
La Firme con Cata Olcay: “Hoy me quiero mucho más de lo que me quería hace unos años”
Aceptó ingresar a Mundos Opuestos y se convirtió en la participante más impensada del nuevo reality de Canal 13. La actriz repasa su vida, obra, presente y su decisión de encerrarse en Perú: “Soy relajada, fácil de llevar”, asegura, entre otras definicones: “Poner el amor como un contrato no me gusta”.

A Catalina Olcay Montti (50) nunca se le pasó por la cabeza entrar a un reality. Es más, según recuerda, el último encierro que ojeó con algún mínimo interés como televidente fue Protagonistas de la fama (Canal 13), en 2003. Por eso cuando meses atrás la llamaron para preguntarle si le gustaría participar en Mundos opuestos, de entrada su respuesta fue un rotundo no. O más bien, una suerte de desconcierto. Quizá algo de resistencia, más aún viniendo del mundo actoral.
Sin embargo, la actriz se mostró dispuesta a conversar y, una vez que obtuvo el permiso de sus hijas de 18 y 22 años, aceptó, convirtiéndose acaso en la competidora más improbable del reality que debuta en pantalla el 1 de junio en horario prime tras la final de Palabra de honor, siendo conformado por figuras como Joche Bibbó, Marlen Olivari, Juan Pedro Verdier, Yuhui Lee, “Eskarcita” Gálvez, Daúd Gazale, Ignacia Michelson y Disley Ramos.
Unos días antes de partir a grabar a las afueras de Lima, Perú, la intérprete conversó con La Cuarta y admitió que volaría con más preguntas que certezas al país vecino, aunque con la convicción de pasarla “bien” y jugar un rol “conciliador”. Aunque como dicta el saber popular sobre los encierros, una cosa es el plan y otra distinta dentro de la casona, conviviendo durante días, semanas y —¡capaz!— meses.
—Dejé de tenerle miedo a las entrevistas cuando empecé a trabajar en radio —admite Olcay, quien el el 2019 asumió la conducción de un espacio en Radio Zeta— , porque supongo que no era un personaje. Llegó un minuto en que era yo y empecé a hablar desde mí y me relajé nomás.
En diálogo con La Firme, la actriz repasa su infancia y adolescencia, marcada por sus años viviendo en el norte, en El Salvador, y la figura de su abuela materna, una figura que hasta hace pocos años le dolía demasiado por las circunstancias de su fallecimiento; recuerda sus años en teleseries y su paso de los personajes “inocentes” a otros más atrevidos, en que debió enfrentarse al pudor frente a los desnudos; se sincera sobre su lado materno, su mirada sobre el matrimonio y su soltería tras casi 24 años emparejada con el padre de sus hijas y colega, Álvaro Espinoza; analiza su arribo a Mundos opuestos; habla de su presente interior y de los planes que tiene para después del encierro.
Todo eso, y un tanto más, a continuación.
LA FIRME CON CATA OLCAY
Mi infancia tiene mucho que ver con el Norte, con una playa a la que vamos, siempre, y que la descubrimos con mis papás cuando éramos chicos, en la III Región (de Atacama), y ahí vamos siempre, desde que mi papá había empezado a trabajar en Codelco, un poco antes de la época que vivimos en El Salvador, donde viví de los diez a los doce. Como a las siete empezamos a ir a esa playa. Hasta hoy. Siempre. Tiene un nombre, pero no lo voy a decir, jaja.
Me acuerdo de mis cuatro o cinco años, que veía teleseries —que ni siquiera sabía lo que eran, cachaba que estaban haciendo escenas, pero no sé muy bien que concepción tenía—, y me acuerdo de haber dicho: “Yo podría hacer eso”. Sentía que podía. También, cuando pensaba en actuar —que es un juego y siempre lo he hecho así—, en esa época tenía la sensación de uno casi que le prestaba el cuerpo al personaje. Lo encontraba súper interesante: salirse de uno (mismo) para que alguien juegue ahí.

