“Fue condenar a miles de jóvenes simplemente porque pensaban libremente…”: los días de Pablo Milanés en un campo de concentración en Cuba

“Es como si hablara del diablo, porque es una pena que se lleva dentro, no han podido corregirla ni pedir perdón tampoco por lo que hicieron”, sostuvo hace unos años el legendario cantautor cubano, en una de las pocas veces que se refirió a esa experiencia.

No son muchas las ocasiones en las que habló del tema, pero cada vez que lo hizo fue contundente:

“Nunca me han preguntado tan directamente… La prensa cubana no se atreve y la extranjera desconoce la nefasta trascendencia que tuvo aquella medida represora de corte puramente estalinista”, decía en una entrevista que concedió al diario español El País en 2015.

Pablo Milanés, claro, hablaba de las UMAP, las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, campos de trabajo forzados que existieron en Cuba a fines de la década de los sesenta, y por los que pasaron decenas de miles de jóvenes —artistas, intelectuales y religiosos— por motivos que iban desde su negativa a realizar el servicio militar obligatorio, a ser homosexuales. Escenarios que el gobierno entonces, consideraban, los desviaban del camino revolucionario y que debían ser corregidos.

En palabras del cantautor:

“Allí estuvimos, entre 1965 y finales de 1967, más de 40.000 personas en campos de concentración aislados en la provincia de Camagüey, con trabajos forzados desde las cinco de la madrugada hasta el anochecer sin ninguna justificación ni explicaciones”.

“Yo tenía 23 años, me fugué de mi campamento —me siguieron 280 compañeros presos más de mi territorio— y fui a La Habana a denunciar la injusticia que estaban cometiendo. El resultado fue que me enviaron preso durante dos meses a la fortaleza de La Cabaña, y luego estuve en un campamento de castigo peor que las UMAP, donde permanecí hasta que se disolvieron por lo escandaloso que resultó ante la opinión internacional”, concluyó.

Cada vez que habló sobre estos campos de concentración, la pregunta siguiente que solía recibir el hombre detrás de “Yolanda” era la misma: por qué, entonces, seguir creyendo en la lucha.

En esa oportunidad, durante el diálogo que sostuvo con El País, ensayó una respuesta: “Después de leerme Un día en la vida de Ivan Denisovich, de Aleksander Solzhenitsyn, que me envió un amigo, me di cuenta de que las ideas de un revolucionario no se desvían por los errores que cometen los dirigentes. De allí salí más revolucionario”.

En los últimos años de su vida, Pablo Milanés devino como uno de los más férreos críticos del gobierno cubano y se abrió a un cambio político en su país.

En esa línea, analizando lo que fue la UMAP, sostuvo que “no fue un hecho aislado”, sino que Cuba, antes de 1966, “se alineó definitivamente a la política soviética, incluyendo procedimientos estalinistas que perjudicaron a intelectuales, artistas, músicos”.

Más tarde, en 2018 también dedicó algunas palabras a este período en su conversación con el medio Culto de La Tercera:

“Es como si hablara del diablo, porque es una pena que se lleva dentro, no han podido corregirla ni pedir perdón tampoco por lo que hicieron. Y fue condenar a miles de muchachos jóvenes a campos de concentración simplemente porque pensaban libremente, ni siquiera porque pensaban lo contrario, sino porque eran librepensadores y tenían opiniones”.

“Fueron 50 mil jóvenes los que estuvieron en los campos de concentración, y entre ellos yo también”, cerró.

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