busca de techos más altos; episodios más complicados, como cuando lo pillaron manejando con trago, su quiebre matrimonial o el proceso para adoptar desde Haití a Mariano; proyectos exitosos y fallidos; su paso por el Festival de Viña y alguno que otro rumor y polémica posterior; el nuevo programa que prepara, al que describe como una “evolución” del De tú a tú; presente amoroso; su plan de irse a vivir a Concón; su óptica política; su presente como padre… Todo eso y un tanto más, a continuación.
LA FIRME CON MARTÍN CÁRCAMO
Crecí en el pasaje Las Acacias, en Miraflores, al lado del Sporting Club, en Viña del Mar. Hacía todo en la calle, en los 80 —como la serie—. Tenía puros vecinos con los que éramos amigos; y teníamos una cofradía, una mini pandilla, de mujeres y hombres, y en el verano llegaban las primas. Era un mundo. Yo vivía al fondo del pasaje, estaba en el centro de todo. Siempre inventamos juegos, desde una cancha de hockey patín hasta salto en bicicleta con rampa. Tengo una foto sentado en la cuneta —y era una maravilla—. Hacíamos todo en el pasaje, lo encontraba gigante; después, la última vez que fui, era un pasaje normal. Pero para mí era un mundo.
Mi mamá, que era artista, tenía un mueble lleno de disfraces. Era todo muy creativo. Veía mucha tele de muy chico y hacía muchos juegos afuera. Siempre me acuerdo que me llamaban: “Entra, por favor, a la casa”, y llegaba ya transpirado. Era una vida muy sencilla y creativa. Me disfrazaba. No me acuerdo, pero mi papás me cuentan que en la Avenida Perú, que hay un mini escenario, a los 4 o 5 años, hice un show de Raffaella Carrá —que después lo hice más viejo en Bienvenidos—, y me puse a pedir plata. Ya de chico tenía lo artístico muy desarrollado; además me la promovían, y creo que porque la traía de toda la vida.
Mis papás han sido muy buenos papás. Mi papá trabajaba de lunes a viernes en Santiago; se venía los viernes en la tarde y se iba los lunes en la mañana. Y siempre había mucha gente en mi casa por mi mamá (y sus clases de bordado), entre quince y 20 alumnas diarias, tres o cuatro veces a la semana; y tengo una hermana cuatro años menor. Yo llegaba a mi casa, estaba lleno de mujeres y, como soy bueno para conversar, y siempre fui muy bueno para escuchar historias y me quedaba mucho rato conversando ahí.
Nunca tuve cuadernos, ni en la universidad ni en el colegio: a pura fotocopia para estudiar. Y era una vida de muchas conversaciones guiadas por las mujeres, y creo que después repercutió en mi mirada de la vida. Diría que me dio una mirada quizás más profunda, o emocional, o de mayor empatía quizás. Y también en mi casa —sobre todo en esa época, que el machismo era un tema— todos hacíamos de todo, colaborábamos y hacíamos la pega: cocinar, recoger y lavar. Todo estaba incorporado, no había pegas para mujer u hombre. Siempre todo muy equilibrado.
Siempre tuve una muy buena sobremesa. Con mi papá, mi mamá y mi hermana somos todos muy buenos para discutir. Siempre me incentivaron la opinión propia; había mucha argumentación y mucha discusión en buena lid en mi casa. El almuerzo el fin de semana podía durar tres o cuatro horas. Muy entretenido. Y era una casa muy abierta para mis amigos. Mis papás son muy pro amistad, tener la casa con gente y muy buenos para atender.
Me sentía más cómodo arriba de un escenario que debajo. Animaba. Tengo fotos de estar animando en el casino de Viña. Estuve en clase de teclado durante ochos años, que no me gustaba mucho, pero igual estaba la cosa artística; y llegué a estar en clases de pintura y en teatro. Hice muchas cosas extraprogramáticas, y todas relacionada con lo artístico. Para algunas cosas era bueno, pero para ninguna extraordinario. Me sentía muy cómodo y me gustaba mucho la entretención, que la gente se riera y disfrutara, y el contacto con el público.
Tengo una mezcla bien particular, porque mi papá fue siempre gerente comercial de empresas; y mi mamá, artista, estudió en el Bellas Artes. Y tengo mucho de los dos. Y la personalidad de animador es de mi papá, que siempre fue el animador de todas las empresas donde trabajaba: él es el bueno para el hueveo, jaja.
Saliendo de 4to medio en el Colegio Mackay, una mañana me llegó un combo jugando rugby y la tarde un pelotazo en fútbol, y se me perforó la mácula, el centro del ojo, que está conectada con el cerebro. Pasó el 12 de octubre de 1992. Al otro día, hicimos la cimarra con unos amigos, no fuimos a clase y, como a las 10:30 de la mañana, caché que no estaba viendo nada; llamé a mi mamá y me llevaron al doctor, que dijo: “Puede que tenga desprendimiento de retina, pero puede ser en la mácula”. Me dieron corticoides, tuve que estar acostado tres meses, ya que el ojo se demora un año en cicatrizar, y me cerraron el año escolar. No fui más al colegio. Tuve que dar la Prueba de Aptitud con un parche. Fue fuerte porque, en el fondo —además de que era una persona hiperactiva—, tenía que estar acostada todo el día, y solamente me podía levantar para ir al baño; ni siquiera me podía agachar. Fue bien desesperante por un lado y, por otro, forjó una parte de mi personalidad.
Veo un 5%, por eso tengo movilidad en el ojo, porque veo la luz, solamente unos colores; si no tendría el ojo fijo. Ahora creo que podría haber tenido una operación. Hace más de 30 años, no había reparación. Te mareas, pierdes profundidad y una serie de cosas, con el ojo tapado. Hoy también estoy sintiendo ciertas cosas. Harta gente que pierde la visión de un ojo me llama para que yo le expliqué qué le va a pasar. Desarrollé un poco más la visión del ojo derecho, y todas mis compañeras de animación, todas las instrucciones y todo el estudio está armado para ese lado, para yo poder tener visión; pero eso te genera también dolores de espalda, escoliosis, porque estoy cargado para un lado.
