
Crítica de cine: Jurassic World Renace, un fósil de una saga completamente agotada
La nueva entrega de la franquicia repite lo peor de sus antecesoras: personajes planos, una historia sin rumbo y un guion reciclado que solo prolonga la vida de una franquicia que solo se defiende por los millones que recauda su nostalgia mal entendida.

La saga de Jurassic World simplemente ya no tiene redención. Tras cuatro películas, la franquicia se ha encapsulado en ámbar, siendo completamente incapaz de escapar de los márgenes que le impone su naturaleza que opera sin cesar como reinicio, remake y secuela de la obra de 1993 dirigida por Steven Spielberg.
Sus dos últimas producciones, Jurassic World: El Reino Caído y Jurassic World: Dominio, representaron lo peor del afán de estas “reimekuelas”, siendo creativamente inertes y funcionando como verdaderos robos a la nostalgia perpetrados por estudiantes flojos que nunca entendieron por qué la película original de Spielberg sigue siendo una joya hasta el día de hoy.
Más aún, en su obsesión por evocar lo hecho por el maestro, cada nueva entrega de la franquicia ha sido completamente incompetente a la hora de contar una historia que se sienta propia o única, alejándose del sentido de asombro genuino que definió a la primera película como un clásico. Y en su lugar, solo han dejado una visión avariciosa que no repara en gastos de efectos digitales sin chispa.
Por eso la saga solo merecía su extinción y, más aún, su olvido con el final de la trilogía anterior. Pero como todas las películas de Jurassic World recaudaron más de mil millones de dólares en cines, Universal Pictures se negó a dejarla tranquila, siguiendo adelante con la historia de un universo con un canon completamente despelotado.

Ahora en Jurassic World Renace, la nueva película de la saga, se establece que los dinosaurios - los mismos que se expandieron y multiplicaron rápidamente sobre la fas de la Tierra - solo pueden vivir en una franja situada en el Ecuador, ya que las condiciones climáticas del planeta, influidas por el actuar del ser humano, nuevamente los están llevando al borde de la extinción.
Ese es el punto de partida para una película que, como sus más recientes predecesoras, simplemente no innova en nada. Por ejemplo, al centro de su historia está un nuevo codicioso hombre de negocios que, impulsado por un lucrativo plan farmacéutico, requiere de la sangre de dinosaurios enormes.
Para obtener esas muestras, el sujeto, obviamente sin valores ni principios, crea una misión secreta para que personas con experiencia militar -en una base que evoca a la segunda película, El Reino Perdido- irrumpan en una nueva isla que alguna vez fue un centro de investigación de la extinguida InGen.
El gran peligro es que la isla en cuestión fue la base de operaciones de experimentos mutantes, pues los científicos buscaron crear nuevos dinosaurios para cautivar a la audiencia. Todo esto siguiendo la idea ya vista en la primera Jurassic World, en donde Masrani Global Corporation (la sucesora de InGen) creó al Indominus rex, por lo que la idea de los dinosaurios mutantes no es una novedad. Aunque aquí la intenten vender así.
En medio de todo ese charquicán, los militares encabezados por el personaje de Scarlett Johansson deben irrumpir en una isla protegida a la que nadie tiene permitido entrar, para obtener las muestras de sangre de las peligrosas criaturas.
En esa ruta se topan con un evento inesperado: deben rescatar a una familia civil que es atacada por el gigantesco dinosaurio marino que sigue moviéndose libre tras los sucesos de la trilogía anterior. Es esa misión de rescate la que inevitablemente da pie a que todos queden atrapados en la peligrosa isla, en un esquema que, mira tú, también rememora a Jurassic Park III.

Sin nada realmente nuevo que aportar, el mayor punto de redención de Jurassic World Renace es que no es tan mala como Jurassic World: El Reino Caído ni tan inerte creativamente como Jurassic World: Dominio, pero aquello no es suficiente para defenderla.
Es decir, aunque en esta película dirigida por Gareth Edwards (Rogue One) hay un par de secuencias de acción interesantes, que en realidad se pueden contar con un par de dedos de una mano, en general esta producción es atravesada por un desgano bastante general.
Mientras las actuaciones dan una sola nota plana, lo que es lamentable considerando que tienen a nominados y ganadores del Oscar, su guion a cargo de David Koepp, escritor de la película original, carece de ideas frescas.
Y todo eso convierte a esta película en un viaje en piloto automático sin rumbo ni propósito, más allá de prolongar artificialmente a una franquicia ya agotada.
Lo lamentable es que aún así no tengo dudas de que esta será un nuevo éxito, ya que en tiempos en los que la gente le pregunta a los chatbots de IA hasta qué película deben ver el fin de semana, lo único que importa es que un título reconocido siga existiendo en cartelera. Y claramente, la marca Jurassic Park aún tiene un poder evocador que, aunque cada vez más hueco, continúa moviendo la maquinaria del consumo automático.
En ese ambiente, Jurassic World Renace solo busca parecer lo suficientemente funcional para justificar su existencia como producto, cumpliendo con su mínimo objetivo: ofrecer una ilusión de aventura con dinosaurios, aun si eso implica reciclar otra vez ideas y escenas con personajes que no tienen ningún peso emocional.
Pero si un legado de Jurassic Park fue despertar una sensación de asombro que hacía temblar el suelo bajo los pies, esta nueva entrega solo da vueltas sobre una tierra ya erosionada por sus predecesoras, sin semillas nuevas que plantar. Por eso, aunque esto sea un éxito y se hagan más película a futuro, lo más honesto que podría hacer Universal sería dejar descansar a estos dinosaurios en paz y aceptar, de una vez por todas, que la magia cinematográfica simplemente no se clona. Mientras sigan robándole páginas a la primera Jurassic Park, van a seguir siendo un montón de desperdicio como el que deja la triceratops.
Jurassic World: Renace se estrena este jueves 3 de julio en cines.
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