Del Sename y la cárcel de menores a triunfar con sus rimas: El Menor y su historia de resiliencia

El Menor
El Menor

Con apenas 15 años, luego de pasar algunos meses en la cárcel de menores por un robo con intimidación, Efraín se convenció de que debía abandonar ese mundo. Ya había pasado varios años en hogares de menores y no quería regresar a esa vida. Entonces, inspirado por la historia de un rapero nacional quiso probar suerte y se arrojó a la improvisación. Pronto se hizo viral por su improbable talento con las palabras y ahora, con 19, es percibido como una de las mayores promesas nacionales.

—Yo sí puedo decir que estuve en una cárcel de menores, que fui delincuente y que después salí con otra mente.

El que habla es Efraín Reeve Barria, 19 años, freestyler coquimbano rebautizado como El Menor, distinguido por toda esa clase de referencias, calambures, métricas y figuras literarias que modelan su particular estilo, y por cierto, por sus destacadas performances en FMS Chile y la DEM Battles.

Entonces, en marzo de 2021, visitaba la casa de Julio César Rodríguez para participar de uno de los episodios más vistos de La Junta y revelar eso que muchos desconocían: cómo era su vida antes de ser El Menor, cuando vivió en centros del Sename en Las Compañías y se consideraba a sí mismo un habilidoso mechero.

—Estuve preso, en una cárcel de menores, ¿cachái? —le explicó al periodista—. Por un robo con intimidación. Fue un asalto a domicilio, que debió haber sido un robo a un lugar no habitado…, pero sí había gente en el lugar, así que ahí fue que a nosotros nos salió mal el plan. Pensábamos que no había nadie, nos pillaron, nos llevaron presos. Tenía 14 años recién cumplidos, hermano, y uno de los 14 es imputable.

Efraín estuvo dentro unos cuatro meses. No fue demasiado, pero lo suficiente para entender que esa no era la vida que quería para sí. De buenas a primeras, sabía que no se trataba de la “verdadera cárcel” —”no te vai a agarrar a puñaladas con los locos”—, sin embargo, de igual forma peleaba prácticamente a diario —”pa’ dar la ficha, no es puro hablar”—. Más pronto que tarde, entendió que quienes salen no tienen muchas chances, siguen delinquiendo y probablemente vuelven a caer presos. “Aunque la hagái muy bien, muy bonita, uno termina igual en la cárcel”, aleccionó.

Influencia

¿Habrá sido por un tema de malas influencias?, lo buscó Julio César Rodríguez. Pero El Menor lo tiene claro:

—A mí siempre me dijeron “tenís que cuidarte de las malas influencias”. Mi abuelita incluso; yo soy el regalón y no le creía cuando me iba a visitar. “Hijo, usted que se juntó con estos cabros, lo malinfluenciaron, lo trajeron pa’ acá”, me decía. Pero no es así, porque uno está claro, uno sabe lo que hace, ¿cachái? Yo cuando fui, cuando me metí a una casa de otra persona a robar, sabía que estaba haciendo algo malo. Eso de la mala influencia, creo que no va conmigo, porque nunca he sido influenciable.

Y remató, con cierto goce: “Yo he sido la mala influencia”.

A la fuerza

La abuelita de Efraín se percibe como un elemento clave de su vida. Él mismo la reconoce como la persona más influyente. Como para no serlo: desde pequeño, el ahora freestyler se la pasó en hogares de menores. Apenas nació, se lo arrebataron a su madre y fue llevado a uno de estos centros. Ella murió a sus 22 años, cuando él tenía apenas cuatro. Sin rastros de su padre, corría el riesgo de ser entregado en adopción. Pero domingo tras domingo, su abuelita lo iba a visitar con la esperanza de poder sacarlo. Inclusive, alguna vez se fugaron.

A los 7 años, esos temores se fueron disipando. Una tía lo fue a buscar y se lo llevó a Temuco, en pleno campo.

Le describió a JC Rodríguez, se trataba de un sitio muy emparentado con la comunidad mapuche. Allí, sin ir más lejos, aprendió de su cultura, costumbres e idioma.

Dice, de hecho, que conoció sus raíces y que se siente orgulloso de pertenecer a pueblos originarios.

Pero había un problema: su tía lo golpeaba.

En esa entrevista trató de defenderla. Explicó que no era algo personal sino que en el sur así se enseña: a la fuerza. Pero se sentía fuera de lugar, de modo que tramó nuevamente una fuga, destino Coquimbo, con su abuela.