Ha definido un poco mi personalidad, porque, teniendo una limitación física, también me exijo a enfrentar la vida con esa limitación, independiente que algunas cosas sean más difíciles. Yo no tengo profundidad, entonces el carnet de manejar me lo dan por menos años. Ahora hay sensores, pero antes los autos los pasaba a llevar, jaja, y para estacionarme me demoraba el triple que una persona normal, porque no cachaba si estaba más cerca o más lejos; y en carretera en la noche no manejo, porque, con las luces, los autos no sé si vienen cerca o lejos.
Me obligo a hacer deporte: no hago más de media hora diaria, pero hago todos los días —excepto un día a la semana— para equilibrarme muscularmente, porque tengo 50 años; ya no es la misma máquina. Y eso definió mi vida. Además no veo bien de lejos, los lentes de contacto no me acomodan (los he ocupado solamente para el Festival), y ocupo anteojos también para protegerme el otro ojo. En rigor funciono con un ojo.
Como en tercero o cuarto año de Comercial, dije: “Quiero ser animador de televisión”, como a los 20 años, muy influenciado por lo que veía en Sábado Gigante, con Don Francisco, y porque veía Pase lo que pase, con (Felipe) Camiroaga, y decía: “Ahí quiero estar”; y por el Japenning y Fernando Alarcón, que me encantaban los personajes que hacía. Pero yo estaba en Viña, y ahí había muy pocas oportunidades, solamente UCV. Ya pertenecía a grupos de teatro profesionales en Valparaíso y, cuando fui a hablar con mis papás, les dije: “Me quiero retirar de comercial y quiero ser animador”. Mi papá me respondió: “¿Dónde se estudia?”, y le contesté que “no, es un oficio”, jaja. Y me dijo: “¿Llevas cuatro años y vas a botar la carrera ahora? Cero posibilidad”. Pero fueron muy inteligentes, porque mi papá y mi mamá me propusieron apoyarme, y que tomara menos ramos, y estar entre las dos partes. Justo me llamaron para Rock & Pop.
Me pasaron cosas increíbles. Cuando estuve en Rock & Pop, me invitaron al Área de talentos de Televisión Nacional; y cuando terminé, me dijeron: “Vas a entrar al Pase lo que pase”, y luego: “... ¿Tú que eres periodista?”, y contesté que “no, estudié Ingeniería comercial”. TVN tenía ene de estatutos y perdí esa oportunidad.
Entré a Chilevisión, después de hacer el casting para Extra jóvenes, que fui el último. Conocí a Alfredo (Alonso), productor y mi gran amigo hasta hoy, y partió mi carrera. Ahí me vio la “Jacqui” Cepeda haciendo una entrevista en Primer plano que se llamaba “El espejo” —como el inicio del De tú a tú finalmente—, y yo tenía que producir al invitado, editar la nota y hacer la entrevista: aprendí en el hacer, no en el estudio. Y justó me llamó el principal motivador de mi carrera, que era Camiroaga, para ir a trabajar a Pasiones (TVN), y no de animador: de notero. Tuve mucha química con él al tiro.
Me acuerdo de algo muy bonito que me dijo Camiroaga, que ahora miro con el tiempo. Cuando fui a Pasiones, Felipe entró al aire, y nos habíamos visto un par de veces, y prácticamente animé con él y la Bárbara (Rebolledo); me miró y me dijo: “A ti no te conozco tanto, pero siento que te quiero mucho, no sé por qué”. Felipe era así, de tincadas. Y a la semana me llamaron para irme para allá, pero no como animador... Lo que yo no sabía es que Felipe seis meses después se iría a hacer el matinal y yo me iba a quedar como animador de Pasiones. Fue muy, muy relevante que la persona que admiraba por la tele en mi casa en Viña, después me invitara a trabajar con él, y aprendí mucho.
Felipe no era mucho de explicarte las cosas, sino más bien de incorporarte: me abrió todas las puertas de su mundo como animador, y más personal. Me hizo participar, entonces empecé a aprender, observar y a acompañarlo. Teníamos muy buenas conversaciones, y eso me hizo rápidamente entender muchas cosas, porque ya tenía un mentor ahí, un hermano mayor.
En un momento determinado, asumí Rojo, que no le fue bien, y creamos Calle 7 con un grupo de personas. Al principio no le fue bien. Modificamos el formato, le fue increíble y debe ser el formato más vendido para afuera en la historia de nuestro país; y lo inventamos por la necesidad, después de presentar nueve proyectos.
Me cuido mucho. No juego fútbol ni hago ningún deporte de contacto. Nunca más, desde ese momento (del accidente con su ojo). No hago ninguna cosa donde me pueda llegar un pelotazo. La única vez que jugué —me acuerdo—, en Televisión Nacional, me pasó una cuestión bien heavy: estábamos en una pichanga que se organizaba en TVN, entre programas, abajo en el gimnasio; estábamos jugando y de repente me llegó un pelotazo en la cara... y fue impresionante cómo funciona la mente del Ser humano: la misma sensación, el mismo deja vú, y me vino todo lo que me había pasado cuando chico; me vino una angustia, un pánico, y me fui del partido para la casa. Nunca más volví a jugar.
