“El origen de la voltereta”: mira aquí un adelanto de la biografía de Víctor “Pititore” Cabrera

“El acróbata del gol: las volteretas de Víctor ‘Pititore’ Cabrera” se llama el libro de Gonzalo Valero, que repasa en 37 historias la trayectoria del mítico delantero nacional. Desde el origen de su curioso apodo, hasta su relación y las mejores anécdotas con el “Clavito” Godoy, el periodista revela todos los mitos detrás de su extrovertida figura. Mira a continuación un adelanto.

4. El origen de la voltereta

En esos años, vivir en la población Cemento Melón de La Calera les permitía a los niños de los empleados de la fábrica compartir con los hijos de los jefes de la compañía en espacios de convivencia diaria y de sana práctica deportiva.

Para Francisco Manzo, investigador del Club de San Luis de Quillota, eso pudo haber ayudado a forjar la personalidad de “Pititore”, quien, a pesar de su condición de estrato social bajo, no era un joven retraído ni callado; por el contrario, siempre se hacía notar, sin importar dónde ni con quién estuviera conversando.

Desde muy pequeño, Víctor Cabrera destacó por sus habilidades motrices y por su agilidad para hacer todo tipo de maniobras que parecían simples, pero que para otros niños de su edad no lo eran. Se subía con facilidad a los árboles, a los postes del alumbrado eléctrico, a las panderetas y rejas, y a cuanto obstáculo se le presentaba en el día a día, mientras deambulaba con amigos o bien buscaba cómo ganarse unas monedas, a través de los diferentes oficios que desempeñó desde temprana edad.

La voltereta que lo hizo mundialmente conocido nació en el trampolín de la piscina del Complejo Deportivo Cemento Melón de La Calera. Hasta este lugar llegaba cada verano con algunos amigos, aprovechando los beneficios que le entregaba ser hijo de un operario de la fábrica.

La temporada de piscina comenzaba a principios de diciembre, con la llegada de los días de más calor. Aquí se hizo amigo de unos jóvenes hijos de un alto jefe de la empresa, quienes tenían conocimientos en gimnasia y natación, y solían divertirse tirándose piqueros desde el trampolín. Ellos le enseñaron los secretos básicos para saltar y hacer todo tipo de piruetas.

Esos jóvenes caleranos eran los hermanos Alberto y Roberto Neumann Ringeling. “Pasábamos todo el día en la piscina. El «Piti» era un cabro chico bien despierto y aprendía todo lo que uno le enseñaba. Mi hermano Roberto era gimnasta y le enseñamos a Víctor a hacer los «Flip-Flap». Era muy osado, se atrevía a todo. También jugábamos «pichangas» en el pasto. Lo pasábamos muy bien, era un grupo de niños muy entretenidos”, recuerda Alberto.

Rápidamente el alumno comenzó a superar a los maestros, y a medida que pasó el tiempo el niño se fue transformando en un joven aventajado en el nado y en los clavados. Empezó a desarrollar saltos y piqueros cada vez más espectaculares, y en el pasto de la zona que rodeaba a la piscina solía deslumbrar con distintas acrobacias en piso. “Él era la estrella del día domingo de la piscina de la población Cemento con sus volteretas, la gente iba a mirarlo a él”, señala su amigo Alex Martínez.

También acudía a la piscina olímpica municipal de La Calera, donde se subía a lo más alto del trampolín de tres pisos y se lanzaba en clavado, dejando a todos con la boca abierta producto de sus piruetas y sus arriesgados saltos. Luego de hacer estas maniobras pasaba la mano, pidiendo unas monedas por el espectáculo brindado.

Sus destrezas y habilidades acrobáticas bien pudieron llevarlo a trabajar en un circo, como a él tanto le hubiera gustado, o a practicar alguna disciplina de gimnasia artística. Talento tenía de sobra. Pero nunca se concretó una de estas dos posibilidades, ya que nadie se dio cuenta de que ese niño de cuerpo delgado y personalidad extrovertida tenía unas condiciones naturales y excepcionales para manejar el cuerpo a su antojo.

De tanto practicar, terminó llegando a desarrollar —en forma absolutamente autodidáctica— su famosa voltereta, que lo hizo conocido en Chile y en el mundo.

Se trata de un Rondat más mortal atrás en plancha, que él llama “Flip-Flap”, pirueta para nada fácil de ejecutar, que es muy llamativa y tiene un alto valor artístico. Esta acción también puede ejecutarse en el piso, en rápida sucesión, como parte de una rutina que es propia de porristas, gimnastas y acróbatas circenses.

A medida que pasó el tiempo, Víctor Cabrera fue mejorando sus piruetas, hasta conseguir una ejecución perfecta, como si fuera el mejor gimnasta olímpico. La desarrollaba en cualquier lugar, sorprendiendo a las personas sin previo aviso. Podía hacerla en todo tipo de superficies: pasto, cemento, tierra, en la playa o en el trampolín de la piscina. Nada era un impedimento para demostrar su agilidad y acrobacia.

Su amigo Mario Figueroa cuenta que “uno podía ir caminando con él por la Plaza de Quillota y de repente corría, y se daba la voltereta en el cemento”10. Víctor Cabrera era así, sorpresivo, impredecible, excéntrico y con una naturalidad de niño. No tenía temor ni vergüenza al ridículo.

