Chile

La impresionante historia del picaflor cometa que cruzó la cordillera hasta el litoral y estableció su “reino” en Chile

En el primer registro de esta ave en Chile —residente del lado oriente de Los Andes—, el individuo se asentó en el litoral de la Región de O’Higgins, y despertó el interés de ornitólogos y pajareros. “Está muy activo cuidando su territorio”, aseguran los testigos.

Registran por primera vez a Picaflor cometa en Chile. FOTO: Verónica Donoso (@veronicadonoso_b)

Antes de morir, una tía le dio un consejo a Elvira De Grazia:

—Planta abutilón en tu ventana para que te lleguen los colibríes —dijo.

Dos meses después, esas palabras adquirieron un simbolismo especial, casi profético, cuando el pasado 25 de mayo, a eso de las 3 o 4 de la tarde, Elvira jardineaba en su patio en la localidad costera de Navidad, Región de O’Higgins, y notó que su salvia leucantha —que da flores todo el año— tenía algunas florcitas “más viejas”. Así que se puso a podarlas.

En eso, de pronto, un picaflor apareció para “quejarse de que estaba invadiendo su reino”, relata De Grazia, abogada de profesión, a La Cuarta. “Me llamó la atención”, porque le pareció un ave “que no había visto nunca antes”, incluso “rara”.

Tomó su celular, lo grabó, publicó el registro de sus redes sociales y luego gugleó, teniendo en cuenta la principal característica que le notó: “Colibrí cola larga“, y resultó que se trataba del Sappho sparganurus, también conocido como “picaflor cometa”.

Picaflor cometa apareció en la localidad costera de Navidad. FOTO: Elvira de Grazia

Ya con esa información en mente, el picaflor cometa siguió apareciendo todos los días frente a la ventana de su pieza, así qué pensó: “Este merece una mejor foto que la que yo hice”, en vista de que su celular es “viejito” como para un retrato de mayor calidad. “Alguien tiene que retratarlo bien”, decidió.

Averiguó con sus cercanos para encontrar algún fotógrafo de aves, y una amiga le dijo: “Oye, tengo un amigo fotógrafo que estaría feliz de ir a verlo y sacarle foto”. Su nombre, Francisco Gana, quien llegó junto a otros cuatro fotógrafos pajareros ya más de una semana después, el 5 de junio.

Uno de los que lo acompañaba era Rodrigo González, dedicado desde niño al estudio y fotografía de aves, que nunca había visto a esta especie de la familia Trochiliadae, que tiene como distribución conocida la intermontaña por la vertiente oriental de la Cordillera de Los Andes, desde el departamento de La Paz, en Bolivia, hasta el norte de la provincia de Neuquén, Argentina, y suele encontrarse en alturas que van desde los 2.000 a 4.500 metros.

Esta es la primera vez que se la registra en Chile, según la plataforma e-Bird.

“Por eso fue muy curioso que apareciera casi a nivel del mar, o sea, en una cota mucho más baja y en un clima distinto”, comenta González a La Cuarta, y relata que ese día salieron “súper temprano” en la mañana desde Santiago a su encuentro, ya que De Grazia les había anticipado que el picaflor en cuestión suele aparecer entre las 8:30 y 9:00 horas. “Y efectivamente: llegamos, no habían pasado ni veinte segundos y lo vimos, y verificamos que era el picaflor cometa”, remarca.

El grupo de ornitólogos estuvo una o dos horas sacándole fotos y observando cómo se comportaba. “Es súper territorial, porque se quedaba, por lo general, en el mismo lugar alrededor de la casa, y libando las flores”, relata. Se paseaba entre un par de nísperos, zarzamoras y un nogal, y en el intertanto “espantaba a todos” los picaflores chicos (Sephanoides sephaniodes) que anduvieran cerca, ya que en esta época dicha especie nativa hace su migración invernal desde el sur al centro del país y sobrellevar los meses más fríos. Pero aquí, el cometa “mantenía a raya a todos los chicos, que por lo general son súper territoriales también, y se espantan y pelean mucho entre ellos mismos”, describe él.

El picaflor pasa la mayor parte del día en el jardín de De Grazia: “Este es como su territorio, porque lo defiende, a full” de todos los colibríes (seis en total) que antes frecuentaban las flores de su hogar, al punto que “hartos” de ellos han chocado contra la ventana de su pieza, “porque de repente los pilla y estos salen desesperados”, cuenta. Según ella, emite una suerte de furioso “gorgoreo” en esas persecuciones.

