Los últimos cinco años, Arturo Fuenzalida trabajó en dos estudios como abogado tributario. Le gustó la experiencia, ganaba bien, pudo saldar sus deudas y ahorrar dinero, pero no bastaba: algo parecía hacerle falta. Apasionado por la magia desde pequeño, resolvió retomar su carrera de a poco, hasta que lo entendió: lo suyo es ser mago. Ahora es campeón latinoamericano de “magia de cerca” y se prepara para el Mundial en Italia.
¿Cómo saciar la curiosidad de un niño de 13 años inquieto, de gustos escasos, coleccionista de insectos, billetes y monedas antiguas, con ganas de aprender otras cosas? Su hermano mayor sospechó que la respuesta podía esconderse en la magia. En algún truco imposible de David Blaine, en Criss Angel partiendo cuerpos a la mitad en plena calle o en un set de televisión. Le acercó esos videos. Como también los de otros tipos expulsando fuego de sus bocas, adivinando cartas boca abajo, buscando cambiar las reglas de la realidad por un momento. Y esa idea, la de transformar cosas en vivo, a Arturo, el niño de 13 años inquieto, de gustos escasos, coleccionista de insectos, billetes y monedas antiguas, le encantó.
—El desafío era cómo aprender magia, porque la raja que te guste, pero ¿dónde se aprende?
Arturo Fuenzalida está al interior de su departamento en Providencia un jueves al mediodía, hace poco cumplió 32 años y hace menos ganó el primer lugar, en la categoría Magia de cerca, del campeonato Latinoamericano de Magia FLASOMA (Federación Latinoamericana de Sociedades Mágicas) disputado en Cali, Colombia, lo cual le abrió las puertas del Mundial de Magia de Torino, Italia, en julio. Desde allí, sobre un sillón estilo colonial, él mismo responde.
—YouTube acababa de aparecer. Ahí fue lo primero, ver algunas cositas. Y de boca a boca entendí que había una escuela de magia, se acababa de formar, que era la de Fernando Larraín (El Mago Helmut). Llegué en micro, a tocar la puerta, y me quedé para siempre.
Fuenzalida se formó en la escuela y trabajó en la escuela. Atendía la tienda en los veranos; fue, por llamarla así, su primera pega.
Ahí, también, las razones por las que había maridado con la magia mutaron.
—Yo estaba en este rollo Criss Angel, de me quiero quemar en el carrete, ser el mino, no sé, una hueá muy superficial. Cero profundo. No entendía, no sabía lo que era el mundo del arte, ni idea. Hasta que de repente me topé con un gran mago chileno, una bomba internacional, que es Juan Esteban Varela.
Varela, abogado, creador de la magia para ciegos, recién llegaba de España. Tomó un curso de unos quince alumnos, a quienes en su primera clase sorprendió con una predicción: les dijo que el grupo se reduciría a tres o cuatro interesados como mucho. En sus cálculos, la mayoría se aburriría de él, porque no estaba allí para enseñarles algún truco, sino para hablarles de magia, de concepción psicológica, de pensamiento. Al cabo de cinco clases, quedaban apenas tres. Fuenzalida era uno de ellos, estuvo dos años bajo su tutela.
—Y ahí me cambió la mentalidad. Me abrió el mundo, me habló de la escuela española, de los libros de magia español y me dediqué a leer como loco hasta los 21 años, que fue cuando partí directamente a España.
—Fuiste chico a España.
—Cuando tenía 21 años. Congelé la universidad, porque murió mi mejor amiga. Estaba muy triste, estaba muy confundido. Ahorré y me fui el verano tres meses a España. Fue tocar puertas hasta llegar a Gabriel Pareras y a otros magos. Me junté con todos los cuáticos. La magia es muy generosa en eso, porque es un arte un poquito más rasca de alguna manera, jajajá. Onda: si te gusta David Bowie, no podís ir a tocarle la puerta y decirle “Oye, hueón, saquemos un tema”, ni cagando, pero en la magia sí. Está esa generosidad, es muy de boca a boca y muy de maestros, tiene esa relación. De sentarte con alguien que te va a enseñar algo. Y es muy bonito. Yo recorrí España en un bus, me juntaba con los hueones y me enseñaban, algunos más que otros por cierto. Y me pasó que todos los que conocí en esa época me vieron actuar hace poquito, el año pasado en Magialdia, que es como el festival más grande de España, no me veían hace como diez años y quedaron peinados pa' atrás, les encantó. Fue emocionante.
