Espectáculos

La Firme con Blanca Lewin: “Más vieja uno puede ser mucho más feliz”

En medio de sus funciones teatrales, la actriz repasa su carrera y presente, de su vida pública y personal: “No había pasado tres años de mi vida soltera, ¡nunca!“, comenta.

Entrevista en profundidad a la actriz Blanca Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

—Estás tratando que hurgue en cosas que, de verdad, no me acuerdo —dice entre risas Blanca Lewin Gajardo (51), interrogada sobre un una vieja anécdota de juventud: la vez que el en ese entonces prometedor delantero de la U. de Chile, Mauricio Pinilla, le propuso bailar durante un carrete en el sector oriente de la capital.

Sentada en un escondido café junto a Plaza Ñuñoa, la actriz intenta hacer memoria, remontándose a principios de los 2000:

—Me acuerdo del lugar, me acuerdo de que me impactó que pasara Pinilla al baño, me preguntara esto y se fuera, y me dio una anécdota para contar —relata.

Aquella anécdota la destaparon ambos protagonistas, veinte años después, en el programa Buen finde, en TVN: “Una vez este hombre trató de sacarme a bailar, pero yo estaba poniendo música”, contó ella en aquella ocasión. “Quién iba a pensar que se iba a encontrar con Blanca Lewin como DJ”, comentó el exfutbolista esa vez.

—Después nos encontramos en el canal, hablamos de eso, nos reímos en un programa y listo, fin de la historia —resume ella ahora—. No hay más que indagar —Se ríe.

En poco más de una hora, la también conductora de radio y tele debe cruzar la calle para adentrarse en el Teatro UC y empezar a preparar una nueva función de Las tres hermanas, una suerte de versión “comprimida” de la destacada y clásica obra de Antón Chéjov, la que estará en la cartelera de miércoles a sábado hasta el 22 de noviembre (entradas, AQUÍ), y comparte elenco con Montserrat Ballarín, Valentina Muhr, Rodrigo Pérez y Luis Cerda.

—No quiero llegar atrasada —advierte ella y mira hacia los lados como buscando un reloj colgado del aire—: ¿Qué hora es?

—Las 18:11 —responde el reportero de La Cuarta.

—¡No! —reacciona tras poco más de una hora hablando—: Estoy súper atrasada, caminemos, y mientras vamos me sigues grabando.

Sobre su apuro, Lewin explica mientras cruza por la avenida Irarrázaval:

—En el camarín dependemos unas de otras para estar listas a la hora, y nosotras nos hacemos las trenzas; no es que haya un peluquero peinándonos y una señora maquillándonos. Son peinados que no son fáciles porque son postizos y nosotras no somos peluqueras. Yo no sabía hacer trenzas francesas y ahora tuve que aprender con el pelo de Montse Ballarín, que lo tiene corto más encima, entonces es particularmente difícil.

Minutos antes, en entrevista con La Firme, Lewin repasó desde su niñez “como pelota de ping pong” con distintos familiares; su despertar como actriz; la temporada que se fue donde su madre a vivir a EE.UU.; anécdotas detrás de teleseries en que participó, como en Iorana (TVN) y Lola (Canal 13); recuerda a Héctor Noguera; su faceta de madre de dos retoños; su lado como emergente escritora; un encuentro amargo con la farándula y algo de su separación de Daniel Matamala y la casa ensamblada en que vivían; su pololeo nuevo tras un periodo de soltería y descubrimiento; su mirada política; en resumen, un balance de su presente personal y profesional.

Eso y un tanto más, a continuación…

LA FIRME CON BLANCA LEWIN:

Un recuerdo de mi infancia en el Barrio Bellavista, que es donde viví el periodo más largo, es que teníamos una patota de amigos en el barrio y hacíamos muchas leseras: nos tirábamos en bicicleta sin manos desde la bajada de la Chucre Manzur, jaja. Tengo el recuerdo de muchas bicicletas sin manos tirándose en picada por una calle así. Tenía entre 10 y 12 años.

En Wikipedia dice que tengo un parentesco con Francisca Lewin y Matías Bize. Con Matías, no, con él sólo he trabajado mucho: no tengo ningún parentesco —que yo sepa— con él. Y con la Francisca, sí, pero muy lejano; si le preguntás a ella, dice que no somos nada. Pero los Lewin somos casi todos del mismo tronco familiar. Lo que pasa es que hubo algunos que tuvieron muchos hijos y no nos conocemos. El abuelo de la Francisca era primo en segundo grado de mi abuelo.

