“Lo encuentro disparejo y hay algunos temas que sacaría”: Francis Durán a 20 años de Canción de lejos, el álbum que consolidó a Los Bunkers

Con “Miño” como punta de lanza y otros himnos de su repertorio, como “Pobre corazón” o “Las cosas que cambié y dejé por ti”, Canción de lejos, el segundo disco de Los Bunkers, ocupa un lugar especial dentro del catálogo de la banda. Pero ahora que se cumplirán 20 años de su lanzamiento, Francisco Durán, co-protagonista en la composición, admite que no le gusta y que tampoco entiende su éxito. “Todos encontramos que suena mal”, le dice al diario pop.

¿Por qué pasan las cosas?

Alguno más creyente dirá que es obra del destino. Otro probablemente lo limite al azar, y otro arriesgará con la energía. Habrá, de seguro, un porque sí. Y definitivamente muchos que aún no encuentran la respuesta. Francisco Durán, por ejemplo, es uno de ellos. Sentado, con una mano estacionada en su mejilla, hace el silencio adecuado para, por fin, confesarle a La Cuarta que todavía trata de entender, y tratan de entender, por qué la base de fanáticos que apiló Los Bunkers en prácticamente quince años gusta tanto de Canción de lejos, su segundo álbum de estudio, que este 2022 cumplirá dos décadas desde su lanzamiento. Por ahora hay una única certeza: las cosas pasan.

—No es un disco (de la banda) que escuche. Bueno, no escucho ninguno, pero ese, en particular, no lo escucharía porque estoy muy disconforme.

Durán, que junto a su hermano Mauricio conformó el núcleo compositivo de la placa, entonces revela sus motivos: la producción y el sonido. “Suena muy mal”, reclama. Y dicho eso, ensaya algunas explicaciones posibles para tratar de explicar el lugar que viene ocupando en su catálogo. A fin de cuentas, Francis distingue que el público suele recibir las canciones de otra manera y que, a diferencia suya, el apartado técnico, “que una canción esté sobrada de agudos”, no es determinante. En concreto, “es una cosa más emocional, que significa algo para sus vidas o para el momento”.

Luego aparecerá otra explicación.

“Miño”.

Los Bunkers
Los Bunkers

Hubo temas de Canción de lejos que se hicieron sobre la marcha, muy encima, apenas antes de grabar. El pretexto es sencillo y compatible con las sensaciones del momento: había que terminar el disco. Eso, subraya Durán, incidió en el resultado. Por cierto, también hubo otros elementos, como por ejemplo la participación de Álvaro Henríquez como productor: “Lo que recuerdo de la grabación es, no sé, hacer ochenta tomas de un tema, ¿cachái? Y después, de otro tema, hacer una toma y que esa era la perfecta, la que quedaba”. Para Durán, fue parte de ponerlos a prueba.

“Miño”, en cambio, es otra historia.

“Miño” es la historia de Eduardo Miño Pérez, el hombre que el viernes 30 de noviembre de 2001 se inmoló como último recurso de protesta frente al Palacio de La Moneda, derrotado por la pasividad de las autoridades frente a un caso como el de la empresa Pizarreño, responsable de la muerte de su padre y de enfermar a centenares de trabajadores del sector por el uso de asbesto. “Mi alma que desborda humanidad ya no soporta tanta injusticia”, se despidió en unos volantes que repartió algunos minutos antes de entregar su vida. Francisco y su hermano Mauricio se enteraron en la noche, cuando miraban de reojo el noticiero. Les impactó que un tipo hubiera tomado esa decisión, la de clavarse un cuchillo y luego arder por poco más de un minuto, pero también el tratamiento mediático: que se informara en apenas un par de minutos, menos de lo que duró la tanda de comerciales o los goles de la fecha. Decidieron que era buena idea escribir sobre él. Francisco se encerró a escribir el coro y Mauricio aportó el resto. Pronto notaron que sus letras conversaban y se arrojaron a la tarea de completarla.

“Miño” es la historia de Eduardo Miño Pérez, aunque retratada con imágenes que pertenecen a la infancia de los hermanos Durán. “Como no lo conocíamos, era una buena manera para poder establecer lo que un hombre podía recordar, o lo que podía ser la memoria de una persona”, le explicó su génesis Mauricio a Culto.

