Por Guido Macari MarimónLa Firme con Kurt Carrera: “Me di cuenta de que el humor se me hacía fácil, la gente se cagaba de la risa y listo”
Hoy en Detrás del Muro (CHV), el cómico actor repasa su historia personal y carrera, marcada por fracasos, triunfos, aciertos y errores: “No tengo nada que ocultar, soy un libro abierto”, declara.
Como el sol acompaña, Kurt Carrera Álvarez (51) se sienta con su bandeja afuera del casino de Chilevisión para almorzar su carne con puré. En poco más de una hora debe irse a ensayar y grabar un nuevo capítulo de Detrás del muro. Aún así, el comediante come sin apuro.
Ya bien entrado en la conversación con La Cuarta, tras abordar cada pregunta sin complicarse, él, actor de profesión, que dice sentirse un atípico dentro de ese gremio, declara:
—Yo ya estoy resuelto: tema del que me hables, lo contesto, lo hablo y lo hablo desde lo que creo que es mejor para mí. No tengo nada que ocultar, entonces soy un libro abierto nomás.
Antes, durante la entrevista, un sujeto —al que aparentemente no conoce— se le acerca para preguntarle por un socio suyo que conocería a Kurt, quien, tras hacer hecho memoria un instante, se acuerda con sorpresa y afecto: “Trabajamos juntos en Inútiles y subversivos, ¡nos cagábamos de la risa”, remontándose al 2011, cuando lideró aquel breve programa de TVN junto a Pablo Zamora. El otro en tanto, le dice a “Tutu Tutu” que “siempre me hablaba de ti”.
Después su teléfono empieza a sonar, Carrera contesta, se le presenta una voz tropical y luego, extrañado, él cuelga.
Saliendo del casino, aparece Miguelito caminando hacia el estudio donde se graba el espacio de humor, y algo le grita el pequeño artista circense, ante lo cual Kurt responde con cómica furia:
—¡Sal de acá! ¡Cállate, hueón!
Y finalmente se le acerca el productor ejecutivo del Muro y Podemos hablar, Guillermo Muñoz, para saludarlo cariñosamente. Carrera le advierte que está en una entrevista, y el otro se excusa con simpatía: “No quiero interrumpir”, dice.
Todos parecieran querer hablar con Kurt.
En entrevista con La Firme, él repasa desde sus inicios en Arica; su compleja adaptación a Santiago y a la carrera de Teatro; su inicio a tropezones en el espectáculo; el delicado episodio en que un cura cercano y abusador; el haber conocido a Zamora, con quien hizo dupla por casi dos décadas, marcada por el auge y caída de “Salomón” y “Tutu Tutu” en Viña 2008, hito que terminó siendo clave en el rearme del comediante; el fin de su dupla con Zamora, otro punto de quiebre profesional; su historia con Veronika, “el amor de mi vida”; su faceta paterna, que en el 2022 se complicó por una demanda de su hijo mayor por pensión de alimentos; su presente en El Muro; su cercana amistad con Marco Enríquez-Ominami; algunas otras minucias, cahuines y datos curiosos.
LA FIRME CON KURT CARRERA
Lo primero que me viene a la mente de Arica es la playa. Me acuerdo que mi mamá me llamaba y me gritaba, y yo desde la playa la escuchaba y subía, porque todo quedaba muy cerca; almorzaba y después me arrancaba de nuevo a la playa. Era una vida con muy poco miedo de que te pase algo: ¿Que te roben?, ¿que te pase algo? No. Eso trato que mis hijos lo vivan, pero es muy difícil en Santiago, que hay mucha restricción, y me duele que no tengan esa libertad que tuve de niño. No soy aprensivo, pero cómo están las cosas, sí: uno oculta más a los niños y hay que trasladarnos, mientras que en Arica yo era un animalito: salía y nadie se preocupaba de mí.
Siempre fui fantasioso, me gustaba la ciencia ficción y el animé. No sé por qué tengo eso. Llegaba mucho canal de del Perú, como Panamericana TV, entonces me llegaba mucha información que en Chile todavía no existía: vi las películas y los dibujos animados casi dos años antes de que llegaran a Chile. Los peruanos pasaban todo, entonces crecí con Star Wars y muchas cosas que después llegaron acá. Y sin darme cuenta, hacía imitaciones y me salía muy fácil. Era “el chistoso” en el curso.
Una de mis fantasías más grandes era volar. Como allá es puerto, la capa de Superman llegó igual, mi papá me regaló, me tiré y caí en el pasto, ¡que en Arica hay poco pasto!, jaja. La champa me salvó: no me rompí ni un hueso pero sangré en la boca, y ahí fue: “¡Conchatumadre!, soy humano”... Tonteras de niño nomás.
Cuando niño creía que todo es posible, que todo era tan fácil, y no: te vas dando cuenta de que no hay gente buena. Pero siempre la fantasía me gustaba: me gustaba soñar y disfrazarme. Era fanático de Michael Jackson, y llegó un momento que yo me vestía como Michael Jackson. A mi papá le daba un poquito de vergüenza que anduviera con los pantalones cortos, los zapatos blancos y el guante. No le tenía miedo al ridículo. Me ayudó mucho cuando estudié Teatro. Bodas de sangre (Federico García Lorca) también me marcó, por un tío, que no era actor, pero hacía un (taller) vocacional en Antofagasta y fue la primera obra a la que lo fui a ver. Fue mi primera incursión en algo “profesional”, bien hecho, actuado, maquillado, con escenografía y vozarrones. Y cuando alguien me dijo: “¿Y qué harás cuando seas grande? ¿Qué estudiarás?”. Me vino al tiro decir: “Teatro, ¡quiero eso!”. No sabía a qué iba. No sabía nada.
Cuando me vine a Santiago, también tenía esa sensación de miedo e inseguridad, porque todo es muy grande. En provincia todo es cerquita, todos se conocen y todos son amigos. Acá es la capital, entonces sufrí mucho, me costó hacer amigos, nadie te saludaba y todo era gris en mi época; más el frío, que soy de Arica, entonces lo sufrí mucho. Pero después me empecé a aclimatar y me di cuenta de que al final todos son iguales; lo que pasa es que hay que abrirse un poquito más y conversar.
En Arica dejé también al “amor de mi vida”, que es mi actual mujer, la “Vero”. Fue duro porque fue el último año que me quedaba allá para irme, y la conocí. Me enamoré al sólo verla. Estuve con ella todos los días los dos meses de vacaciones, ¡todos los días! Con ella tuve mi primera relación sexual. Para mí era el amor máximo y le dije: “Aprovéchame porque voy a ser famoso y después no te voy a pescar”... Bueno, se cumplió... Pero el tiempo pasó, ella tuvo su familia, yo tuve la mía por otro lado.
No fui mujeriego. Era muy enamorado. Me enamoro al tiro. Con cada polola me quería casar po’, obvio. Sufrí mucho, sufrimiento máximo, y lo vivo al concho, y lloro, y me encanta colocar canciones que me llegan, y las vuelvo a escuchar pa’ llorar. Me encanta esa huevada. No sé si serán así los Libra, pero me gusta.