Antes de El Salvador vivía en la calle de Amapolas, en Ñuñoa; e iba al Colegio San Gabriel, chica, en la sede de Las Lilas, en Eleodoro Yañez. Era súper deportista. Me encantaba. Pasaba bailando todo el rato y todo era con actividad (física). Y mi nanita, que era tan buena onda, como yo no estudiaba mucho y andaba todo el rato jugando, mientras levantaba las patas y bailaba, me iba leyendo las materias. Y me iba súper bien en el colegio, pero siempre haciendo más cosas a la vez. No estaba muy tranquila, hasta que me fui a El Salvador. Ahora soy súper tranquila, jaja.
Haber vivido en El Salvador, un campamento minero, tiene cosas muy distintas a lo que vive el común de las personas. De chica, mis papás viajaban mucho y salían mucho a terreno; mis abuelos vivían con nosotros y me quedaba con ellos. Mi abuelo murió cuando yo tenía cinco años, y mi abuela estuvo con nosotros toda la vida. Era una situación distinta a lo que era en general el concepto de “familia”, que tomas desayuno, almuerzas, tomas once o comida con tus papás. Ese “cotidiano” no estaba. El Salvador me marca, porque es primera vez que está ese concepto de familia; como la mina estaba a quince o veinte minutos de mi casa, tomábamos desayuno como mis papás, iban, volvían a almorzar y después llegaban, a las 6 de la tarde. Y también a mis diez años fue el concepto de libertad total. En Santiago, mis papás eran súper aprensivos y “no vayas a salir” o “no vayas a hacer esto”. Todo muy resguardado. Hasta que en El Salvador todos se conocían y sabían dónde estaban. Yo gritaba: “Voy al cine” y partía en mi bicicleta con mis amigos y hacía un montón de actividades, gimnasia olímpica, patinaje artístico, atletismo, tenis y teatro. Cuando volvíamos a Santiago, se acabó esa libertad total y volví a la normalidad, jaja. Por eso tengo ese contacto con el Norte; lo encuentro hermoso: la sensación de libertad, de respirar, de expansión y del desierto. Me emociona heavy.
En El Salvador, a los doce años, tuve mis primeras clases de Teatro y una señora desconocida me felicitó y me dijo: “Oye, tú eres una actriz”, y en ese momento pensé: “Esto es lo que quiero hacer”. Antes había hecho actos del colegio, pero este taller fue con un profesor muy importante, y que iba una semana al mes al Salvador a hacernos clase; teníamos un “intensivo”, e hicimos una creación colectiva a final de año. Muy bacán. A esa edad tenía claro que quería ser actriz, pero después estudié un año Ingeniería comercial, no porque quería. Mi papá me dijo: “¿Pero cómo vas a estudiar Teatro? Eso es un hobby” y “estudia cualquier cosa tradicional”. Y le contesté: “Pero no quiero, quiero Teatro”. Él insistió y le dije: “Ok”. Probé y un año y no me gustó. Me fui a Teatro.
A los 16 años de intercambio a Pittsburg, California. En el colegio, el capitán del equipo de fútbol americano me hablaba y no le entendía nada, recién llegada, muy chica; y unas amigas me comentaron: “Le gustas”. Unos días después, cruzando la calle, vi a dos chicas que se estaban apaleando mal, mechoneo, al suelo y patadas. Pregunté qué pasaba y se estaban agarrando por él. Y mis papás gringos me cambiaron de colegio; quedé impactada, nunca había visto una pelea así de mujeres. Me dio susto. Me fui a otro, porque mi mamá gringa, profesora de castellano, trabajaba en el pueblo de Brentwood. Fue súper entretenido, tremenda experiencia, buenos amigos y una familia muy bacán, que no podía tener hijos; ella tenía 29 y él 34 años. Fui como su hija. Andaban en moto, en su Harley (Davidson), y salíamos a pasear. Nos llevábamos súper. Unos años después adoptaron a una guagüita, a James. Sigo en contacto con ella, hablamos siempre y me vino a ver en el 2005; y a mi papá gringo lo chocó una galla que iba curá y falleció.