Con amigos o bien con familiares solía ir a pasear a la playa, principalmente a Horcón y Pichicuy, donde mostraba todas sus destrezas acrobáticas. En la arena deslumbraba con sus piruetas y también con sus virtudes con la pelotita, habilidades con las cuales solía atraer la atención de las personas. También destacaba jugando voleibol, y es que “Pititore” tenía grandes condiciones y facilidades para practicar cualquier tipo de deporte.

Carlos “Máquina” Hernández, expreparador físico de San Luis, recuerda que cuando iban a entrenar con el plantel sanluisino a las dunas de Ritoque, cerca de Concón, “Pititore” se entretenía en los momentos de descanso haciendo saltos y acrobacias desde unos montículos de arena, lo que generaba aplausos y vítores por parte de sus compañeros.

Muchos sabían y conocían las condiciones acrobáticas que tenía “Pititore”, porque las habían visto en la intimidad. Pero el habilidoso delantero nunca las había demostrado en público, en un espectáculo masivo y con la presencia de los medios de comunicación.

La primera vez que lo hizo, dejó a hinchas y periodistas estupefactos. Fue el 26 de julio de 1981, en un partido del Torneo de Primera División, en el que San Luis empató a dos goles con Unión Española, en Quillota. Pero para ese momento faltan muchas historias que contar aún.

17. La primera voltereta en público

Todos los que lo conocían en la intimidad sabían de las condiciones acrobáticas que tenía Víctor “Pititore” Cabrera. Las habían visto en los entrenamientos, en el servicio militar, en las piscinas de La Calera o bien en momentos del día a día donde él los sorprendía con una pirueta. Pero aún no había llegado la oportunidad en que las hiciera a estadio lleno, en un espectáculo deportivo y con los medios de comunicación presentes.

Durante esos años comenzaban a popularizarse las formas de celebración. El jugador profesional empezaba a dejar atrás la tradicional manera de celebrar los goles, esa de correr con el puño en alto y luego saltar con los brazos abiertos frente a sus compañeros. Algunos se atrevían con nuevos gestos de alegría y expresividad futbolística, pero nada fuera de lo normal.

El 26 de julio de 1981 hay un antes y un después en la innovación de las celebraciones de los jugadores del fútbol chileno. Ese día “Pititore” se salió del libreto y de todo lo tradicional que se había visto en una cancha de fútbol, pasando a la historia y a una fama que lo hizo mundialmente conocido.

San Luis de Quillota enfrentaba a Unión Española por el Torneo de Primera División. El elenco hispano traía entre sus filas a Fernando Carvallo, Horacio Simaldone, Agustín Casali, Jorge Neumann, entre otras figuras. Era un partido difícil y San Luis necesitaba sumar puntos para salir de la parte baja de la tabla de posiciones.

El elenco canario sorprendió con un gran primer tiempo. A los 30 minutos, Jorge “Pindinga” Muñoz abrió el marcador. Tras convertir, el hábil delantero corrió y celebró con una sencilla “vuelta de carnero” en el césped quillotano. Sonrisas, abrazos y felicidad entre los jugadores locales.

Pero el espacio estelar del espectáculo llegó a los 42 minutos, cuando el primer tiempo ya expiraba. Víctor “Pititore” Cabrera recibe una habilitación y define con precisión en el arco sur del antiguo estadio municipal. Pudo haber sido un gol como cualquier otro, si no es por lo que vino después.

Tras convertir el 2-0, “Pititore” corrió en diagonal desde la zona del punto penal hasta llegar casi frente a la tribuna bajo marquesina. Ahí, para sorpresa de todos los asistentes, dio un brinco, puso sus dos manos en el piso, giró y se levantó por los aires, dando una vuelta mortal antes de caer perfectamente de pie. Los 8.662 espectadores que llegaron esa tarde al estadio quillotano no podían con el asombro.

El grito de gol se congeló por un instante en las gargantas de hinchas y relatores de radio, quienes no lograban creer lo que acababan de presenciar. El nueve de los amarillos, ese que apodaban “Pititore”, se había convertido de repente en un gimnasta o en un acróbata circense, y de la nada había celebrado su gol con una voltereta artística nunca antes vista en una cancha de fútbol.

Cabrera sonreía como un niño, mientras sus compañeros corrían para abrazarlo y felicitarlo. Fue un gol gritado y celebrado en dos momentos. Primero, fue el grito natural del hincha cuando vio ingresar la pelota en el arco, y luego vino la voltereta, donde una verdadera algarabía hizo estallar el estadio.

La ovación se escuchó en todo Quillota. Fue un griterío ensordecedor, que quedará en la memoria de quienes estuvieron ese día presentes en el coliseo quillotano. “Quedamos todos sorprendidos, quedó por siempre el sabor y el comentario de lo que hizo ese día el Piti”, recuerda Francisco Manzo.

Con ese 2-0 se fueron al descanso. Todos quedaron comentando y alardeando con la voltereta circense del delantero canario. Pero en el segundo tiempo San Luis se relajó y Unión Española creció en su juego. Silmaldone y luego Carlos Díaz, marcaron el 2-2 definitivo.

El resultado final pasó a ser una mera anécdota. Los hinchas se fueron contentos y conformes por el espectáculo brindado por el equipo, especialmente por haber visto la primera voltereta de Víctor “Pititore” Cabrera en el fútbol profesional. Sería la primera de muchas. El goleador quillotano patentaba así la particular forma de celebrar sus goles, esa que lo hará mundialmente conocido.

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El acróbata del gol: las volteretas de Víctor ‘Pititore’ Cabrera fue publicado por la Editorial Trayecto.

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