Con Alfredo Lewin tengo un parentesco un poco más cercano —pero también lejano—, porque el papá de él era primo hermano de mi abuelo: un poco más cerca, jaja. Nunca nos topamos en un evento familiar. Nos conocimos en la universidad, justo antes que él se fuera a MTV. Me acuerdo que un día me lo encontré en el patio central (del Campus Oriente UC) y me contó, porque cachaba que me gustaba la música: “¡Oye, me voy a trabajar en MTV”, yo le contesté: “¡¿En serio?!”. Y al día siguiente salió en el diario.

"Con Alfredo Lewin tengo un parentesco un poco más cercano", comenta Blanca. Foto: Andres Perez Andres Perez

Soy hija única de mi papá y mi mamá, pero tengo medio hermanos. Viví con mi papá, con mi mamá o con mis abuelos, como pelota de ping pong. Me dio un vínculo distinto con mis abuelos. Tuvo cosas positivas y negativas, de todo, como la vida: todo trauma finalmente, sobre todo en las personas que nos dedicamos a hacer cosas con el arte, se transforma en un gran y riquísimo material, por lo tanto, ha tenido efectos súper positivos, creo, jaja. Pero no sé si es algo transversal a todas las personas; o sea, me tocó así, y gracias a eso, y a años de terapia, jaja, se convierte en una experiencia “enriquecedora”. Pero evidentemente hubo mucho dolor y trauma entre medio. Pero no diría que fue bueno o malo: fue. Es la experiencia que me tocó vivir, lidiar y sacar material. Sentía que de repente me faltaba mi mamá, o mi papá. Uno compensa con otras cosas en la vida, pero también eso de vivir en distintos entornos familiares me dio la posibilidad de conocer distintas visiones del mundo y miradas sobre las cosas en general.

A los nueve años supe que quería ser actriz: se me ocurrió. Entré a un colegio en tercero básico y mi mamá me metió en ballet; después ella se fue y yo me fui a vivir con mi papá. Llevaba un año haciendo ballet y un día vi al grupo de teatro en mi colegio y, cuando caché, además, que podía hacerlo una profesión, decidí: “Salgo de ballet y me meto en esto”. Y lo tuve súper claro... Es súper difícil explicar por qué me gustó: no tengo idea, pero quizás tenía que ver con la posibilidad de ser otra cosa, de ser otra persona, de vivir otras vidas. Creo firmemente que tiene que ver con eso, jaja.

Nunca se me fueron las ganas de ser actriz: lo que pasa es que todo el mundo me decía: “Te vas a morir de hambre”, y yo pensaba: “Uy, ya, bueno”. Después quise ser escritora, que era peor, jaja; y después, ¡periodista! Entonces al final, cuando tenía unos 15 años, tuve la convicción real de que no me veía contenta haciendo ninguna otra cosa. Además yo tenía un “conflicto social” con la cuestión, porque decía: “¿Para qué sirve dedicarse al arte?”. Quería hacer algo que fuera un beneficio para las personas. Todavía no entendía que una actividad artística podía ser beneficiosa para otro aparte de mí misma, jaja. Y cuando lo comprendí así, fue: “Tengo que dedicarme a esto”.

"A los nueve años supe que quería ser actriz", cuenta Blanca. Foto: Andres Perez Andres Perez

Me fui a vivir con mi mamá a Estados Unidos a los 12 años, que ella ya vivía allá. Era rebelde y no quería ver más a mi papá, jajaja. Antes de eso no la veía con frecuencia, de hecho, ella se fue en 1982, y no la vi hasta 1986, que vino de visita y medio me “pololeo” para que me fuera para allá.

Me hicieron bullying por cualquier cosa en mi primer colegio de EE.UU. Después me fui a un colegio donde no me hicieron bullying, de hecho, tenía un grupo de amigas, pero que eran amigas mías porque era la más rara en ese colegio: vivíamos en el campo, eran todos blancos en el colegio, había solo tres niñas afrodescendientes —dos de las cuales eran hermanas—, y yo era la única extranjera. Yo vivía en un suburbio antes, pero había gente de todo el mundo, y ahí no. Me sentía súper sola. Estuve un año y volví. Decidí volver por eso y por un poco echar de menos la familia acá.

Vivir en EE.UU. me ayudó a conocer a mi mamá po’, la conocía muy poco, que eso puede ser visto como un gran aporte. Ella vive allá todavía. Nos vemos de repente. Nos vimos allá en septiembre.