Es también, desde entonces, la espada más importante de la banda. Así lo percibe Francisco, que incluso la sitúa como “lo rescatable de ese disco”:

—Fue un parteaguas para la carrera de la banda y para la percepción que tenía la gente con respecto a lo que hacíamos. Porque, desde chicos, siempre tuvimos conciencia de la importancia de la canción como reflejo social.

Claro, Durán habla de la opción que Los Bunkers adoptaron desde su álbum debut (homónimo, 2001), de recoger un contenido más político y entregar un mensaje a través de sus canciones. “El detenido”, que abre ese primer trabajo, es quizás el ejemplo más contundente. Por cierto, algo poco común para la escena nacional de esos años: “No sé si en las bandas de rock estaba como tan arraigado…, y ‘Miño’ es un reflejo de esa conciencia que la traíamos desde muy pequeños, porque nos cargaban las bandas que no dicen nada”.

—Es un tema que trascendió a la banda, y eso fue siempre uno de nuestros objetivos: que las canciones tuvieran su vida y que independiente de todo, de cómo suenan, al final sean las protagonistas de toda esta historia. Y que de ese disco saliera una canción como “Miño”..., tiene un valor que para aquella época no sospechábamos. Me gusta cómo ha ido acompañando la canción a ciertos momentos de Chile, con todo lo que ha cambiado en el último tiempo.

—Salvo “Miño”, hai sido súper autocrítico con el disco…

—Es que es un disco que lo encuentro disparejo, también hay algunos temas que… —se detiene y ensaya una mueca de desaprobación—; pero al final como que a veces eso da lo mismo. Es hacer algo y defenderlo en el momento, a lo mejor puede que en dos años más diga “puta, ¿qué hueá hice cuando estaba haciendo el disco (Lunar, su debut solista) en la casa?”. Pero lo importante es ser fiel al momento. Y en Canción de lejos, el grupo estaba súper compenetrado, súper comprometido también con seguir desarrollando, con poner la música por delante y decir cosas. Ese espíritu está reflejado en el disco y la gente lo debe haber sentido, más allá de mis opiniones.

—Me decís que es disparejo, que no lo escuchái. ¿Qué le cambiaríai?

—Al productor… jajaja. No, no. No me arrepiento que hayamos trabajado con él; en ese momento, era lo que había que hacer y estábamos súper contentos de contar con su experiencia. Yo creo que los discos son lo que son, y no hay vuelta que darle. Eso es un poco la gracia también.

—¿Y sólo tú pensái eso del Canción de lejos, o es algo que también opina el resto?

—En general, todos encontramos que suena mal el disco, y probablemente a todos haya dos o tres canciones que... hmm —repite la mueca—, porque se notaba cuando hacíamos los repertorios para tocar en vivo, po.

—¿Te puedo preguntar alguna?

—Hay canciones que nunca más volvimos a tocar, dijimos: esto pa’ la casa. Hay una que se llama “Mañana lo voy a saber”, esa... ojalá que no existiera. Y hay otra del Gonza, que se llama “Canción de cerca”, que le tengo cariño porque es de él... pero también hay unas rimas ahí…

—¿Y qué te parece que, a pesar de todo lo que me decís, sea tan querido por la gente?

—Son caminos misteriosos…, por ejemplo, cuando yo leo la opinión de alguien en Internet: “No, a mí me gustaban los dos primeros discos, porque ahí sí que sonaban increíble”. Yo ahí digo, ¿de qué está hablando? Cómo le va a gustar más eso... escucho los últimos y digo, puta, aquí sí que está bien grabado, está bien hecho. Pero todo esto se reduce a una cosa emocional. A dónde estaba una persona en un determinado momento cuando le pegó una canción o escuchó un disco, y qué espacio ocupa eso dentro de su diario de vida. No tiene nada que ver con lo qué tan objetivamente sea bueno un disco o qué tan bien suene, es todo emocional. Y está bien que así sea.

—Más allá de las críticas al sonido o producción, ¿qué te deja el Canción de lejos?

—Es un disco que tiene toda la fuerza, convicción y la inocencia de la juventud, y en ese sentido, también fue un trabajo honesto y refleja lo que estaba pasando, no sólo a nivel interno con la banda sino que también por lo que veíamos que pasaba a nuestro alrededor. Creo que por ahí va el valor.

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