“Durante mucho tiempo creí que no había realidad afuera de la tele y después me di cuenta de que era al revés”, dije en una entrevista a Cristián Warnken (enero 2025). Lo que pasa es que para posicionarte como animador en un medio muy chico, y donde hay muy poco espacio (son muy pocas personas las que realizamos este oficio), obligatoriamente tienes que poner prácticamente todas tus capacidades en función de eso, sobre todo al inicio. Y es un medio muy endogámico, o sea, se mira mucho el ombligo, muy “yo yo”, y las conversaciones son muchas entorno a lo mismo para desarrollarte. Entonces, sobre todo los primeros diez o quine años, ajaja, mi vida (estaba) concentrada obviamente en mi familia; pero mis capacidades puestas en la televisión, para entender, aprehender, desarrollarme y tener un espacio. Y ya más estable, empecé a a mirar para fuera y me di cuenta de que no era necesario... Pero, en rigor, era lo que había que hacer. No tenía ningún contacto, no conocía a nadie de la tele y venía de región. Las oportunidades que tuve las aproveché y me esforcé mucho.
Al primero que le conté que me iba a de TVN fue a Felipe (Camiroaga), y me apoyó 100%; de hecho Felipe escribió una columna en el diario deseándome suerte, y fue muy emocionante. Yo venía en TVN ya haciendo algo que muchas personas —sobre todo como en los medios— no entendían bien; pero yo tenía plena convicción de que estaba haciendo lo correcto, que era reemplazar a Felipe y al Rafa (Araneda). Y llegó un momento en el que incluso hice el matinal, después Pasiones y después Rojo: los tres programas. Ellos dos tenían 8 o 9 años de diferencia conmigo, entonces tenían sus carreras súper bien armadas; y yo debo haber tenido unos 29 o 30 años, y estaba justo en esa transición de animador juvenil a animador ya adulto.
Cuando Grupo Luksic compra Canal 13, me llamó David Belmar, que se había ido de TVN, y me invitó a hacer el matinal, yo, como ya había hecho matinal y repasado muchos años, me sentía preparado. Para eso soy súper arrojado. Obviamente sabía que tenía que venirme con la gente adecuada; siempre he pensado que un buen animador con un equipo malo no funciona, pero un animador más o menos con un equipo bueno aguanta y le va bien. Traje algunas personas de TVN —como a la "Jacqui" Cepeda como productora general—, nos vinimos juntos, y estaba la Tonka, que ya llevaba un año y tenía toda la experiencia del matinal. Hicimos una súper buena pega, porque armamos el proyecto y estuvimos un mes haciendo el programa como si estuviéramos al aire, pero no lo estábamos. Entonces, cuando apareció al aire, estábamos súper en rodaje. Tuvimos la suerte de que a Bienvenidos le fue bien al tiro. Rompimos la historia de matinales complejos en el canal.
Mi exseñora (Carolina Castillo) siempre habló de adopción. Ya teníamos hijos un poco más grandes. Ella empezó a hacer todos los trámites para adoptar en Chile, y yo no aparecía porque; como era una persona pública, queríamos hacerlo en forma muy privada. Fue muy dificultoso y muy decepcionante, porque no éramos prioridad... Yo creo que ahora ha mejorado bastante, pero en ese minuto fue muy decepcionante...
Fue un viaje increíble. Fui tres veces a Haití hasta que pudimos traerlo a Mariano, en una situación bien compleja Cuando fui en el 2011, después del terremoto, fui tres veces, y fue muy fuerte sicológicamente; porque además me iba y a mi hijo tenía que dejarlo allá. El papeleo es muy largo, y nada funciona. Además, en ese minuto yo era la cara de Claro, entonces salía del aeropuerto de Santiago, y estaba mi cara en todas partes —hasta en los carros para llevar las maletas—, y la gente me decía “hola, Martín, ¿cómo estás?”. Y después llegaba a Haití y realmente no había nada, y sin saber el idioma, y trataba de hacer todos los trámites y ver a mi hijo; y después volver acá. Era todo muy anacrónico y extremo. Llegábamos acá y sentíamos una culpa gigantesca. Era una guagüita.
No volvería a Haití por una cuestión personal, porque es muy fuerte para una persona que adopta a un niño allá, y yo fui, y vi cosas muy fuertes; sobre todo ahora está extremadamente peligroso, lamentablemente. Cuando fui fue ver a un país en un estado de vulnerabilidad gigantesco. Ves cosas que ni siquiera imaginas y que me las guardo para mí. Cuando me preguntan, “¿tú volverías?”: en este minuto no me siento capacitado, porque hay demasiada carga, y con la mamá nos costó mucho traer a Mariano, que llegó en una situación muy compleja física de salud, porque en Haití no hay nada. Cuando se enfermó allá al principio, nos llevaron unos carabineros —con los que hasta hoy tengo relación— que estaban allá haciendo un “intercambio” y, si no es por ellos, la situación habría sido otra: consiguieron llevarlo a un hospital de campaña uruguayo, deshidratado.
En Haití el 95% del comercio se hace en la calle, de forma irregular. Todo ocurre en la calle. El haitiano promedio en ese minuto vivía con 2 dólares diarios. Hay muy poca esperanza. Por eso mucha gente se ha trasladado fuera del país. Cuando llegas, y ves la isla, en República Dominicana está todo verde, y en Haití está todo el bosque deforestado. Hoy la situación es súper crítica.
Había una mirada con poca información, sobre todo en ese minuto, acerca de la historia de Mariano, y además son otros cuerpos, otras mentes y formas que uno va aprendiendo en el camino. Pero la sacamos adelante, y él sobre todo salió a adelante, que es lo más importante. Es un cabro bien especial, un guerrero con una resiliencia increíble. Nos cambió profundamente la vida, en todo orden de cosas, no sólo a nosotros como papás, sino también a nuestros hijos, a nuestro entorno y familia.
Mucha gente creo que se lo pregunta: creo que el amor por los hijos biológicos y adoptivos simplemente es, ocurre. Es el mismo amor. En rigor —o en mi caso por lo menos—, hay mucho mito: no es que nosotros eligiéramos a un niño, sino que nos lo asignaron, entonces uno le deja a la vida que haga lo que tiene que hacer. Soy una persona creyente, entonces tenía mucha fe de que este hijo sería un regalo para todos, y nosotros también uno para él. Y sus hermanos lo adoran. Además con él hice muchas cosas que con los grandes no —o muy poco—, porque estaba con horarios muy complicados, y aquí las hice todas. Es un niño me ha enseñado mucho.
