Feria Friki: del nicho al fenómeno

Partió como una pequeña comunidad de trueque. Hoy se toman parques enteros para sus actividades, donde congregan a miles de fanáticos no sólo del animé, manga o superhéroes, también a un público común y silvestre.

Los más entusiastas, llegan disfrazados -cosplay, como se le conoce técnicamente-, otros lucen gorros con sus "monos" favoritos, o bien los llevan en las poleras.

Para muchos, eran bichos raros que se reunían en torno a un puñado de puestos, compartiendo su amor por aficiones poco difundidas.

Así fueron los comienzos de la Feria Friki, movimiento que hoy conquistó los corazones de quienes incluso jamás habían echado un ojo a este mundo.

Los superhéroes y el animé son los reyes del movimiento, y se comercializan en todos los formatos posibles: tazas, polerones, pins, cojines y una infinidad de posibilidades que, con el paso de los años y el interés de aquellos que antes sólo miraban de reojo, incluye hoy también a personajes más transversales y de la cultura pop.

Cada cierto tiempo, la itinerante Feria Friki se instala en algún gran espacio de la capital, congregando a miles de personas, que disfrutan no sólo de lo que se comercializa, también del buen ambiente que se genera, ya que es un espacio donde los fanáticos comparten, intercambian y se van un poco más felices, un tanto más cargados y con ganas de volver.

La génesis

Pablo Rivas, organizador y cabeza de la agrupación, fue quien pujó, junto a toda su comunidad friki, para convertir lo que era una buena idea, en un gran fenómeno. "Todo ha sido muy de a poco. En un principio, más que nada nos juntábamos a intercambiar cosas. Cada una de las personas que llegaba traía ciertas colecciones o figuras y cuando ya no las querían, las permutaban", rememora.

Claro que este "Godzilla" comenzó a crecer y con él, también los problemas. "Como éramos poquitos, no molestábamos a nadie, pero se comenzó a correr la voz y más y más gente llegó. El punto crítico fue cuando los inspectores municipales nos dijeron que ya éramos muchos, y que el parque San Borja, donde partió esto, era para todos", explica Rivas.

Ese fue el momento en que Pablo se tuvo que poner al frente del grupo y comenzar a legalizar todo, para poder seguir con los encuentros. "Me acuerdo que pasé mi cédula de identidad, por cualquier cosa, estuve todo el evento sin ella, já. De a poco organicé la parte legal, yo trabajaba en reglamentaciones en minería, así que no se me hizo tan difícil", cuenta.

Genki-dama

En la actualidad, llevan más de 80 ferias en Santiago, gracias a siempre cumplir con lo que les piden.

"Nosotros tenemos como regla pagar todos los permisos y dejar el lugar tal como nos lo pasaron, así que las municipalidades ahora nos confían sus espacios sin problema", cuenta el organizador, quien destaca que ese poder colaborativo es la gran fortaleza de la Feria Friki.

Una muestra de ese éxito se vivió el fin de semana, cuando el proyecto realizó una de sus jornadas más importantes del año, pensada en el "Día del Niño", donde grandes y chicos disfrutaron a pasos de Plaza Italia.

"En esta fecha y en Navidad hacemos esta feria especial. Son de las más grandes, pues se juntan cerca de 500 puestos", relata Rivas.

Claro que no todo es comprar chiches, también se han esforzado en que la comida que se venda esté relacionada con el espíritu del proyecto, lo que le da aún más identidad.

Una oportunidad

Una de las cosas más importantes para los que ponen sus stands, es que desde sus inicios, hace ya 6 años, cuando sólo tiraban paños al piso, que participar es gratis para ellos. "Aquí todo el mundo puede venir, esa es la gracia, y al no tener que pagar por estar, no tienen que subir los precios de los productos. Además, hay ciertas tiendas que pueden tener una vitrina distinta y acercarse a posibles compradores", finaliza Rivas.

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