Genio matemático, anarquista y asesino postal: persiguiendo al misterioso "Unabomber"

El sábado pasado se cumplió otro año desde que el FBI finalmente le diera caza al que denominaron como "Unabomber". Acá repasamos la historia de un adolescente superdotado —con pasos por Harvard y un tempranero doctorado— devenido en un terrible terrorista —escondido bajo la fachada de un ermitaño inofensivo y barbudo— que asesinó a tres personas, hirió a otra veintena y eludió por casi dos décadas a las diferentes agencias federales de EE.UU.

El miércoles 3 de abril de 1996, hace veinticinco años, un agente del FBI, la más distinguida agencia de investigación criminal de los Estados Unidos, llamó a la puerta de una diminuta cabaña, de no más de nueve metros cuadrados, construida a unas 75 millas de Missoula, Montana:

"Ted, necesitamos hablar contigo".

Apenas con esas cuatro palabras, sin necesidad de redadas espectaculares o fuego cruzado, como se supone que terminan —o como acaso así nos malacostumbraron— toda esta clase de historias, acabó una persecución a ciegas; la de "Unabomber", responsable de 16 cartas bomba que mataron a tres personas y mutilaron a otras veintitrés y, por dieciocho largos años, profesional curtido en el arte de burlar a diferentes agencias federales.

Para reconstruir la historia hay que retroceder hasta el 25 mayo de 1978, cuando un paquete —cuyo destinatario era Buckley Crist, un profesor universitario que hacía sus clases en la Universidad Northwestern de Illinois— explotó en las manos de un guardia: sufrió algunas quemaduras leves.

O quizás hasta el 22 de mayo de 1942, cuando, en algún lugar de Chicago, nació Theodore John Kaczynski, la mente detrás de los ataques.

Un cerebro criminal

"Es frustrante, pero parece que no puedo hacer una bomba mortal", se lamentó un día Kaczynski en su diario personal.

El explosivo que envió en mayo de 1978 era tan sólo la punta del iceberg. Para 1982, cuando escribió esa frase, había repetido la maniobra al menos en seis ocasiones, con dispares resultados —cada vez más perjudiciales— pero sin conseguir lo que realmente esperaba: víctimas fatales.

Se lamentaba porque detrás del terrorista más buscado en el país, se escondía él: un muchacho al que desde su quinto grado le pronosticaron el porvenir de un genio. Con un coeficiente intelectual que cifraron en 167,3 puntos —siete más que Albert Einstein o Stephen Hawking, sólo por mencionar a un par de superdotados— pasó sin escalas de quinto a séptimo, a los 16 años estudiaba en Harvard, culminó un doctorado en Matemáticas en la Universidad de Michigan, y apenas a los 25 se desempeñaba como el profesor ayudante más joven de la historia de la Universidad de California (Berkeley).

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Theodore John Kaczynski, 1967.[/caption]

Era, sí, un genio, pero novel en la tarea autoimpuesta de crear explosivos. Su primer artefacto, que se prendió fuego en las manos del guardia, Terry Marker, era un tubo de metal de 23 centímetros de largo, 2,5 de diámetro y el primitivo detonador era un clavo, tensado por unas cuantas gomas diseñadas para encender seis cabezas de fósforo y la pólvora ni bien se abriera la caja contenedora.

En 1979, acomodó otra bomba en el equipaje del vuelo 444 de American Airlines —un Boeing 727 que iba de Chicago a Washington— aunque nuevamente sin éxito: el dispositivo, acompañado de un barómetro, estaba preparado para explotar cuando el avión alcanzara los 34 mil 500 pies de altura, pero el humo que comenzó a despedir alertó a tiempo a los pasajeros y también al piloto, que aterrizó de emergencia. Un fallo en el mecanismo del temporizador fue, en esa ocasión, su salvavidas. Tenía la fuerza para "devastar el avión", revelaron luego las autoridades.

Luego de esos "fallos", ya rebautizado como "Unabomber", por la contracción de University and Airline Bomber, Kaczynski se preocupó de pergeñar explosivos cada vez más sofisticados, para así disminuir el margen de error. Sumó baterías y un filamento caliente a la ecuación.

El 12 de diciembre de 1985, el dueño de una tienda de computadores de Sacramento fue su primera víctima mortal.

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Las distintas etapas de Kaczynski.[/caption]

Pero volvamos un momento:

¿Cómo fue que un matemático exitoso devino en el terrorista más buscado, hasta entonces, por la FBI?

El punto de quiebre

Sobre el perfil inesperado que cultivó Theodore John Kaczynski se han trazado varias teorías: la primera apunta al cambio que experimentó cuando era apenas un niño y sus padres, Theodore Richard y Wanda Dombek, segunda generación de inmigrantes polacos, coincidieron en que el quinto grado ralentizaría el desarrollo de su hijo más brillante. Pasó, entonces, a séptimo. Pero allí fue permanente objeto de bullying, agresiones y, en el mejor de los casos, indiferencia. Sus compañeros, dos años mayores, lo aislaron. Era el "raro" de la clase.

