La Firme con Alfonso Concha: “Cuando me fui a Ucrania, a mi pareja le daban el pésame”

A escasas horas del debut de su programa, La tarde es nuestra, acaso un premio a sus dos décadas ininterrumpidas en Canal 13, aquí Alfonso Concha repasa todo lo que le permitió llegar a esto. Cientos de coberturas, reportajes, amenazas, incendios, malos ratos en redes sociales, una guerra. Su pasión por el periodismo. “No soy una persona competitiva”, dirá, “...pero si compito, gano”.

—La sensación fue de alegría y después de entender. Alegría y después desafío.

—Entonces te duró poquito la alegría.

—Claro, jajaja. Es la responsabilidad de querer hacerlo bien. Yo no me pierdo: si hay una oportunidad de este tipo, hay que aprovecharla y hay que hacerlo bien.

Alfonso Concha llegó a Canal 13 en 2005 para efectuar su práctica profesional. Integró el En boca de todos, en donde afianzó su admiración por Iván Valenzuela y se curtió en materia de coberturas. Su cometido en la calle y, en especial, su arrojo para conseguir el golpe periodístico el día del atentado en el subcentro de Escuela Militar, convencieron a Kike Mujica, antaño director de prensa, de reclutarlo para el equipo de reportajes. Y desde entonces, ha dividido sus esfuerzos entre el periodismo de investigación, coberturas de desastres naturales —terremotos, tsunami, mega incendios forestales—, zonas hostiles o en conflicto —alzamientos ciudadanos en Venezuela, enfrentamientos de grupos narcotraficantes en Colombia y México, guerra Ucrania-Rusia—, eventos politicosociales de la región y la conducción del noticiero.

Pero ahora, con veinte años en Inés Matte Urrejola #0848, el desafío será diferente. Lo supo hace poco menos de dos meses, una tarde que lo convocó Claudio Villavicencio.

A contar del lunes 12 de mayo, le comunicaron, será el conductor de La tarde es nuestra, nueva apuesta del 13 para hacerse con el bloque después de almuerzo. Para garantizarlo, el canal movió la grúa: cuenta con dos editoras que “conocen el horario” y se hizo con tres movileros que “conocen la calle”.

—Básicamente la canción estaba compuesta —admite Concha—, había que buscar al cantante y ahí aparezco yo y estoy tratando de que salga lo mejor posible.

Alfonso Concha será el conductor de La Tarde es Nuestra.
Alfonso Concha será el conductor de La Tarde es Nuestra.

—¿Qué significa para ti?

—Es un orgullo. El canal siempre me ha dado una oportunidad tras otra oportunidad, siempre ha confiado en mí. Pero es otra liga hacerse cargo de un programa. Lo primero que agradezco es la oportunidad de hacer un programa, pero que además no es cualquier programa. Yo siempre digo que buena parte del periodismo se tiene que hacer en la calle. En general, siempre busco estar en la calle, independiente del rol de conductor de noticias. Y esto es eso: es mucho estar en la calle y transmitir a través de historias a nuestra audiencia, que queremos estar con ellos, estar en sus zapatos. Si hay una problemática, superarla, llegar a ella, tocarle la puerta a la autoridad que sea necesaria, pa’ que se sientan identificados con nuestro trabajo. De verdad que es una responsabilidad, un desafío, pero para mí, también, es un agradecimiento.

—¿Y qué podemos esperar de Alfonso Concha?

—Me pasa que llevo veinte años trabajando en las noticias, y nosotros tenemos una forma de comunicar en las noticias. De traje, con chaqueta, muy formal, cumpliendo un rol de conductor de noticias. Y ahora, de alguna manera, yo me salgo de eso. Entonces hay cambios: ya no está la chaqueta, la camisa afuera, en el estudio nos estamos preparando mucho de movernos. Yo soy mucho de mover las manos, de echar la talla cuando es necesario, y cuando no, indignarse. Pero la idea es sumarle esa naturalidad que tenemos todos, y que yo tengo, y que está separado del rol de conductor de noticias. De acercarnos más en esa comunicación.