De Varela a España y sus maestros, Fuenzalida entró en contacto con la magia ficcional. En resumen, un movimiento pensado para que los espectadores puedan vivir la magia sin cuestionarse el cómo. Devoró libros y pronto se convenció de que esa era su propia magia: verla, sentirla, dejar atrás el engaño. En esa búsqueda, después de entrevistarse con Varela, se enteró de La Magie Nouvelle, un movimiento de ilusionismo francés que se define a sí mismo “un arte cuyo lenguaje es el desvío de la realidad hacia la realidad”.
En sus palabras:
—No trabajan nunca la figura del mago, siempre es como un loco y tú ves su mundo. Es como una obra, un mundo distinto. Generalmente, toda la magia, la que vemos, pasa en la misma realidad. Yo estoy acá, Arturo Fuenzalida. Pero esto pasa en un mundo distinto a la realidad y a mí me encanta eso. Una diégesis, le dicen ellos. Eso hace que el espectador vea eso de otra manera, porque cuando uno está en una película no se está preguntando si es falso o no. Uno está viendo Dune y que vuela la nave, y no estái pensando estas hueás son falsas, estái abandonado a la aventura. A los magos nos cuesta mucho eso. Esta idea de plantear un mundito me pareció fascinante y ahí fue una carrera bien larga para poder lograr estar con ellos.
En 2019, después de planificar tres años el viaje, de aprender el idioma francés exclusivamente para la aventura, de postular una vez, quedar y no poder ir, Fuenzalida al fin ingresó a La Magie Nouvelle. El curso duraba dos semestres, pero él sólo pudo hacer uno. Allá en Francia, sin suficiente dinero, postuló a un Fondart, pero sin éxito, por lo que no pudo completar el módulo.
—Filo, fue la mejor decisión de mi vida —dice de todos modos, sin remordimientos.
Pero la decisión en el momento fue polémica: cuando se marchó, Fuenzalida estaba listo para jurar como abogado. Titulado de la Universidad Católica, como otras veces, como ahora, el mago puso la magia por delante.
Y ahí está la segunda parte de su historia.
—¿Qué opinó tu familia?
—Al principio era como: este hueón está medio loco probablemente. Está bien que le guste la magia como hobbie, pero no te vai a poder dedicar. Mi papá, que murió hace un par de meses, estaba muy preocupado. Entonces había tensiones, ¿cachái? No había mucho como para apoyarme económicamente. Hubo nerviosismo, yo endeudándome. Un riesgo muy grande, pero fue la mejor hueá que hice en mi vida.
—¿Y qué pasó a tu regreso?
—Volví entero endeudado, jajajá. Tuve que volver a trabajar de abogado para pagar la hueá. Llegué a Chile, deuda importante, me salió un show en Perú, fui, volví, fue el Covid y me quedé encerrado, pensé: cagué, no voy a andar haciendo magia por Instagram. Entonces tuve que trabajar de abogado, yo pensé que no lo iba a hacer. Y la verdad, me gustó harto, fui muy feliz siendo abogado. Le pego harto a la hueá, estuve en estudios bien buenos, cinco años trabajando en eso. Y así me pagué mis deudas y tengo los ahorros para poder empezar con la magia de nuevo.
—¿Cómo fue compatibilizar tu vida como abogado y la magia?
—Puta, fue una locura. Pero me apasionaba tanto la magia, que dije: puedo. Me daba demasiada vitalidad y energía.
—Pero el resto del día memorizando...
