Todos fuimos engañados: revelan la verdad tras el rescate de los niños de Tailandia

La verdadera forma utilizada para sacar a los niños de la cueva era mucho más compleja, pues se trataba de un tipo de rescate que nunca se había intentado antes. Así que optaron por engañar a los padres y al mundo entero para no disparar las alarmas.

El rescate de los niños tailandeses, quienes quedaron atrapados durante 17 días en una caverna junto a su entrenador, fue una de las noticias más mediáticas de los últimos años. Todo el planeta estaba pendiente del desenlace.

Y pese al lamentable fallecimiento de uno de los rescatistas y el complejo operativo que debía realizarse, la historia acabó con un final feliz para los muchachos.

Se le dijo a todos que los niños fueron entrenados en buceo y que así salieron: nadando. Pero lo cierto es que eso nunca ocurrió. Y gracias al libro The Cave, del británico Liam Cochrane, la verdad salió finalmente a la luz.

Sedados

Desde el principio, el único curso de acción que quedaba era el más peligroso de todos: sacar a los niños. Un experto se lo dijo directamente a quienes dirigían el rescate: "Si buceamos ahora, algunos podrían morir; pero si no buceamos, todos morirán y solo vamos a recoger 13 cuerpos".

Para calmar los nervios, se les dijo a los padres que a los niños y a los medios que se les enseñaría a bucear y que cada uno de ellos estaría atado a una manguera de aire, nadando con un buzo de rescate al frente y otro detrás. Esto no era cierto.

Aquellos que habían estado dentro de los túneles inundados sabían que no había forma de que un niño que nunca antes hubiera buceado pudiera atravesar la embarrada y traicionera carrera de obstáculos.

La única esperanza era sedarlos, poner máscaras alimentadas con oxígeno con sellos de silicona en sus caras y dejar que los expertos buzos de cueva los llevaran.

Pero fue crucial que las máscaras quedaran bien ajustadas, de lo contrario podrían ahogarse. Y hubo un problema con el tamaño. Se obtuvieron docenas de máscaras de cara completa, pero la mayoría fueron para adultos. Solo cuatro eran aptos para niños. La incertidumbre y el miedo eran altos.

En cuanto a sedarlos, eso requeriría especialistas, y se realizó una llamada a dos buceadores australianos de gran experiencia, el Dr. Richard Harris, un anestesista conocido por todos como el Dr. Harry, y su amigo y compañero de buceo Craig Challen, un veterano retirado.

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La primera imagen de los niños en un hospital en la provincia de Chiang Rai, Tailandia, después de que fueron rescatados de la cueva.[/caption]

Final feliz

El Dr. Harry, que impartió un curso para enseñar a los trabajadores de servicios de emergencia a bucear, asumió la delicada tarea de poner a dormir a los niños.

Ambos hombres estaban muy conscientes de los enormes riesgos que implicaban y le pidieron al gobierno tailandés inmunidad diplomática.

Había una posibilidad real de que algunos, posiblemente todos, los niños murieran y, comprensiblemente, no querían que los culparan.

Sin embargo, las cosas salieron bien, pese a las altas posibilidades de fracaso. Y se transformó en una de las historias de supervivencias más inspiradoras de este siglo.

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