A Mónica Godoy la conocí estudiando en el UNIACC. Nos unió el carrete, jajaja. Tuvimos muy buena onda, a la semana que habíamos entrado a la universidad; un día nos pusimos a conversar y enganchamos, nos cagamos de la risa y empezamos a salir. Somos muy yuntas. Un día faltamos a clases, había un casting para Sucupira (TVN, 1996) y nadie nos avisó. Nos enteramos el día que se cerraba la convocatoria. “Que rabia”, dijimos, “¿qué hacemos?”. Llamamos y nos contestaron: “Si quieren, traigan el currículum, pero no aseguro que alguien lo vea porque el cierre era hoy”. Ese día mi pololo me tomó unas fotos e hicimos el currículum, ¡y no tenía nada!, puse que “estoy estudiando Comunicación escénica en el UNIACC, hablo inglés, hice atletismo y sé patinar”, jaja, puras tonteras. Ese fue mi CV y lo llevamos al día siguiente. Y nos llamaron; seguían buscando un par de personajes. Nos dejaron entrar en ese grupo de postulantes con la Mónica y quedamos, ¡por suerte! Álvaro Morales ya estaba en teleseries y era el actor con el que hacíamos la escena. Hoy con Álvaro somos súper amigos, nacimos el mismo día y ha estado en cosas importantes mías; empecé a hacer un programa en Radio Zeta, Catarzis, y en el primer capítulo lo invité.
Difícil elegir una teleserie favorita. Es súper complejo, porque uno quiere a sus personajes y porque en cada producción pasan cosas choras, entretenidas e importantes; hay miles de eventos por los cuales uno les tiene cariño especial. Obviamente la “Francisca Silva”, de Sucupira, que era un personaje enano, marcó, fue súper importante: fue donde partí, mi primera oportunidad, y a la teleserie y a los personajes les fue increíble. “La Gata” (en Algo está cambiando, Mega, 1999) también fue un personaje súper marcador en un momento de desafíos y de enfrentarme a miedos y decir: “Ok, hagámoslo igual”. Fue el primer “desnudo” en teleseries, en que salía del agua y se suponía que estaba desnuda. Fui súper cuidadosa de que no se me viera nada, jaja, porque era súper pudorosa. Era un personaje rarísimo, jaja, porque era extraterrestre. Hay cosas que pedí, como que la teleserie nunca se vendiera a través del desnudo; y se respetó, estaba el desnudo, pero no se le dio un boom a eso. Me hice unos parches que eran lo peor del mundo, pero de cierta manera me sentía más cómoda así. Y el personaje era muy inocente, no explícito. No se me quitó el pudor, para nada. Ahora ya no soy pudorosa, pero en ese minuto sí.

Por muchas razones decidí irme a Barcelona, España, dos años y, entre esas, no estaba emparejada (había terminado un naciente pololeo con Álvaro Espinoza). Y quería seguir estudiando y sabía que si en Chile me metía a estudiar me llamarían probablemente a una teleserie e iba a decir “ya, bueno”; me quería dar un tiempo de sentirme segura con lo que estaba haciendo. Y decidí irme. Volvimos (con Álvaro) y tuvimos una relación a distancia; viajaba harto a Chile y habían unos convenios telefónicos, jaja. Él se fue de vacaciones para allá, las que tenía de la teleserie. Y así. Estuvimos viajando harto. Después todas mis vacaciones de verano me vine para acá...
No me parece recomendable una relación a distancia. Creo que puede ser llevadera, pero depende mucho de las personalidades. Prefiero estar con mi pareja; hay personas que le acomoda a distancia, porque también disfrutan mientras están juntos, lo pasan bien, y después ya el cotidiano, la pelea y la lata, la evitan. Depende. Cada uno tiene que hacer lo que quiera, jaja.
Cuando me fui a Barcelona, volví a las tres semanas porque murió mi abuela con la que viví. Fue un bombazo, de las cosas más fuertes que me han pasado. Fue súper repentino. Cuando a mi abuela —que estaba impecable, fuerte y chora—, le conté que me iba a ir a vivir allá, se puso a llorar. Creo que nunca la había visto llorar. “¿Pero por qué lloras?”, le pregunté. “Es que no nos veremos nunca más”, me contestó. “Estai loca”, le dije, “nos vamos a ver, estaré viniendo”. Por mucho que supiera que era mi abuela, cuando ves bien a alguien ni se te cruza por la cabeza (la idea de que le pase algo). Me fue a dejar al aeropuerto, nos abrazamos y se puso a llorar de nuevo. “Ay, ya, abuela, está todo bien”, la consolé. Me quedé con esa sensación y, a las tres semanas, me llamaron por teléfono para decirme que le habían encontrado un cáncer. Cambié mi pasaje de diciembre para octubre. Me subí al avión y me fui. Mi abuela murió mientras yo volaba a Chile… Me bajé del avión, vi a mi mamá y dije: “¡No! ¿Qué estás haciendo acá? ¿Por qué no estás con mi abuela?”. Me miró y me fui a la chucha... Hoy soy capaz de no quebrarme y ni ponerme a llorar a moco tendido, desde hace dos años. Murió el 2000. Era mi abuela, mi mamá, mi hermana, mi prima y mi amiga. Estuvimos siempre. Cuando yo era chica, y mis papás no estaban, llegaba a la cama de mi abuela, me recibía y dormía con ella. Fue demasiado importante.

