“Es un poco difícil capturarlos”: cómo descifraron a la nueva especie de Murciélago que solo vive en Chile

Murciélago. ILUSTRACIÓN: César Mejías / @gatoncomic
Murciélago. ILUSTRACIÓN: César Mejías / @gatoncomic

Los quirópteros son los únicos mamíferos voladores, su diversidad solo es superada por los roedores y los hallazgos no cesan, al igual que su injusta mala fama. Ahora, un estudio hecho desde distintos frentes definió a este linaje como endémico del país. En el presente, declara la investigadora Annia Rodríguez, “no tenemos certeza del real estado de conservación”, un tarea pendiente que la mirada experta califica de “urgente” en lo que respecta a “sus poblaciones y diseñar medidas para protegerlas”.

Annia Rodríguez San Pedro, nacida en Cuba, se metió —literalmente— en el mundo de los murciélagos en 2001, cuando estudiaba biología en la Universidad de La Habana. En aquella isla caribeña, un profesor la llevó a unas cuevas donde “la cantidad de murciélagos que salían era impresionante, y quedé fascinada”. En aquel entonces, “había muy poca gente” dedicada a la investigación de quirópteros, por lo tanto, “se necesitaban investigadores”, recuerda.

La otra razón para meterse en este orden de mamíferos fue que “son de los animales con menos popularidad y más rechazados”, dice. Desde ese ángulo, ella quiso aportar para “cambiar la percepción”.

Entre 2013 y 2015, los investigadores brasileños Roberto Leonan y Ricardo Martorelli partieron con una revisión a todas las especies de murciélagos a lo largo de todo el neotrópico de Sudamérica, es decir, gran parte del continente, que incluía a Chile.

Corría el 2018 cuando llegaron al murciélago orejas de ratón del sur (Myotis chiloensis), distribuido desde la Región de Coquimbo a la de Magallanes, “y empezaron a encontrar diferencias entre las poblaciones del centro y las más sureñas; tenían características que diferían un poco, sobre todo en la coloración”, cuenta la ecóloga y bióloga evolutiva en el Centro de Investigación e Innovación para el Cambio Climático (CiiCC) de la Universidad Santo Tomás, a La Cuarta. “Sospechaban que podía tratarse de una especie distinta”.

El murciélago orejas de ratón del sur (Myotis chiloensis). FOTO: Annia Rodríguez
El murciélago orejas de ratón del sur (Myotis chiloensis). FOTO: Annia Rodríguez

Por ejemplo, el pelaje del vientre era un poco más claro en las poblaciones del centro que en las sureñas. También, entre otras diferencias, tenían orejitas más largas.

Así pusieron en marcha los análisis morfológicos, es decir, de su aspecto físico. “Entonces se contactaron conmigo para incorporar el tema de la bioacústica y la parte de los análisis genéticos”, relata ella.

Y tomó forma un estudio que empezaron a escribir en marzo de este año. Finalmente fue publicado en la revista Zootaxa durante septiembre con la noticia de una nueva especie, y se trataría de la primera que es endémica de Chile, ubicada exclusivamente en el país. Su nombre es Myotis arescens y, si bien aún no tiene un nombre coloquial, se le podría decir “murciélago orejas de ratón del centro”.

Ya habrá tiempo para un apodo más breve.

La nueva especie de murciélago orejas de ratón. FOTO: Annia Rodríguez
La nueva especie de murciélago orejas de ratón. FOTO: Annia Rodríguez

Pilotos nocturnos

Se conocen unas 1456 especies de quirópteros (Chiroptera, del latín “mano alada”), siendo el segundo orden de mamíferos más diverso tras los roedores, y el único que puede volar, tras un largo tiempo de evolución le permitió desarrollar unas membranas entre el codo y el tobillo, las cuales, a la larga, se convirtieron en un par de alas con todas las de la ley.

Todos ellos provienen del mismo ancestro común, que dataría de hace unos 60 millones de años, según el zoólogo británico Richard Dawkins.

Se distribuyen por casi todos los continentes, excepto la Antártica. La inmensa mayoría ha conquistado los cielos nocturnos, mientras que las aves —salvo rapaces como búhos y lechuzas (Strigiformes)— son las protagonistas durante el día.

Pero para conquistar la oscuridad, tuvieron que ingeniárselas. Y la persistencia de millones de años de evolución les dio una mano: la ecolocalización, una estrategia que también usan animales como delfines o ballenas. “Los murciélagos emiten un sonido ultrasónico, que está por encima del rango de audición de los humanos”, explica Annia, ya que nuestro rango de audición está entre los 2 y los 20 kHz.