La Firme con Alfonso Concha:

Más que talentoso, soy empeñoso. Si me ponen un desafío, trabajo para que ese desafío se cumpla. En este caso particular, lo que no tenía como herramienta lo estamos trabajando. Yo estoy con coach en comunicación escénica, en locución, estoy volviendo a repasar cosas que no había visto desde hace veinte años. En ese mismo tiempo tú vai perdiendo ciertas herramientas que ahora vuelven. Lo que yo siento que he tenido harto, y es en el rol en que me van a ver, es un poco desde la cercanía. Cuando estoy en terreno, apelo mucho a la cercanía, y creo que por eso hay que estar: porque conoces a la gente. Conoces lo que sienten y conoces lo que piensan también. Todo eso que tenía en las coberturas, de 2010 a la fecha, ahora lo vamos a aplicar en el programa.

El tema del peso nunca ha sido tema, yo necesito sentirme cómodo. Pero a fines del año pasado no me estaba sintiendo tan cómodo, jajaja. Entonces empecé a trabajar, me preocupé del cardio y de ir bajando y de todo, pero cuando me dijeron lo del programa, dije: hay que subirle un poquito la intensidad y ponerse en manos de especialistas. Y ahora estoy en una clínica. Suena muy médico pero es bienestar, salud y deporte. Es de un excompañero de colegio, que es doctor en Ciencias Físicas, que se unió con la Tiane Endler, la arquera, y forman una clínica en donde buscan, en base al deporte, ayudarte a encontrar tu mejor nivel de salud, de peso, de todo. La primera prueba es una bicicleta con una mascarilla grandota, muy parecido a los futbolistas. En eso estoy, es algo súper profesional: nutrióloga, kinesióloga, un doctor en ciencias físicas que te monitorea todo.

En un mes ya bajé siete kilos. Y te prometo que es muy focalizado, entonces saben hasta dónde llegar, la dieta es muy importante. Y me estoy dedicando a cuidarme en ese sentido. Antes, con poco tiempo... ahora no es que tenga mucho tiempo, pero estoy más focalizado en cuidarme.

Alfonso Concha

Nado desde los cinco años y nunca he parado. En algún momento a mis viejos les recomendaron la natación para sostener, apoyar, tener un mejor trabajo broncopulmonar por las enfermedades respiratorias que hay, y empecé. Ahora ya estoy más relajado, pero en ese momento, más chico, pasados los diez, entre los diez y los quince, fue súper competitivo. En algún momento, en la Universidad de Chile, que era donde nadaba, entrenaba mañana y tarde y pensando en campeonatos importantes, como el Nacional. En el ’92 fue mi primer Nacional, pero de ahí pa’ adelante participé, por ejemplo, en la Copa Italia, que es del Estadio Italiano y que eran verdaderos Sudamericanos. Y te medíai con el rendimiento en la región; con brasileños, con argentinos y todo. Ahora es como volver a la infancia, porque desde muy chico lo hago. Cuando me meto al agua, aparte que no te podís meter con teléfono, estái en un silencio profundo, licuái la cabeza, te ordenái los pensamientos. Me ayuda mucho a soltar todo lo que hay afuera.

Soy pelotero, pero me corté los ligamentos cruzados. A los veinticinco empezó a decaer mi corta carrera, jajaja. Ahí, declive. Me di cuenta de que tenía que colgar los botines. Y de ahí siempre he estado inventando cosas, a mí me gusta mucho moverme.

Estuve muy metido en el boxeo amateur. Porque cuando conocís el boxeo profesional, te dai cuenta que no tenís ninguna posibilidad. Sparring he tenido varios. Cuando te metís, de verdad te dai cuenta de lo técnico que es y de que, si en algún momento, tuviste la loca idea de creer que podías ser boxeador profesional, basta que te enfrentís a un profesional pa’ darte cuenta de que no hay ninguna posibilidad. Yo soy peso pesado, peleé con profesionales y te dai cuenta que el nivel que tienen es impresionante. Hice sparring también con gente de mi mismo nivel, me gustó, tengo mi casco, guantes y cuando puedo lo hago, pero es súper amateur. Empecé un año antes de la pandemia, un amigo me invitó. Es súper desafiante, tiene lo suyo.