Barcelona, España, es preciosa y muy entretenida. Me significó irme de mi casa porque antes vivía con mis papás. Allá me enteré que estaba embarazada de mi primera hija y volví a Chile, ya no donde mis padres. Fui mamá y ya todo cambió. Hubo un antes y un después. Allá la Mónica (Godoy) vivió conmigo y teníamos un grupo de chilenos increíbles. Entendía catalán perfecto, no lo hablaba, pero tenía que actuar muchas veces en catalán; aprendía textos, pero no era que el catalán me fluyera súper. Irse de marcha (salir a carretear) y de tapas y todo ese tipo de cosas era muy entretenido. Y fue vivir sola y hacerme cargo de la vida.
Quería ser mamá con o sin pareja, no era un requisito. Emparejada bacán, por los niños, pero me acuerdo que en ese momento decía: “Si no encuentro al ser indicado, igual, obvio”, porque yo quería ser mamá, era el sueño de mi vida. Pero es imposible que uno se quede en eso; una vez que está la guagua, uno sigue eternamente en eso. Hasta hoy vibro con mis hijas. Son lo más heavy e importante para mí.

Quería tener siete hijos, pero cambié de planes. Descubrí lo exigente y heavy que era. Admiro profundamente a la gente que tiene hartos hijos; maravilloso. Siempre soñaba un poco con esa familia grande, las mesas llenas, medias italianas, y con mucha actividad. Pero cuando nació la Octavia, la mayor, dije: “Wow”. Obviamente no duermes, la leche, todo ese tipo de cosas y la sensación de decir: “¡Este ser depende de mí y quiero darle todo! Si tengo más, ¿cómo me divido?”. Esa sensación de amor y protección feroz. Entonces dije: “Ya, tres”. De siete bajé a tres. Y cuando nació la Ali, que tuve un embarazo súper complejo, dije: “No, ya se cierra la fábrica, hasta aquí llegamos”. Perfecto. Quería tenerlas antes de los 30. Por ninguna razón en especial. Tuve una tía que fue mamá como a los 21 o 22, y yo encontraba que era lo máximo y que ser mamá joven era maravilloso. Cachaba que 21 tal vez era muy chica, pero quería antes de los 30 porque quería ser mamá relativamente “joven”. Hoy se extendió totalmente. Y está bien. Ser mamá cuando uno quiera, y lo decida, ojalá; los hijos vienen cuando tienen que venir y son perfectos.
Me llevo increíble con mis hijas, que tienen 18 y 22 años (Alicia y Octavia). Las encuentro lo más lindas, secas, inteligentes y choras. Soy la mamá, pero soy muy partner con ellas. Lo que más quiero es que sean felices y, si ser actrices las hiciera felices, yo feliz. Si ser bailarinas las hacía felices, yo feliz. ¿Doctoras? Yo feliz. Lo que ellas decidan, con consciencia de verdad decir “esto es lo yo quiero y lo que me hace vibrar”, ahí es.

