Así es Bestia: la horrorosa historia que inspira al corto chileno nominado a los Oscar

Bestia tomando desayuno.
Bestia tomando desayuno.

La pieza dirigida por Hugo Covarrubias tiene como protagonista a Íngrid Olderock, exagente de la DINA conocida como la “entrenadora de perros”, quien recurría a animales para torturar a las víctimas en el centro de detención que fuera conocido como “Venda Sexy”.

“Al personaje se entra por la fisura”. Esa era una de las máximas de la gran cuentista argentina Hebe Uhart, quien murió en 2018.

Y eso es literalmente lo que hace Bestia, animación chilena (en formato stop motion) dirigida por Hugo Covarrubias y nominado a Mejor cortometraje en los Premios Oscar, obra que se puede arrendar en el sitio Vimeo (2.2 dólares).

De entrada, en un avión, sobrevolando la Cordillera de Los Andes, aparece una mujer de perfil, un relleno rostro de porcelana que tiene un agujero, negro, sí, sí, la fisura. Por ahí entra la cámara y empieza una historia profunda, brutal, a veces macabra.

El cuento arranca en un prado, pajaritos cantan, el cielo brilla y ella está parada frente a un perro, un pastor alemán que mueve la cola ansioso, esperando correr en busca del palito que ella lanzará.

Aún es muy temprano, todavía no tiene la fisura en su rostro, y nadie lo dice (ni lo dirá) pero ella es Íngrid Oderock —fallecida exagente de la DINA—, antes de perpetrar el horror, junto a su fiel canino, Volodia. Le hace cariño, el animal parece contento, pero la expresión de la robusta mujer, seria, no cambia, no cambiará.

El animal la sigue a todas partes, es su única compañía, está a su lado mientras se mira al espejo, prepara quequitos, come pan con mermelada, escucha música y, eventualmente, fuma un cigarro.

Bestia en la cocina con el perro.
Bestia en la cocina con el perro.

Incluso, Volodia va con ella hasta la casa ubicada en Irán 3037, en Macul, compuesta por dos pisos y un subterráneo, más conocida como “Venda Sexy” o “Discoteque”, apodos que recibe el recinto por lo fuerte que se escucha la música festiva en el barrio. El ruido es una técnica para ocultar lo que sucede —entre 1974 y 1975— en aquel centro de detención y tortura, uno que tiene una altísima tasa de desaparición entre sus detenidos: uno de cada dos.

Oscuros secretos

Íngrid, hija de inmigrantes europeos, creció en una familia de “disciplina muy alemana”, de hecho heredó la ideología de su padre: “Yo soy nazi desde pequeña”, le dirá a la periodista Nancy Guzmán, para el libro La mujer de los perros (2014), en el cual se basa Bestia.

Ella no habla, no dice nada. Su vida transcurre entre “Venda Sexy”, donde perpetra el horror, y su casa, lugar en que se encuentra con su pasado de distinciones en Carabineros, como cuando se convirtió en la primera paracaidista de Chile y Latinoamérica. Ambos mundos conviven, separados el uno del otro, en la misma persona.

Olderock presenta “rasgos psicópatas y una marcada marcada paranoia que probablemente le provocaba delirios”, según consignará Alejandra Matus en “La entrenadora” del libro Los malos (2015). Así pasa las última parte de su vida viendo enemigos imaginarios (o no tanto), y guarda una pistola en su horno por si tiene que defenderse.

En las pocas entrevistas que hará hasta su muerte en 2001, dirá, una y otra vez, que es imposible entrenar perros para torturar y violar personas. Sin embargo, los testimonios de distintas víctimas en el futuro revelarán que sí, que sí es perversamente posible. Muchas de esas personas, avergonzadas y humilladas, preferirán callar.

Pero ahora, la realidad es que ella está sola, junto a Volodia, pero por momentos ni siquiera eso.

Bestia frente al espejo.
Bestia frente al espejo.

Entre sus pares, corren los rumores de que fue descubierta “prodigándose placer con sus animales”, en medio de su soledad, sintiéndose menospreciada por su institución a pesar de sus años de servicio.

Mientras, personas sin rostros, que ella no conoce (¿o sí?) comienzan a espiarla… ¿la quieren embozar? ¿Quieren que pague? Pero ella se esfuerza en seguir con su rutina, dividir sus tiempos entre el horror y el hogar, donde tiene un diario personal, suyo, cargado de secretos oscuros.

Pero, cada vez más, ese cuaderno, se le extravía, se le aleja. Hasta que finalmente, de pronto, en 1981, al ser emboscada, lo pierde, deja de ser suyo y cuántas historias macabras, tal vez, saldrán a la luz. Pero no solo eso, también recibe dos disparos, uno en el pecho, otro en la cabeza.

Pero sobrevive.

Esa es la fisura, y con ese negro pasado vivirá Olderock por el resto de su vida, mientras cruza la blanca cordillera en avión, fumando un cigarro, porque, en ese momento, aún se puede fumar en los aviones y ella todavía respira.

Bestia en el avión.
Bestia en el avión.

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