Picaflor cometa sobrevuela la salvia. FOTO: Rodrigo González RODRIGO GONZALEZ PAIROA RODRIGO GONZALEZ PAIROA

Eso sí, la observadora en cuestión dice que ese carácter “súper territorial” del cometa es “sólo con los colibrís”, ya que con frecuencia en el suelo se pone una diuca (Diuca diuca) a comer semillas y no le presta atención; sólo se enervaría cuando se trata de sus flores, que sus predilectas son las con formas tubulares o “de campana”, frente a las que permanece suspendido en el aire al alimentarse.

Entre sus aleteos frenéticos, para descansar, con frecuencia se posa sobre un molle, un níspero y unos colihues. “Le puse solamente plantas, pero no he hecho eso de ponerle agua con azúcar ni nada”, aclara ella.

“Que él se quede lo que se tenga que quedar, y por mientras lo tomo como una oportunidad”, manifiesta. Al ver los registros los fotógrafos que la han visitado, ha notado que este individuo tiene una gran cantidad de colores que, a simple vista, no se perciben; la abogada sólo había alcanzado a distinguir “verde, rojo intenso, algo de burdeo y uno que cambiaba a amarillo u oro”. Pero hay más.

En este caso, se trata de un macho que, a diferencia de la hembra, tiene una cola larga, de varios centímetros, la que le resulta útil para la selección reproductiva.

¿Por qué apareció en Chile?

“Han habido tormentas, y se ha quedado y seguido ahí”, destaca De Grazia sobre este picaflor que ya lleva prácticamente un mes en su propiedad. “Adoptó ese rincón como su reino”. Se la pasa todos los días en el patio, y durante la jornada casi completa: “Cuando hay muchos picaflores chicos me doy cuenta de que él está lejos”, cuenta.

Todo indica que este picaflor cruzó la cordillera en “algún paso” y luego voló largos kilómetros ya a lo ancho del territorio chileno hasta Navidad, lo que de manera “regular” se da con individuos de otras especies, analiza el ornitólogo Rodrigo Barros a La Cuarta. Por ejemplo, sólo en el 2024, en el Región de Valparaíso, se registraron individuos errantes de benteveo rayado (Myiodynastes maculatus), cortarramas (Phytotoma rutila) y pitanguá (Megarynchus pitangua).

En busca de cuál podría ser la razón para este inesperado registro, Barros aclara que la aparición de aves “raras” o errantes es un “fenómeno que ocurre en todo el mundo”. Sólo durante el 2024 hubo seis nuevas especies que nunca se habían registrado en el país, y este año ya van por lo menos dos casos además del picaflor, como los dos pingüinos de las Snares (Eudyptes robustus) en Magallanes y una corbatita de doble collar (Sporophila caerulescens) en el Cajón del Maipo, que por primera se pudo confirmar.

“Es decir, es un fenómeno muy regular, y ocurre porque las aves se están moviendo”, destaca Barros.

Pero estos traslados pueden deberse a distintas razones, tales como el cambio climático. En sus años observando aves, Rodrigo González asegura que “hay un notorio avance de especies que vienen de lugares más desérticos”, y dentro de Chile pone de ejemplo al picaflor del norte (Rhodopis vesper), que antes se lo veía hasta La Serena y hoy incluso se lo observa en la Región Metropolitana, y la paloma de alas blancas (Zenaida meloda), que llegaba hasta Copiapó y actualmente al Maule. “Tiene que ver mucho con la desertificación”, explica.

Picaflor cometa se alimenta de palán palán. FOTO: Rodrigo González RODRIGO GONZALEZ PAIROA RODRIGO GONZALEZ PAIROA

En casos similares al del picaflor cometa, y que eventualmente han derivado de apariciones a colonizaciones, “también han ido pasando más especies desde Argentina a Chile”, evidencia González, y ejemplifica con el chirihue azafrán (Sicalis flaveola), que antes sólo se lo observaba al este de Los Andes, y en el 2000 cruzó por la Región de la Araucanía, y hoy abarca desde el Biobío a Los Lagos. “Creo que tiene un poco de ver con el derretimiento de los glaciares y el aumento de la temperatura, que les ha permitido pasar posiblemente entre los cajones cordilleranos”, supone.