Pasa harto que te dan un personaje “nuevo”, y que pega, te quedas ahí pegada un rato, como fue con “La Gata”. Cuando hice a la primera, a la “Francisca Silva”, que era como una chica inocente, después hice otra como inocentona, después de nuevo; después hacía a la “Loreto” en A todo dar (Mega, 1998), que también era “inocente”, pero que estaba descubriendo el amor. Y después hice “La Gata, me fui a Barcelona, tuve a mi hija; y después hice otro que no era sexy, pero que sí tenía como harto cuento para eso; después hacía Mujeres de lujo e Infiltradas (CHV, 2010 y 2011), que todas eran ya en más jugadas. Se quedan pegados en un tipo. Y la gran gracia, para mí finalmente como actriz, es estar demostrando todo el rato que uno hace distintos personajes y roles. De eso se trata la actuación. Y es mucho más interesante estar cambiando de roles que quedarse en el mismo.
¿Cómo manejo el pudor de la desnudez? Como actriz es, de cierta manera, prestarle el cuerpo a un personaje. Ahora, sí uno como persona empieza a decir: “¿Qué sé de este personaje? ¿Me interesa hacer este personaje o no? ¿Qué está diciendo?”. Porque también hay una historia que uno cuenta, hay algo detrás; tiene que ser interesante, atractivo, provocativo o que genere discusión. Por algo uno está contando el cuento que está contando: qué significado y si estoy dispuesto a jugar para contar esta historia. Hay ciertas cosas que uno dice: “Ay, qué nervios; ya, pero está bien, corresponde”. En Infieles (CHV) lo que yo hacía era decir: “Ok, está fantástico que el personaje necesita crear esta situación, creémosla”. Pero conmigo “vamos a ‘falsear’ de cierta manera; vamos a mostrar, pero que no me vea comprometida en algo que yo me sienta mal”. Me tapaba, se me veía la espalda, y ciertas cosas, detalles de cómo me ponía. Era súper coreografiado, cosa que me pudiera sentir tranquila y no se me viera nada, jaja, pero que pareciera que estabas en la escena y lo que quería transmitir.
Soy pudorosa atroz. Pero una vez fuimos a una playa nudista con la Mónica (Godoy) en el 2001, cuando estábamos en Barcelona. Fue como: “Ya, hagámoslo”. Fuimos tratando de romper esas cosas en la cabeza. Pero fue súper pudoroso. Nos encontramos con unos chilenos, ¡atroz! Y llegaron como a pedirnos fotos, jaja. Ay no.

“No entiendo mucho el concepto del matrimonio”, dije una vez en otra entrevista. Lo entendí, jaja... A ver, las cosas “legales” me dan lata; hacer trámites me da lata y todo esas cosas como los contratos, la cláusula y que “esto se puede hacer y esto no”. Poner el amor como un contrato es lo que no me gusta. Siento que cuando uno ama, ama nomás. Entiendo tal vez que hay cosas como que de repente la gente dice: “Pero hay cosas legales que ver”. Sí, pero a mí ese concepto no me gusta. Yo creo que si uno está, está porque quiere estar, cada día. La parte del rito la encuentro súper bonita. Nunca hicimos un rito (con Álvaro Espinoza), la verdad es que no. Pero el rito lo encuentro lindo, no lo del contrato.
Hace dos años me separé (de Álvaro). Estuvimos juntos 24 y tantos años. Estoy bien, súper bien, jaja... No sé si alguna vez me casaría... Uno nunca sabe. Si uno se enamora, maravilloso... Mmm... Si me enamoro, por supuesto que estaría en pareja.

Entre el 2017 y el 2024, de teleseries, sólo grabé Secretos de familia (Canal 13, 2021), no estuve en teleseries. Estaba haciendo teatro, radio y no me acuerdo qué más. Y en televisión no salía nada tan interesante. ¿Si me gustaría volver a ese formato? Siempre cuando haya algo que sea atractivo e interesante, obvio que sí po’. Me encanta actuar y me gustan todos los formatos; hago mucho teatro, me encanta hacer televisión, series y cine. Todos los formatos son distintos y tienen su gracia.
En el podcast La pura verdad entrevisté a muchos actores. Más que entrevistar es una conversa que hacemos con los colegas, en que todo el rato se aprenden cosas, porque hablamos mucho de la pega, de la creación del personaje, cómo te enfrentas al casting y desde dónde “toman” a los personajes; hay unos que los toman del cuerpo, otros (son) súper psicológicos o emocionales. Es todo un descubrimiento en que todo es tan personal: cuáles son las cosas que te sirven, que te conectan y ves. Somos un mundo creativo, emocional e intelectual también, pero desde un lado súper conectado con las personas, los sentimientos, lo que te hace vibrar y soñar. Siempre son conversaciones súper interesantes y entretenidas. Lo paso chancho. No podría elegir una entrevista favorita; a muchos los conozco como amigos o colegas que les he visto su trabajo. Encuentro que cada uno tiene cosas tan fascinantes; yo además soy muy de piel y me encanta conocer las historias y ver el porqué, de dónde vienen, qué los hace vibrar, qué los hace soñar y qué cuáles son sus miedos. Termino todas las entrevistas abrazada y agradeciendo, porque siempre saco cosas importantes de cada conversación.