—Sí, era muy duro, una locura. Llegó un punto en que me dije: esto no es sostenible. Esto no está bien pa’ mí, para mi humanidad. Porque partí, ponte tú, y el primer año no hice nada de magia, no podía. Y recién como al año y medio, me bajó una pena. Había vuelto de Francia, fue el Covid y cuando iba a pegar más, se cayó mi carrera. Dije: pucha qué pena, porque yo había inventado muchas magias en esa época. Me gustaría que, no sé, si me muero, que quede algún registro. Entonces, dije, voy a hacer un videoclip, y ahí hice un corto que estuvo girando y le fue muy bien. Fueron seis meses trabajando para grabar eso en dos días, y era todo paralelo al estudio de abogados. Me despertaba más temprano para ensayar todas las magias, me acostaba más tarde, era muy intenso. Y ahí volví un poco más a la magia, porque al video le fue muy bien.
—En algún momento pensaste que se acababa la magia.
—Sí, absolutamente. Ese video lo hice para que lo vieran mis nietos alguna vez. Y le fue tan bien que me llamaron de Fool Us. Después me llamó Mario López, un campeón del mundo, para que fuera a su festival. Y como que reviví. Volví y caché que en España hablaban de mi magia, como que quedé pa’ atrás. Me animé más, después me invitaron a otro festival más, del año pasado, que era muy importante, y ahí me decidí.
—¿Qué decidiste?
—Estaba puro hueando, esto es mi mundo. Me quieren acá, me están pidiendo. Es demasiado entretenido, actuar me fascina. Siento que es donde tengo que estar, como esa sensación. Y en las leyes no me pasaba. En leyes decía: si en veinte años llego a ser socio, no sé si voy a ser tan feliz realmente, no voy a sentir tanta plenitud.
—¿Hay un Arturo Fuenzalida abogado y un Arturo Fuenzalida mago?
—Absolutamente. Cuando soy abogado, soy muy serio, muy analítico, muy racional. Porque soy abogado tributario, además. Es algo súper técnico. Y el abomago es muy loco, po. Porque pa' ser mago y pa' ser bueno hay que estar un poco loco, y darte el permiso de hacer esas locuras. Al final uno se dedica a jugar, es como un niño. Y en el mundo adulto es muy difícil de hacer.
—¿Podías mantener a raya eso?
—Me costaba mucho. Eso era lo que más me costaba: mantener el yo creativo. Eran demasiadas horas siendo abogado y salía con la mente deformada. El fin de semana me acuerdo que me enfocaba en poder entrar a ese estado lúdico y lograba estar dos horas finalmente, muy poquito. Entonces estar ahora en un cien por ciento me ha hecho muy bien para el espíritu. Me pasó, además, particularmente que el año pasado se murió mi viejo, en noviembre, tuve una separación con mi exnovia muy difícil, estaba quebrado. Dije: hueón, fui a actuar, me fue muy bien, era el mejor momento para dedicarme con la magia, porque necesitaba estar conectado con mi espíritu, no con mi parte racional, la del abogado.
Entre 2020 y el 1 de enero de 2025, Arturo Fuenzalida se desempeñó en los estudios Albagli Zaliasnik y Ernst & Young. Ahora, si bien no se cierra a lo que pueda pasar en un futuro, lo suyo es la magia.
—Ahora fue mi misma familia la que me dijo ¿por qué no te dedicái a la magia?, jajajá.
El mago se forja de muchas maneras. Hay más investigación de la que se cree y mucha lectura técnica. Están los maestros, que corrigen, que heredan. Y está la creatividad. Según Arturo Fuenzalida, lo último es lo que más se valora. De ahí que su rutina, la que pretende llevar en julio a Torino, haya sido creada íntegramente por él. Los métodos, la estructura dramática.
—Generalmente las magias son: Hola, mi nombre es Arturo Fuenzalida, vengo de Chile. ¿Podría intentar algo contigo?, ¿cuál es tu nombre? ¿Eduardo? Ya, Eduardo. Un aplauso para Eduardo. En la realidad pasa que soy yo mismo. Pero acá, en este planteamiento, hago a un personaje que está absolutamente loco. Que está como delirando y tú ves ese delirio. Haces un viaje con él.
