Por Paulo QuinterosCrítica de Cine: Wicked Por Siempre, el cierre de un viaje que no sale de la sombra del Mago de Oz original
La segunda parte de Wicked busca cerrar su historia con ambición visual y nuevos matices, pero su propio relato termina recordando que la versión de 1939 sigue siendo el hechizo más poderoso que ha pasado por las tierras de Oz.

El éxito de la primera parte de Wicked sorprendió a varios, especialmente por su condición de ser una adaptación tan enrevesada.
Mal que mal, su propuesta surgía de un musical de Broadway inspirado en un libro de 1995 que, a su vez, reinterpretó a la obra original del Maravilloso Mago de Oz de L. Frank Baum y se aferró al legado de la clásica película de Judy Garland.
Pero aunque el ruido de la expectativa antes de su estreno fue acotado, aquella primera parte sorprendió e incluso terminó ganando un par de premios Oscar por su diseño de producción y vestuario.
Aquel éxito, a grandes rasgos, se entendió por el equilibrio entre espectáculo, emoción y una mirada fresca al mito de Oz. Y aunque la historia alteraba por completo la tradición del relato original, igual logró que el origen de Elphaba y Glinda conectara con nuevas audiencias sin desviarse de la esencia del clásico.
Y ahora, tal como estaba contemplado, llega Wicked Por Siempre para retomar la historia justo donde terminó la anterior. Claro que esa continuidad de partida la vuelve un producto más rígido y menos flexible.

No obstante, el gran pero de esta continuación es que su historia finalmente avanza en paralelo a la travesía de Dorothy y esa sombra resulta difícil de esquivar.
Aunque Dorothy nunca aparece directamente en pantalla, la película insiste en recordarla, con todo y su clásico atuendo o elementos que rememoran a Gardland.
Más aún, continuamente evoca a ese clásico inmortal con secuencias diseñadas para rememorar los sucesos que ocurran al otro lado del camino amarillo. En tanto, los guiños al León, al Espantapájaros y al Hombre de Hojalata, con los dos últimos teniendo su breve historia de origen, también refuerzan que esta no es la gran historia de Oz.
Todo ese recordatorio inevitable juega en contra a este cierre de la historia. De hecho, la comparación con la película de 1939 es imposible de ganar y el relato en esta ocasión se siente menos enfocado que la primera parte, estando más pendiente de conectar engranajes que de contar algo propio.

Aun así, esta secuela subraya su versión de Oz marcada por el autoritarismo, reforzando el subtexto que ya estaba en la primera parte. El poder que manipula a las masas con mentiras, el exilio de animales y un orden que se desmorona añaden un matiz político que oscurece el tono respecto a la entrega anterior.
En cuanto a la historia, basta decir que Elphaba y Glinda viven caminos completamente separados. La primera está aislada y vigilante, intentando revelar la verdad detrás del mago, mientras que su contraparte rosada permanece atrapada en un brillo artificial. Y ahora que están fuera del entorno universitario, ambas enfrentan un mundo que intenta imponer una visión rígida sobre lo ellas que deben ser.
En ese escenario, Wicjed Por Siempre intenta unir todas las piezas de un legado enorme. Y aunque su ambición se nota, la acumulación de elementos hace que la maquinaria avance a tirones y, en ocasiones, se estanque.
Aquello es algo que se da especialmente en lo que concierne a la historia romántica del trío amoroso al centro de la historia, el cual se pierde por completo y no está bien desarrollado. De hecho, una pieza del tablero se cae en el camino y mucho del relato se deja fuera de pantalla. Basta decir que otros elementos de la película padecen de lo mismo, lo que es llamativo considerando que tuvieron 2 películas para hacer toda esta adaptación.

Pese a estar en un nivel más bajo que la primera parte, y tener la sombra del Mago de Oz jugando en contra, de todas formas siempre es claro que el trabajo técnico y la energía de sus protagonistas siguen sosteniendo el conjunto.
Dicho de otro modo, cuando el relato se pierde, y eso ocurre con frecuencia, el diseño, la música y la química entre Erivo y Grande devuelven algo de la magia a esta secuela.
A la larga, lo que queda es que Wicked Por Siempre funciona como cierre, pero no cuenta con la novedad ni la claridad de su predecesora. Su mundo sigue siendo fascinante, pero carece del ímpetu que permitió que la primera parte conectara y generara un nuevo fandom.
En última instancia, esta secuela cumple con cerrar la historia, pero no logra replicar el mismo nivel de sorpresa ni cohesión. Queda como una conclusión correcta para quienes ya se involucraron con esta versión de Oz, aunque difícilmente atraerá a quienes no quedaron encantados con su primera mitad.
Wicked Por Siempre ya se encuentra en cines.
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