Otra, la más aceptada, dice que la ruptura tuvo sus raíces tras verse sometido a un experimento psicológico de la CIA durante su paso por Harvard. Se trataba del proyecto MK Ultra, un programa de control mental que más se asemejaba a un sistema de torturas.

"Emocionalmente estable", fue el diagnóstico final del programa que habría asestado el golpe de gracia.

Los cambios, sin embargo, comenzaron a manifestarse recién en 1969, cuando abandonó sin demasiadas explicaciones su prometedora vida académica. Dos años después, con sus ahorros se instaló en una cabaña lejos de todo y de todos.

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La cabaña del "Unabomber".[/caption]

"Hago lo que hago por una simple cuestión de venganza personal. No hay un motivo altruista ni pienso en el bienestar de la raza humana (...); una venganza general contra la comunidad científica y los estamentos burocráticos, por no hablar de los comunistas y de los otros que amenazan las libertades. Pero eso es imposible. Me tendré que conformar con una venganza menor, personal", le argumentó a su hermano David en una carta que data de abril de 1971.

Siete años más tarde inició su actividad terrorista y poco después se convirtió en la obsesión del FBI.

"Estaba solo en el mundo. Estaba enojado. Decidí que iba a ajustar cuentas con el sistema. Vengarme. Quería alejarme de las ciudades y la civilización. Quería ser un ermitaño", blanqueó el propio Kaczynski algunas décadas más tarde en Unabomber: en sus propias palabras, docuserie de Netflix dirigida y escrita por Mick Grogan, una de las tantas obras que inspiró su caso.

Allí también explicó: "No existen dudas sobre por qué salí del sistema tecnológico. Reduce a las personas a simples engranajes de una máquina gigantesca. Nos arrebata nuestra autonomía y nuestra libertad. Lo importante es acabar con el sistema industrial utilizando cualquier medio necesario".

Su necesidad de transmitir ese pensamiento, acaso anarquista, fue su propia trampa.

La caída del Freedom Club

En 1995, "Unabomber" seguía siendo una incógnita para el FBI. Ese año, acabó con la vida de otras dos personas.

Pero ese año, además, se abrió por primera vez a negociar: propuso cesar definitivamente sus ataques con explosivos a cambio de que los dos medios más influyentes de Estados Unidos, The Washington Post y The New York Times, publicaran su manifiesto. Allí, firmando con el pseudónimo Freedom Club, Kaczynski expuso sus alegatos contra la tecnificación y la deshumanización que ofrecía la vida moderna.

En principio, los medios dudaron por varias razones, pero tras la insistencia del propio FBI, que se jugó por la remota posibilidad de que alguien pudiera colaborarles tras leer el ensayo, publicaron el 10 de septiembre un texto de 35 mil palabras titulado "La sociedad industrial y su futuro".

"La revolución industrial y sus consecuencias han sido un desastre para la raza humana. Han aumentado la esperanza de vida de los que vivimos en países avanzados, pero han desestabilizado la sociedad y han condenado a los seres humanos a la indignidad", arrancaba.

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Una imagen que sacudió al mundo.[/caption]

La pareja de David Kaczynski, cuñada del "Unabomber", lo leyó. Le acercó el documento a su esposo: había algo en ese particular estilo, en el discurso y en las expresiones. Recordó las cartas que "Ted" solía enviarle a David. Las compararon y disiparon toda clase de dudas. Tras asegurarse de conservar el anonimato, lo delataron.

James Fitzgerald, investigador del FBI que se la pasaba de entre ocho a diez horas diarias analizando los escritos, confirmó la información:

"Las tres primeras páginas (del manifiesto) tienen borrones, pero como utilizaba una máquina de escribir de 1932 que no tenía la tecla de borrar tuvo que hacer las correcciones a mano. Sentía que estos errores bastante pequeños me decían algo, investigué y me di cuenta de que tesis o disertaciones desde los años 30 hasta los 60 tenían correcciones similares. Eso me hizo darme una pequeña idea de su edad y lo corregimos en el perfil inicial. Supimos también que era una persona con estudios avanzados", le explicó el agente a El Comercio en 2018.

En abril de 1996, la postal de Theodore John Kaczynski, un ermitaño barbudo caminando esposado, dio la vuelta al mundo.

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Kaczynski, el "Unabomber", detenido.[/caption]

En el juicio, "Ted" rechazó una supuesta incapacidad mental: eso, para él, era manchar su legado. Por el contrario, asumió la autoría de cada uno de los atentados. El 4 de mayo de 1998, dos años después de su captura, fue sentenciado a ocho condenas de cadena perpetua.

En 2013, se cumplió el aniversario 50 de su promoción en la prestigiosa Harvard. Kaczynski, recluido en una cárcel de máxima seguridad en Colorado, de alguna manera quiso estar con sus excompañeros. Les envió una carta con la siguiente información:

Ocupación: Preso 04475-046.

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