Annia Rodríguez y el trabajo en terreno para oír murciélagos.
Annia Rodríguez y el trabajo en terreno para oír murciélagos.

En general, no basta con nuestros oídos para escucharlos; eso sí, no todos los murciélagos recurren a este sistema, como suele ocurrir en el suborden de los megamurciélagos o pteropódidos (Pteropodidae), también conocidos como “zorros voladores”, que usan su buena vista y olfato.

Pero de vuelta en la ecolocalización, “cuando este sonido rebota en lo que el murciélago tiene en frente, que puede ser un árbol, una pared o un insecto, ese sonido vuelve en forma de eco”, precisa ella. “El murciélago lo recibe y, a través de eso, se genera una imagen con la que puede saber todo lo que tiene delante”, desde tamaños a velocidades.

Eso sí, “hay algunas especies que emiten frecuencias más bajas”, detalla, “y por eso a veces podemos escucharlas, como de 12 o 15 kHz”, que se encuentran en el rango de audición humano. Pero en el caso de los distintos Myotis, produces ultrasonidos que llegan a los 38, 39, 48 o 50 kHz. En el caso de M. Arescens, su frecuencia se encuentra en los 39 kHz.

“Acá mi aporte en concreto fue con la llamada de ecolocalización”, explica ella sobre el estudio. Para eso, lo compararon con los sonidos que emite su cercano pariente, el murciélago orejas de ratón de Atacama (Myotis atacamensis), “para efectivamente ver si en la acústica podía entrar algún elemento para el reconocimiento de la especie”.

Atacama Myotis (Myotis atacamensis). FOTO: Annia Rodríguez
Atacama Myotis (Myotis atacamensis). FOTO: Annia Rodríguez

Este linaje recientemente descubierto pertenece al género Myotis, el cual se caracteriza por reunir a murciélagos de “orejas puntiagudas, que simulan a las orejas de un ratón; de hecho, de ahí viene su nombre común”, detalla. Son de color marrón y de pequeño tamaño, por ejemplo, el cuerpo de la nueva espacie mide entre entre 74 y 87 milímetros; “y el rostro es completamente distinto al de las otras especies que están en Chile”, remarca, como los géneros Histiotus o Lasiurus.

Esas diferencias en el rostro “tiene mucho que ver” con la alimentación de cada murciélago. “Por ejemplo, una especie omnívora va a tener un rostro mucho más alargado, que parece una trompetita, en comparación con un frugívoro, que tienen rostros y cráneos más robustos por el tema de masticar las frutas”, dice. En tanto, los insectívoros cuentan con “orejas mucho más grandes por el tema de la ecolocalización con las presas”.

Y dentro de los propios murciélagos que comen insectos, el aparato de audición variará según el bicho en cuestión que esté en su dieta. En el caso de M. Arescens, se alimenta principalmente de polillas, coleópteros (escarabajos) y moscas; por lo tanto es un buen controlador de plagas en las zonas agrícolas.

“Las frecuencias (de ultrasonido) varían también según la dieta”, precisa la investigadora. “Por ejemplo, emitir frecuencias más altas te permite atrapar insectos más pequeños”.

Un individuo de la nueva especie M. Arescens. FOTO: Annia Rodríguez
Un individuo de la nueva especie M. Arescens. FOTO: Annia Rodríguez

Las llamadas de cada especie son “características” y permiten diferenciarlas entre sí. Esa pega le tocó hacer a Annia con M. Arescens. En lo que respecta a su género, Myotis, “tienen un diseño muy similar”, pero “difieren en algunos valores de frecuencia”, aclara. Para poder captar ese ultrasonido, utilizaron unos micrófonos especiales que logran capturarlo y convertirlo en ondas audibles; además, a través de un software, puede ver estas frecuencias en un computador.

Contrario a la creencia popular, según la zoóloga inglesa Lucy Cooke en La inesperada verdad sobre los animales (2019), menos del 0,05% transmiten la enfermedad de la rabia: “Se les debe hace un largo tiempo un buen cambio de imagen”, se lee en aquel libro.

Aparte, en total, entre las más de mil especies que existen en el mundo, solo tres son hematófagas, es decir, se alimentan de sangre.