Cuando me inscribieron en Santiago a estudiar (Teatro), me cambió todo, porque no era lo que yo pensaba, era todo muy loco, eran como “todos estos hueones se tocan” y gritan. Era muy raro, y pensaba: “Esta huéa es de locos”. Pero igual me gustaba, y terminé la carrera. Estuve harto tiempo cesante muchos años, dos, tres y cuatro; volvía a Arica y me devolvía; me cargaba el frío, entonces cargaba pila en Arica y volvía. Hasta que, de repente, pude entrar y no paré más.
Era un actor atípico, porque todos eran “dramáticos” y leían. Yo no: me gustaba Michael Jackson y el fútbol, y nadie jugaba fútbol entre mis compañeros, nadie me pescaba. Pensaban que no iba a servir pa’ na’, y que los otros entrarían a todos lados, y la única que hay (hoy en el mundo del espectáculo) es la Renata (Bravo). Nadie más. Era el bicho raro. El actor de la época mía era un poquito más de tabla, erudito y técnico. Y me encantaba (actuar) drama, pero un profesor, Luis Wigdorsky, que está vivo y es muy conocido, me dijo como en segundo año: “Tú vas a ser comediante”. Me quedó en la cabeza. Y cuando egresé y fui a buscar pega, la gente se reía cuando hacía tonteras, y me aparecía siempre el bichito: “Vas a ser comediante”. Cuando llegó la oportunidad de hacer comedia, solté y dije: “Ya, me dedicaré a esto”, porque se me hace fácil. Y flui nomás, hasta ahora.
La Renata Bravo era mi compañera en Teatro y entró a Zoolo TV (Mega) antes que yo, entonces ya tenía a alguien que conocía, ella decía de mí de repente: “Era mi compañero, es chistoso y hace voces”. Y quedé. Y ya tenía un acompañamiento. Después fui a Chilevisión, y justo una persona que estaba en Zoolo TV se había ido a CHV, Jorge Pérez, un gran comediante y multifacético de la época, me dio la posibilidad, e hicimos Panoramix y Extra jóvenes. Y ahí ya no solté más.
Hay un cura al que lo conozco desde niño, que era del colegio San Marcos, andaba de túnica y chalitas, franciscano. Para mí, era el “Padre Hurtado” en vida: sabía su vida y lo que él hacía. Me contó de la novia que tuvo, y yo como: “¡Pero, padre, ¿usted tuvo novia?!”, y él respondió: “Sí, pero no me casé”. Viajé con él a Putre, estuvimos semanas, ¡y ni un problema! Nada. Salí de cuarto medio, siempre tuve contacto con él porque ayudaba mucho a la gente. Y en una de esas salidas, me dijo: “¿Estás en Santiago?”. “Sí, padre”, contesté. Y me propuso: “Necesito a alguien que me maneje una camioneta”. En esa época, le dije: “Te voy a buscar donde sea, padre Amador (Soto)”... ¡Y se llama “padre Amador” más encima!... Y fui a buscar una camioneta y luego a él al aeropuerto. Fuimos a Rancagua, a unos pueblos medio raros, y él hacía cuestiones, le pasaban plata y la juntaba, hasta que se nos hizo tarde, de noche, y nos quedamos en una pensión que él ya conocía. Dormimos en esas literas que se abren (¿cama nido?); quedé abajo, y él arriba. Dormí con polera y bóxer. No había luz, era un pueblo. No sé a qué hora habrá sido, que yo estaba durmiendo de espalda, y sentí que me hacían cariño y me movía un poco. En mi mente decía: “¿Qué es esto?” No entiendo por qué...“. Entonces dije: “Padre”. Sacó la mano el huevón y me dijo: “¿Sí?”. “Nada”, le respondí, “¿a qué hora nos levantamos mañana?”. “Temprano”, me contestó. Yo —huevón— me di vuelta mirando para arriba, no veía nada: oscuridad... Y volvió a atacar, y ya me tocaba por debajo. Ahí juro que mi mente hizo cortocircuito, o es lo que creo. Le dije de nuevo: “Padre, ¿qué pasa?”. Y sacó la mano. “¿Sí?”, respondió. Y le dije: “Es que no me queda claro ¿cuándo mañana?”, haciéndome el huevón... Según yo, no dormí y vi amanecer... No me acuerdo de haberlo dejado ni de haber devuelto esa camioneta. La tengo borrada esa huevada... No sé si me tocó o no, o me violó, no sé, no tengo idea, no podría decirlo.
Esto (el abuso relatado) no lo hablé hasta ya adulto; creo que recién a los 30 y tanto. Pasó el tiempo, y después lo recordé y un día le conté a mi madre, que para mí fue una liberación, porque mi madre era legionaria de María, entonces cuando yo iba a Arica me hueveaba: “Anda a ver al padre Amador”. “¡No quiero ver a ese viejo huevón”, decía yo. Hasta que dije: “¿Sabes qué más? Lo voy a ir a ver, porque este hueón me toqueteó”. Quedó la cagada. De ahí me liberé. Después lo conté en algún momento (en La Cabaña), no tan detallado; y después me llamaron unos curas de la época: criminalmente hay un seguimiento, hay gente afectada, que fue más grave, ¡se las violaron así en mala!
El hombre (Amador) está prófugo; no se sabe dónde está, hasta la fecha, porque trabaja mucho fuera de sectores como Putre y Parinacota... ¿Está vivo? ¿Está muerto? Nunca más lo vi. Me gustaría encontrármelo. Siempre tuve miedo a encontrármelo. Hoy, ya viejo, 51 años: me gustaría encontrármelo para decirle un par de cosas, huevadas que tengo atoradas. Pero bueno: si se da se da; si no, da lo mismo. Ya no me importa.
Quería ser galán de teleseries, un (Jorge) Zabaleta. Partí en Adrenalina (Canal 16, 1996), que me dieron la posibilidad en el Venga conmigo, en “Se busca un actor”, que lo pagaba Lonco Leche. Y yo participaba con otro actor y una actriz consagrada, que estuve con Marcela Osorio, y la besé; estuve con la Pancha Merino, y la besé; con la Esperanza Silva, y la besé. Estaba en un éxtasis y ganaba muchas lucas, hasta que un día el productor me dijo: “Kurt, esta vez vas a perder”, y le respondí: “¡¿Pero por qué! Yo voy a ganar?!”, y me contestó: “No, ya has ganado mucho”. Ahí tuve una pequeña desilusión de la televisión, que al final está todo armado. Y así fue: perdí. Y a Claudio Dunsmore, el que me dio la posibilidad, lo llamé y le dije: “Claudio, me siento penca, estafado”, y me contestó: “Tranquilo, perro; ya hablé con (Ricardo) Vicuña (director) y te llamará para Adrenalina”. Estuve dieciocho capítulos, el personaje era chiquitito, “el doctor”; empezó a crecer, y lo pasé increíble, grabé con Willy Semler, Aranzazú Yankovic, Carlos Díaz y todos los del elenco. Lo pasé muy bien. Fue una experiencia muy linda. Y de ahí, de nuevo, no me llamaron más.