Barros coincide en que el calentamiento global es un factor a “tener en la retina” y, en el caso de las aves que cruzan desde Argentina, “como hacia el sur la cordillera es un poco más baja, permite que hayan pasos fronterizos a menor altura, y les permite pasar”, algo que eventualmente también puede ocurrir en la zona central, como recientemente habría pasado con una pareja de carpinteros reales (Colaptes melanochloros) que se asentó de San Fernando hacia la cordillera.

Otro punto que ambos ornitólogos destacan es que cada vez existen más “pajareros”. “Entonces, para encontrar aves raras, se multiplican los ojos en el campo y permite que tengamos sorpresas de manera un poco más regular en el país”, comenta Barros. Mientras que González complementa que el avance de la tecnología —por las fotos con cámaras y celulares, y su difusión a través de redes sociales— permite estos hallazgos. En el caso del picaflor, dice, “antes lo podría haber visto cualquier campesino, y no le iba a llamar la atención y tampoco tenía los medios para comunicarlo”.

Una tercera razón podría ser, según ambos investigadores, que se tratara de un movimiento natural de este picaflor que, por algún azar o motivo, tuvo un destino impensado.

Picaflor cometa se alimenta de las flores de salvia. FOTO: Rodrigo González RODRIGO GONZALEZ PAIROA RODRIGO GONZALEZ PAIROA

“Hay especies que migran y algunos ejemplares se extravían, y en vez de partir hacia un lado, parten a otro”, plantea Barros, ya que eventualmente las aves se topan con algún fenómeno climático como una tormenta, neblina o viento que altera sus rutas. También hay especies que, tras reproducirse, se disperan (lo que evita la endogamia) y “tienen movimientos no necesariamente de grandes distancias, pero sí se mueven, y algunos de esos ejemplares —muchas veces los juveniles que no tienen experiencia en sus viajes— se extravían”, agrega.

En este caso, según ambos, poco se sabe sobre los movimientos migratorios de S. sparganurus, pero sería “más bien una especie residente” que sólo se desplaza a distintas alturas dentro de su distribución, según Barros. “Pero probablemente, después de la reproducción, se dispersan y en ese momento algunos ejemplares se extravían”.

Quizá, este picaflor podría ser uno de esos casos.

Fiebre de colibrí

El registro de este picaflor en Chile ha generado que decenas de “pajareros” se hayan aparecido afuera de la casa de la abogada, lo que en un momento se le hizo bastante invasivo. La situación que más le incomodó fue una mañana que se levantó y había cinco estudiantes encaramados y sacando fotos donde ella le tenía puestas unas plantitas a los colibríes, frente a la ventana de su pieza.

“Tengo claro que no es mío el picaflor, por eso no lo alimento ni nada”, aclara ella, y sólo se limita a “saludarlo” en las mañanas, además de que le puso un nombre tentativo: “Che Cometa”, porque, al ver que se esfuerza en ahuyentar a otros colibríes, pensó: “Este es chorizo, viene de Argentina”.

De Grazia explica que, en un comienzo, sintió pasada a llevar su privacidad con gente desconocida fotografiando al ave cerca de su dormitorio, e incluso se preocupó por su “seguridad”. Ante ese escenario, junto a dos ornitólogos de Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC), idearon un protocolo de visitas para quienes quieren observar al ave en su hogar, por turnos y respetando una distancia de siete metros.

“Afortunadamente este picaflor no tenía problema con la gente, no se estresa, le da lo mismo”, advierte González. “Pero no hay que abusar”.

El picaflor cometa en una de las ventanas. FOTO: Elvira de Grazia.

Este protocolo, según dice la abogada, surgió buscando un equilibrio entre dos inquietudes: “el pájaro no es mío”, pero “está en mi casa y se posa en la ventana del dormitorio”, o según dice, “entre no ser egoísta y generar ecoturismo”. De Grazia se esmera en que se respeten los turnos, cerciorarse de que el picaflor se encuentra efectivamente en su patio el día antes de recibir a un visitante y hacer que la experiencia sea “agradable”; realiza un cobro de $10.000, lo que trajo el reclamo de un visitante, quien le dijo: “¿Tú eres la de las diez lucas?”. Frente a un escenario así, ella recomienda tomar fotos desde la calle o ir a buscar al colibrí cuando salga de la propiedad.

