Por Paulo QuinterosCrítica de cine: ¿Y Dónde Está el Policía?, un rescate con un ancla muy boomer
El regreso de la saga busca rescatar la esencia de la comedia absurda que brilló hace más de 40 años, con Liam Neeson aportando su sello en un rol a lo Nielsen. Sin embargo, la ejecución irregular, el humor boomer y los chistes demasiado gringos hacen que la película se sienta más como un homenaje cansado que como un renacer del género.

El regreso de la saga de ¿Y Dónde Está el Policía? se siente como un intento desesperado, y al mismo tiempo entrañable, de volver a los días dorados de la comedia absurda.
Aquella época que comenzó en los setenta con Mel Brooks, luego explotó en los ochenta con el trío ZAZ (Zucker, Abrahams, Zucker), responsables de joyas como Airplane! (¿Dónde Está el Piloto?), Top Secret! y la propia saga que convirtió a Leslie Nielsen en el maestro del humor serio en situaciones ridículas.
En ese entonces, la sátira se centraba en reírse de géneros completos y del propio Hollywood, pero también del absurdo de muchas cosas de la vida humana. Y los chistes visuales, juegos de palabras y remates verbales eran tan veloces que uno podía perderse la mitad por solo pestañear o no centrarse en algún detalle en el fondo de los sets.
Pero a medida que avanzaron las décadas, la sátira se convirtió en mera parodia, la cual más encima se deformó hacia un modelo de referencias pop superficiales que alcanzó un éxito masivo con Scary Movie, pero que terminó hundiéndose con desastres que insultaban a la inteligencia como Meet the Spartans, Disaster Movie o Superhero Movie.

Tras toda esa debacle, que dejó a este tipo de películas en el congelador por más de 15 años, esta nueva entrega intenta regresar al molde original. El guion de esta versión 2.0 de la saga del Teniente Debrin apuesta por la lógica del sinsentido de antaño, con persecuciones imposibles y diálogos en donde el absurdo puede volver a sonar natural.
Es ahí en donde Liam Neeson brilla. Su carrera dramática y de acción, además de la propia imagen que acarrea, le permite encarnar con seriedad absoluta un personaje rodeado de ridiculeces, tal como lo hizo Nielsen, creando un excelente contrapaso a la sucesión de tonteras que se cruzan o genera en su camino.
Más aún, su trabajo se potencia por la ironía, ya que tras llevar varios años prometiendo dejar el cine de acción, ahora lo logra a punta de peleas ridículas en donde rivales literalmente pierden sus brazos o sus rostros son deformados tras golpear mesas.
Sin embargo, a pesar de que tiene otros puntos destacados, como la inclusión de Pamela Anderson o varios gags visuales realmente buenos, el mayor obstáculo de todos los esfuerzos e intenciones de esta nueva película radica en la ejecución. Muchas bromas están bien planteadas, pero carecen de la chispa visual de los maestros originales.
Mel Brooks podía convertir un objeto en un gag eterno y los ZAZ hacían que un fondo accidentalmente fuera más gracioso que el diálogo principal. Aquí, en cambio, varios chistes se sienten a destiempo o, de lleno, son demasiado boomer como para que todos se rían.

También hay que destacar que esta nueva película carga con un humor demasiado gringo, no solo por los guiños, sino que también por los propios chistes y referencias culturales que llevan a cabo. La sátira universal de antaño -el western en Blazing Saddles, el cine de espías en Top Secret!- aquí se reduce a un catálogo de bromas que no siempre trascienden las fronteras de la renovación y el rescate que intentan ejecutar a la vez.
Y con apenas 88 minutos, también sorprende que existan tramos de esta producción que parezcan eternos. Hay escenas que estiran un gag más allá de lo soportable, como sucede en una secuencia romántica que por alguna razón termina involucrando a un hombre de nieve, mientras que el propio relato no logra crear una interconexión que funcione entre cada una de las escenas. Es ese tipo de cosas las que terminan dejando la sensación de estar viendo la versión extendida de un chiste que no lo merecía.
Aunque el esfuerzo por honrar la tradición es sincero y Neeson cumple con creces, la película termina jugando en contra de sí misma.
Intenta ser un homenaje que a la vez sea lo suficientemente original, pero acaba pareciendo un revival algo cansado. Como si fuese un chiste de papá que se repite en todas las reuniones familiares. Y aunque por cariño uno agradece la intención, la sonrisa en ese tipo de situaciones rara vez termina convertida en carcajada.
¿Y dónde está el policía? ya se encuentra en cines.
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