El precio del éxito

Los increíbles números de la música urbana chilena, con sus hits que alcanzan cientos de millones de reproducciones, son sinónimo de oportunidades y dilemas por igual.

“Una noche en Medellín” de Cris MJ acaba de transformarse en la primera canción chilena que permanece más de 200 días en el Top Global 200 de Spotify. Entre esa plataforma y YouTube, el single del cantante serenense supera los 600 millones de reproducciones desde su lanzamiento en enero.

Se trata del mayor éxito local de la era del streaming. Números sin precedentes en un país donde hace pocos años era inusual superar la barrera del millón. Pero hoy, gracias al arrastre de la música urbana, las cifras se han abultado y se logran cada vez más rápido.

Para hacerse una idea: uno de los primeros hits masivos del trap chileno, “A fuego” de Drefquila, acumula 140 millones de reproducciones en los cinco años que lleva online, mientras que el remix de “Ultra solo” de Polimá Westcoast, Pailita y compañía ya roza los 200 millones en apenas dos meses.

Un nuevo concepto del éxito

A grandes rasgos, los números de “Una noche en Medellín” de Cris MJ, así como los de “Tak tiki tak” de Harry Nach (320 millones), “Pégate” de Standly (210 millones) y otros hitos urbanos de alto calibre, son muy buenas noticias para la naciente industria local del género.

Las cifras dan cuenta del enorme interés que genera actualmente el trabajo y el talento de los cantantes y productores chilenos, no solamente dentro del territorio nacional, sino también en latitudes que antes no le prestaban atención a los fenómenos musicales de nuestro país y ahora sí lo están haciendo.

Por otro lado, el concepto del éxito se reconfigura cuando un semejante logra lo que parecía inalcanzable. Ahora que ya sabemos qué tan lejos se puede llegar desde Chile, las próximas generaciones de artistas que salgan de acá van a tener metas que para las camadas anteriores solo eran sueños locos.

Acto de equilibrismo

Estamos ante un panorama auspicioso para la música urbana chilena, aunque no por eso libre de desafíos. Muchos de ellos se irán revelando con el paso del tiempo, pero hay uno que ya es evidente, como hizo notar hace pocos días Julianno Sosa, uno de los miembros del club de los cantantes que superan los 100 millones.

“Al peo hay q grabar tanto perreo ql perkin sin sentido pa sonar pulento. Prometo pegar un trap de los mejores q se hacer este año”, escribió en sus historias de Instagram el hombre detrás del hit “Perrea KTM” y del exitoso EP “Querían perreo?”, un trapper por esencia que sólo mediante el reggaeton ha podido saborear la fama en grande.

Surfear la nueva ola y no caerse de la tabla requiere encontrar el balance entre la voluntad del artista y el deseo del público. Ese equilibrio no es nada fácil, como deja ver Julianno Sosa en su descargo por no haber encajado todavía su voluntad (hacer trap) con el claro deseo de la audiencia (consumir reggaeton).

Lo que la gente pide

“Perdonen si a veces canto weás en mis temas, pero es para pegarme nomás”, dijo hace unos meses Standly durante un show, en una escena que resume las complejidades que deben sortear los cantantes urbanos para triunfar hoy en día en un mundo que demanda artistas que propongan una visión y que al mismo tiempo sean entretenedores que complacen a la gente.

Aun sabiendo que su contenido podría ser mejor, Standly lo publica porque entiende que eso es lo que piden las masas, de la misma forma en que Julianno Sosa lanza reggaeton a pesar de identificarse más con el trap. ¿Quién podría juzgarlos por aferrarse a la fórmula que les ha dado millones de reproducciones?

Sin ver la foto completa, todavía es imposible saber todos los efectos que tendrá el renovado (y aumentado) concepto de éxito en la música urbana chilena. Lo que está claro desde ya es que esta nueva realidad moldea el comportamiento de los artistas, incluso forzándolos a hacer música de la que no se enorgullecen con tal de seguir arriba de la ola.

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