Volví a Chile no sé si creyéndome la raja, pero hablando inglés y habiendo tenido una experiencia muy bacán. No sé si me creía la raja, pero obviamente mis amigas más cercanas se deben haber sentido un poco decepcionadas: esperaban que llegara la misma que era antes, y obviamente después de una experiencia así uno no es la misma. Debí haber vuelto bien insoportable; no sé cómo era, no tengo mucha conciencia de qué es lo que me hacía más pesada, pero después se me pasó... Recuperé a mis amigas, jajaja.

"Vivir en EE.UU. me ayudó a conocer a mi mamá", asegura Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

Entré al Compañía María y era súper católica; aparte, mi colegio tenía una visión “súper social” y me motivaba mucho... Ya no soy católica. Dejé de serlo en la universidad, en segundo año. En el primer año seguía súper comprometida con algunas actividades. En esa época, como habíamos vuelto a la democracia, la Iglesia, que había sido tan social y defensora de los Derechos humanos, empezó a tomar otro rumbo, y de pronto empezó a volverse súper conservadora y a hablar de “crisis moral”.

Yo, siendo una estudiante de Teatro, sentía que tener una religión —o incluso militar en un partido político, que en ese momento lo pensaba así—, era muy incompatible con la actividad a la que me quería dedicar, o por lo menos en esa etapa de formación, porque finalmente eran una serie de dogmas en los que uno tenía que creer, o ser obediente, que es todo lo contrario del trabajo que uno tiene que hacer como actor cuando se enfrenta a una historia y un personaje, que es tratar de desprejuiciarte. Ahí dejé de ser católica.

Un poco por eso al principio me costó hacer amigos en la universidad, y porque había algunas cosas que yo no hacía, y ellos sí, cosas que a mí no me gustaban... De famosillos, fui compañera de Javiera Contador, Mariana Loyola, Álvaro Espinoza, Claudio Ravanal y Aranzazú Yankovic. Hoy tenemos un chat de curso y hablamos todos los días. Pero en ese momento fue difícil, pero creo que para todos lo fue: estudiar Teatro, cuando eres tan chico y tienes 18 años (y me había ido un año a trabajar en EE.UU y volví), es difícil. Uno debería estudiar otra carrera antes quizá, porque requiere un conocimiento de uno mismo que uno a esa edad no tiene. Creo que al principio se pasa mal. No todo el mundo tiene la misma experiencia. Pero es difícil. Lo empecé a pasar bien en tercer año.

"Lo empecé a pasar bien en tercer año", recuerda Lewin sobre la universidad. Foto: Andres Perez Andres Perez

Rechacé Rompecorazón (TVN, 1994), que me habían ofrecido un secundario y la protagonista era Carola Fadic. Estaba recién partiendo la universidad, no había terminado ni primer año; era una buena oportunidad de plata, pero: pan para hoy, hambre para mañana, jaja... Tuve que madurar muy chica, JAJAJA... Bueno, no sé si tiene que ver con la madurez, pero con la conciencia de que estudiaba algo que me interesaba mucho, muy profundamente, y quería tomármelo en serio. Si iba a trabajar en la televisión, que podía ser muy bueno económicamente, también quería hacerlo bien, y sentía que terminando primer año no tenía las herramientas suficientes para hacerlo bien; iba a dar jugo, pésimo. Prefería tener una formación un poco más sólida.

Cuando grabábamos Iorana (1998, TVN) en Rapa Nui, en todo el hotel había un teléfono y por ahí hablábamos, y todos escuchaban las peleas. En esa época siempre estuve emparejada. Con ese pololo me casé después (Werner Giesen, director), y nos separamos, y no tuvimos hijos; no prosperó, digamos... No necesariamente eran tormentosas mis terminadas. Esa sí, porque fue mi primera separación de un proyecto que en el fondo tenía cierta proyección, porque nos habíamos casado y todo. Pero no diría que había un patrón en mis terminadas.

"Prefería tener una formación un poco más sólida", explica Lewin sobre por qué rechazó Rompecorazón. Foto: Andres Perez Andres Perez

Una teleserie favorita de las que he hecho es La Fiera (TVN, 1999), porque más allá de que el personaje que me tocó hacer (“Tránsito”), súper recordado y divertido —y que además aprendí mucho porque grababa poco, paseé mucho, y conocí mucho Chiloé y su gente—, creo que de todas en las que he estado me atrevería a decir que es de las que mejor escrita ha estado, desde el punto de vista no sólo de la historia, sino que cada personajes estaba muy bien escrito. Era muy fácil y rico trabajar sobre esa base. Cuando algo está muy bien escrito y dibujado, uno tiene súper claro lo que tiene que hacer y todas las herramientas para hacerlo volar. Tengo el recuerdo de haberme encontrado por primera vez en ese momento con una teleserie que estaba SÚPER BIEN ESCRITA.