Me fui tres meses a México en 1998, que no pasaba nada, y estaba naciendo mi primer hijo (Felipe); yo estaba pololeando con una niña, que su padrastro iba hacer delfinoterapia. “¿Qué es’”, le pregunté, y empezó a hablarme, que era para gente estresada y que “se puede hacer muchas cosas” y “porque me gusta ayudar a la gente. Y me preguntó: “¿Y tú harías el curso?”. “¿En dónde?”, pregunté. “En México”, contestó. “¿Por cuánto?”, consulté. “Tres meses”, dijo. “¿Y me vas a pagar?”, le pregunté. “Te voy a pagar”, me dijo. “¡Vamos! No conozco México”, reaccioné. Y me embarqué. Llegué a Ciudad de México, a Cuernavaca, donde estaba el delfinario. Una experiencia bonita e increíble. Hice el curso, me titulé de terapeuta para trabajar con el delfín, que tiene un ultrasonar que le llega a los niños, que los autistas sus hemisferios son distintos a los de uno, y la frecuencia que les tira el delfín permite que el niño retenga esfínter y tenga contacto contigo. Es una maravilla para los hijos autistas.
Estuve mucho tiempo en Ciudad de México. Tuve la experiencia de conocer “Chespirito” (Roberto Gómez Bolaños), que lo fui a ver, me recibió, estuve con él y fue un amor: me saqué foto y me autografió un libro con “Para mi amigo Kurt”. Yo, que amaba a “Chespirito”: aguantando el llanto.
Quedé colgado, me fui a Arica, nadie me quería... hasta que de repente conocí a Pablo Zamora, por Martín Cárcamo, que estaba en Extra jóvenes. Generamos algo bonito. Al principio con Pablo nos caíamos como el hoyo, lo encontraba muy raro al hueón, porque es raro. Y después, sin darnos cuenta, había química. Ahí salió Ya siento que vienen por mí (CHV, 2002), un programa alternativo de humor, en que yo era “El cabeza de tele” y “La liga de la imbecilidad”, y puro humor muy raro, que en la casa la gente no cachaba; Plan Z estaba haciendo algo parecido.
Con Martín Cárcamo ahora tenemos poca relación. Fue un gran amigo mío, nos vemos muy poco, pero tengo su teléfono y, cada vez que lo llamo, me contesta y hablamos. Pero algo pasó, nos separamos un poquito, pero siempre está en mi corazón, porque me ayudó, y siempre estuvo conmigo en esa bonita etapa de ser joven, hasta los 25 y 28 años. ¿Qué pasó? Al final la vida te va separando y no significa que él haya hecho algo malo. A veces en la vida él se va para allá y yo me voy para acá, y lamentablemente a uno le encantaría que todos estuviéramos (juntos), y no es así; pero no le echo la culpa a nadie. Y si él un día viene y vamos a comer un asado, me como un asado con él, feliz, y nos cagaremos de la risa de todo lo que vivimos, todo lo que grabamos y todas las tonterías que sabemos.
Pasamos a Panoramix (CHV), inventamos a “Los hermanos Sin Dolor”, y hacíamos todas las huevadas estúpidas, hasta que salió “El video prohibido del Profesor Rossa”; y como estábamos en pantalla todas las tardes, nos dijeron: “Vayan a hacer esa huevada”, y la fuimos a hacer al cerro. Nunca pensamos que iba a funcionar, o que íbamos a vivir de esto. Al final, superamos a los originales, y ahí llegamos a Morandé haciendo “Sin Dolor”; y después, como teníamos esa carta en la manguita: “Salomón” y “Tutu Tutu”, y nos fuimos para arriba. Y después ya no paramos por casi diecinueve años con Pablo en Morandé.
Me di cuenta de que el humor se me hacía fácil. Entonces al final fluí nomás, y la gente se cagaba de la risa, y listo, nada más. Y sin darme cuenta gané plata, contratos, mucha estabilidad, lo pasamos increíble y mucho viaje, y Pablo era como un hermano. Lo pasamos bien. Pablo es muy parecido a mí: no teníamos el ego de “tú ganas más o yo gano más”; ganábamos siempre el 50%, aunque yo hablaba menos. Fue muy leal e hicimos empresa. Hasta la fecha es mi hermano, entonces no tengo problema.
He usado todas mis debilidades para hacer humor. Nací con asfixia, me sacaron con forcep; vengo con un “retraso” medio raro de diferencial: no sabía pronunciar las palabras, me costaba recordar la “L” con la “D”, daba vuelta todo; entonces siempre me costó mucho; y leer, también. Con esas carencias llegué a estudiar Teatro. Obvio que de repente decía algo y la gente se reía, pensando que lo estaba haciendo a propósito. Y no, lo estaba haciendo cómo me salía nomás. Y esa naturalidad yo la hice evidente. Pero ellos no sabían que era que no me salía (correcto). Y así empezó el humor, y después me di cuenta de que era una virtud tener estas “fallas”. Claro. Así lo hice y me funciona hasta ahora, jajaja.
Me circuncidaron en el 2003. Tenía una pareja en ese momento y, cada vez que tenía relaciones, me rajaba el pene, ¡era horrible!, heridas y llagas. Llegó un momento en que dije: “Ya, voy al doctor; esto no es normal”, y el doctor me dijo: “Usted tiene fimosis (...) Hay que cortar el frenillo”. “Conchetumadre”, pensé. Hice todo y, de repente, miro el apellido del médico: “Dueñas”, y le pregunté: Oiga, ¿usted es hermano de Roberto Dueñas?“, y me dijo que sí. “¡A dónde me vine a meter!”, pensé. Me operó y desperté con una “momia”: ¡mi pene estaba como una momia! Me dijo que había salido espectacular. Después llegó una enfermera y dijo: “Hay que sacar las vendas”. Estaba petrificado. Estaba en eso, y justó llegó Pablo (Zamora), y yo no podía mear porque estaba anestesiado. “Si no orina en una hora más, tendré que venir con una cánula para sacarle”, dijo el doctor. Y con Pablo haciendo “sht, sht, sht” para que saliera (la orina). Pude hacer pipí... Mejoró 100% mi vida. Siempre recomiendo que se circuncide, porque ya tienes roce y es mejor la higiene. Ojalá hacérselo joven y no a los 20 y tantos años.
Lo más fuerte que hicimos con “Los hermanos Sin Dolor” fue “explotar la guarifaifa”. Tratamos de agrandar esto, ¿y qué íbamos a hacer? ¡Dinamitar la guarifaifa!. “¿Y cómo hacemos eso?”, le pregunté a Pablo, quien propuso: “Hay que buscar un huevón que sepa de petardos, para colocarte una cosa grande con mecha (en la entrepierna), ¡y explote!”. Y le pregunté: “¡¿Y si me quema, hueón?!”. Encontramos a un gallo de Canal 13 que era experto en eso (explosiones). Hicimos una huevada gigante con la mecha, me puse un protector y la huevada explotó y salió humito... Y de ahí era insuperable eso. ¿Qué más hacías? A Pablo se le ocurrió algo peor y dijo: “Vamos al Cajón del Maipo, nos metemos los dos en un tarro, sellan y nos tiran (al río), y después nos sacan”. Y yo le decía: “¿Y si no nos encuentran? ¿Y si se acaba el aire?”...
Pablo (Zamora) no tenía límite, y pegaba fuerte, y yo le decía que más despacio; y él, no (hacía caso). Por eso tuve una hernia cervical, de tanto golpe. No me operé: me lo traté con abejas. Llevé la radiografía a la doctora, que te va poniendo veneno, la abejita muere y te bombardea. Nunca más me operé. Se acabó el dolor. Es como un cicatrizante natural.

