Ex monjita Patricia Beltrán recorre la bohemia porteña para rescatar almas

Patricia Beltrán pasó 24 de sus 51 años sirviéndole al Pulento, como monjita en un convento de la Quinta Región. Así era su vida, hasta que un día, caminando por una callecita porteña, una trabajadora sexual le rogó a la religiosa que le diera un abrazo. Ese día y ese abrazo cambiaron todo para la hermana Patty, pues sintió que ese era su destino, su nueva misión: ayudar a mujeres desprotegidas.

Desde ese momento, comenzó a idear su fundación "Betania Acoge", y valientemente dejó atrás el convento y los votos, se despojó del hábito para ayudar a mujeres con vulneración de derechos. Al comienzo, sólo trabajó con las que ejercían el comercio sexual, pero ahora su manto protector alcanza también para drogadictas, alcohólicas y todas aquellas en situación vulnerable que decidan y quieran cambiar, porque, según cuenta la hermana, "va todo de la mano".

Este cambio rotundo, de la tranquilidad del convento a la hostilidad de la calle, a escuchar los problemas profundos de decenas de chicas, es un salto que aunque parecía al vacío, terminó acabando en el fondo de su alma y en el corazón de muchas mujeres que han recuperado las esperanzas. "Esto tiene su base en la fe y el amor, esa ha sido la clave. Además es querer, ellas quieren cambiar, no hay más", le suelta a La Cuarta la ex sor.

La renuncia de Patricia Beltrán

Nada de fácil fue para la hermana Patty decirle chaíto a la congregación en la que dejó sus años de juventud. La ex monjita llegó allí a los tiernuchos 17 y recién se viró a los 45, paso del que no se arrepiente. "Con la fundación todo tiene un sentido, porque de alguna manera, siendo religiosa, ya trabajaba en favor de las mujeres vulneradas en sus derechos, pero no tenía tiempo exclusivo, tenía que cumplir horarios y tareas, era de cierta manera incompatible", cuenta.

Desde el episodio en aquella esquina, junto a la mujer que ofrecía su cuerpo en ese lugar, ya nada fue igual, pues, según Patricia, "ese abrazo fue el encuentro de dos iguales: ella mujer, yo mujer, esta unión de corazón a corazón es lo que produjo este cambio maravilloso".

-  ¡Qué rudo, hermanita!

- Me costó mucho dar este paso, ya que una en el convento hace votos, no nos falta nada ahí, no sobra, pero si se rompían unos zapatos, sabías que tendrías otros.

-  ¿Y afuera?

- Salí sin tener nada, ni siquiera ropa, pero de alguna forma me rearmé, y eso para mí fue muy valioso.

-  ¿Qué piensa del cambio y de todo este sacrificio?

- A mis papás en el sur les costó comprender, ellos estaban muy contentos de tener una hija religiosa y fue difícil..., pero hoy están muy contentos y me siento plenamente apoyada por ellos.

-  ¿Y los hermanos de verdad?

- Mis hermanos, contentos. Ellos son mis grandes colaboradores y amigos en esta obra.

-  ¿Los va a ver o no deja a sus chiquillitas a la deriva?

- Tengo a mi familia en el sur, me dan ganas de viajar y estar con ellos un fin de semana largo y el san lunes y el martes, jajajá. Sin embargo, me siento responsable de la fundación y de las chiquillas cada día, así que no puedo hacerlo.

-  ¡Todo por sus regalonas!

- Sí, tomé la decisión y hoy en día me dedico exclusivamente al hogar, para poder apoyar a todas quienes lo necesiten.

Regalo divino: casa nueva

Cuando sor Patricia deja su congregación lo hace con el claro propósito de sumarse a la sociedad y ayudar con esta noble peguita que hoy desempeña. La idea de crear la "Fundación Betania Acoge" tomó fuerza desde que cambió el traje gris por la vestimenta de civil. No tenía ropa, por ahí consiguió unas pilchas. ¿Lugar donde vivir? Ni hablar. Su única posesión clara en su maleta es la convicción de ayudar a todas esas mujeres que sufren vulneración y adicciones.

Orgullosa de su trabajo y de la casa de acogida, que a puro ñeque forjó con años de empuje y pasión, Patricia desembucha que "lo que me impacta y me mueve a seguir trabajando por ellas y para ellas es su profunda perseverancia y fe en que la oportunidad que se dan, de hacer un giro radical en sus vidas, es algo totalmente posible".

