Con la premisa de darle “permanencia en el tiempo”, el lunes 13 de enero, fecha en la que el “Gurú” cumplía siete décadas, su excompañero y amigo, el periodista Marco Sotomayor, diseñó un tributo en clave de sándwich. Desde hace unos meses a cargo de la Fuente Lastarria, eso sí, dejó la preparación en manos del público: llegaron cerca de cincuenta recetas diferentes y se impuso una curiosa hamburguesa. “Eduardo fue muy importante para las comunicaciones de este país, hay un antes y un después de su irrupción”, cree Sotomayor.
La idea llevaba rato merodeando en la cabeza de Marco Sotomayor. Después de todo, el periodista —panelista de Círculo central, director de diario El Ágora— fungió, en dos etapas, acaso un rol de escudero para Eduardo Bonvallet. Junto al productor Jorge Varela y la productora Marcela Taladriz, primero hicieron famosa la pizarra del Bonva en tiempos de Francia ‘98 en La Red. Y quince años después se salieron con la suya echando a correr la misma fórmula en Terra de Gurú (2012). Bonvallet, en el reencuentro, se rehabilitaba de cáncer al estómago, los brotes depresivos lo acechaban y sus formas parecían haberle cerrado definitivamente las puertas de los medios más grandes, pero su química con Sotomayor propició, por así decirlo, su segunda encarnación comunicacional. En YouTube está a la vista: los highlights del programa presentan cientos de miles de visualizaciones. La gente lo sigue googleando, oyendo. Cada tanto citan como propia alguna de sus intervenciones.
Sotomayor, amigo suyo detrás de cámaras, también. De ahí que la semana pasada, ahora a cargo de la Fuente Lastarria (Merced #333), se acercara a su socio, Patricio Canobra, y le propusiera la idea que lo perseguía: un homenaje para su excompañero.
—70 años hubiera cumplido Eduardo este lunes 13 de enero, y dado que estoy en el mundo gastronómico, pensé que un bonito homenaje era crear un sándwich —explica Marco Sotomayor—. Eso le da permanencia en el tiempo. Los sandwiches, en Chile al menos, tienen nombres propios algunos de ellos. El Barros Luco, el más conocido; el Barros Jarpa. Entonces, se lo planteé a mi socio, con quien estoy en la Fuente Lastarria desde hace algunos meses, y le hizo mucho sentido.
Lo más interesante de la propuesta, cuenta el periodista, es que diseñaron el homenaje de modo que fuera “algo colectivo”. Es decir, “no decidirlo nosotros entre cuatro paredes con nuestro equipo gastronómico”, sino que hacer parte al público que aún vibra con Bonvallet. En su cuenta de Twitter, el pasado jueves, Sotomayor esparció la noticia: “Les proponemos crear el sándwich ‘El Bonva’, y estrenarlo en sociedad este próximo lunes 13″, escribió. “Envíen sus ideas a nuestro whatsapp (...); junto con el equipo de Fuente Lastarria escogeremos la mejor preparación y el lunes, a partir de las 18 horas, quienes quieran degustar ‘El Bonva’ pueden venir a nuestro restorán”. Para el ganador, por si fuera poco, anunció “atención y sandwich sin costo” y “piscolas a gusto”, porque Bonvallet “era un piscolero de tomo y lomo”.
—Recibimos cerca de cincuenta recetas —calcula Sotomayor—, de las cuales algunas eran muy creativas, y nos inclinamos por una hamburguesa.
La hamburguesa fue sugerencia de Marcelo Jamasmie. En un video del lunes que dura poco más de dos minutos, el ganador explica de manera pormenorizada a qué se debe cada ingrediente: una hamburguesa un poco cruda —”por los comentarios de Eduardo”—, chucrut —”por lo ácido de sus comentarios”—, tomate a punto —”a punto de agarrar a patadas en la raja a Giorgio Jackson”—, pepinillos verdes —”como Juvenal, el perro verde”— y mayo casera —”para quedar ahueonao de lo rica que es”—. Todo esto, acompañado con papas fritas “por las bandas” y una piscola “como centrodelantero”. La Bonva Burger, como en definitiva se le bautizó, está en la carta del local desde el martes.
