El caso de brillante escolar que se excitaba al asesinar: cumplió macabra fantasía, pero cometió un “error”

Daniel Marsh cumplió su macabra fantasía.
Daniel Marsh cumplió su macabra fantasía.

Pese a planificar cuidadosamente el ataque y contar con un coeficiente intelectual por sobre la media, Daniel se dejó llevar por la “felicidad pura” que le generó asesinar y mutilar a una pareja.

En apenas 15 años, Daniel Marsh albergó el odio necesario para cometer una atrocidad insospechada. Y no por su edad escasa, sino por una personalidad que parecía lejana al comportamiento de un asesino.

Eso sí, quienes realmente lo conocían, lograron advertir extrañas advertencias del adolescente gringo.

Decidido a torturar y matar, Marsh habría pasado horas, días y años estudiando sangrientos homicidios y aprendiendo sobre armas y técnicas forenses. Sin que nadie lo supiera, anhelaba con hacer sufrir y asesinar a personas inocentes.

El crimen de Daniel Marsh

La madrugada del 14 de abril de 2013, Daniel decidió llevar a cabo un plan que fantaseó por años: luego de escabullirse desde su casa, ubicada la pequeña ciudad de Davis, en el estado de California, el adolescente comenzó a buscar una puerta o ventana que estuviese abierta... hasta que la encontró.

Era la vivienda de Claudia Maupin (76) y Oliver Northup (87), dos adultos mayores que dormían en su cama matrimonial, mientras el entonces estudiante se acercaba sigilosamente.

Más tarde, el propio Marsh relataría lo sucedido: “Fui a su dormitorio, abrí la puerta y me quedé de pie junto a la cama, mirándoles dormir durante unos minutos”.

“Mi cuerpo temblaba. Estaba nervioso, pero también excitado y entusiasmado. Iba a hacerlo de verdad, estaba allí, por fin estaba ocurriendo”, agregó.

Luego de la perversa contemplación, Davis desató el horror: apuñaló violentamente a ambas víctimas en más de 60 ocasiones.

Por si fuera poco, diseccionó los cadáveres y arrancó los órganos internos, dejando que sus restos profanados fueran descubiertos por familiares al día siguiente. Maupin y Northup tenían 11 hijos, 14 nietos y ocho bisnietos.

Marsh dijo: “Les abrí el tórax a los dos, a él por aquí (señaló su pecho), y a la mujer le metí un teléfono dentro”.

Crimen (casi) perfecto

Gracias a su larga planificación del ataque, en la escena del crimen no hubo pista alguna para dar con el paradero del responsable.

Ante la falta de huelas dactilares, ADN o pisadas que pudieran dar con el homicida, hasta el FBI se vio incapacitado de llegar a la verdad.

Sin embargo, Marsh cometió un error bastante básico para su coeficiente intelectual (que alcanzaba los 114, algo por encima de la media del resto de sus compañeros): comenzó a jactarse del brutal asesinato.

Sus amigos le creyeron, pero optaron por guardar silencio... al menos, durante dos meses. Aterrados por la confesión, los adolescente terminaron contándolo a la policía y en junio de 2013 fue finalmente detenido.

Oliver Northup (87) y Claudia Maupin (76).
Oliver Northup (87) y Claudia Maupin (76).

Para sorpresa de la los investigadores, Daniel Marsh dijo que matar a Claudia y Oliver le había dado una sensación de “felicidad pura” que había durado semanas y era “la sensación más estimulante y agradable que he sentido nunca”.

En medio de su declaración a la policía, describió cómo mataría al agente que estaba al frente: “De muchas maneras. Asfixiándote hasta la muerte con tu corbata. Golpearte la cara contra el espejo hasta que se rompa y usar el cristal para cortarte las arterias, sacarte los ojos y estamparte contra la pared. Nada personal”.

En 2014, Marsh fue juzgado como adulto y tras ser declarado culpable de asesinato en primer grado fue condenado a cadena perpetua sin derecho a libertad condicional durante 52 años.

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