Cuando me detuvieron con trago marcó un antes y después, porque me pilló en mi mejor minuto, siendo primera sintonía en Bienvenidos y Vértigo, produciendo cine (Gloria), y rostro de marcas muy relevantes. Era todo increíblemente extraordinario. Pero pasé por un periodo de inconexión. No de intocable, porque mi personalidad no es esa, soy bastante sencillo —considero yo—; sino que demasiado, laboralmente hablando, arriba de la pelota, y haciéndolas todas. Eso te desconecta y te hace cometer errores. Y yo, que soy intenso, obviamente no medí las consecuencias, y eso me obligó a replantearme muchas cosas: ¿por qué estaba en tantas cosas al mismo tiempo? ¿Qué significaba para mí el éxito? ¿Dónde me estaba equivocando? ¿En qué cosas estaba ausente? Entendí que no podía hacerlas todas. Fue un golpe, también, un llamado de atención a la humildad. Me he terapeado harto y paso por periodos de terapia, que es muy importante, sobre todo por la vida muy expuesta que llevo. Además fue muy mediático todo y quedamos todos súper vulnerables frente a la situación.
Obviamente nunca más me subí a un auto con una copa, ni nunca más me subí con alguien que también haya tomado. NUNCA MÁS.
El mismo año me separé, ¿esos hitos están interconectados? De alguna manera sí. Fue un año fuerte, un año de cambio. Obviamente también una separación es compleja, es dura... Me llevo muy bien con mi exseñora, de hecho, vivo al lado de ella. Seguimos con el mismo orden: tenemos tuición compartida, como siempre, una semana y una semana; y me llevo muy bien con ella, que es una tremenda mamá y muy buena persona. Mis hijos están conmigo hasta el jueves y se van a la otra casa, que queda a diez pasos. Funciona súper bien, porque creo que todos estamos en pos de llevar una vida con la mayor cantidad de alegrías posible, apoyándonos. También tiene que ver con mirar la vida desde un punto de vista evolucionado, en ver que siempre lo más importante son los niños.
Es medio atípico, pero: en el fondo, me resulta cómodo hablarle a mucha gente y generarle emociones; y en el uno a uno, me resulta, no más difícil, pero ya estoy obviamente más grande: no tengo tanta personalidad como pareciera. También necesito mis espacios de silencio.
Hace muchos años que no veo televisión, que pareciera una contradicción: desde de que dejé el matinal, dejé de ver televisión; pero por una cuestión de que ya está demasiado horas conectado a la pantalla. Amo la televisión, pero estar dentro de un estudio cinco o seis horas, es suficiente. Empecé también a cambiar mi lógica de vida, porque tuve muy claro a las 18 y 19 años que esta era mi vocación —que es un regalo divino, y poder dedicarte a eso es fantástico—. pero, al mismo tiempo, cuando tu hobby es tu trabajo y tu pasión, ¡chuta!, tienes que cuidarte porque sino te vuelves una persona unitonal: tu único tema es ese. Y he tratado de que no sea así.
Ahora no. Pero durante muchos (fui) muy obsesivo y estudioso con la televisión; y cuando no salía algo, le buscaba por un lado y el otro. Hay que tener mucha perseverancia y tenacidad. Hay mucha pega que hacen los conductores y los equipos para que en el programa parezca que todo fluye, y los chistes funcionen; pero hay mucho trabajo y reflexión detrás. Tiene costos, porque: uno, tienes que llevar una vida muy en función de esta pega; dos, porque mientras la gente descansa, tú trabajas, y mientras la gente trabaja muchas veces uno descansa: horarios al revés. Y cuando tienes una exposición pública muy grande, y estás muy rodeado de gente, y con mucha gente; trato después de estar solo. Y mi familia está toda en Concón y Reñaca, entonces me vine muy chico a Santiago: mientras estaba en la universidad ya estaba al mismo tiempo trabajando.
El Festival de Viña ha sido lo más fuerte que he vivido a nivel profesional. Es lo más importante que he hecho —¡y que haré!—, de por vida. He estado en otras cosas súper relevantes, pero Viña para mí es lejos lo más; uno, porque soy viñamarino e iba al Festival desde muy chico, y fui bajando: primero estuve en galería, después platea, palco, jurado y animador. Conozco muy bien el Festival, de adentro a afuera. Acompañé a Felipe cuando animó, tres años. Además me tocaron festivales muy disímiles: los 60 años, el estallido y después post pandemia, y uno que entremedio que no se pudo hacer. Fueron dieciocho noches increíbles, que te obligan a estar 100% concentrado y conectado.
¿Mega me tentó para el Viña 2025? Tuve conversaciones... pero al final la decisión fue quedarme acá, y creo que era la correcta sin duda. Pero (tuve) súper buenas conversaciones y estoy muy agradecido con Mega por haberme considerado. Y no solamente conmigo tuvieron conversaciones; con varios.
¿Pancho Saavedra se enojó conmigo en la Gala de Viña 2025? (Pregunta reportero) Sí, hubo un tema, pero después salimos a aclararlo. Se produjo una tensión. Pero todos después nos comunicamos. A Pancho lo conozco hace muchos años, partimos juntos, le tengo mucho cariño, y se produjo una tensión que la supimos resolver, como personas adultas y profesionales; y ahora estuvimos en la Teletón, y súper bien.
Con la Tonka no llevamos bien. Ahora estuvimos animando juntos la Teletón, que fue bien bonito, porque no animábamos hace rato. Justo además me encontré con ella y veníamos vestidos de los mismos colores, y fue bien bonito. Conversamos harto.