En Romané (2000, TVN) no lo pasé tan bien. Me costaba mucho entender al personaje (“Milenka”), pese a que tenía una base súper sólida, que era la anécdota que había detrás del Otelo de Shakespeare. Encontré que era un personaje difícil. Me costaba mucho comprenderlo, por inexperiencia. ¿Sentí que me salió bien? Es que ya no la vi. En esta época no me gustaba verme, los encontraba a todos (mis personajes) terribles. Ahora no la he visto mucho, por el horario en que la dan, 3 de la tarde, y tampoco tengo tiempo de sentarme y decir: “¿Cómo yo trabajaba hace 25 años?”. Pero las escenas que he visto de repente en reels no me parecen para nada mal. Era bonito igual.

"Encontré que era un personaje difícil", recuerda Lewin sobre su rol como Milenka. Foto: Andres Perez Andres Perez

Al hacer de pareja con Héctor Noguera, que fue mi profesor en la universidad, había una “jerarquía natural”, pero él nunca me hizo sentir esa jerarquía. Eso era muy bonito, que era un compañero muy respetuoso... O sea, la “jerarquía natural” se ve desde fuera, porque él era muchos años mayor que yo, y pese a que había sido mi profesor, era muy sencillo, y nunca te hacía sentir esa jerarquía, ni siendo profesor. Era alguien que estaba como uno más, entre medio de todos nosotros, colaborando.

Héctor Noguera no es alguien que se haya muerto y todo el mundo dice “oye, en realidad, qué positivo era”. No, Tito siempre fue una persona que estaba en otra esfera. No tengo nada malo que decir de él nunca, jaja. Obviamente todo lo que la gente dice, que era súper volado, claro, puedo contar mil anécdotas —que nos dejó plantados en el ensayo general del examen—, pero era imposible enojarse con él porque siempre tenía una excusa increíble, y muy en serio; no era una persona que tratara de engañarte: era real lo que le pasaba. Era una persona que, sobre todo, siempre tenía palabras muy profundas. Era efectivamente una persona que tenía una mirada que estaba en otro lugar, por lo tanto, lo que tenía para decirte era muy lindo y muy profundo.

"Era un compañero muy respetuoso", recuerda Lewin sobre Héctor Noguera. Foto: Andres Perez Andres Perez

Hubo una época, un año, no sé cuál habrá sido, pero viví de poner música, porque me estaba preparando para El circo de las Montini (TVN, 2002), y además iba a filmar Sangre eterna, y el rodaje se empezó a postergar, e iba a topar con la teleserie, entonces fui a hablar con el productor y le dije: “Oye, se me topan, ¿qué hacemos?”, y me dijo: “Mira, hay dos caminos: uno o el otro”. Le dije “gracias” y que “me iré a hacer la película”. Pero la película era unas semanas de rodaje y chao. Me quedé sin teleserie y tenía seguir haciendo funcionar la casa. No tenía hijos y todo ese año viví de poner música en distintos lugares.

¿Es cierto que una vez Mauricio Pinilla me sacó a bailar? No me sacó a bailar. Estaba poniendo música en una fiesta en Plaza San Enrique, Sala Murano, y hacían unas fiestas con distintos ambientes. Yo ponía canciones, como selectora más que DJ. En un salón más chico, que estaba cerca del baño, ahí estaba yo y pasó Mauricio Pinilla, que estaba en la fiesta, y me dijo así como: “Hola, ¿eres DJ?”, y yo así como: “Sí”... Pero no me sacó a bailar... ¿O sí me sacó a bailar?... Lo contó en el programa Buen finde (TVN), parece... ¿Sabés qué me pasa con los recuerdos? Uno empieza a distorsionar la historia, el cerebro hace eso; y a medida que uno envejece es cada vez peor, jaja. Finalmente uno recuerda distinto las cosas... Ahora que me acuerdo: me preguntó si quería bailar y yo así como: “Pero, loco, estoy trabajando”. Fue eso nomás. Después nos encontramos en el canal y nos reímos.