Pese a escapar, suele dar las gracias:

“Agradezco que nunca fui adoptado por alguna familia, ya que considero que muchas veces el sistema funciona como un tráfico de niños —dijo en una entrevista con el diario La Región, de Coquimbo—; esta respuesta es algo sumamente personal, pues hay quienes valoran esos hogares. Pero yo, que estuve metido dentro, puedo contarte la verdad y no es grato, compañero. Todos los días valoro que haya aparecido una tía que me haya salvado”.

“Ahora viajo en avión”

De regreso a Coquimbo vino su peor período. Años más tarde, lo resumió con una rima que el propio Julio César le recordó. Fue frente a 15 mil personas, en el Teatro Caupolicán: “Por eso vengo directo de la Cuarta Región, y la verdad que yo soñaba con ser un ladrón y por eso para muchos soy ejemplo de superación. Antes robaba, ahora viajo en avión. Antes robaba ropa y ahora la recibo por promoción”.

De sus inicios no se sabe mucho. Eso sí, El Menor señala acaso como elemento clave a Arte Elegante. Escuchar a Roberto Herrera mientras permanecía en la cárcel de menores fue una inspiración. A fin de cuentas, él también había estado preso pero logró girar las tuercas, permitiéndose iniciar una exitosa carrera musical.

Efraín, a sabiendas de su historia, se convenció de que él también podría. Incluso, cuenta en La Junta, tenía la idea de algún día poder colaborar con el propio Herrera —spoiler: lo consiguió—: “El loco a mí me sacó de la volá cuando estuve preso (...); lo siento como un hermano”.

Después, habiendo abandonado la cárcel, se pudieron apreciar sus primeras rimas. Solía visitar con cierta frecuencia la plaza del hospital San Pablo para enfrentarse a otros; pero esta vez no a los puños, como en antaño, sino con el uso de líricas. Se trataba de la competencia underground Kuarta Maestría.

Fue puliendo el ingenio del lenguaje, el ritmo, y en cuestión de meses, apenas con 15 años, se convirtió en una de las promesas nacionales más grandes del mundillo. En 2017, de hecho, fue captado con un celular mientras improvisaba en una micro de La Serena y rápidamente se hizo viral por su talento. Luego, en un evento de Red Bull regional, en su natal Coquimbo, lo descubrieron.

El Calleja, cuenta El Menor, le ofreció llevarlo a Santiago, para probar suerte. Lo esperaba la DEM Battles, certamen fundado por los youtubers Diego y Matías Núñez y realizado en el Parque Bustamante. En su primera participación no le pesaron su edad ni los nervios. Es más, demostró su estatura como freestyler y alcanzó las semifinales.

Fue apenas el comienzo. Más tarde, se le abrió el apetito y también las puertas: pasó a disputar ligas de élite mundial como lo es el formato de FMS. Allí, aunque se juntan raperos de élite, provenientes de Argentina, Perú, México y España, a El Menor no le resultó difícil el cambio.

En determinado momento, inclusive, se lo mencionó como “El heredero al trono”, lugar que ocupa el mexicano Aczino.

Se suelen recordar sus duelos frente a Kaiser, en la sexta jornada del FMS Chile 2019, cuando lo humilló con la siguiente rima: “¿Cuáles son los números? ¿Los números de Instagram? Lo de todos tus seguidores y de los likes que te dan. Cuéntale la verdad a tus seguidores, no es real, la mitad de tus seguidores viven en Afganistán”.

Como también su reñida batalla ante Trueno en la cuarta jornada del año siguiente.

“Pude, porque quise”

Hoy El Menor goza de un prestigio que nunca imaginó. Suele codearse con sellos discográficos, eventos masivos, colaboraciones con los más grandes de la escena urbana nacional. Cuenta con casi 700 mil seguidores en su Instagram y prácticamente en todas las esquinas lo paran para pedirle una selfie.

Él, en todo caso, prefiere no marearse. Sabe, no fue de la noche a la mañana sino un proceso que costó. Y mucho.

En el capítulo de La Junta lo dejó al descubierto:

—No estoy pa’ na’ orgulloso, me gustaría no tener que contarlo, ¿cachái? Pero igual lo cuento porque puedo decir que yo aprendí de eso, que se supone, dice el gobierno, son centros de reinserción social donde uno va, recapacita y sale con otra mente. Pero la verdad es que casi nadie puede decir que fue y que salió con otra mente y que se reinsertó, porque lo que hace la sociedad con los cabros…, te juzgan, nunca te dan opciones de salir adelante, sino que te apuntan con el dedo, te señalan, te tratan de delincuente.

“Yo sí pude, porque quise. Porque llegué a un momento de mi vida en que toqué fondo cuando estaba preso”.

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