Comprendo la molestia que tenía Claudio Moreno (“Guru Guru”): los hacíamos a ellos (como parodia), que estaban muy mal (con Iván Arenas, “Profesor Rossa”), los habían sacado del canal, casi sin pega, mal en todo aspecto; y veían que estábamos en la tele. Obvio que le daba rabia. Entendí eso. Y me acuerdo que un día yo hacía un late del “Tutu Tutu”, y se nos ocurrió invitar a a los “Blondon Boys”, unos nuevos personajes de Rodrigo Villegas y Claudio. Me cagué de la risa, lo encontré increíble. Claudio se quedó y conversamos lo que había que solucionar. Él estaba enojado y le dije: “Perdona, te pido disculpas”, y me contestó: “No, tranquilo”. De repente, uno preguntó: “¿Dónde vives?”, y ambos vivíamos en Las Pircas (Peñalolén). Nos invitamos y se nos ocurrió: “¿Y si juntamos los pájaros en un evento?”. Listo. Empezó la amistad. Ahora somos muy amigos. Me invita a su cumpleaños y lo pasamos bien. Al final, la vida es de conversar y hablar, no cerrarse.
Sentí que Sergio Lagos pudo haber intervenido más en nuestro presentación en el Festival de Viña (2008). Eso ya lo lo limé con Sergio, cuando estuve en Aquí se baila (Canal 13), que lo hablamos en un momento, porque él nos conocía y nunca salió a decir: “¡Cabros, ¿qué le pasa? Es “Salomón” y “Tutu Tutu”, ¿qué está sucediendo?”. Él nunca salió. Entonces un día le dije: “Hueón, me hubiera gustado que hubieras salido en ese momento”. Entonces me dijo: “Puta, hermano, te pido disculpas; nunca lo pensé, pensé que estaba todo bien”. Y se perdona, y vamos que se puede. Ya fue.
Volvería al Festival de Viña. No quedé con un trauma. Lo que pasó y el fracaso era necesario en ese momento, para aprender cosas. Ahora yo no iría como personaje: iría como “Kurt standupero” con un stand-up de las cosas que he vivido y de lo que ha pasado. Hago un show hace más de cinco años, me junto con Claudio Moreno; y me junto con Julio Yung, en De imbécil de a galán; me junto con la María José (Quiroz) en Detrás de las risas. Hago mucho evento, me subo a bares y empresas. Lo paso bien y, si un día me llaman, ahí estaría y conversaremos. No es un sueño; a lo mejor es una espinita. Pero tampoco me mata. O sea, si no llega bien, bien; y si llega, bien también. No me quita el sueño.
He hecho charlas motivacionales por el fracaso de Viña, enfocado en que no tengan miedo a los fracasos. Fracasé en Viña, y sigo y estoy en un canal. Son tropezones que uno tiene que vivir y te ayudan también a comprender un poco, porque de repente uno cree que tocando esa misma tecla va a llegar (a la cima). No. Hay que de repente salir de ahí y hacer otras cosas. No puedes quedarte pegado, porque en algún momento la gente dice: “Ah, la huevada”, Y eso nos pasó con “Salomón” y “Tutu Tutu”. Ya veníamos en bajada (cuando fuimos a Viña), y el primer día fue (Stefan) Kramer, que la vara la dejó en las nubes; y nosotros ya veníamos gastados, cansados y con mucha pantalla potente. Nos perjudicó.
Lola Melnick fue mi amor platónico en una época, me pasé rollos po’, si en esa época debo haber tenido 25 o 26 años. Y llegaban estas mujeres musas inspiradoras, ¡tremendas! Y la niña era sola, y un día se me ocurrió ir a dejarla, y me tuteaba, y después viajamos a Buenos Aires y a Isla de Pascua. Me pasé un rollo en un momento dado. Nunca me tiré, nunca, porque no me daba el cuero. Pero en un momento descubrí que andaba con alguien, entonces ya lo solté y dije: “No es para mí”. Ahora, he hablado con ella. Cuando vino a Podemos hablar hace poco, y le mandé un audio, le dije: “Oye, si yo me hubiera tirado en la época, ¿me hubieras correspondido?”, para darle una humorada. Y al final me llevaron para allá, y me dio el beso... Siempre tengo contacto con ella, por Instagram. Nada negativo.
Hice hartos personajes en Morandé, pero me gustaba hacer a “Marci, el marciano”, que lo copié de una película. Me encanta. Y me gusta “Tutu Tutu” por supuesto. Los “Hermanos Sin Dolor” me cansaron, porque era tanto golpe, y bieeen serio, entonces me cansaba. Me gustaba hacer a a “Eduardo Frei”, al Presidente; y “Jackass presidencial” me encantaba. Con “Sacadores de mitos” lo pasamos muy bien, porque inventamos tantas tonteras, y una vez te dijimos: “¿Es verdad que un gato puede morir si lo metes al microondas?”. Desarmábamos un microondas, le sacábamos todo, y hacíamos como que giraba, le pusimos luces; y al final explotaba, y era un petardo con mayonesa (no un gato real)... Muchos animalistas estúpidos (reclamaron)... Y decíamos: “El mito es cierto”. Y con “Popín”, yo era “Henry”, un niño, y siempre me mataba; y no duró tanto; pero después vino el fenómeno, de que este país se volvió penca po’, que “todo es penca... ¡Peeeeencaaaa!”. Pasamos por esa etapa, e hicimos shows, muy buenos, de gente que iba a ver a “Popín”, que era como un ídolo y que “este va a solucionar los problemas de Chile”.
El mito de Kike Morandé “patrón de fundo”: Kike es cómo es. Se hablaba del patrón de fundo porque era dueño de todo, de la productora, y él hacía y deshacía. Y cuando se reía, se reía; y cuando no se reía y se enojaba, se enojaba. Eso también le daba un plus al programa de que el gallo era auténtico. La gente lo quiere por eso. Hoy es un “actor más”, e igual él se ríe y se enoja, y ya que lo conocemos, entonces al final lo queremos.
¿La vez que más se enojó conmigo el Kike? Una vez casi nos mandaron para la casa. Yo hacía de “Marci, el marciano”, y Pablo era el ufólogo. Y llegó un momento que “Marci” lo agarró a Kike de la pierna como perrito, y el ufólogo le decía: “Kike, se está reproduciendo”. “¡Sácamelo!”, pedía el Kike, y Pablo propuso: “Hay que echar un poquito de agua”. Pablo le había dicho que era poquita agua, pero trajeron un balde, y EMPAPAMOS a Kike: “¡Se acabó esta huevada! ¡Reunión a las 8! ¡Me voy de esta hueá”, reaccionó. Dejó la cagada. Y después nos llamaron a todos los que estábamos: Pablo, Rodrigo, “Ruperto” y yo... Nos subió, nos bajó y dijimos: “Cagamos, aquí se acabó la carrera”. Al otro día llegamos a la oficina, Kike salió y nos dijo: “Hola, ¿cómo están?”. Se le había olvidado. Le dura menos de 24 horas (el enojo).