"Uno empieza a distorsionar la historia", recuerda sobre su anécdota con Mauricio Pinilla. Foto: Andres Perez Andres Perez

Con En la cama (2005), que ocurre en la pieza de un motel, no es que me haya sacado el temor a los desnudos. Uno, yo había trabajado ya con Matías Bize en tres cosas —que lo conocí cuando estaba en segundo año de escuela—, hicimos dos cortometrajes y Sábado, su primera película, entonces básicamente confié mucho en lo que haría. Pero por supuesto que tenía mucho pudor. Después de esa película me propuse no hacer más desnudos por un buen tiempo. Creo que no hice ninguno en unos años, porque efectivamente después de eso me empezaron a llamar SÓLO para hacer desnudos, e incluso peor.

Me acuerdo de una película para la que me llamaron, que tenía una escena en que debía hacerle una felación al otro actor, y fue como: “¿En serio me estás llamando para esto?”, jaja. Fue súper bueno cachar que vendría como: “Ah, la Blanca no tiene problema para sacarse la ropa así que llamémosla”. Y eso es súper doloroso para uno como actor y actriz; es doloroso y es fome po’, porque te empiezas a convertir en alguien que no es respetado por su trabajo, si no porque “ah, le da lo mismo”. No me da lo mismo, uno está en una posición súper vulnerable, entonces no es chistoso. Uno tiene una conversación con una misma de si se justifica o no el desnudo.

"Me propuse no hacer más desnudos por un buen tiempo", recuerda Blanca post En la cama. Foto: Andres Perez Andres Perez

En el 2018 en Facebook revelé tres experiencias de acoso (con un director, un director de foto y un cantante lírico) cuando estaba todo el movimiento “Me Too” y una actriz argentina que era conocida mía había publicado una cuestión de “la vez que me pasó esto...”, y ella no puso ningún nombre, igual que yo, y me decían: “¿Por qué no pones nombres?”. Porque enfrenté a esas personas en ese momento. Me parece que es bueno exponer los hechos porque somos muchas a las que nos han pasado estas cosas y era para generar eso: “No estás sola, somos muchas”, no para funar gente, que me parecía que si yo ya los había enfrentado, los había expuesto en el momento y en el lugar que correspondía, suficiente. Tampoco nunca me pasó realmente nada terriblemente grave como para decir: “Hay que hacer una denuncia en los conductos regulares”.

Una ya está grande y, en general, yo era bastante parada en la hilacha. Es difícil poner límites en muchas situaciones, y por eso creo que tiene que ver como con distintas personalidades, y que los abusadores también encuentran en alguien una fisura y ahí se meten. Posiblemente tengo otras fisuras y seguramente he sufrido otra clase de abusos. Pero también con los años uno va aprendiendo y dice: “Ya, esto no me va a pasar más”, ¿qué medidas tomaré para que no me pase más?“. Los trauma reales ocurren cuando uno es muy niño y, por suerte, yo de niña no tuve ninguna exposición a algo sexual.

"Los trauma reales ocurren cuando uno es muy niño", dice Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

Tenía mucha presión cuando grabé Lola (2007, Canal 13), en los pasillos me decían que el éxito del canal estaba en mis hombros, jajaja. Era muy ridículo todo, pero era una época en que la gente veía más teleseries y efectivamente las teleseries las daban en un horario en que les dejaban un piso (de rating) al noticiero. Al principio lo pasé más o menos y después, cuando hice un viaje, volví y encontré que nada era realmente tan importante, lo empecé a pasar súper bien, jaja. Fue grabada en dos tandas; terminamos, tuvimos fiesta de final de rodaje, todos se fueron de vacaciones, fui a filmar una película, volví y me dijeron: “Seguimos, vamos a intervenir el final y la teleserie seguirá”. Y el final estaba por salir al aire. Fue una locura retomar.

Con Jorge Alberti de repente tenemos contacto muy de vez en cuando por Instagram, y en Al piano con Lucho (TV+) me mandó un saludo. Él después se fue a Televisa. Ahora no sé en realidad en qué está, pero ha seguido su camino. Es amoroso.