Alfonso Concha

Sólo el hecho de hablar de infancia, pa’ mí es pura felicidad. Me aparece una imagen de cabro chico. Tenía una peluca gigante, así champona, pelo crespo. Y mucho de ir al litoral central con mi familia, grandota, aclanada. Mi vieja tiene ocho hermanos, entonces ir con los primos, meternos en una casa y dormir como sea, pero de disfrutar mucho el día, la tarde, en la playa. Mi infancia está llena de buenos recuerdos, muy familiar, muy del asado. Muy del deporte. Y con mucho cariño. Tengo una hermana que es menor cuatro años, dos sobrinos que me matan, y mis viejos. Ese es mi núcleo.

Mis tías y mis tíos me dicen “tan serio que te veís en la tele”. Lo que les sorprende es todo lo contrario al resto de la gente que no me conoce. Pero uno va asumiendo roles... yo cuando salí de la escuela de periodismo, lo único que tenía claro es que no quería prensa. ¡Pero la vida, po! Soy de familia pelusona, de reírse de los defectos, de tener mucho sentido del humor, de pasarlo bien. Y de ese Alfonso niño queda todo.

Tuve dreadlocks, pero de flojera. Fue más fácil que se me fuera enredando el pelo y transformando en dreadlocks que cuidármelo. No era rastafari, me quedó el pelo así, me lo cuidaba mi hermana y lo aproveché el tiempo que pude. Me acuerdo que me operaron de las muelas del juicio un enero, había 38º, el pelo me pesaba, y le dije: pélame. No había el amor o el respeto que tienen los rastafari. Ahora, por el pelo te empiezan a preguntar mucho y te vai metiendo un poquito, cachando de qué se trata, y por eso mismo sé que no lo soy. Le tengo profundo respeto, porque es una religión, pero no había ninguna posibilidad de serlo.

¿Otro peinado extravagante? Aquí al canal llegué con una cola larga. Me acordé viendo unas imágenes que tenía una cola. Era pelo corto más la colita. Yo miro pa’ atrás y de repente te veís en fotos y te veís con unas pintas... digo: ¿en qué momento?

Si hay una etapa en donde la pasé bien fue en la universidad. Aproveché todo lo que había que aprovechar, pero teniendo absoluta claridad de que tenía que terminar la carrera en los cinco años. No había tampoco mucha luca para darme el lujo de echarme algo. Yo terminé estudiando con el Corfo, que es peor que el CAE, entonces no había ninguna posibilidad.

En la universidad era carretero. De hecho, puede que haya compañeros que creen que soy carretero, pero tarde, muy tarde (y esto es para decirle a los niños que no lo hagan), me di cuenta que no es lo mío. Yo ahora disfruto de quedarme en casa, de alguna buena conversa, de un asadito rico. Pero no es lo mío: no tengo aguante con el alcohol, no es lo mío. Me di cuenta tarde, la juventud a veces hace que pensís lo contrario, pero no es lo mío.

La última gran caña que tuve tiene que haber sido hace quince, si no dieciocho años. No aguanto bien el alcohol, ni nada.

Mis dos grandes amigos son de la universidad. Llevamos veinticinco años juntos.

Alfonso Concha

Nunca hubo otra opción que estudiar periodismo. Mi concuñado, en su momento, antes de empezar a pensar en periodismo, hace muuucho tiempo, veinticinco años o más, una vez me mostró una storyboard. Él trabajaba en una productora y me empezó a hablar de cómo contaban la historia. No me acuerdo qué historia, pero me llamó mucho la atención esa forma de comunicar. Yo pensaba que era cineasta y me dijo: no, yo soy periodista, los periodistas también podemos hacer esto. Siempre fui humanista y cuando llegó el momento de tomar la decisión: periodismo. No es que tenga un familiar, un amigo, un referente, no. Desde ahí nació la inquietud y empecé a estudiar, y en la medida que estudié, me embalé.

Cuando algún periodista me pregunta “¿es verdad que pagan mal, que me voy a morir de hambre?”, les digo que todo lo contrario. No porque no conozca la realidad, sino porque me pasa algo que es incuantificable: a mí me apasiona lo que hago y siempre he pensado que si no hubiera elegido periodismo, probablemente hubiera llegado frustrado a la casa. Y eso no tiene, para mí al menos, ningún tipo de precio, no lo podís cuantificar con plata, ¿cachái? Afortunadamente me ha ido bien, pero a mí me apasiona tanto lo que hago, que ahí hay un pago que no tiene precio. Yo enganché tan rápido con el periodismo que me daba lo mismo lo que dijeran.