Una vez perdimos a un auspiciador, que también se enojó. Habíamos inventado: “Cerveza Tula, ¿qué importa el nombre?”. Y yo hacía un comercial en que me la tiraban encima y yo decía: “Qué Tula más rica”... Cristal se enojó y se fue. Y Kike nos dijo: “¡¿Me están hueveando?! ¡Qué están haciendo?”. Esa fue una. Y en otra, que hicimos “el africano”, yo como “Henry” —con “Popín”—, con pisco. Y moría... Y el pisco se fue po’... Nos mataron. Son errores que se cometen y se pagaron.
He tomado agua de calcetín, chupado dedos con callos y hartas otras cosas, como “El hombre sin asco”. Soy poco asquiento, pero tengo una debilidad: no puedo comer nada que tenga rojo líquido; con el ketchup no puedo. Me tiras ketchup acá (en el plato), y cagué, no puedo comer más. Cuando es medio “sangre”, cago. No puedo. generalmente, cuando he hecho cosas así heavy… Por ejemplo, una vez un gallo pescó un plátano, lo molió con su boca, lo escupió, tomó leche y lo escupió, y me lo tomé. Y toda la gente dice: “¡¿Pero cómo hizo eso?!”. Era mi hermano; pero nadie sabía que lo era. Eso lo puedo aguantar. Y así hay muchas cosas que la gente vio, y fueron trucadas: parecían una asquerosidad máxima, pero no era tanto.
Tuvimos una mala experiencia con un mánager, que nos robó giras enteras de Enjoy, que era mucha plata. El gallo pescó (la plata), y se fue nomás, y nunca más lo vimos, hasta la fecha. Funcionaba y nos pagaba. Pero cuando hubo una cosa grande, se fue. Y tampoco quiero saber. Estamos hablando de mucha-mucha plata. En esa época pagaban muy bien. Yo creo que eran más de 100 palos fácilmente.
Cuando deje de trabajar con Pablo (Zamora) me angustié, porque estaba acostumbrado a él, acostumbrado a trabajar en equipo y en grupo; todo lo creábamos nosotros y nos cagábamos de la risa. Era una pega maravillosa. Cando me dijo que se iba y quería dejar la tele, le respondí: “Pero, Pablo, ¿y qué voy a hacer yo?”. Ahí pasaron dos o tres años que yo estaba no haciendo nada, viviendo de mis ahorros. Ya tenía a mi hijo grande, entonces un momento dije: “Hueón, ¿qué hago?”. Ahí Pablo me dijo: “Llama a la Ina (Sáez, productora de Kike 21), te ayudará, te recibirá” y que”yo no quiero más tele". Yo no tenía idea qué era El Muro. “Lo mismo que el Morandé pero ahora es un grupo”, me explicó. Llamé a la Ina, me dio la oportunidad y ya llevo mucho tiempo.
Pablo hace charlas de seguridad, pero las hace como “Salomón”, que se llama: CTM, todos somos CTM (las siglas tienen relación con seguridad). Lo pasa increíble y me invita de vez en cuando. Le va increíble; ha hecho charlas en el mundo, lo han llamado pa’ fuera. Es un capo. Ya no necesita la tele...
No sé si hay chance de que Pablo (Zamora) vuelva a la TV. Yo digo que todo puede ser. Pero Pablo tiene su vida familiar bien constituida. Estuvimos veinte años que a nuestras familias no las vimos; ganábamos lucas y logramos cosas, pero nuestros hijos nos faltaban. Hay una cosa muy loca de madurez: que tu tiempo vale oro, y está bien. En ese momento lo podía hacer, y la raja. Pero en un momento dices: “La plata no vale el tiempo, prefiero estar con mi hijo”. Pablo sabe que esto es pega: la gente cree que nos levantamos tarde, llegamos a las 21 horas y hacemos el programa: ¡estamos todo el día y toda la semana pensando en esto! Es mucho tiempo la tele, y es cansadora. Y también a donde vas no puedes comer tranquilo, te piden (fotos y saludos), y está bien; pero es una pega de 24 horas, no de dos o tres días. A Pablo eso lo superaba.
A mi hijo mayor, Felipe, muchas veces iba ir a verlo, y me salía un show (¡más encima tuve un hijo en Arica!). Al final se crió viéndome en la tele. Siempre lo cuento como chiste en mi stand-up: él decía “mamá, mi papá es un pájaro, entonces yo nací de un huevo”. Está bien, el razonamiento de él es notable, porque es un niño, si ve que su papá es un hueón “hola, profesor” (en alusión a Tutu Tutu)... Le pegaron también en el colegio por (yo) ser “hermano Sin Dolor”. Pasó mucho bullying. Aparte que yo no iba nunca (a Arica), o iba de vez en cuando, para sus cumpleaños, una vez al año. Le hice falta. Pero nunca le faltó nada. Esas cosas pasan la cuenta después nomás.
Era mejor que Felipe viviera con la mamá. Era imposible vivir conmigo: yo nunca estaba. Hoy, ya está estudiando, egresó; vive acá en Santiago, nos va a ver siempre, y es otra cosa ahora. Va pasando el tiempo, y ahí después lo va entendiendo. ¿Qué pasó después de la demanda por pensión alimenticia? ¡Sí! Lo conversamos y solucionamos. Fue duro, porque ya adulto, grande, en estallido social y pandemia, (así que) no lo vi en dos años. Y lamentablemente gané la demanda, ¡porque yo tengo dos hijos más! Entonces mi sueldo se divide en tres, no en uno. Y al final la plata que le daba era mucha más de lo que él me pedía (en la demanda)... Bueno, ya está todo arreglado, ya lo lloramos; malos entendidos, y ya está todo bien, gracias a Dios.

Un día un amigo en común, que era mi mejor amigo, padrino de mis hijos, me dijo: “Oye, ¿qué será de la ‘Vero’?”, y le respondí: “Huevón, yo nunca me la he sacado de la cabeza”. Y él me dijo: “Yo tengo un número”. Me lo dio, llamé, nos juntamos, ¡PA!, sentí lo mismo. Ella vivía en Iquique, entonces viajé todos los fines de semana como que tenía pega, y mentira: la iba a ver a ella nomás. Después me dijo: “Estoy embarazada”. Ahí dijo: “Ya po’, entonces vengámonos a vivir juntos”. Se vino a vivir conmigo y ya tengo dos hijos con ella.
Con la “Vero” llevamos más o menos dieciséis años juntos. Nunca nos hemos casado. Porque ella se casó, pero está separada. Igual nos podríamos casar por el Civil. No se ha dado. Pero yo pretendo casarme, porque si me llega a pasar algo, no se puede quedar en la calle, jaja. Tengo que casarme. Ya. No es una prioridad, pero ya sé que me voy a quedar con ella y estaré con ella siempre. Pero tengo que hacer eso.
Nunca me he casado. El actor no se casa. Es lo que me decían cuando estudiaba: “El actor no se casa”. Pero a veces veo que los actores se casan entre ellos, ¡todos! Ahí hay una dicotomía inmensa.