Cómo pillarlos

Cuando se trata del género Myotis, “hay muchas especies crípticas, que morfológicamente son muy parecidas y, por lo tanto, a veces se confunden, a menos que se hagan análisis un poco más profundos”, declara Annia. “Están ocultas por esas similitudes”. Solo al hacer exámenes “más profundos” en el cráneo, antebrazos u otras partes del cuerpo, empiezan a asomar las divergencias, las cuales son respaldadas con pruebas genéticas.

El murciélago orejas de ratón del sur, conocido científicamente como M. Chiloensis, fue documentado por primera vez en 1840 por el naturalista inglés George Waterhouse, luego de ser visto por primera vez en Chiloé, lo que deja claro el origen de su nombre.

Grupo de M. Chiloensis. FOTO: Annia Rodríguez
Grupo de M. Chiloensis. FOTO: Annia Rodríguez

Hasta antes de este estudio, M. Arescens se consideraba una subespecie de M. Chiloensis. En el papel, la primera se distribuía desde Coquimbo hasta La Araucanía, mientras que la segunda iba desde la Región de Los Lagos hacia Magallanes. “Igual probablemente se superpongan los límites” sur y norte de cada una, respectivamente, advierte Annia.

“Ahora se pasó a la categoría de especie”, declara, porque la investigación dejaría en manifiesto que cada linaje ha seguido su propio camino evolutivo.

Guillermo D’Elia, investigador y curador de mamíferos de la Universidad Austral destaca a La Cuarta que el “mayor significado” de separar a M. arescens es de M. chiloensis “es corroborar lo que muchos sabemos, pero que no es ampliamente reconocido: aún no tenemos 100% caracterizada la biodiversidad en su dimensión más básica: ¿Cuántas especies existen en Chile? ¿Cuáles son? ¿Y dónde están?”.

El trabajo de campo de Annia con un murciélago entre sus manos.
El trabajo de campo de Annia con un murciélago entre sus manos.

Pero primero, para llegar a esta conclusión, Annia y su equipo debieron recolectar algunos individuos de tres distintos rincones: de la Reserva Nacional La Chinchilla, Coquimbo; de una zona agrícola en Paine, Región Metropolitana, y del pueblo de Cherquenco, en La Araucanía. De oeste a este, al murciélago en cuestión se lo ha registrado desde la cordillera de la Costa, pasando por el valle central, hasta los 1.500 metros de altura en la precordillera andina.

Para pillarlos usaron redes de niebla, “que son como unas mallas que se utilizan para el voleibol, pero con unos cuadritos de un hilo muy fino de nylon”, explica ella. Al extenderlas con unos postes de metal, “se vuelven prácticamente invisibles”, asegura; por lo tanto, cuando los murciélagos pasan por su “corredor de vuelo, no la ven, caen y quedan atrapados”, dice.

Pero no es tan fácil.

Un grupo de murciélagos del género Myotis. FOTO: Annia Rodríguez
Un grupo de murciélagos del género Myotis. FOTO: Annia Rodríguez

Según Annia, los quirópteros que comen insectos “tienen la capacidad de detectar las redes, y muchas veces las esquivan”, considerando que tienen bastante desarrollada la ecolocalización. “Es un poco difícil capturarlos; además, vuelan mucho más alto”, plantea. Son muy hábiles para maniobrar en vuelo.

La otra opción, dice, es derechamente pillarnos en sus refugios. A esta especie, que es de hábitos nocturnos y crepusculares, los lugares donde los han encontrado durmiendo durante el día son minas abandonadas; también en construcciones o edificaciones, sobre todo en zonas rurales; y además frecuentan los agujeros de algún árbol.

Contrario a la mayoría de las especies chilenas, “que son solitarias”, Arescens viven grupalmente; en general, los distintos linajes del género Myotis “son muy coloniales”, precisa la ecóloga. “Hasta ahora no hemos encontrado grupos muy numerosos, pero sí pueden llegar hasta 40, 80 o 100 individuos”, precisa. Aunque en otras partes del mundo, tranquilamente, se los puede ver reunidos por miles.

Los murciélagos de Chile están protegidos por la Ley de Caza y, por lo tanto, los investigadores deben obtener un permiso del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) “en que debemos explicar el motivo de la captura, y si es que se liberarán los animales”, cuenta. “Nosotros nunca matamos a ningún animal; de hecho, cuando recolectamos tejido de las alas, le hacemos una pequeña incisión y se recupera porque cicatriza”. Una vez ya sano, es liberado.