Lo único que tenía claro era que no quería prensa. ¿Por qué? Probablemente porque se alejaba de lo que yo era en ese momento. Yo veía como todos nos ven en las noticias, porque cumplimos un rol de empaquetados, y decía: no es mucho mi perfil. Esto es muy chistoso: el hijo de mi madrina era director de prensa en ese momento, entonces entré en el canal, dije que iba a ver al hijo de mi madrina y me paseé por todos lados a dejar el currículum. A cada una de las producciones sin conocer a nadie. Pero al único lugar donde no dejé currículum fue a prensa. Tenía claro lo que no quería hacer. Al final quedé en un programa de producción, que no tenía nombre, que después se llamó En boca de todos.

Cuando fue el bombazo en el subcentro de Escuela Militar, yo sentía que había que mostrar la imagen de eso. No por el morbo, sino porque había que denunciar quién lo había hecho. Y ahí Carabineros hizo su trabajo, sacó todas las imágenes, casi no existían, pero a mí se me metió en la cabeza buscar, buscar. Y tengo eso muy en el ADN de la investigación. Llegué a la imagen y mostramos la imagen, fue exclusiva y fue un golpe periodístico. Y en ese momento, el director de prensa, Kike Mujica, decidió que si bien yo hacía buenos móviles, tenía ahí una veta investigativa y pasé a hacer reportajes.

A mí lo que me gusta es la cobertura. El periodismo de investigación lo hago feliz, pero en el canal saben que me gusta la cobertura. Yo soy de: jefe, jefe, oiga, quiero ir. De tocar la puerta.

Alfonso Concha

Trabajando en el En boca de todos me di cuenta que tenía un referente, que es Iván Valenzuela. En ese momento, como la relación no era tan digital, yo le escribía las tarjetas a Iván Valenzuela, todos los datos que él necesitaba. Y ahí vai empezando a tener una relación diferente con personas como él. Es un seco, un culto como no te imaginái, pero tiene la capacidad de, con toda esa información, pasar desde hablar de la Segunda Guerra Mundial a cómo afectan las cuentas de luz a las personas, y sin ningún problema. Esa capacidad de moverse en diferentes temas, sin ser grave en algunos, ser cercano en otros, me hace mirarlo como referente. Cuando me ofrecieron lo de La tarde es nuestra, una de las personas con las que conversé para ver qué pensaba y todo fue Iván Valenzuela.

Para la cobertura de los mineros me dijeron que iba diez días y terminé casi dos meses. Vivimos en la mina, no había otra posibilidad. A mí me tocaba cubrir todo el espacio am, desde el Teletrece AM hasta el Teletrece Tarde y ahí hacía la posta a Álvaro Paci, toda la tarde hasta el Central. Y era imposible bajar, porque el canal nos había puesto a disposición unas cabañas y todo. Nos quedamos durmiendo súper precario y después en motorhome, pero ver todo ese cambio que tuvo... en un momento llegaron a haber ciento cuarenta medios del mundo en una mina que al principio partió con cien, doscientas personas. Después había más de mil. Llegó la BBC con un camión gigante, me acuerdo, y esa relación, primero cubrir una noticia que fue mundial, y ver medios internacionales, ver todo el despliegue, pa’ mí fue tremendo. Llevaba poquito, cinco años con suerte, me formó mucho. Te da otra parte de cómo se hace periodismo.