El amor es lo que mueve al mundo. Cuando el Papa te dice “el amor es más fuerte”, de verdad que el amor es más fuerte. No sé si los animales sienten amor, pero ahí está la base: puedes sentir amor por un amigo, por una pareja, por tus hijos y por tu trabajo; y cuando eso estalla, es una maravilla, porque qué rico vivir así: te dan ganas de bañarte todos los días y quieres salir. Si no hay amor, te empiezas a dejar: ya no te bañas y te tiras un peo. Va muriendo el amor. No sé dónde comprar eso: si existiera una píldora, creo que sería lo máximo. Pero la vida sin amor no funciona.
Ahora, con estos dos hijos que tengo, Agustín y la Flo (de su relación con “Vero”), de 15 y 11, es distinto: han vivido en otra etapa, ya saben que el papá es conocido, pero no vivieron ese auge. Recién lo están volviendo a vivir, con esta nueva exposición en la pantalla, y a veces no les gusta, porque es es como medio “Rocky” la cuestión: al final los hijos se avergüenzan un poco como: “¡Pero por qué siempre haces el ridículo, papá!”. Me retan y yo les digo: “Pero, hijo, ¿qué quieres que haga?, es mi pega”. Es toda una conversación: “En la vida te van a golpear más fuerte, pero tienes que separar las cosas; esto es una pega, hijo, nada más; no pretendo empañarte tu vida y que sea es más difícil”. Hoy, mi hijo ya lo está entendiendo.
Todos mis hijos se llevan bien, ¡se aman!, es increíble. Tenía un poquito de miedo, porque uno cree que si no son hermanos (sino medio-hermanos) no van a sentir ese amor que uno siente por los hermanos. No. La vida me golpeó: se aman, se llaman, se conversan y se juntan aparte. Me tiene contento, tanto los hijos de la “Vero” como los hijos míos, que somos los míos, los tuyos y los nuestros; ella tuvo un hijo, “Nico”, que me quiere, y quiere al Felipe, a la ”Flo” y todo.
Mi ausencia de pudor viene de mi papá. Cuando lo llaman a almorzar, llega en calzoncillos. Mi papá es muy así. Siempre nos bañamos juntos, ¡y mi mamá también se metía de repente! Para mí era normal, entonces nunca crecí con un: “No, que no me vean”. En Arica más encima, que es playa todo el año, nunca crecí con pudor. A mi papá le decía: “Tengo ganas de mear”, y el me decía: “Mea ahí”, y sacaba la pirula y meaba. Nunca tuve ese pudor. Y ya cuando fui profesional y me decían: “Oye, hay que salir en pelota”, yo reaccionaba: “Ya, dale, no tengo problema”. Una vez grabamos en Inútiles y subversivos “La familia anormal”, y el papá entraba desnudo (a escena), y todos: “¡Papá, ¿qué te pasa?! (...) Se te quedó el maletín”, y salía a la calle en pelota, y así grabábamos. Él no acusaba recibo de que estaba desnudo.
¿El lugar más insólito en que he estado desnudo? Una vez tuve que grabar en el centro (de Santiago), que tenía que salir de un lugar, cruzar a otro, y llegar desnudo. El santiaguino está tan así (con la mente en sus propios asuntos), que yo pasé y nadie acusó golpe, nadie me vio, nadie me sacó foto ni nadie acusó nada: pasó un hueón en pelota y nadie se dio cuenta.
Creo que no me haría cuenta en OnlyFans ni en ninguna de esas plataformas. A menos que fuera una huevada bien voyerista. De cuando hago “La toalla”, y me pasaba huevadas, y me tapaba ahí (la entrepierna), tengo muchos seguidores que me aman, y que me dicen: “Me encantaría verte”, “te besaría” y puras huevadas así. Y son hombres. Cuando me mandan mensajes, me río. El que más me incomodó una vez me puso: “Te chuparía los coquitos”. Y lo corté porque ya era mucho… Aparte creen que el “Tutu Tutu” también es gay. Una vez, un año que fui al Fausto (disco gay), y la gente cree que el “Tutu Tutu” es un icono. “La raja”, digo yo. Una vez me invitaron, y eran puras mujeres, pero eran hombres, y ganó una que era preciosa, pero era hombre. Fui como jurado y lo pasé increíble.
Tuve una experiencia con sapos, a los 40, que me dio una cosa como de: “¿Voy a hacer esto toda mi vida? ¿Voy a seguir? Ya llevo veinte años en esto, ¿y qué? ¿Voy a seguir veinte más?”. Me dio una huevada muy rara, y era también porque uno a veces vive cosas que no corresponden, y que viene con la madurez, y decir: “Oye, vivo con diez palos y quiero quince, ¡irreal! ¡No soy un futbolista!”. Eso me pasó la cuenta también. Llegué a un momento en la vida, y justo mi cuñado que hace terapia, me dio un veneno de sapo, que es el bufo (del desierto de Sonora, alucinógeno). Lo viví a los 40 años. Fue una experiencia increíble: me disolvió el alma y el ego, y como uno se “muere” por un cinco minutos, pero parecen horas. Y me salvó. Morí y volví “reseteado”: ya no tenía los dolores que tenía, y mi mente estaba muy clara y lúcida: “Quiero hacer esto, es lo que yo hago”, supe: “Soy profesional, lo hago, y si se ríe uno, mi pega está hecha... ¿Llegar a Viña? Llegaré; y si no, no nomás. Pero vine a hacer reír a la gente. Ese es mi propósito. Esa es mi pega. Hago un show para 40 y hago un show pa 1.000”. Y ahí partí, de los 40, hasta ahora.
Uno se va armando el ego, y se pone duro; y después, cuando eres más adulto, se pone pesado. Es lo que no te deja avanzar, porque estás siempre: “Yo soy así y necesito esto”. No, a veces no necesitas nada, necesitas ser nomás, y el cariño que más quieres: el de tu hijo, de tu madre y tu gente cercana. Eso nomás: es tan simple; y los que están están; y los que no están, no van a estar nomás, y no hay que pedirlo ni tampoco hay que enojarse con ellos. No se dio nomás.
Mi cuñado, que está metido en estos de los sapos, me dice que yo tengo mucho “sapito”, que esta sustancia la trae el cuerpo humano, porque es de la glándula pineal; generalmente cuando duermes, secretas esta hormona y sueñas. Entonces, cuando alguien es muy pesado o muy enojón, es porque tiene poquito “sapito”. Pero lo traes en tu cuerpo. Y yo tengo harta, por eso a lo mejor soy más simpático, más agradable y me gusta saludar a la gente y compartir. Tengo esa “habilidad”, solamente que igual con el tiempo y con lo que uno va viviendo, te vas apagando y dices: “Puta que es pesada esta mochila, y de repente hay que soltarla nomás. Ya estoy resuelto: tema del que me hables, lo contesto, lo hablo y lo hablo desde lo que yo creo que es mejor para mí; no tengo nada que ocultar, entonces soy un libro abierto nomás, mientras los actores son más cerrados, herméticos y “de mi vida privada no hablo”, y son huevadas que tú decís: “Oye, hermano, habla porque a lo mejor a alguien le va a ayudar tu consejo, tu forma o lo que te pasó, lo que viviste”. Es estar abierto: si algo que viví te puede servir para algo, ojalá te sirva.