Nunca me había imaginado entrando a un reality. Vi el primero, Protagonistas de la fama (Canal 13, 2003), o sea, lo ojeé, y caché un poco más, pero tampoco lo veía tanto; y después otros los vi pasar.
Lo que me motivó a entrar a Mundos opuestos fue muy gracioso, porque me llamaron y dije: “¿Se pegaron en la cabeza?”, y me respondieron que “no”. Yo dije “muchas gracias, buena onda y todo, pero no”. Y me decían: “Pero, pucha, ven a escuchar...”. Y contesté: “Bueno, ¿qué pierdo con ir a escuchar?”. Llegué y fueron todos tan buena onda y simpáticos, y me empezaron a hablar que habían cosas distintas y de por qué era diferente (a otros realities). Entonces lo pensé, no muy convencida; pero me entró la posibilidad. Y con el tiempo, hace unos meses, empecé a cachar y decía: “¿Por qué no?”. Demoramos un rato en el proceso. Hubo varias cosas que empecé a darle vueltas; entre ellas que sentía que era un desafío gigante. Siempre me han atraído demasiado los desafíos. En todas las cosas que he hecho doy pasos y digo: “Esto me saca de mi zona de confort, es distinto y novedoso”. También después decía: “Es una experiencia con la que no sabes qué pasará”. Y esas cosas me parecen interesantes. Además me siento una persona súper fácil —no en ese sentido, en ese sentido soy súper difícil, JAJAJA—, soy relajada, fácil de llevar.
Sobre mi ingreso a Mundos opuestos mis hijas dijeron: “¡Qué! Qué heavy!”. Todo bien. Les pedí permiso a ellas (para entrar). No tengo idea si será una exposición distinta a la que ya he tenido, jaja.

Lo paso bien, ¿por qué lo tendría que pasar mal (en Mundos opuestos)? Soy súper conciliadora y, en ese sentido, decía: “Pucha, no me gusta el tema de las peleas”. Entonces decía: “Bueno, uno puede ser tal vez un aporte para el otro lado”... Vamos a ver... Uno nunca sabe. Es una situación que uno no ha vivido, uno no sabe qué es estar encerrada... Confío plenamente en que lo voy a pasar bien, jaja. Lo juro.
“Soy super resguardada, me gusta mi privacidad (...) No hubiese podido trabajar en farándula”, dije en una entrevista hace menos de un año. En un reality uno está dentro de un contexto y es un juego también. No me siento “compartiendo mi privacidad”. Es un espacio en que vamos a compartir todos y que me parece súper entretenido. Me da la sensación como del viaje de estudios. Yo lo voy a pasar bien. Si alguien quiere ponerse a pelear, problema del otro, jaja; pero yo no tengo ganas de andar peleando con nadie... Ahí pasarán las cosas que tengan.

Dentro de los integrantes de Mundos opuestos, como Marlen Olivari, Juan Pedro Verdier, “Eskarcita” Gálvez, Ignacia Michelson, a Juan Pedro lo he visto, porque era el marido de la Karen Paola, y nosotras hicimos un programa juntas; y por lo que sé de él, es un encanto, súper amoroso y caballero. A Marlene la encuentro estupenda, pero no la conozco; pero me parece simpática, pero nunca me ha tocado (compartir).
En el 2018 hice un cambio en mi vida y me puse a hacer deporte, porque sentía mal, muy cansada y sin energía. Y conocí a una chica con la que empecé a ir a entrenar. Fue súper choro. No hice clases, pero compartía un poco (en redes sociales) las rutinas que hacía, como motivando a las personas. Pero se me acabó todo para la pandemia, porque empecé a trabajar en Secretos de familia (Canal 13) y no me daba el tiempo para seguir entrenando... Cuando empiezo a entrenar, “me estoy muriendo, muriendo, muriendo”, y después ya fantástico. Pero paro y se va todo (el ritmo deportivo). Después me daba una lata, y nunca más volví, hasta hace como tres semanas, jaja.

