Lota: la historia del minero que le ganó una apuesta al diablo

Contaba Baldomero Lillo en su célebre obra "Subterra" que el Chiflón del Diablo era el sector más peligroso de Lota. Inestable, poroso e inconsistente. Cada semana el pique principal de las minas de carbón se llevaba hasta el fondo de sus entrañas a algún minero. Quienes allí trabajaban estaban en el último escalón de una sociedad, que ya era decadente. Nadie, por nada del mundo, quería estar en ese lugar, conocido por su contacto directo con la muerte.

Pero el Chiflón del Diablo, no siempre se llamó así. Fue bautizado como Chiflón Carlos, por Luis Cousiño e Isidora Goyenechea, pioneros de la industria del carbón en Chile. Las pésimas condiciones de trabajo que cada día tenían que sufrir los mineros iban acrecentando el mito de que el "Cola de Flecha" tenía la puerta abierta al inframundo bajo el manto de oro negro que cubría el yacimiento.

Había que descender 850 metros en forma vertical para luego caminar kilómetros y kilómetros en medio de galerías pequeñas. En medio de la oscuridad, hubo mineros que se perdieron en el laberinto y nunca regresaron, quizás seducidos por el diablo.

MUERTE

Las explosiones por gas grisú, muertes en accidentes faeneros, mutilaciones y una jornada de 12 horas o más, eran el manjar perfecto para Lucifer, que, según cuenta la leyenda, se regocijaba en las entrañas lotinas, aprovechando cada momento que la lúgubre vida de los mineros le daban para su beneplácito.

Los turnos eran una lucha por sobrevivir. Trabajando en la oscuridad, las corrientes de aire hacían resonar la mina como un chiflón, de ahí el nombre. Lo del diablo fue adquirido con el tiempo. Hoy utilizado como atractivo turístico, para todo aquel que ose pisar el yacimiento.

LA CUNA DE DIABLO

Varias son las teorías que manifiestan que Satanás vive en la cueva de Lota. Mientras los mineros laboraban entre ratas, dicen que éstas eran las primeras en arrancar ante el peligro de algún accidente, supuestamente avisadas por el olor azufre que emanaba de las minas. Otros dicen que durante las largas jornadas de trabajo. En ocasiones se oían voces antes de un accidente, quizás el diablo tenía algo que compasión e intentaba advertirles.

La forma más efectiva de atacar era por medio del grisú, tóxico y silencioso enemigo que en cualquier momento acababa con las esperanzas de los lotinos. Un pájaro siempre era el portador de las malas noticias. Era paseado por la mina como el "prevencionista de riesgo" del pique a trabajar. En ocasiones no se paraba más, cuando el gas maldito que hacía su efecto, mientras el diablo celebraba abrir la cañería con este fluido en explosión. Gritos, desesperación, llanto, que acrecentaban la desesperanza de una comuna azotada por la muerte.

LE GANÓ A LA MUERTE

Cuenta la leyenda que de todos los que entraron al socavón, sólo hubo uno al que don Sata no le dobló la mano: el minero generoso. Reinaldo fue un hombre muy bondadoso con sus vecinos, que era requerido cada vez que un problema afectaba a los habitantes de los populares pabellones. Lo poco que ganaba era capaz de entregarlo a los más necesitados, consiguiendo préstamos y arreglándoselas para resolver problemas que no eran de él, hasta que la situación lo colapsó.

Sin mediar las consecuencias, decidió hacer un pacto con Satanás. Bajó hasta el fondo del Chiflón del Diablo y comenzó a llamarlo. "¡Oye, tú, patas de hilo, sal de tu escondite y ven a verme, quiero hacer un pacto contigo!".

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En una tris un hombre de negro llegó frente a él y le preguntó: "¿Así que quieres hacer un pacto conmigo, Reinaldo Jara?". Mientras el minero respondió con un tímido "sí".

PARA VALIENTES

El diablo le aseguró fortuna y un cofre lleno de monedas a cambio de su alma. Éste no chistó y aceptó. Con la firma estampada, el señor de las tinieblas se evaporó en medio del yacimiento. Al llegar a su casa, el obrero encontró el botín. Su fama de generoso se dio a conocer por toda la cuenca minera, hasta que un día Lucifer vino a cobrar su cuenta.

Con decisión quiso llevárselo, pero el minero seguía viviendo como pobre. No había lujos en su morada, ni actitudes avaras. Enojado, el diablo se quedó resignado al ver que la solidaridad del minero nunca terminó. El trabajador era un alma buena, algo que no aceptó, y no le quedó otra que dejarlo en la tierra de la esperanza. Reinaldo siguió ayudando y murió cumpliendo su cometido de paz, mientras el "Cola de Flecha" era vencido, quizás por única vez.

HISTORIA

Los encuentros con el diablo siguen ocurriendo. La Corporación Baldomero Lillo, administrada por la familia del insigne escritor, es quien hace funcionar la mina Chiflón del Diablo. Cada día, se realizan visitas guiadas por ex mineros que cuentan cada detalle de lo que fue la historia de Lota durante casi 150 años. Los dichos, las historias, lo importante que fue esta comuna para el desarrollo de Chile. Las leyendas son el gancho perfecto para adentrarse en las entrañas de la tierra y tener una experiencia única.

Aunque algunos dicen que hace rato el diablo no se aparece por la mina, cuando un visitante baja y experimenta lo que es quedar en la absoluta oscuridad, una leve brisa se siente en el ambiente. Quizás es él, dándole la bienvenida a su hogar.

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