En el Morandé subí treinta kilos. Partí con un hambre (de éxito), y después empecé a crecer y a crecer. Ahora peso 100 kg y es muy difícil volver (a bajar de peso). Hago deporte: hago fútbol, tenis y la hago todas. Es impresionante. Pero soy muy bueno para comer, me encanta comer. Es mi placer culpable. No me restrinjo. Nada.
Este año cumplo 51 años. Fue duro cumplir 50. Yo siento que tengo cinco, jaja. Los 40 también me tocaron. Uno se ve cuando el papá tenía 40, que mi papá era con bigotito, pantalón de tela, camisita; y yo era todo lo contrario. Yo por lo menos me siento joven para hacer cosas y moverme. Trato de andar siempre con blue jeans, cómodo y con zapatillas. No me siento de 50; pero bueno, a veces la edad cronológica de tu cabeza es una, y de tu cuerpo es otra. De cuerpo estoy bien, hago todo... bueno, me han venido unos lumbagos, porque me tiro al lago desde tres metros, de cabeza, y ya no puedo hacer eso: mi cuerpo lo resiente. No me freno, hago las cosas; pero después estoy con lumbago y tengo que ir al doctor.
De Marco Enriquez-Ominami me hice amigo por la Karen (Doggenweiler). Partimos con una amistad muy linda con la Karen en TVN. Después, cuando ella se puso a pololear con Marco, lo conocí; era cineasta y muy simpático; después teníamos cosas en común, nos gustan cosas muy parecidas; después jugamos tenis, y siempre se ha portado muy bien conmigo. Él, en un momento de mi vida que yo estaba pasándolo mal, me prestó plata; y la Karen también me prestó. Pero mis mejores amigos de esa época ninguno me apoyó, sólo algunos. Y me sorprendió que Marco me ayudara. Y después de eso, yo se lo devolví; pero no me lo aceptó. Fue una persona muy loable y en un momento le dije: “Marco, si en algún momento me necesitas, voy a estar”. Y ahora me llamó y me dijo: “Kurt, te necesito para que me ayudes a acompañarme a mi candidatura: junté las firmas”. Y reaccioné: “Ahí estoy, hermano”. No tengo nada que decir. Estuve y lo apoyé. La gente me llama y me pregunta: “¿Y qué te va a dar? ¿Te va a mandar para dónde?”. Nooo, es solamente apoyar a un amigo que me apoyó en un momento importante, y lo considero mi amigo. Quiero que le vaya bien. Es todo.
No es rollo para mí lo político cuando hay sentimiento, porque aquí no hay interés, no hay nada: es solamente que le vaya bien a Marco. ¿Voy a votar por él? Sí po. Puede ser po’. Porque también puede ser un voto perdido. Quiero que le vaya bien.
Rodrigo Villegas primero me pidió plata a mí. Le pregunté: “¿Cuánto, ‘Guatón’?”, y me dijo cuánto, y le deposité. Villegas se demoró mucho en pagarme, hasta que me pagó. Entonces, un día le dije: “Oye, ‘Guatón’, ¿no me puedes prestar plata?”. También me prestó y nos pagamos mutuamente. Pero en Viña (2023) él tiró como que yo le debía a él: “No voy a decir a la persona que me debe plata, pero voy a mostrar una foto”, y salía yo como “Tutu tutu”. A donde yo iba me decían: “Oiga, páguele a Rodrigo”, y yo respondía: “No, tranquilo”. Es uno de mis mejores amigos.
Gracias a mi padre fui ordenado con la plata, pero también pasé excesos, porque nadie te enseña. Yo llegaba a un momento en que un día estaba en Concepción, en la mañana estaba en Arica, al otro día estaba en Concepción y después estaba Arica. Entonces, al final iba con muy poca ropa, y me compraba zapatillas y ropa nueva al tiro; y al otro día, igual. Entonces mi padre en ese momento me decía: “¿Qué pasa aquí?”. Hay como diez zapatillas nuevas po’ (...) No po’, huevón, no puedes". Madurez.
Tenía la plata para comprarme un departamento, porque vivía en casa arrendada, y un día mi papá me dijo: “¿Y por qué no te compras un departamento?”. Me incitó, fuimos y compré el departamento a los 25 años. Mi platita que tenía guardada desapareció: pero tenía un departamento. Mi papá me ordenó en muchas aspectos. Se emociona, porque en esa época tenía 50 y tanto, y me dijo: “Hueón, ni yo tengo una casa propia, estoy pagándola; y vo a los 25 ya te compraste un departamento”. Gracias a Dios me daba esa visión que yo no la tenía. Sí po’, estaba ganando lucas, estaba funcionando; pero no me daba cuenta.
Hubo periodos que estuve parado mucho tiempo. Después estuve en El Antídoto, de Mega, y también (además de lo económico) porque los cabros, como (Pedro) Ruminot y Frabizio (Copano), son buena tela; y aparte estaba la María José (Quiroz), que es mi mejor amiga, entonces fui. Lo pasé increíble. Tampoco nunca pensé que estaría. Al final me quedé, y lo pasé increíble. Y después vino esta cosa de la Teletón (el regreso de El Muro en el 2024), que yo no fui tampoco por la María José, porque hubo un malentendido. Pero al final todo se arregla conversando. Y Chilevisión nos dio la posibilidad, y nos quiso a todos. Aquí estamos, y lo estamos pasando bien, disfrutando y esperando que sigamos un año más, porque todavía hay vida, hay que juntar (plata), los niños están grandes, ahora viene la universidad, entonces hay que tener lucas; y lo estamos disfrutando, haciendo mucho evento, tanto particular como bares. Lo paso muy bien.
En el retorno de María José (Quiroz, tras conflicto con Belén Mora y Toto Acuña) le presté ropa y, por supuesto, se habló, se conversó, y al final se limaron asperezas, seguimos adelante y estamos todos acá.
Ahora el Kike (Morandé) está feliz, porque le gusta esto. Creo que le encantaba estar en su living riéndose, jugando y entrando; creo que esa es la fuerza del Kike, que en el fondo era el “nuevo animador” ya no tan empaquetado, y que decía su chuchadas y sus cosas. Creo que eso el público lo valoró de un gallo normal que tiene su forma, y que la gente lo respeta y quiere.
Detrás del Muro estará durante el resto del año y mi sensación es que lo estoy pasando muy bien, el público está feliz y el canal está feliz. Siento que va a haber un año más. Y todos esperamos que sea así, y que la gente siga riendo. El grupo está muy cohesionado, nos conocemos hace muchos años y se hace muy fácil hacer humor. Siento que estamos en un buen momento, un buen camino y con buenos comediantes. Ojalá sigamos diez o quince años más, ¡yo feliz!, mientras el cuerpo nos dé…
Siento que El Muro es una buena plataforma no solamente para nosotros, sino para los nuevos comediantes que vienen. Cuando llegué a Morandé, estaba “Chicho” Azúa, Daniel Vilches, (Eduardo) Thompson (Guillermo) Bruce, el “Náufrago” y “Pepe” Tapia; y yo llegaba ahí con 21 años. Creo que es muy lindo que este Muro se forme también para la llegada de nuevos comediantes; y los que ya estamos, daremos un paso al costado porque la vida es así.