Había hecho nueve años matinal y, sin ser periodista los últimos años, fueron mañanas muy difíciles, porque me había exigido mucho y me obligó a estudiar muchas cosas que yo particularmente no había estudiado nunca. El matinal clásico me acomodaba mucho; el matinal con contingencia y extremadamente noticioso creo que es más amable para un periodista; y yo soy un animador de oficio, que es básicamente donde creo que aporto, que es la entretención y la conversación, donde me muevo. Por eso me metí a esto: básicamente porque la animación viene de “alma”: elevar el alma a la gente, el espíritu.
¿Pienso en retirarme de la tele? Hace como cinco años pensaba que iba a parar y después cambié de opinión, y ahora estoy en un muy buen momento. Pretendo seguir, porque creo que Qué dice Chile tiene pa’ rato. Además hay otros proyectos nuevos que están funcionando, y estoy súper contento. Me siento un privilegiado por hacer lo que me gusta, aportar y, además, que nos vaya bien. Son varias cosas. El próximo año cumplo 30 años dedicado a esto: partí en 1996 de forma profesional.
Pensé en parar, porque hay momentos más difíciles. Cuando vino la pandemia me replanteé muchas cosas. Veníamos con Bailando —un proyecto súper personal, que venía persiguiendo hace dos años, y era con mi productora y con una inversión gigantesca de plata, tiempo y recursos—, y al mes y medio tuvimos que parar. No pudimos seguir y fue muy complejo, porque era mi primer proyecto grande, y como productora tuvo un costo económico súper alto. Me puse a evaluar y, como estudié Comercial, dije: “Voy a parar un par de años, o bajar la máquina”.
Apareció Qué dice Chile. Fue bien particular porque me citaron. Yo había hecho mucho programa de concurso, pero igual tuve que hacer un casting interno y, cuando apareció el programa, dije: “Aquí hay una oportunidad que me acomoda mucho”.
¿Las entrevistas más difíciles del De tú a tú? Para ir a Miami, arrendábamos una casa, entonces nos fuimos todo el equipo una semana, y de ahí nos trasladábamos. Para entrevistar a Luis Fonsi y arrendamos otra casa. Creo que lo más difícil fue hacer las entrevistas en pandemia, porque el De tú a tú nace de que se acabó Bailando y teníamos que seguir produciendo; y el canal tampoco podía hacer otro tipo de programa, y propusimos este. Defenderlo fue un tema porque decían: “Bueno pero, ¿otro programa más de conversación?”... ¿Cómo explicas un intangible? ¿Cómo explicás que “esto es un programa de conversación distinto”? Que vas a estar siete horas con una persona, prácticamente todo el día.
Vengo feliz a trabajar. Siento que ya tengo mucha conciencia de que vengo realmente feliz a trabajar: feliz, feliz, feliz, feliz... Llego al estacionamiento y ya vengo riéndome. Es como mi casa. Mi estacionamiento es el mismo que el primer día. El primer día me dijeron que tenía que pedir estacionamiento, dije “el 1”, porque pensaba que quedaba al lado de la escalera, ¡y es el que queda más lejos!, jajaja. Tengo mi ropa, mi closet aquí. Me tomo mi café.
Almuerzo lo mismo todos los días: pollo con palta y palmito. Como buen Tauro, soy de rutina, y hace muchos años que elegí llevar una vida lo más simple posible con respecto a ciertos temas, y dedicarle el mayor porcentaje de mi cabeza a lo que es realmente relevante. Entonces, me salgo a la dieta el fin de semana, pero aquí en la semana a la 1:30 PM está todo estructurado, un cuarto para las 2 PM almuerzo, me desconecto, mi ropa está acá, y todo en función a dedicarme 100% al programa o a mis cosas personas. Y además me permite que si subo un par de kilos, vuelvo a la línea rápido; siempre me muevo entre 4 kg para arriba y para abajo. Y a esta edad tengo que cuidarme. No es como antes, que comía cualquier cosa y me daba lo mismo.

Llego para acá y está el equipo de Qué dice Chile, que es extraordinario. Haremos la fiesta de fin de año con 70 personas, y todo es muy cercano, y a todos los conozco muy bien, y me conocen muy bien: es una relación muy horizontal. Y todo lo que aparece en el programa es verdad y eso es muy bonito. Es un mundo creativo, y hacemos las canciones. Creamos un “mágico mundo de Disney”, y suceden muchas cosas. Eso hace que el programa sea precioso, y le va muy bien: está muy conectado con la gente, pues tiene emoción, alegría, cumplimiento de sueños y juego.
En Qué dice Chile no se necesita tener cultura, sino chisteza. Y a mí me permite animar a mi placer. El programa al principio era mucho más rígido y estructurado; y le empezamos a meter mano, con un musicalizador extraordinario y llevo 20 años con él; y ahora tenemos a los muñecos y títeres. Realmente es muy bonito dedicarse a lo que uno quiere, cuando antes lo hacías por juego en el colegio, y lo hago ahora que trabajo. Vengo en ese mood. Es una maravilla. Además nos ha permitido tener logros que nunca pensé ni soñé en mi vida, como el Martín Fierro a Mejor programa de entretención. Aquí todos sabemos lo que tenemos que hacer, nos conocemos y el equipo sabe todo: qué cosas me cuestan más y cuáles me resultan más fácil.
Como Qué dice Chile es un programa muy cercano, mucha gente me ve como un hijo, otros como un papá, otros como un tío o un amigo. Me gusta mucho la calle, entonces voy al supermercado, dos o tres veces, de manera absolutamente consciente, porque me gusta conversar con las personas, saber de los precios y me gusta entender, y lo que está pasando, y creo que es un muy buen lugar para tener conversaciones. Además me gustan los locales de barrio. Y ahora, sobre todo en la gira de Teletón, me da mucha risa porque estuve con mucha gente que me decía: “A ver, dese vuelta... Oh, es verdad, no tiene poto”, JAJAJA. Querían verificar. El programa tiene eso, que es muy cercano. Me da risa porque es una relación bonita con el público.

