Crisis venezolana en Chile: la frontera del dolor

La Cuarta viajó a Tacna para conocer cómo viven cerca de mil venezolanos que esperan ingresar a Chile. La mayoría son mujeres y niños que están en situación de calle, no tienen baños, y que comen gracias a donaciones.

Desde mediados de junio, cientos de venezolanos esperan en la frontera de Arica y Tacna la visa democrática o de turista, que entrega el consulado chileno, para ingresar al fin a la "copia feliz del Edén".

La mayoría vive y duerme en carpas pequeñas instaladas en la calle Plesbitero Andia, lugar donde históricamente ha funcionado el consulado chileno y que comparte esquina con las oficinas del Gobierno Regional de Tacna y el Poder Judicial.

En el lugar también hay una zona residencial militar, donde los habitantes han debido facilitar sus jardines y estacionamientos, algunos a regañadientes, como albergue para cientos de personas que decidieron levantar el campamento para hacer vigilia a la espera de una solución.

El día a día de los venezolanos es similar al de una persona en situación de calle. No tienen servicios básicos, como baño o agua potable, y por las noches alumbran sus carpas con linternas o velas. No hay forma de calefaccionar el espacio, lo que pone en alto riesgo a niños y mujeres embarazadas que no están acostumbrados a las frías noches de la frontera norte, situación que queda en evidencia a la hora de vestir: muchos están en short, polera y chalas.

Para comer dependen de la solidaridad de organizaciones sin fines de lucros o iglesias evangélicas que tres veces al día llegan al lugar para entregar desayuno, almuerzo y cena.

Un vaso de leche, un pan, galletas, empanadas, té, café, arroz y panita son parte del menú diario con el que viven más de mil personas. Se organizan para que primero coman los niños, aunque a ratos el orden se convierte en caos, especialmente a la hora de repartir el agua.

"Nunca imaginé llegar a vivir esta situación. A ratos es humillante. No tienes dónde darte una ducha o cepillarte los dientes. Estamos viviendo en el extremo por intentar llegar a Chile. Yo tengo una oferta de trabajo en Concepción, pero aún no puedo entrar a la entrevista al consulado. Aún no tengo esperanza, aunque acá, incluso en esta situación, estoy mejor que en Venezuela. Volver no es opción", comenta Roberto Ramírez, profesor universitario de Zulia, que decidió dejar a su esposa y dos hijos para buscar una nueva oportunidad laboral en Chile.

"En Chile se darán el lujo de tener a un doctor rellenando sus vehículos con gasolina", asegura el hombre.

A pesar de lo extremo de la situación, muchos aseguran que prefieren estar en carpas en la frontera antes que regresar a su país. "Al menos acá tenemos comida y luz", asegura Diani Chirinos (31), quien decidió dejar Venezuela para trasladarse hasta Rancagua, donde actualmente trabaja su marido.

La mujer viajó una semana por tierra y llegó de noche a Tacna sin conocer a nadie. Sus primera horas las pasó junto a sus tres hijos en el terminal de buses de la ciudad, sin tener donde comer ni menos darle un abrigo a sus retoños.

"No es fácil quedarse sola y con tres niños. No tengo a nadie acá. Tuve que pedirle ayuda a una persona para que me llevara a un lugar que no cobrara tanto porque tenía al bebé moradito. Los tres niños lloraron toda la noche, esta experiencia no se la doy a nadie", sostuvo la mujer, que logró tomar una cama en la "casa del inmigrante" en Tacna por siete días. Una vez finalizado el plazo quedará en calle. Tiene hora en el consulado para el 25 de Julio.

Organización. Una de las encargadas de organizar a sus compatriotas para pedir número y orientarlos en la documentación que necesitan para ingresar a Chile es Jessica Vivar (45). La mujer se instala todos los días en la reja del consulado desde las siete de la mañana y a los gritos llama a las personas que deben ser atendidas.

Su palabra es respetada y sus compatriotas la ven como voz autorizada para hablar cuando algún funcionario chileno se asoma por la reja a dar alguna información.

"Asumí esta responsabilidad y las personas lo han respetado, aunque también lo hago como una forma de autoayuda, porque si esto no se organizaba no podré entrar yo a Chile", comenta la mujer, que debe soportar una dolorosa infección en el pie que no ha sido tratada y que le impide movilizarse con normalidad.

Jessica cuenta que la gran complicación que tienen los venezolanos que ahora quieren entrar a Chile tiene que ver con sus pasaportes. Muchos lo tienen vencido y aseguran que en el consulado no quieren reconocer la prorrogar que les dio el gobierno venezolano.

"Las trabas las tienen las personas con prorrogar, no entiendo por qué rechazan a las personas que tienen la prorroga en el pasaporte. En todos los países es legal la prorrogar, menos en Chile. Las visas que han rechazado es porque no reconocen la prorroga en Chile".

ANGUSTIA

Esta incertidumbre la viven constantemente los venezolanos que intentan tener una nueva vida. Y por lograr este sueño, están dispuesto a soportar y vivir situaciones extremas.

Ese es el caso de Rebigrey Semprun, quién viajó siete días desde Maracaibo, con ocho meses de embarazo, y que ahora deberá esperar tres semanas para recibir atención médica. Según lo que relata, para gran parte del día sentada en la vereda y cuando siente ganas de ir al baño debe pagar cinco soles ( $1.065 pesos chilenos) en un restaurante cercano.

"Acá no tengo como atenderme. En la cruz roja me dijeron que estuviera pendiente del movimiento del bebé y nada más. No tenía la necesidad de estar en la calle y ahora mira cómo estoy. Ojalá esto se solucione pronto", comenta la mujer.

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