El enigma del sueño: ¿por qué algunas personas duermen menos y no sufren consecuencias?

El cansancio no solo se alivia con más horas en la cama. Aprende cómo la actividad física y mental impactan la calidad de tu sueño.

El sueño, ese proceso vital que nos ayuda a recargar energías, no es un lujo, sino una necesidad, y cada persona tiene sus propias exigencias en cuanto a las horas necesarias.

Algunas aseguran que con cinco o seis horas de sueño basta, incluso si sus hábitos nocturnos son irregulares debido al trabajo o al ejercicio físico. Sin embargo, según la psicóloga especialista en sueño Nuria Roure, esto no es tan simple como parece.

Los dormidores cortos

Roure explica que el 90% de las personas requieren entre 7 y 8 horas de sueño para funcionar adecuadamente durante el día, pero existe un pequeño porcentaje, conocido como “dormidores cortos”, que puede conformarse con 5 o 6 horas sin sufrir consecuencias inmediatas.

Este grupo es minoritario, y en algunos casos excepcionales, una alteración genética puede permitirles descansar solo 4 horas sin que su salud se vea afectada.

Sin embargo, la experta advierte que este fenómeno no es común. A pesar de que algunas personas afirman sentirse energizadas con poco sueño, la falta de descanso suficiente tiene efectos secundarios, especialmente en las capacidades cognitivas y emocionales.

Señala que, “por muy activos que se encuentren, les cuesta concentrarse en el trabajo, tienen despistes, pérdidas de memoria, procrastinan, les cuesta tomar decisiones, están un poco más irritables o con cambios de humor y todo esto no lo relacionan con esa falta de sueño”.

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¿Qué más afecta nuestro sueño

A medida que envejecemos, nuestra necesidad de sueño puede disminuir, pero esto no siempre se debe solo al paso del tiempo.

Las personas más activas físicamente, independientemente de su edad, suelen disfrutar de un descanso más profundo, ya que el ejercicio favorece la producción de adenosina, una hormona que facilita las fases más reparadoras del sueño.

Por otro lado, el sedentarismo puede dificultar la entrada en un sueño profundo, al igual que las actividades mentales. Roure explica que las personas que no estimulan su mente durante el día también pueden tener dificultades para dormir.

La estimulación cognitiva, por ejemplo a través de la lectura o el estudio, aumenta la necesidad de descanso, especialmente en personas mayores que mantienen hábitos activos.

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Hay que desconectar para descansar

El estrés y la ansiedad pueden impedir que una persona se relaje lo suficiente para conciliar el sueño.

En este sentido, actividades relajantes como un baño caliente o evitar el uso del móvil antes de acostarse pueden ser clave para preparar el cuerpo y la mente para el descanso.

El uso del teléfono, con su luz brillante y su constante estimulación, dificulta la producción de melatonina, la hormona que regula el ciclo del sueño.

Finalmente, advierte sobre la tentación de recurrir a suplementos para mejorar el sueño. Aunque el magnesio y la melatonina son populares, la experta resalta que estos no abordan las causas subyacentes de los trastornos del sueño.

En lugar de depender exclusivamente de suplementos, recomienda identificar los hábitos o factores que están interfiriendo con el descanso.

Según Roure, para mejorar la calidad del sueño es esencial adoptar hábitos saludables durante el día, sin olvidar que el descanso adecuado es fundamental para el bienestar general. “Cuando tú te rompes una pierna, la muleta te ayuda durante el tiempo en el que estás en rehabilitación, pero nadie espera estar siempre con la muleta. El suplemento o el fármaco tendría que ser igual”, comparó.

El sueño no debe ser visto solo como un descanso pasivo, sino como un proceso activo que depende de una variedad de factores.

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