Alfonso Concha

Una de las coberturas más desafiantes que tuve fue cuando se quemó Santa Olga el 2017. Fue una experiencia súper al límite. Partimos mucho antes, viendo los incendios que para ese momento eran nuevos en Paredones, región de O’Higgins. Nos empezamos a mover hacia el sur. Y de repente, por una muy buena fuente, que era ligada a Vivienda de la región del Maule, me dicen: hay una proyección de que puede desaparecer Santa Olga, que pa’ mí no estaba en el mapa. Y nosotros partimos dos días antes contando que había una proyección que indicaba que este pueblito se podía quemar, y en la medida de que iban avanzando los incendios, vimos cómo partieron de ser una manchita roja en el horizonte a verlos al lado. La última noche, antes de, nosotros dormimos con las llamas al frente. Pero nos comprometimos con Santa Olga, conocimos a su gente. Me acuerdo de un cabro que se llamaba Jesús, que andaba sin polera con los bomberos tratando de que no se quemara... y desapareció. Es muy potente conocer un pueblo parado, completo, y después que desaparezca. Verlo pa’ mí fue súper potente. Y nosotros fuimos el último medio en salir. Yo en algún momento pensé que no se iba a quemar, pero el mayor de Carabineros nos sacó de un ala, porque ya estábamos poniendo en riesgo nuestra vida.

El chileno está formado para salir adelante. O sea, en el mismo Santa Olga: al otro día empezaron a ponerse de pie. Yo me pongo en el caso de que se me quema mi casa, desaparece mi hogar, y no sé si voy a poder... en los incendios de Valparaíso fue lo mismo. La gente tiene esa resiliencia, de pararse al tiro y eso te hace mucho abrir un poquito el espacio en donde vivís. Siempre digo: si esas personas se pusieron de pie, cuando tenís un problema, ¿cómo no ponerse uno de pie?

Tenía pendiente, en algún momento de mi vida, cubrir una guerra. Porque creo que ponís todo un juego. No es un cliché decir que te puede pasar algo, que puede costarte la vida, pero al mismo tiempo tenís que tener la capacidad de superponerte a ese miedo y tener el coraje de informar. Y estando ahí, entendí por qué pensé que podía ser un gran desafío, y es porque, de verdad, cuando tú entrái a un país en guerra, te dai cuenta que estái haciendo un pequeño aporte a la humanidad denunciando que eso no puede pasar.

Alfonso Concha

No me creo superhéroe, en Ucrania sentí miedo todos los días. Pero hay una frase que me gusta mucho; Mandela dice que “cuando te superpones al miedo” ocupa un concepto, que es el “coraje”. No es que no sentiste miedo, sino que te superpusiste. Y quiero pensar que tengo un poquito ese coraje. Tengo miedo, sí, pero me superpongo y avanzo con un fin que es informar.

Después de salir de Ucrania, me declaro pacifista. No entiendo, más allá del contexto internacional, cómo alguien se puede arrojar el poder de hacer el daño que significa. Siempre me preguntan qué viste en Ucrania. Muerte vi, por cierto. La vi en cada rincón. ¿Destrucción? Sí. Es impresionante ver un misil que cruza 150 kms. de Bielorrusia a Kiev y parte en dos una antena o un edificio. Pero lo más potente es ver la separación de las familias. Cuando te dai cuenta que hay Ley Marcial, que hay cabros hombres, abuelos, jóvenes que no van a salir de su país porque se tienen que sumar al Ejército para pelear la guerra, y las mujeres y los niños van saliendo... la separación de las familias, verlos en las estaciones de trenes, eso es muy potente. Me quedó marcado. No creo que haya una experiencia periodística más potente que esa.

En Ucrania, cada vez veía más cerca el dedo del gatillo de los militares. Volvimos por tres cosas: 1) Los bombardeos. Partimos de sentirlos en el horizonte, a empezar acercarse paulatinamente. Nosotros estábamos en el Maidán, que es el centro ejecutivo de Kiev, a la vuelta del parlamento y de la presidencia, era un lugar estratégico. Si entraban los rusos iba a ser ahí, entonces empezaron a sentirse las bombas y de repente tú sentís la onda expansiva en el cuerpo, es súper heavy. 2) Empezamos a transitar por Kiev, por otras zonas, y nos dimos cuenta de que los militares empezaron a rodear con dinamita todos los pasos sobre nivel, ¿cachái? Porque se suponía que de entrar los rusos, iban a dinamitar eso, iban a caer las pistas y todo iba a ser de infantería, pelear cuerpo a cuerpo. Nosotros pensamos: si no nos vamos luego, nos vamos a quedar metidos en esto. Y 3) Empezaron, por alguna razón, informes de Inteligencia a decir que los rusos estaban haciéndose pasar por periodistas. No sé si fue real o no, pero los controles militares cada vez eran más tensos. Después de un mes, en un momento dije: hay que irse.

