De comer palomas a ignorarlas: cómo estas aves se han transformado con la urbanización de Santiago

La Universidad de Chile estudió 2.200 palomas desde San Bernardo a Las Condes para observar las variaciones en su color, tamaño y cantidad.

Si hay un animal que define el paisaje urbano de Santiago, es la paloma. Estos pájaros, que parecen estar en cada plaza, techo y cable eléctrico, no solo sobreviven en la ciudad, sino que también reflejan cómo esta ha cambiado con el tiempo.

Un estudio de la Universidad de Chile ha demostrado que las palomas pueden ser indicadores clave de la contaminación, el cambio climático y la transformación del entorno urbano.

Un espejo de la ciudad en expansión

Isaac Peña, Doctor en Ecología y Biología Evolutiva, junto a un equipo de investigadores, analizó cómo el ambiente urbano influye en las palomas. A través de censos y estudios genéticos, han descubierto que estos animales no solo se adaptan a la ciudad, sino que su apariencia y biología cambian según las condiciones del entorno.

Uno de los hallazgos más llamativos es que hace un siglo, cerca del 40% de la población de palomas tenía plumaje blanco, pero hoy esa cifra ha caído al 2% ¿La razón? La contaminación.

Según Peña, las palomas más oscuras tienen una ventaja: su plumaje les permite almacenar y eliminar metales pesados como plomo, cobre y zinc, mientras que las blancas no tienen la misma capacidad y son más vulnerables.

El tamaño y peso de las palomas también están influenciados por la ciudad: en sectores con mayor densidad poblacional, las palomas tienden a ser más grandes y pesadas, probablemente debido a la mayor disponibilidad de residuos alimenticios.

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El calor de la ciudad y su impacto en las palomas

Otro factor clave en esta transformación es el efecto de las “islas de calor urbanas”, zonas donde las temperaturas son mucho más altas que en áreas rurales o suburbanas.

En Santiago, lugares como el límite entre Cerrillos y Maipú pueden alcanzar hasta 38°C en verano debido a la falta de vegetación y el exceso de cemento. Las palomas, al estar expuestas a estos extremos térmicos, han desarrollado respuestas fisiológicas para sobrevivir.

Por lo que, en verano reflejan más calor en sus plumas que en invierno, lo que contradice el mito de que las aves (o incluso la ropa) de colores claros ayudan a mantener el calor fuera.

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Más que simples aves: un cambio cultural

En el siglo XIX, estos animales eran criados en palomares y consumidos como alimento. Hasta la década de 1930, se vendían en el Mercado Central de Santiago.

Sin embargo, con el auge del consumo de pollo y cambios en las costumbres alimenticias, las palomas dejaron de formar parte de la dieta de los chilenos y pasaron a ser vistas como meros habitantes urbanos.

Incluso la legislación reflejaba otra relación con estas aves. En 1855, el Código Civil las consideraba propiedad de quien las criaba, mientras que hoy su presencia se asocia más con plagas y problemas sanitarios.

Para concluir, la investigadora Verónica Palma, “cuando decimos ‘hace 3000 años había esto y ahora no’, estamos hablando de un tiempo muy largo. Pero en este caso, los cambios han ocurrido en menos de 100 años”.

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