—¿Por qué homenajear a Eduardo Bonvallet?
—Hay muchas razones por las cuales hacerlo. Pero una de ellas, la principal, tiene que ver con el giro que le dio a las comunicaciones. Yo sé que hay mucha gente que no comparte la forma, sobre todo de lo que decía Bonvallet, pero creo que era súper necesario que alguien entrase al mundo de las comunicaciones y denunciara con la energía que tenía Bonvallet, con el carisma, con su sapiencia futbolística. Evidentemente iba a generar reacciones tanto a favor como en contra. Pero yo creo que el mayor mérito de Eduardo es que él no dejó nunca a nadie inadvertido. La figura de Eduardo Bonvallet no pasa inadvertida para nadie: o se le ama o se le odia, básicamente. Hay gente que lo detesta. Pero hay mucha gente que recuerda su mensaje y no solamente por lo importante que fue para el fútbol. Insisto: Eduardo fue muy importante para las comunicaciones de este país. Yo creo que hay un antes y un después de su irrupción en los medios de comunicación, y eso significó que ahora se hable del estilo de Bonvallet y todo aquello. Pero bueno, el estilo de Eduardo es un estilo único. O sea, imitarlo no es precisamente lo más aconsejable. Han salido algunos comunicadores que tratan de imitar a Eduardo y son unas réplicas bastante pobres. Estamos hablando de un personaje que irrumpió el año 95 en Radio Portales y se consolidó el 96 en Radio Nacional. Estamos hablando de casi treinta años y aun así se le recuerda. Dejó un sello, indiscutiblemente dejó un sello.
—Trabajaste con él en distintas etapas y fueron amigos. ¿Quién era Eduardo Bonvallet para ti?
—Eduardo me hizo ver las comunicaciones desde otra perspectiva, eso es indiscutible. O sea, yo creo que nosotros estábamos sometidos a una fuerte autocensura, los periodistas en “democracia”. Durante los diecisiete años que duró la dictadura, yo comencé a hacer periodismo precisamente y ahí el tema no era la autocensura: el tema era una censura y una censura bastante severa, feroz. Pero cuando entramos en democracia, quedaron esos resabios, la mordaza implícita. Y luego nos dimos cuenta de que habíamos salido de una dictadura política, de censura a los medios de comunicación, para entrar en una dictadura económica que incidía en la línea directa de los medios y, sobre todo, en los discursos y en los textos de los periodistas. Entonces, cuando irrumpe Bonvallet, yo lo escuchaba y decía: chupalla, esto también se puede decir. Y no solamente se puede decir, sino que se debe decir. Insisto, por la forma en que Eduardo planteaba algunos temas, sé que sacaba ronchas y todo, pero en el fondo, su discurso apuntaba a ser un cambio en la mentalidad del deportista, del futbolista en específico, y después, hacía unas pequeñas sesiones de coaching a través de la radio y de la televisión, motivando gente. Eduardo sufría depresiones, entonces él sabía lo que era sobreponerse a esa depresión. Después, en Terra, él se estaba rehabilitando de un cáncer al estómago, entonces todo eso fue muy importante para la gente que lo escuchaba.
—”Lo apañé en momentos difíciles”, escribiste en Twitter.