Alfonso Concha

Cuando te moviliza el odio no hay nada que podái hacer bien. Pepe Mujica lo dice en su libro (El odio termina estupidizando), y siento yo que deberíamos todos replicarlo, pero en relaciones más humanas, más terrenales y, si querís, más nacionales. A mí me pasó pa’l Estallido Social que legítimamente mucha gente se sintió con el derecho de que había muchas cosas pendientes, pero eso nos dividió mucho. Y cuando tenís odio, no tenís cómo establecer una conversación, no hay cómo llegar realmente a un punto en común, no hay cómo respetar al otro. Entonces a mí me pasa mucho de eso: si las relaciones humanas están basadas en odio, te terminan estupidizando.

Al principio el odio en redes sociales me afectaba mucho. En general es muy potente, porque... te pongo un ejemplo: yo he estado cinco veces en Venezuela, donde hay un gobierno dictatorial, creo que todos hemos llegado a eso. Yo denunciaba lo que estaba pasando en Venezuela y era, básicamente, en redes un activo del imperialismo yankee. Entonces al principio me cuestionaba: algo estoy haciendo mal. Pero después empezái a entender las dinámicas de las redes sociales y te dai cuenta de que al final da lo mismo lo que digái.

Dependiendo de lo que ponga, o soy facho o soy comunista. ¿Y sabís qué? No soy ni lo uno ni lo otro, me toca cumplir un rol, denunciar las cosas. Si hay que hacerlo pa’ un lado o el otro, lo hago. Antes me afectaba, ahora entendí la dinámica. Me he dado cuenta que no hay nada, a un espacio de público chileno en las redes, que le va a gustar. Siempre van a dudar, siempre van a creer que eres de un lado o de otro. Y como estábamos hablando recién, el odio estupidiza. Y si escribís con odio, te vai a transformar en un estúpido. Ya lo veo como parte de mi trabajo, no me involucra en nada, no me empuja a nada, hay que hacer la pega y la hago. No temo si es que voy a ser, como les gusta tanto decir, funado.

Las redes sociales se echaron a perder. El origen de las redes, pasadito el 2000, era súper lindo. Esto de darle voz a los sin voz. De que tú tuvierai la posibilidad de que, como ciudadano común y corriente, hablarle a un Presidente de la República y que eventualmente te respondiera. Era darle horizontalidad a la comunicación y lo echaron a perder. Perdimos esa oportunidad. Ahora los líderes nacionales e internacionales no lo pescan, saben que ahí está el daño, la polarización, los bots.

El qué dirán, cuando es con cariño, me importa. Creo en la crítica constructiva. Reviso comentarios, escucho. Pero claro, las redes... no hay cómo. Pienso que las críticas pueden ser constructivas, pero me fijo mucho de dónde vienen.

Alfonso Concha

No hay ninguna cobertura que me haya causado remordimiento. He aprendido de todas.

Cuando me fui a Ucrania, a mi pareja le tocaban la espalda y era como que le daban el pésame. Y uno, de eso no se da cuenta. Uno parte, nomás. Tú estái arriba de la pelota, informando y todo, y a veces se te olvida que aquí queda familia. Entonces, volver en buenas condiciones, haber hecho una buena pega, me deja con una sensación súper linda. Mi mamá está un poquito más curada de espanto, porque me ha visto en toda mi carrera, pero en el caso particular de mi pareja, nos estábamos conociendo hace muy poco, y claro, cuando le decís: mi amor, me voy a Ucrania... Hay una imagen que siempre la gente me la recuerda, cuando estaba despachando, hubo una sirena de ataque aéreo y me tuve que esconder. Eso pa’ la gente es potente, llamativo, pero para mi pareja, para mi familia, se te aprieta la guata.

Lo he pasado mal, bien mal, en redes hubo amenazas, incluso de muerte. Publicaron datos de mi familia, tuve que pedir protección policial. No para mí, porque los datos que publicaron eran de donde yo vivía, y era la casa de mi vieja, entonces tuve que buscar protección. Eso puede ser catalogado malo, pero en general he vivido puras cosas buenas. De lo malo uno aprende.