-  ¿Esto la pone japi?

- Imagínense, el paso que yo he dado para dedicarme exclusivamente en favor de trabajar por ellas es realmente una alegría interna que nadie me la quita, estoy plenamente feliz con lo que hago.

-  Y en el proceso de cambio, ¿cuál es la estrategia pa' lograr resultados?

- Primero, querer. Es primordial que ella quiera el cambio. Esto, porque llegan y dicen "estoy metida hasta la punta del pelo en situaciones que no quiero", entonces recién ahí empezamos el proceso de acompañamiento, de apoyo espiritual, sicológico y social, familiar.

- Después, ¿qué sigue?

- Tenemos, gracias a Dios, a una fundación francesa que nos aporta dinero para que mujeres que quieran seguir estudios superiores lo puedan hacer, ¡y es tan lindo! Porque ellas quieren, pero no tienen los recursos, entonces ellas postulan a esta beca y se les abre un nuevo camino.

-  ¿Y resulta?

- Tenemos a cinco chiquillas estudiando: tres Enfermería con mención en urgencia y otras, Hotelería. Incluso, una se recibió de enfermera ¡Qué orgullo más grande!

- ¿Dónde las llevaba al comienzo, cuando no tenía casa?

- Cuando recién partió la fundación, eran cinco las mujeres que iban y funcionábamos en un restorán de una señora muy querida, eso por un tiempo largo. Después, nos dimos cuenta que crecimos y necesitábamos un lugar más amplio.

- Chuta, pelúo igual, más todavía si no tenían ni uno...

- Sí, pero apareció una gran amiga, que me dijo que tenía una bodega, que si la arreglábamos, la podíamos usar para la fundación, y la verdad es que era una casa en desuso, allí en Avenida Brasil, donde llegan el Metro, las micros y los colectivos, en el plan de Valparaíso, es muy céntrico.

- Tenía el espacio físico, pero... ¿cómo se las arregló para amononarlo y dejarlo operativo?

- Con ayuda de nuestros amigos empresarios y gente conocida de la fundación la empezamos a arreglar para las niñas, y el año pasado al fin la pudimos inaugurar. Es una casa de visita diaria, lo que le da más fuerza al cambio, porque ellas deben volver a sus entornos cada noche, es decir, que el cambio es de verdad.

- Bien bondadosos los porteños, ¿ah?

- La ayuda proviene más de Santiago que de la Quinta Región, acá son bien flojos, poco sensibles a esta realidad, como que nos cegamos ante el dolor, ante la miseria.

- ¿Ha pensado expandirse a otros lugares?

- Me encantaría, pero creo que la apertura debe ser a nivel de gobierno. Acá no hay políticas públicas, nos ayudan privados. Siento que tiene que haber un apoyo para ayudar a todas estas chiquillas.

- ¿Esta pega tiene frustraciones?

- Siempre hay chicas que no perseveran y qué lástima que no hayan tomado el camino que se les ofrece... Se sufre un poco, pero tenemos como gran lema la no frustración, porque las otras chiquillas que sí están en su proceso se resienten, da pena, pero queda la esperanza de que algún día puedan volver, porque las puertas siguen abiertas para ellas y para todas las que sientan el llamado de cambiar.

Visita los antros

Patricia Beltrán, desde el inicio de su llamado, recorre los topless de Valparaíso, buscando ese abrazo de la primera vez y, según ella misma cuenta, "a veces podemos entrar, otras veces nos dicen que mejor no, y lo respetamos".

Esta misionera pro mujeres agrega que "nosotras siempre las andamos buscando. Salimos porque sentimos que hay muchas que aún no toman decisiones en sus vidas. Seguimos yendo a los bares nocturnos, a las calles, y encontrándonos con ellas creemos que es la forma", se convence.

- Los dueños de los sucuchos tendrán cuco de que les "robe" a sus perlitas...

- Miedo no creo, debe ser respeto, porque saben que ellas necesitan este cambio que "Betania Acoge" les entrega. Es más cómodo decirte "por esta vez no entre", jajajá.

- ¿Le da sustito enfrentarse a ese ambiente?

-  Nunca lo vi como un enfrentamiento, a mí no me asusta. De hecho, me produce una tremenda tranquilidad, me da felicidad tener el contacto con ellas en los locales.

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