El proceso compositivo, dice el abomago, se trata de absorber hasta poder sacar ideas de cualquier cosa. Una vez fue invitado al concierto de uno de sus mejores amigos, baterista, y al verlo mover los pies, darle con fuerza a los bombos, cayó en cuenta que los magos casi no los ocupan, que algo había ahí. Hace poco, en la feria de magos, se distrajo con un sexshop y pasó casi dos horas adentro. Mientras sus compañeros compraban cosas en la feria, él buscaba inspiración entre los juguetes sexuales y sus sistemas de tiraje, de aire. Más atrás en el tiempo, cuenta, tuvo otra visión:
—Había terminado con una pareja hace muchos años. Y sentí que gran parte de por qué terminé con ella era por mi virilidad. Sentía que no era lo suficientemente masculino, tenía todo un rollo. No soy tan machorro pa' ella, ¿cachái? Y estaba en el metro, yendo a la fiscalía, estaba haciendo la práctica en esa época, terneado, y vi cómo la ropa se me empezaba a caer, mi terno de humano y me quedaba desnudo, ¿no? Y después de un rato, se me caía el pene. Me quedaba sin pene. Fue como una imagen simbólica que me atacó, y ahí dije: tengo que hacer esta hueá en el escenario. Demasiado linda la imagen: se cae el sexo. Y lo hice. Lo hago. Se me cae la ropa, se me abre. Ahí tenís una imagen surreal. Fue una pena, pero traerlo a la realidad fue muy lindo.
Estos pequeños Everest de creatividad le permitieron a Fuenzalida, en 2023, presentarse en Penn & Teller: fool us, un programa estadounidense donde los magos buscan engañar a Penn Fraser Gillette y Raymond Joseph Teller, dos leyendas del ambiente, para ganar el premio mayor. A la producción le gustó un truco que hacía con una brocha. Le pidieron enviar una rutina más extensa, de unos ocho minutos. Tuvo tres días para improvisar y convencerlos. Le pagaron pasajes, alojamiento, comidas y le pidieron ejecutar frente a una multitud. Fuenzalida no ganó, pero fue un espaldarazo.
—Nunca lo había hecho, lo estrené allí. La idea es hacer el acto que llevái haciendo diez años, ¿cachái? Pero yo lo había creado hace nada. Tuvo esa locura que me encanta, como tan ebrio. Hice una magia muy rara para ese programa y me motivó caleta.
Su creatividad, hace pocos días, propició su medalla de oro en el campeonato Latinoamericano de Magia FLASOMA (Federación Latinoamericana de Sociedades Mágicas), donde además fue el que abrió el certamen y su primera competencia como mago.
—Fue la mejor manera de partir el año, porque acabo de decidir dedicarme a la cuestión y tenía esta posibilidad. El número que presenté es una evolución del de Fool us, de festivales de España, con más feedback, mucho mejor nivel. Pero fue difícil, casi no voy.
—¿Por qué?
—Se había muerto mi papá, al principio fue como quizás no voy al Flasoma. Te baja como un nervio, una pena, un duelo. Era muy difícil decir: ya, voy a ir a competir al Latinoamericano, no sabía si iba a tener la fuerza. Estaban todos esos fantasmas. Pero finalmente partí, ensayé todo enero aquí encerrado, sin parar, hasta las cuatro de la mañana, llevé métodos más nuevos. Tuve que cambiar la música, el vestuario, la estructura para poder hacerlo. Había dificultades técnicas, pero todo se superó. Logré hacer todo como quería.
—Ahora el Mundial de Magia.
—Yo quería dejar mi trabajo para ir al mundial y la única manera que tenía para hacer eso era obteniendo el primer lugar, entonces tenía mucha presión.
—Y aun así ganaste, ¿qué implica para ti?
—Esto me abre muchas puertas. Erís el mejor mago de cerca de Latinoamérica, tenís ese título ahora. Entonces te permite viajar mucho, que te inviten a festivales, es el manso reconocimiento. Y lo otro es que siempre me negué a competir. Siempre fui más purista, “cómo el arte se va a medir en competencias”. Y ahora más viejo, pensando que algún día me voy a morir, que quiero hacer hueás con la vida, filo, no quiero ser tan mañoso, decidí tomar este desafío. Un desafío que además es de magia para magos, donde tienen que ser métodos muy sorprendentes, creativos. Y creo que proponerse ir a una zona de confort que no es la mía, y que se haya ganado el premio, es una locura.