Me gustaría tener un programa de conversación con Iván Valenzuela. Agarrar un poquito de su don de conversar y aprender un poquito de la dinámica de la conversación. Hay que hacerla atractiva, pero a veces cuesta.

Tengo un tatuaje en el hombro, es grandote. En el hombro derecho. ¿Qué tengo? Un secreto muy bien guardado, jajaja. Es una mutación, porque me hice uno primero a los dieciocho y quedó tan feo que me lo tuve que tapar. Tengo ese, nomás.

Alfonso Concha

Priscilla Vargas era mi amor platónico y ella lo sabe. Además que cada cierto tiempo ese video donde lo dije aparece. Yo creo que ese momento tiene que ver con que era más grande y empezó a trabajar, habría que preguntarle, muy chica. Era y es muy guapa, muy buenamoza, pero además ya estaba saliendo en los medios. Entonces, pa’ uno que es más chico, todo ese contexto relacionado con la Priscilla hacía que fuera mi amor platónico. No lo voy a negar. Incluso, el mismo día que yo lo dije, un editor que trabajaba en Mega le dijo a la Priscilla y la Priscilla mandó un video. Nosotros tenemos un chat en el departamento de prensa y lo publicaron ahí, jajaja. Con la Priscilla reporteamos juntos, en los móviles, entonces nos conocemos mucho, desde hace rato.

En cinco años más espero estar acá, en Canal 13, y espero que haciendo lo que me gusta, que es el periodismo. Si no, donde sea, pero haciendo periodismo.

Dicen que soy un soltero empedernido porque no me he casado, pero soy pololo, pololo. He sido súper pololo. Y claro, ahora con mi pareja estamos desde fines del 2020 muy bien. Así que soltero no, en pareja sí. Soltero por el estado civil, pero estoy en pareja y feliz.

No tengo miedo al matrimonio, no, cero. Siempre me preguntan por qué no te casái, y probablemente porque todavía no ha sido el momento indicado. Yo creo que le he dedicado tanta pasión al periodismo que nunca me propuse casarme. Si llego a tener hijos, quiero dedicarles el tiempo. Entonces, me focalicé en algo, en un aspecto que a mí me llena mucho, mi trabajo, y ese otro tema nunca fue tema. Con mis parejas nunca fue tema. Ahora puede ser más...

Alfonso Concha

Cuestionario Pop

Si no fuera periodista, me hubiera gustado ser montañista. Como me corté los ligamentos no hay cómo, pero me pasa algo muy potente cuando subís cerros. Cuando escucho, leo, la relación con la montaña es súper potente. No tengo cómo ahora, pero pensando en voz alta, si tuviera que abrirme a una posibilidad, esa relación con la montaña podría haber sido una alternativa.

Soy de la “U”, fui muy fanático en un momento, ahora con distancia. Mi viejo es muy fanático, de todos los fines de semana. Pero empecé a tomar distancia, porque no me gusta esa relación de rivalidad. Yo lo ocupaba mucho pa’ molestar, no es que no lo hice. Pero cuando se pone agria la conversación... no.

Un apodo mío... es muy evidente. Y, pa’ mí, más que un apodo es cariño: mi familia me dice Negro, Negrito. Y cuando alguien me lo dice, por lo evidente digamos, me trae mucho recuerdo. Y no sé si fue apodo, pero en algún momento alguien me dijo Pailón, por la altura, y quedó.

Un sueño pendiente en mi vida es ojalá tener la posibilidad de cerrar ciclos con mi familia bonitos. Es súper idealista. Ahora que tus viejos están más viejos, que tenís sobrinos en el caso mío. Que todo funcione bien, que mis viejos cumplan su ciclo de vida bien, juntos, conmigo, y que mis sobrinos crezcan sanos.

No tengo cábalas, soy bien racional en ese sentido.

¿Un hobbie? Leer autobiografías o biografías. La última que leí fue de Francisco, el Papa, que yo pensé que era una biblia, se llama Esperanza, pero es un libro súper contingente. Cuando puedo, trato de mirar una biografía.

¿Frase favorita? La de Pepe Mujica: “El odio termina estupidizando”.