Me metí al gimnasio para Mundos opuestos, para las competencias. Yo estaba totalmente fuera de training. Ahora estoy bacán, demasiado buena, jajaja... No saben con quién se están metiendo, jaja... No hacía deporte hace mucho tiempo, pero me tengo fe, como de chica era muy deportista; han pasado 40 años, pero era muy deportista y, cada vez que que vuelvo, es como que tuviera un poco de memoria (muscular). Igual hoy día estamos más viejas, pero bueno, a darle nomás. Me siento joven.
Sigo sintiéndome como de 30; no digo que me vea como de 30, jaja, pero así me siento. Siempre me he sentido más chica. Aunque hagas deporte siempre, siempre te van a doler los músculos, si estás progresando. Pero es parte de sentirse vivo también, si es que no te fatigas y te estás muriendo...

¿Si estoy dispuesta a un romance en el reality?... No... No sé... Si llega alguien y me sorprende... Pero no estoy entrando a buscar pareja. Si me preguntan, diría:; “Obvio que no”. Ahora, decidí que no escupiré al cielo, porque “nunca digas nunca”... Actualmente estoy soltera.
Hay muchas cosas que me gustaría hacer post reality, como actuar obviamente. Estoy preparando una obra de teatro para después. Me gusta mucho la comunicación y programas en los que uno pueda trabajar. Tengo una empresa, que la abrí hace poco, dos meses, una productora, y hago cortometrajes publicitarios; está muy entretenido, con una socia. Estamos trabajando en eso. Mientras esté en el reality mi socia, una actriz, quedó a cargo… He hecho súper poco cine. Eso es algo que te gustaría hacer.

Con “Amigas en viaje” (de Sabingo, en CHV, con Mónica Godoy) nos fue súper bien... ¿Seguirá? Estamos ahí. No puedo decir nada todavía, pero estamos súper contentas con ese proyecto. Tuvimos una super recepción del público y lo pasábamos increíble.
“Las mujeres estamos cada vez más exigentes con lo que queremos de nuestros hombres”, dije en el 2017 (CNN Magazine)... Las huevadas que decía, jaja... Creo que uno a esta edad, que si de algo sirve la edad, la experiencia y todo este tipo de cosas, es a conocerse uno mismo. Uno ya sabe qué cosas quiere, que no quiere, qué te gusta, qué no te gusta, qué estás dispuesta a transar o no. Obviamente uno se empieza a poner más exigente, porque hay miles de cosas que ya sabes que NO. Creo que estoy en este minuto para entender que quiero ser feliz, pasarlo bien, tener un partner, pero no estar “pisando huevos” o no sé qué. Obvio que son otros tipos de cosas en que uno se fija y que está dispuesta a transar o no, más que “exigencias”.

“A veces me dicen mis amigas que soy coqueta y yo les digo: No, no soy coqueta”, dije en una entrevista en 2021 (Revista Andrietti)... Me dicen como: “Ay, estás coqueteando”, y yo no estoy coqueteando, jaja. Me da risa, porque estoy ensayando una obra, entonces tenía que decirle algo al personaje; se lo dije y el director me corrigió: “Pero sin coquetear”, y le contesté: “¡Pero si no estoy coqueteando!... Vieras cuando estoy coqueteando, jajaja”. Entonces al parecer tengo algo como que pareciera que estoy coqueteando, pero no estoy coqueteando. Y cuando estoy coqueteando se me nota... o yo lo noto, jajaja... Que recuerde, nunca he pasado un mal rato (por ser “coqueta”), porque creo que cuando estoy en una situación con alguien que creo que se podría empezar a pasar un rollo que no es, me transformo bastante al otro extremo, para que se dé cuenta de que no. No ando coqueteando, porque no me gusta estar metida en una situación en que parezca algo..
Nunca me he sentido acosada. No sabría explicar muy bien, pero creo que yo, de entrada, soy súper cariñosa; llegaré, abrazaré y no sé qué, porque soy de piel y tengo buena onda con la gente. Si creo que alguien se confunde con eso, voy a poner inmediatamente, no siendo pesada, un (freno), que se note que no. Soy segura en ese sentido... En realidad, no tengo idea cómo se maneja, sólo sucede, jejeje... Pero no he tenido ese tipo de problemas.