Tengo un programa que ya está grabado, prácticamente, y que todavía no se decide cuándo va el aire. Yo diría que es la evolución del De tú a tú: un programa que tiene mucha conversación y que también habla mucho del amor. Es de parejas, pero tiene algunas otras cosas muy interesantes, y que lo hacen muy distinto y muy actual, con una inteligencia artificial. Es un paso adelante. Siempre me he preocupado de tratar de ir un paso más allá con los equipos, y forzarnos a eso. A veces obviamente le acertamos, y a veces no: es la gracia y nuestra obligación, salir de la zona clásica, conocida, y traspasar la frontera, y creo que este proyecto lo hace. Lo grabé durante el año y creo que tendrá la puesta al aire en el 2026.
Cumplí 50 años y, la verdad, me pegó. Soy harto de ciclos y me gustan los ritos personales. Cumplir 50 es otro número. Nunca me imaginé, además, que mi vida iba a ser así a los 50. Pensé que ibas a ser más un señor. Es bonito. Repasaba ahora que llevaré 30 años ininterrumpidos viviendo de la televisión y haciendo programas; empecé a auto-revisarme, y ha sido un lindo viaje. 50 es un buen número, pero físicamente me siento igual, quizás un poquito más tieso y cansado, y me preocupo más de lo físico. Pero en términos de espíritu —que es lo que más me interesa—, siempre hablo del “niño interior”, de esa llama no apagarla porque ahí está la gracia de todo. Eso lo mantengo intacto y para mí es la clave. Siempre hablo de soñar despierto: yo no sueño durmiendo, yo sueño despierto, y trato de que esos sueños se hagan realidad. Tengo esa misma esperanza de cuando tenía quince.
Tengo bradicardia sinusal: el corazón me late más lento, tal cual. Tiene virtudes y defectos. Puedes desarrollarlo porque naciste con eso, o porque hiciste mucho deporte cuando chico, y el corazón es un poco más grande. Y lo mío, al parecer, es de nacimiento, y que también hice mucho deporte. Es muy común en los deportistas. Jugué mucho tenis a buen nivel, entrené mucho y también creo que por eso se pudo haber desarrollado. Generalmente una persona tiene unas 60 y tantas pulsaciones por minuto, y yo tengo como 40. Eso hace que, por un lado, me canse menos, porque elevar las pulsaciones me cuesta más; pero una vez tomé ansiolíticos, me bajaron las pulsaciones, y me fui en pálida: llegué como a 30 y tanto. Soy muy cuidadoso de no tomar nada, y es una condición... Se me había olvidado... No me trae mayores complicaciones.
Me he hecho muy pocas intervenciones estéticas. Me operé en la nariz hace mucho; me la había quebrado siete veces y ya la tenía muy deformada. La primera vez que me lo quebré fue jugando rugby como a los 12 años: una fractura expuesta y tengo cicatriz. Primero arrugué, porque nunca me había operado nada, y después me la operé: rectifiqué el tabique. Esa es la única operación estética. Y he convivido con mis arrugas. Hay mucho mito: algo me debería hacer ahora, pero nunca me he hecho nada. Soy medio a la antigua ahí. Muchas veces me voy a la casa y ni siquiera me saco el maquillaje, que es un error. Y además fumo, jaja. Me hago limpieza de cutis cada cierto rato porque me maquillo hace 30 años, todos los días; y además he hecho programas diarios. Pero nunca me he hecho ninguna cuestión en la guata, ni nada. He aceptado mi cuerpo, siento yo.
Nunca me he hecho nada en el pelo. Estoy ya canoso, pero se mantiene algo de lo rubio. Excepto una vez, cuando me cambié de canal, que la Jacqueline Cepeda me dijo: “Oye, vamos a partir el matinal, deberías hacerte algo para iluminar el pelo”. Fue la única vez que me lo hice, jajaja, y no me gustó. Me dicen que me tiña y todo: y no.
Mis hijos ahora son grandes, tienen 21 y 20, pero todavía viven con nosotros. Los veo harto, pero me gustaría verlos más, jajaja. Pero son súper buenos hijos, integrados, y buenos para conversar y discutir. Me entretiene mucho estar con ellos, y cada uno también es muy distinto. La mayor estudia Sicología (Alfonsina); y el segundo, en la Escuela Moderna de Música.
Mariano tiene 14 años, mide 1,81 mts —o sea, medirá 1,90—, y es el regalón de todos. A mí particularmente me cambió la vida porque me hizo poner las prioridades en otra parte: soy una persona antes de la adopción de Mariano, y otra después. Me obligó a replantearme muchas cosas, y muchas terapias para también ir en crecimiento con él; empecé a hablar otro tipo de temas, a poner lo relevante como protagonista, y dejé de entramparme. Hoy soy una persona mucho más libre. Obviamente se me desarrolló la empatía y el amor en su máxima profundidad. Hoy justo venía conversando con mi hijo Luciano —que lo fui a dejar a la universidad y está estudiando Música—, y veníamos hablando de cómo no había cambiado la vida Mariano y lo grande que ha está. Ha sido un viaje impresionante... impresionante...
Mariano tiene necesidades especiales, entonces está en un colegio que le permite ir desarrollándose a su ritmo; así que, súper bien en ese sentido. Es un colegio que dura más, y obviamente requiere más apoyo, y justo está en la preadolescencia. Es muy feliz; y nosotros, también. Pero, por su historia, necesita más apoyo y otro tipo de cosas que es muy importante dárselas. Ama los caballos, los caballos para él son lo más importante en la vida; o sea, su familia y los caballos, jaja, y un par de amigos extraordinarios que tiene en el colegio. Y le gusta la naturaleza, las plantas y cocinar. Es un niño que pregunta mucho, y eso también me gusta mucho.