Pablo Herrera me demandó y fue un error, o no sé qué pasó, porque él es muy simpático; he estado dos o tres veces con él, y ni un problema. Pero esa vez en El Antídoto (Mega) no le gustó que la María José Quiroz lo imitó, entonces la criticó mucho; y para mí, es mi mejor amiga, la encuentro una mina talentosa y la mejor comediante; entonces cuando me lo encuentro y le dicen: “Oye, Kurt trabaja en El Antídoto”, y me dijo: “¿Pero cómo? ¿Por qué trabajas en ese programa malo?”. “No es que sea malo”, le dije: “Criticaste a una compañera que es actriz cómica, y ella va a ser algo cómico con lo que tú dijiste; no se está burlando de ti, es porque tú le cantas al amor y después le estás tirando balazos a los haitianos”. Al final cantamos en inglés chamullado sus canciones y lo pasamos increíble. Y al otro día llegué y el canal me dijo: “Oye, te demandó Pablo Herrera”. Y al final ganamos porque no había conexión: no puedes demandar por una parodia. Me demando después de que estuvimos en Todo va a estar bien (marzo,2024). Y estuvimos juntos ahora cuando vino al Muro (abril, 2025), lo abracé y buena onda. Es muy buena onda, muy natural. No tiene filtro, y eso de repente incomoda y daña a las personas que escuchan lo que quieren escuchar.
Yo siempre he sido un imbécil, entonces eso me ha ayudado por lugares que de repente no te van a insultar o no se van a enojar, porque van a decir: “Qué imbécil eres”. Mientras que Julio (Jung), que es el galán, tiene las cosas más complicadas, porque ya no puede decirle (a una mujer): “Oye, qué hermosa estás”; te pueden pegar una cachetada. Ya el caballerismo como que pasó un poco, siento yo, como que la mujer quiere que la veas de igual a igual. Siento que en mi forma he sido siempre el mismo. Y creo que la mujer también tiene un valor agregado: nací de una mujer, entonces amo a mi madre, y sería muy loco que yo viera mal a una mujer o le pegara a una mujer, ¡imposible!, porque la mujer es lo más lindo que hay en el mundo, como (Ricardo) Arjona, que Arjona es nuestro maestro. No creo que haya cambiado en mi forma; pero sí en la forma de Julio, del galán, ya está frito. Hoy llegar con rosas y un bombón ya está out; a lo mejor hay gente que le gusta —como todo en la vida—, pero creo que ya no existe ese galán antiguo.
En stand up tengo por lo menos uno o dos shows a la semana, tanto en bares como empresas. Y lo hago solo. A veces me invita Pablo (Zamora). A veces me invita Julio Jung. O a veces hacemos con Claudio Moreno hacemos Desplumados, frente a frente, cara a cara… o pico a pico? O con la María José hacemos Detrás de la risas, que lo pasamos increíble; que hace a la “Shirley” y todos los personajes, yo hago los míos, nos juntamos y nos cagamos de la risa.
Siempre me pongo nervioso cuando me subo al escenario. Siempre. Es una adrenalina que uno necesita. No sé si existe alguien que diga: “No, yo cuando me subo al escenario, no siento nada”. El día que sienta eso, yo me retiro, porque es rico ese dolor de guata; y después pasan dos minutos, y se te pasa. Y ya después no te quieres bajar.
Me quiero jubilar como se jubilan todos los chilenos: a los 65 —o no sé cómo estará ahora la jubilación—. Me quedan quince más o menos. Creo que esos quince los voy a aprovechar mientras Dios me dé salud. Me dedicaré al humor como siempre, y después buscaré algo que me entretenga. Me gusta mucho ir al “Persa” a ver huevadas, me encanta estar viendo moneditas y billetes antiguos. Siento que hay una cosa que no he explotado al 100%, pero mi casa está llena de huevaditas que junto, como una moneda antigua del 1800, y la miro, y me encanta. Me gustan los superhéroes también, y me gustaría incursionar en vender cosas de superhéroes, como comics, que me encantan. Pero por lo menos quince años más espero seguir haciendo humor.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido actor, pienso que habría sido biólogo marino, por trabajar en el mar.
En en mi época de estudiante de Teatro fui flojo, no estudiaba mucho. Si tenía que leerme un libro me lo leía, pero era flojo.
Un apodo es “Cabezón”, “Kurt yogurt” y a veces me decían “Kurt Cobain”.
Un sueño pendiente es hacer un película de humor completa con Pablo Zamora y toda mi gente que quiero, comediantes amigos, e incluso ya tenemos escrito algo; y cuando haya tiempo y auspiciadores, me dedicaré a eso, algún día.
¿Una cábala? Soy de muy poca cábala, no tengo cábala, pero me encomiendo a alguien siempre.
¿Una frase favorita?... No sé... Siempre termino las frases de las otras personas, que no me daba cuenta de eso: repito lo último que la gente dice.
Un trabajo mío que no se conoce es que trabajé en un camión un par de años cuando estaba naciendo mi hijo; casi iba a ser padre, entonces necesitaba plata, y trabajé dos o tres meses manejando un camión tres cuartos.
Con mi primer sueldo me compré al tiro una tele grande y bonita, y cosas para la pieza, que vivía en una pensión.
¿Algo de lo que me arrepiento? Nunca me arrepiento de nada, siempre hago las cosas porque las siento... De repente me arrepiento de perderme cosas importantes con familiares que debería haber estado y no pude por la pega.
Un amigo famosillo es Rodrigo Villegas, Ruperto, Christian “Ruperto” Henríquez, la Karen Doggenweiler, Andrés de León, Marco Enriquez-Ominami y María José Quiroz, por supuesto, que son muy pocas las amigas mujeres que tengo.
Un comediante que admiro mucho es Daniel Muñoz, a Fernando Alarcón y a Óscar Olavarría.
Un animé favorito es los ThunderCats.
Mi objeto más preciado es un anillo de oro que me regaló una tía cuando tenía 15 años, que todavía lo tengo.
Un pasatiempo oculto es juntar moneda y billetes: la numismática.
Soy de la “U”, porque “Tutu Tutu” es amigo del “Chuncho”. De chico era de Arica, pero cuando llegué a Santiago, en el primer partido que fui a ver de la “U”, estaba Marcelo Salas y todo el equipo, y ahí sentí el ¡“Sale León!” y me quedé con la “U”.
Una película que me hace llorar es Cinema paradiso.
Un miedo es que se muera un pariente mío cercano, un hijo, que encuentro que es lo peor. Y a mis padres los tengo a los dos vivos y sanos.
No creo en el horóscopo, pero creo en los signos. En una época veía las cartas españolas: una bruja me dijo que tenía talento en eso, empecé a hacerlo y de verdad que la gente se ponía a llorar cuando le hablaba de las cartas; y llegó un momento que dejé de hacerlo porque me empezó a ir muy mal. Últimamente he estado retomándolo. Lo encuentro bonito porque voy tirándolas y voy leyendo una historia que veo en las cartas, y después la gente me dice: “Sí, pasó eso y no puedo creerlo”.
Si puede tener un superpoder me gustaría volar.
Un placer culpable es el chocolate, el pie de limón y todo lo dulce.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, uno es Jerry Lewis, Jim Carrey, Steven Spielberg y Michael London, de Camino al cielo y La casa de la pradera.
Kurt Carrera es un comediante que le gusta reír, pasarlo bien y y disfrutar la vida.
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