En redes sociales no tengo seguidores desubicados. (Generalmente) la gente es súper cariñosa. (Aunque) alguna vez, obvio siempre pasa; pero lo bloqueo y chao. Me mandan mensajes súper cariñosos, como “ay, me encantas”, “cásate conmigo” o “salgamos a comer”. Eso. Pero así como que me manden fotos ordinarias, no.
No le tengo miedo a la vejez ni a la muerte. Creo que cada año me gusta. Me pasa que me siento más “grande” emocionalmente: me conozco más y me quiero más. Hoy me quiero mucho más de lo que me quería hace unos años atrás. Me siento más cómoda conmigo. Me he conocido y he ido cachando muchas cosas. En ese sentido, la edad y la experiencia me encantan. Noto que me quiero más en tomar decisiones importantes, en hacerme caso y ver lo que me hace bien, que finalmente lo que me hace bien le hace bien a mi entorno.
Cuestionario Pop
Si no hubiera sido actriz me habría gustado ser cantante o sicóloga.
En mi época universitaria en el UNIACC era carretera, jaja. Carreaba siempre, no desde el lunes, pero era carretera no desatada, nunca he sido desatada; para nada. Pero me gustaba salir y juntarme con mis amigas y amigos. No soy de excesos, jaja.
Un apodo es “Caturra” y “Caturrita”, que así md dicen en mi casa; y mis compañeras del colegio me decían “Catiri” y “Negrita”.
Un sueño pendiente es ganar un reality, jajaja... no... Volver a ver a mis abuelos maternos, a los dos. Al papá de mi papá no lo conocí, o sea, tenía dos años cuando murió y no me acuerdo; y mi otra abuela murió hace unos años.
Una cábala es el “¡mierda, mierda, mierda!”.
Una frase favorita o muletilla es “¡WEONA!”, que lo digo todo el rato.
Con mi primer sueldo creo que invité a mi mejor amiga de toda la vida —porque no estaba trabajando— y nos fuimos a un raid de Atacama juntas.

Me arrepiento de, de repente, haberme visto en una situación en que podría haber corrido peligro; no me pasó nada, pero de repente dije: “¿Qué estoy haciendo aquí?”. Quedar un poco expuesta. Por ejemplo, en Italia fui a una fiesta, sola, que era arriba un cerro perdido, y empecé a cachar a la gente media extraña. No pasó nada, finalmente buena onda, pero dije: “Nadie sabe que estoy aquí”. No sabía a lo que iba. Me arrepiento de haber llegado a un lugar en que uno no sabía bien dónde estaba.
¿Una actriz o actor chileno que admire? Se me vino a la cabeza Luchito Alarcón, porque fue mi profe además, y lo adoro, era seco, fue un maestro para mí y trabajamos juntos en la primera teleserie que hice. Fue un hombre súper importante.
Una actriz amiga —además de la Mónica Godoy— es la Dani Lhorente y la Cote Prieto. Diría que son las más cercanas.
Un talento oculto es que escribo. Ahora estoy escribiendo guiones con mi socia; tengo un guion a medio terminar de un podcast de ficción; espero que algún día vea la luz. Me gusta harto el lado creativo y también por eso nos tiramos con esta empresa con un sello bien especial.
Una película que me hace llorar, de principio a fin, que estaba partiendo en los créditos y ya me puse a llorar: My Sister’s Keeper (La decisión más difícil).

¿Un miedo? Antes yo era súper miedosa. Y ahora ya no. Antes me daban miedo muchas cosas, como que mis hijas salieran; súper aprensiva. Me daba miedo la locura, volverme loca. Finalmente era todo tan irracional, porque me estaba pasando rollos. Pero en algún minuto algo me hizo un click y no soy miedosa. No le tengo miedo a la soledad. Ya no. Lo paso tan bien sola, y acompañada. Me encanta estar con gente y estar sola. Antes no lo pasaba bien sola; o sea, más que no lo pasaba bien, no me gustaba tanto estar sola. No era que lo pasara mal, pero prefería estar con gente. Eso cambió hace un par de años, jaja.
No creo en el horóscopo. Creo que hay referencias que me parecen súper interesantes. Me encanta el lado esotérico, las energías y todo; y la alineación de los planetas en su momento. Pero no es que crea que está todo predeterminado. Creo que uno es dueño de su vida y va forjando las cosas. Soy Virgo.
Si pudiera tener un superpoder, me gustaría teletransportarme.
Un placer culpable es que soy demasiado fanática de las papas fritas. Ahora la estoy evitando, pero antes comía todos los días, siempre.
Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado, invitaría a Robert Downey Jr, a Marilyn Monroe y a Elvis Presley.
Catalina Olcay es... Descúbrelo tú, jaja.
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