¿Me considero romántico? Pero el romanticismo creo que se entiende mal hoy: mucho sufrimiento. Soy una persona que se conecta, y creo más en las acciones que en las palabras.
Sigo pololeando. Ella (Carolina Sepúlveda) vive en Concón, y yo viajo y ella viene para acá. Siempre he ido para allá y, obviamente que estando en pareja, con mayor razón... Pero nada: súper bien, cómodo y tranquilo... Nos conocemos hace muchos años y hemos sido súper cuidadosos de mantener la relación bien privada, que es lo único privado finalmente que a uno le va quedando; y ella también es muy bajo perfil. Llevamos una vida muy sencilla. Cuando nos paparazearon de Only Fama (Pregunta reportero), al final creo que eso es inevitable; pero después ayuda a que baje el morbo. Como nos conocemos hace muchos años, es una relación que viene de la amistad. Nunca le había echado el ojo, porque además era otra época, más chicos —yo me vine a Santiago y ella se quedó allá—, pero sí éramos muy buenos amigos. Además, es todo muy orgánico, porque nos conocemos desde que somos niños, nos conocemos todo. Todo fluye.
¿Me volvería a casar?... Ehhh... Me lo cuestiono todo. Pero lo dejo más en el ámbito privado. Si me llego a casar, créanme que se van a enterar, JAJAJA.
Ya no tendría más hijos. Ya estoy en otro periodo de mi vida. Tengo tres niños, y para mí está súper bien. Por supuesto me gustaría ser abuelo. Me gustan mucho los niños, y la gente mayor: me muevo en los extremos. Creo mucho en la libertad, y eso lo he practicado mucho con mis hijos; lo que ellos quieran hacer, los apoyaré 100%, me guste o no... les puedo dar mi opinión, e incluso cuando no me la piden sea las doy. Pero apoyo lo que quieren hacer. En ese sentido, soy muy liberal. Si son papás, yo feliz.
Me voy no todos los fines de semana a Concón, pero sí hartos. Me voy los jueves en la noche generalmente y me devuelvo el lunes. Estoy haciendo un poquito menos de la mitad de mi vida allá; y la otra, acá... Pretendo irme a vivir para allá. ¿Cuándo? Depende de los proyectos que se vengan, pero la mitad del tiempo allá y la otra acá. Mi base armarla allá.
Tengo un restaurante, que lo abrimos ahora; y una panquequería-pizzería en Concón, que ya lleva nueve años. Y tuve una segunda sucursal en Viña, en 8 Norte, al lado del Hotel San Martín; pero en pandemia la tuve que cerrar, porque no dio.
Ahora voy a hacer un curso de cerámica gres. Como me gusta la cosa artística, este año lo haré en el verano, que ya tengo listo, y lo tomaré en Concón. Esas son las cosas que me gustan. Cocinar, por eso me gustan los restaurantes, me gusta el servicio y atender.
A la plata le doy el valor que tiene: es importante, porque te permite desarrollar cosas; y tener libertad financiera es siempre importante. Pero no es lo que me mueve, para nada. Recibo un sueldo de todo lo que gano —que tengo otras actividades—, y tengo que vivir con ese sueldo; y lo otro no lo administro yo: hay un mini-mini family office que administra. Si quiero hacer algún negocio o alguna actividad, tengo que pedirle permiso al family office, en que están mis padres y tres personas más que no son familiares, porque trabajan con mi papá hace 20 años: un mini directorio, jaja. Tengo que pedir permiso y muchas veces me rechazan, y me dicen que estoy loco y que soy muy soñador. La panquequería y esos emprendimientos van por ese lado. Y hay muchas cosas que hago que no tienen remuneración, y las hago en forma profesional, y por otras cosas cobro.
Nunca he administrado, porque además no soy un buen administrador; soy un hacedor de cosas, no un administrador. Soy atípico en ese sentido. No tengo computador por ejemplo. Nunca tuve computador.
Siempre he sido y sigo siendo hiperactivo. Duermo muy poco, cinco o cinco horas y media. Siempre he sido de hacer muchas cosas, y diversas, y moverme en muchos mundos distintos, porque me llaman muchas cosas la atención; por eso estoy metido en la producción, en su momento de cine, o en restaurantes, y otras actividades. Me gusta también tener conversaciones con otro tipo de personas. Me abre la cabeza para una perspectiva más interesante de la vida. Siempre he sido así, desde chico.
Ando más cansado, porque antes no me afectaba; pero estoy más viejo, jaja. Estoy tratando de dormir más, pero me ha costado. Ahora justo tengo un ritmo, entre la Teletón y que justo pasó lo de los Martín Fierro —que tuve que ir a Estados Unidos dos días días—, no dormí ninguna de las dos noches en el avión. Tres días que no dormí nada en una semana, y eso me liquidó po’. Me pegó fuerte. Ahora, que ya estoy saliendo medio de “vacaciones”, estoy tratando de regular el sueño. Llamé a un doctor, porque nunca he tomado nada para dormir. Me hicieron unos exámenes y ahora me recetarán seguramente alguna pastilla milagrosa para dormir, jajaja.
Todavía carreteo, como siempre. Tengo más fama de desordenado de lo que soy. Me gusta mucho la conversación, los carretes en casa, atender y cocinar, y muy familiar, con amigos o con niños, que ya son más grandes. Me muevo en ese entorno. No soy de ir a discotecas o bares; cuando era más chico, sí, pero ya no.
Disfruto todo lo mundano, la conversación, un buen plato de comida, un buen vino, una puesta de sol —que de mundano no tiene nada—, una caminata, masajes… me gusta cocinar, los olores, las flores, las plantas... Tengo una mezcla entre terrenal y espiritual, bien marcada.