Annia Rodríguez en el trabajo en terreno con murciélagos.
Annia Rodríguez en el trabajo en terreno con murciélagos.

Sobre este estudio, Guillermo destaca del proceso que “se dio a partir de la integración de datos morfológicos, genéticos y acústicos”; a ello se debe que “las inferencias basadas en múltiples líneas de evidencia son más robustas y de esta forma es el enfoque contemporáneo en taxonomía”, o sea el cómo la biología agrupa y ordena a los distintos seres vivos.

En lo que respecta a la revisión previa de los distintos murciélagos, valora que este “estudio no hubiese sido posible sin el material depositado en colecciones biológicas”, por lo tanto, “se necesita que las colecciones sigan creciendo en su acervo”.

Peligros latentes

Aún se desconoce hace cuando miles o millones de años, divergieron M. Arescens y M. Chiloensis. Para eso “hay que empezar a hacer análisis poblacionales, con más individuos”, adelanta Annia.

Sin embargo, como es común para todas las “nuevas” especies en Chile, lo “más urgente”, dice ella, es saber el estado de sus poblaciones. “Sin esa información”, advierte, “no tenemos certeza del real estado de conservación” en que se encuentra este murciélago.

En suelo chileno habitan 16 especies distintas. Solo una de ellas se alimenta de sangre, principalmente de aves y ganado doméstico, e incluso de lobos marinos; se encuentra distribuida desde México al norte de Chile, donde es conocido como piuchén o “vampiro de Azapa” (Desmodus rotundus).

Retrato de un piuchén. FOTO: Annia Rodríguez
Retrato de un piuchén. FOTO: Annia Rodríguez

Dentro de los distintos linajes de Myotis, el murciélago orejas de ratón del sur (M. Chiloensis) está clasificado en “preocupación menor” por la Unión para la Conservación de la Naturaleza (UICN); en tanto, M. Atacamensis se halla en la categoría de “peligro de extinción”, según la misma organización, aunque el Ministerio del Medio Ambiente chileno la ubica en “casi amenazada”, dándole menor dramatismo.

“Son cosas en las que hay que entrar a ponerse de acuerdo”, advierte ella.

Aquellos dos linajes —y parientes cercanos de M. Arescens— habitan también en Argentina y Perú, respectivamente, a diferencia de la nueva especie, que solo está en Chile, lo que podría volver más delicado su estado de conservación.

“Que Chile tenga su primera especie de murciélago endémica es sumamente relevante ya que incrementa la biodiversidad nacional, pero representa, además, un desafío para la conservación”, declaró la investigadora cuando se publicó el estudio. “Las especies endémicas son más vulnerables al contar con poblaciones reducidas, y por lo tanto, más susceptibles a la extinción”, por lo que “su protección ante potenciales amenazas debe ser prioritaria”.

Dentro de las principales amenazas para los murciélagos en Chile está, en primer lugar, la pérdida y fragmentación de su hábitat. Otro problema “bastante grande”, remarca Annia, es el uso de pesticidas en la agricultura. Y también la energía eólica puede significarles un drama, porque “muchas especies chocan con las astas, o terminan afectadas por la diferencia de presión cuando pasan cerca”.

Un murciélago de la nueva especie Myotis Arescens. FOTO: Annia Rodríguez
Un murciélago de la nueva especie Myotis Arescens. FOTO: Annia Rodríguez

Aunque sobre este último factor, en el caso de los murciélagos orejas de ratón, “no hay muchos registros, porque tienen un vuelo que es más bajo; no coincide exactamente con el rango de acción de las hélices, que están por encima de los 30 u 80 metros”. Sin embargo, agrega, “no se puede descartar”.

Al tratarse de una especie endémica del país, “que si bien no tiene una distribución tan pequeña, se encuentra en un área fuertemente impactada por actividades humanas”, remarca Guillermo, y coincide en que “es urgente evaluar el estatus de conservación de sus poblaciones y diseñar medidas para protegerlas”.

—A todo el mundo le gusta estudiar las mariposas, las aves, los gatos, las güiñas (Leopardus guigna) y todos los animales que son “bonitos” —dice Annia—. Pero a los murciélagos la gente le tiene mucha fobia.

Aun cuando el cine y la literatura no le han hecho ningún favor a lo largo de las décadas, declara Annia, al estudiar a estos mamíferos voladores, “igual se genera un afecto” y las ganas de “hacer todo lo posible por proteger sus poblaciones”.

De hecho, dice, “cuando tengo un murciélago en la mano, me emociono”.

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