—Fue porque así fue. Yo, en ese aspecto, he sido súper respetuoso de la figura de Eduardo y me cuesta, siento pudor en hablar un poco en primera persona. Porque aquí, en definitiva, yo soy un periodista, no me considero ser la noticia, ahí está el mayor concepto errado que tienen los periodistas en las nuevas generaciones. Camilo José Cela, premio Nobel que fue periodista, tenía un decálogo de responsabilidades de nuestra pega y el punto número uno es: el periodista no debe sentirse más importante que el hecho noticioso. Entonces, hecha esta aclaración, me cuesta hablar en primera persona, de verdad. Pero sí lo apañé en momentos difíciles. En la etapa de Terra, fundamentalmente. Cuando Eduardo estaba rehabilitándose de un cáncer, donde no conseguía trabajo en los medios de comunicación. Él sobrevivía, y te digo sobrevivía porque yo sabía las dificultades económicas que tenía. Sobrevivía con charlas que daba en diferentes empresas en las cuales era contratado. Entonces en lo de Terra, yo lo apañé y lo apañé. También, porque muchas veces su situación familiar ya era un poco complicada. Yo le pasaba llaves de mi departamento para que él llegara cuando estaban en crisis, para que no se fuera a un restaurant a beber y a pasar las penas en público, porque mucha gente lo acosaba, estaba al lado de él. Y era una situación francamente incómoda. Eso lo viví cuando de pronto salíamos a comer con Eduardo y era complicado estar con él en lugares públicos. Entonces, sí, yo creo que lo apañé en muchos momentos y creo que eso hizo que tuviera un segundo aire en su carrera de comunicador, precisamente en Terra trabajando conmigo.
—Muchos conocimos a Eduardo por su trabajo en la TV y en la radio como analista —otros como futbolista, claro—, pero tú lo conociste más allá. ¿Cómo era él detrás de la cámara?
—Detrás de cámaras y detrás de los micrófonos, Eduardo era una persona como todos somos: con nuestros problemas, nuestros fantasmas, nuestras fortalezas y debilidades, nuestros conflictos y miedos. Él se reía mucho cuando la gente se acercaba y le decía: “Usted es un gurú”. Me acuerdo que no me lo dijo una, me lo dijo cien veces: si supieran todos los problemas que tengo yo y todos los defectos, no me considerarían nada. Pero cuando estaba frente a un micrófono o frente a una cámara, Eduardo mandaba un mensaje distinto y proyectaba esa imagen de tipo duro, invencible. Del tipo que le ganó a la vida, al fútbol, que se sobrepuso de muchos momentos complicados en su carrera. No hay que olvidar que Eduardo tuvo que dejar el fútbol a los 28 años, y dejarlo producto de todas las infiltraciones que padeció durante su carrera. O sea, era alguien que efectivamente le había ganado a la adversidad en muchos momentos.
—¿Cuáles son tus mejores recuerdos con Eduardo? Alguna vez mencionaste que “en muchos planos él se potenció conmigo, como yo me potencié con él”.
—Yo creo que nos potenciamos recíprocamente. Ya te expliqué qué significó un poco desde mi perspectiva profesional la irrupción de Bonvallet en las comunicaciones. Y yo estuve ahí desde el año 96/97, que trabajé con él, y después en Terra dos años, 2012/2013. Para mí, era el que mostró un camino de lo que también se puede hacer en las comunicaciones, en los medios. Y creo que él se nutrió de mí, desde un punto de vista del rigor que yo tenía y que tengo todavía como periodista. De mi vocabulario, de mi formación profesional. Y más allá de las tallas o de las pesadeces —tallas que a veces eran muy, muy incómodas de verdad, y que después del programa lo discutíamos y muchas veces lo discutíamos no precisamente en buenos términos— él me veía como un periodista serio, que proyectaba y que proyecto credibilidad. En ese aspecto, creo que para él era súper importante esa parte de mi trabajo. Sentarse con un interlocutor que sabe hacer buenos análisis de fútbol, que conoce la historia de este deporte, que puede hablar de corrido como decía él, jajajá. Entonces, creo que Eduardo igual se nutrió de algunas fortalezas mías que, bueno, él siempre reconoció. Lo reconoció en cámara y lo reconoció, después, en un plano más íntimo, más personal.

—Si Eduardo estuviera vivo, ¿qué te gustaría decirle?
—Si volviera Eduardo, qué le diría... Yo creo que lo abrazaría y le diría: bienvenido, compañero, qué bueno que volviste porque todavía queda mucho por hacer. Creo que eso le diría al Bonva si lo volviera a ver.