El animador no tiene que abrirse políticamente (Mentiras verdaderas, 2013), que lo pienso por dos cosas: uno, porque para mí la Teletón es muy importante, y tengo una labor con otros compañeros muy comprometida, y no quiero que la mirada política —que obviamente la tengo— influya en algún minuto en otras cosas y me quiten la posibilidad de hacer lo que verdaderamente tengo que hacer: estar al servicio de todo el público, no de algunos. Tengo visión política y me informo, por supuesto; y está la discusión política en mi familia. Pero la mantengo en reserva porque, así como el voto es privado, no quiero polarizar algo que, en rigor, es el servicio de todos: mi responsabilidad, obligación y vocación es estar al servicio de todo el público.
Soy una persona, en términos políticos, más bien de centro. Creo en un Estado apoyador, que te pueda proteger, y que sea un Estado fuerte; pero con una mirada —que estudié ingeniería comercial — de libre competencia. Es más parecido a los países europeos. Esa sería mi mirada.
Antes era católico y ahora soy creyente. Tengo una fe súper fuerte. Tengo esta medalla que la tengo hace 30 años, de la Virgen de los Rayos, que cuando se me echó a perder el ojo me regalaron. Además la tuvo mi abuela cuando se estaba muriendo en la clínica y, cuando llegó una prima se la regaló a ella; y mi prima cuando mi hija salió del colegio, contó que esa medalla la tenía ella, que se regaló a mi hija y mi hija me la devolvió a mí. Esta medalla para mí es clave. Me siento protegido. Creo que hay una cosa espiritual más allá de lo material o humano. Creo que somos humanos viviendo una experiencia en el mundo una experiencia espiritual. Creo en la energía. Todos somos energía. Creo en la fuerza de la fe. Católico ya no me siento, porque no voy regularmente a misa. Pero cuando chico tuve formación católica.
Creo que me moriré con inquietudes, porque soy inquieto por naturaleza. Pero me siento en paz, con el camino recorrido, con lo bueno, lo difícil, los momentos complejos, con los momentos de éxito, de alegría, y de amor. Siempre he pensado que me gusta no solamente existir: me gusta vivir. Creo que la vida tiene que ser así. Mientras más experiencias vives, que soy una persona que ha vivido hartas experiencia, logras entender más la vida. Obviamente de repente hay misterios que todos nos planteamos, y soy bien existencialista en ese sentido; pero me siento en paz, mucho más maduro, con hijos más grandes, estable... Me siento bien feliz.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido ingeniero comercial, me habría gustado ser decorador, actor o peluquero. Me gusta toda lo estético. Pero, sobre todo, me habría dedicado a decorar.
En mi época de estudiante en la U. de Viña del Mar, no era estudioso, para nada; era carretero. Tenía dedos para el piano en marketing, para lo creativo, y después caché por qué me dediqué a la tele; pero finanzas, contabilidad y todos esos me los eché varias veces, algunos los hice tres veces. Me demoré como siete años en sacar la carrera y volví a titularme como diez años después, cuando la universidad llamó a una generación completa, y volví a estudiar tres meses para mi examen de grado, y me titulé.
¿Un apodo? Camiroaga me puso “El rubio natural”; y de chico siempre me dijeron “Peter Rock”; pensaban que era su hijo.
Un sueño pendiente es instalarme en Concón, 100%. Muy lindo.
No tengo cábala, tengo ritos: me levanto, me tomo un café, llego, me tomo otro café acá; y hago el inicio del programa todos los días igual, con la misma música, que antes de que parta pongo dos canciones de Teleradio Donoso, todos los días. Y cuando tengo que animador algo más, me pego una persignada y me encomiendo.
¿Una frase favorita? Podría decir una que dije para los Martín Fierro: “Los caminos más difíciles te llevan a los lugares más hermosos”.
Un trabajo mío que no se conoce fue mi primera pega, que trabajaba en “El Choclón”, que vendían conos con choclo caliente en la playa; trabajé también en un paking cuando chico; y produje fiestas; libretista, y varias cosas sin tener estudios de eso.
Me gasté todo mi primer sueldo en una comida, que invité a comer a mis papás, al restorán Fellini, en Viña del Mar, frente al casino: $30 mil pesos costó la comida.
Me arrepiento de varias cosas, pero la dejo en lo personal... decisiones que a veces no debí haber tomado.
Un comunicador chileno que admiro es Don Francisco.
Un animador que sea mi amigo es Diana Bolocco, Sergio Lagos, Julián Elfenbein y Don Francisco, que son mis más cercanos; y de la Diana soy íntimo amigo, la adoro.
Un trago favorito es el vino y el espumante. Ya pasé por el pisco sour, la piscola y esas cosas, hace muchos años. Ya cumplí mi cuota, jaja, como buen viñamarino.
Un talento oculto es la decoración; me fascina, tengo una colección de muchas revistas. Y también me gusta cocinar... ¿Y a Sergio Lagos le dije que soy un gran besador? (Sigamos de largo, 2020)... Ehh, lo mantengo, jaja.
¿Una película que me hace llorar? Me gustan las películas existenciales de relaciones de pareja como Diario de una pasión, Antes del amanecer y Los puentes de Madison.
¿Un miedo? No me gustan los ratones. Trato de no funcionar desde el miedo, nunca.
¿Creo en el horóscopo? Paso por periodos. Ahora sí, creo. Y soy Conejo de Madera además, ¡de Madera!
Si pudiera tener un superpoder me gustaría saber lo que la gente piensa: leer las mentes.
Un placer culpable es el chocolate y fumar... He dejado de fumar unas diez veces en mi vida, y vuelvo. Vengo de una familia de fumadores.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, invitaría a Elvis (Presley) de todas maneras, a (Diego) Maradona, y a Jesucristo.
Martín Cárcamo es un tipo ordinario que ha vivido, gracias a Dios, situaciones extraordinarias.
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