Alfonso Concha

Trabajé en una tienda de ropa femenina en Patronato, sin saber nada, nada, vendiendo la pescada y tratando de capturar mujeres para vender. También fui asistente de garzón en la tienda de un amigo de una compañera de universidad. Me llevó pa’ ganar lucas y lo hice. Asistente de garzón, porque no garzonié nada, jajaja. Y cuando empecé a estudiar periodismo, en tercero, dije: quiero trabajar en televisión, pero no conocía a nadie. Y ahí me metí a la productora que generaba Zona Latina y Vía X, y ahí hice de todo: asistente de iluminación, de cámara, de producción, cargué cables. De todo. Serví cafés, las hice todas, para cachar cómo funcionaba adentro.

Gasté mi primer sueldo en pagar el Corfo. Pagué la cuota que debía y me tienen que haber quedado un par de lucas pa’ devolverme a mi casa.

Escucho música negra, pero siempre de fondo, no soy melómano. Miles Davis si hay que relajarse pa’ leer. Si hay que activarse, Fugees, hip-hop en general. Tracy Chapman si es necesario. En general, voy a la aplicación, busco black music y estamos.

Lloré con Valentín, película argentina antigüita. Es de un chico argentino que ocupa lentes, tiene estrabismo y quiere ser astronauta. Y dentro de su inocencia, lo único que quiere es empezar a avanzar, avanzar, avanzar, en Argentina. Está ambientada en los cincuenta, en los sesenta, ¡pero tiene unos diálogos, de una inocencia! Y ahora, más contemporánea, sin hacer spoiler, una de las últimas escenas de Inocencia. Hay un momento donde el papá hace una autocrítica y es terrible. Ojalá ninguna persona llegue a algo parecido. Ahí me cayó una lagrimita.

Mi mayor miedo es que los ciclos de vida de mis viejos, de mi familia, no se cumplan y terminen abruptamente. Que de repente alguien llame por teléfono y te digan: a tu viejo le pasó algo, a tu mamá le pasó algo. Esos son miedos que, sobre todo con series, pienso: si me pasara esto, me muero.

Si tuviera un superpoder sería poder hacerme invisible. Imagínate pa’ un periodista meterte en los lugares donde no te ven y escuchar... una maravilla.

Mi placer culpable, por la gula, es el asadito.

A estas alturas en las carnes ninguna es picá, po. Pero si tuviera que recomendarte una sería La Parrillada del Guatón Jerez. Es buena carne y todavía no se escapa mucho en el precio, pero no te voy a decir que es picá, picá.

Alfonso Concha

No creo en el horóscopo, pero de repente leo y digo: chucha, qué heavy. Soy libra, leo cosas y me siento identificado. Por ejemplo, hace poco leí en un reel que los libra no dudan, están equilibrando. Y yo muchas veces le doy vuelta a las cosas, buscando el equilibrio entre lo que a mí me pasa y lo que es real. Yo en general no soy una persona competitiva, pero sí sé que es parte de la vida. Y si compito, gano. Nunca voy a apostar a perdedor. Y lo otro que me identifica, cuando hay que tomar decisiones importantes... puta que me cuesta.

Si pudiera invitar a tres famosos de la historia a un asado: Mandela, el Papa Francisco y a Don Francisco. Te decía que me gustaba esta frase de superar el miedo y eso, Mandela, lo describe como coraje. Sentar a Mandela... después, puede ser por lo contingente y porque lo tengo a flor de piel, leí el libro del Papa y me encantaría sentarlo. Estuve muy cerca de él a través del vocero del Arzobispado de Buenos Aires, que es periodista, Federico Walls, y lo conocí y me parecería súper interesante. Y los que hemos trabajado con Don Francisco, tenerlo sentado al lado es puro aprendizaje. Sentar a los tres y escuchar qué hablan, sería un lindo asado.

Alfonso Concha es un periodista, apasionado por lo que hace, siempre buscador de las historias, sobre todo de las historias en cobertura. Que trata de ser bueno, que busca ser respetuoso y que espera, en algún momento —a pesar de que llevo veinte años y todavía falta—, más que me vean como un gran periodista, me vean como una buena persona.

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