“No me voy a hacer millonaria con esta cuestión”, ya que en algún momento “el pájaro se irá”, así que “no es que esté lucrando”, declara. “Si muchos lo hacen a la mala por ahorrarse diez lucas, y me siento invadida, van a matar el momento y voy a terminar podando mi arbusto, con el dolor de mi alma (...) Si eso significa la tranquilidad de mi familia, lo tendré que hacer; y chao, ‘cometa’, y no le voy a hacer ni un daño al patrimonio natural”.

Hasta el momento, De Grazia ha recibido a una quincena de visitantes, y supone que durante los fines de semana vendrán más.

¿Qué será del picaflor?

Verónica Donoso, fotógrafa, fue a ver al picaflor el pasado sábado 14 de junio luego de conocer el “protocolo de visitas” y tras la lluvia. Llegó a la hora acordada, a las 10 AM, bajo un cielo nublado que lentamente dejaba aparecer el sol.

En su visita, que tenía acordada la duración de una hora, “para mi caso fue tiempo suficiente ya que el picaflor estuvo constantemente ahí”, asegura a La Cuarta.

Según describe Donoso, en ese rato el colibrí permaneció “muy posicionado cuidando su territorio, vocalizando constantemente, es decir, muy territorial”.

A la observadora, siendo que se trata de un macho solitario, le sorprendió que “está muy activo cuidando su territorio de los picaflores chicos, echándolos constantemente cuando se acercan a los árboles o plantas que él visita”, cuenta. Ella no sabía de la existencia de esta especie que mide alrededor de 15 centímetros, así que le sorprendió “especialmente su llamativa cola larga con un colorido que pasa por variados tonos que vienen desde la base de la cabeza”.

Picaflor cometa luce su colorida y larga cola, útil para la selección reproductiva. FOTO: Verónica Donoso (@veronicadonoso_b)

Rodrigo Barros —quien también pudo ver a este picaflor— plantea que este registro tiene una “dimensión anecdótica”, al calificarlo como una “fiesta”, ya que se trata de “una joyita que nunca se ha visto en Chile, y existe la posibilidad de que muchos observadores vayan, conozcan esta especie y la vean por primera vez en el país”.

Pero el ornitólogo también ve una arista más relevante sobre este avistamiento: “Habla de la biología de las distintas especies, y a veces estamos viendo el comienzo de un nuevo poblamiento, una migración o aprender en la identificación de algunas especies que se han pasado por alto”, y pone de ejemplo al batitú (Bartramia longicauda), una ave migratoria que hasta hace unos años se la consideraba “rara” en Chile, pero que hoy se sabe que en el desierto de Atacama, en la época adecuada, se escucha a algunos individuos volar de un hemisferio a otro.

Sobre el futuro de este individuo, Rodrigo González vaticina que posiblemente “de alguna manera” migrará de vuelta hacia su distribución conocida al otro lado de Los Andes. O eventualmente, “si no se lo termina comiendo un gato”, se irá a algún otro lado no muy lejos y, en caso de no encontrar a una hembra, hasta ahí llegaría su linaje, lo que es bastante posible ya que estas aves viven entre dos y cinco años, “así que es un lapso de tiempo corto”, advierte. “Por lo general, si encuentran comida, se apoderan de un lugar, lo vigilan y se mantienen ahí harto tiempo”.

Picaflor cometa posado sobre la rama. FOTO: Verónica Donoso (@veronicadonoso_b)

De Grazia comenta que el “zumbido” del frenético vuelo del colibrí se escucha “súper fuerte”, así que “cacho al tiro cuando está”.

En uno de los recientes frentes de lluvia, “hubo rayos y ventarrones fuertes”, cuenta. Así que pensó que hasta ahí nomás llegaría el pobre picaflor. Pero a la mañana siguiente volvió a aparecer “en todo su esplendor”, detalla. “Apenas terminó la tormenta, estaba ahí”.

Esta especie suele habitar zonas relativamente áridas y abiertas, e incluso gustan de cactus como cardón en flor, y el árbol del tabaco amarillo (o palán palán). Ella también leyó que en Argentina incluso se lo ha visto en la nieve, “entonces deben ser bien resistentes”, supone. “Este pajarito estoy cachando se va a ir cuando quiera, no por el clima; porque ya pasamos lo peor”.

Y mientras habla por teléfono, mira al patio, cerca de la casita de juegos de su hija, y advierte con una mezcla de sorpresa y naturalidad:

—Estoy viendo al picaflor, se cambió a otro molle... Ahí lo veo.

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