"Fue grabada en dos tandas", recuerda Lewin sobre Lola. Foto: Andres Perez Andres Perez

¿Una virtud y un defecto mío? Me cargan esas cosas... No creo en los defectos y virtudes como cosas que son tan separables. Creo que uno tiene rasgos de personalidad que pueden jugarte a favor o en contra en distintas cosas. Por ejemplo, hay cierta sensibilidad que creo que puede ser muy bacán en la percepción que tienes del mundo, de un personaje y de estudiar a alguien en favor de tu trabajo; pero esa sensibilidad a lo mejor te vuelve súper dramático en cosas que no son dramáticas y en victimizarte. Esos podrían ser mis defectos y mis virtudes, pero si, te fijas, es el mismo rasgo.

¿Me he definido como “súper autoexigente”? Mm, sí. Sigo siendo autoexigente. Ahora, hay cosas que con los años, cuando uno crece y arma familia, las prioridades cambian y uno empieza a decir: “Esto que me parecía TAN importante ya no lo es tanto”. Las sobreexigencias van cambiando también. Pero en general me gusta me gusta mucho mi trabajo, y me gusta hacerlo bien, ya sea como actriz o conductora.

"Sigo siendo autoexigente", asegura Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

Me convertí en mamá en el 2009. Antes tenía miedo a no dar el ancho en la crianza. Me daba susto porque no tenía un ejemplo de “madre maternal”... o sea, tuve varios ejemplos: con mi abuela, mi madrastra, con mi mamá y toda la cuestión... Tenía miedo de repetir ciertas cosas que yo consideraba que eran errores en mi propia crianza. Me daba susto.

No tenía el sueño de ser mamá. No estaba estresada por quedar embarazada: estaba estresada por la pega que estaba haciendo, Lola en ese momento. Me estresaba mucho por cosas con las que aprendí a no estresarme tanto. Hay cosas que no son tan importantes finalmente.

Creo que ser mamá marca un reordenamiento de las prioridades. No sé si en el momento de ser mamá, quizás un poquito antes: me acuerdo que me costó quedar embarazada de mi primera hija (Marina, de su relación con Leo Quinteros), porque estaba muy estresada. Tenía ovario poliquístico y traté de hacerme un tratamiento para eliminarlo, tuve una respuesta súper pobre y dije: “Ya, bueno, no será ahora”. Hice un viaje fui a filmar una película, y algo me pasó en la cabeza que me relajé y quedé embarazada. Ese switch tiene que ver más con la madurez que con la maternidad. La maternidad, por supuesto, que juega favor, pero creo que no es necesario ser madre para entender algunas cosas: tiene que ver con con la edad, con que uno va envejeciendo, y de repente te das cuenta de que hay cosas que no son tan importantes nomás. Y a veces es bueno priorizar otras que lo pasas mejor, jaja.

"Creo que no es necesario ser madre para entender algunas cosas", opina Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

Es difícil sobrevivir a la farándula. La gente enloquece un poco. Yo llevaba dieciséis años de carrera zafando de las preguntas íntimas y personales diciendo: “Me estás entrevistando a causa de que soy conocida por mi trabajo”. Iba todo bien hasta ese momento, hasta que se me ocurrió meterme con alguien que también salía en la tele (Daniel Matamala) en un momento que era más heavy la farándula (ahora ha vuelto). Sufrí una persecución en la calle, muy violenta.

Fui a Buenos Aires porque tomé un curso de narración oral en un centro de investigación teatral. Y coincidió que una amiga actriz —la misma que hizo la antes mencionada publicación en Facebook— estaba organizando un festival de cine chileno en el Malba (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires ) y había programado Bombal. Esa semana me quedé en su casa, entonces me dijo: “Si coinciden las fechas, te vienes antes y te pongo tres días de hotel para el festival y después te vas a mi casa y haces el curso”. Fui al hotel, tenía una agenda de medios, y de repente la encargada de prensa me dijo: “Oye, hay un medio chileno que está acá... SQP”. Estaban en el lobby del hotel, no la gente de ese SQP: habían mandado un equipo de Argentina para sapear. Fue terrible. Estuve encerrada en el hotel todo el día, no pude salir; había una cena a la que tenía que ir y llegué tarde, porque esperé a que se fueran (para qué gastar recursos en eso). Estaba sola allá, me quería sacar unas “cuñitas” o ver cómo no les daba las “cuñitas”, porque cualquier cosa era material. Y yo no les iba a dar material.

"Sufrí una persecución en la calle, muy violenta", dice Lewin sobre su experencia con la farándula. Foto: Andres Perez Andres Perez

Fui mamá de mi segundo hijo (Eloy Matamala) en el 2016, que yo tenía 42 años. Fue súper difícil, duro, volver al ruedo laboral; pero, por otro lado, estaba en una situación en ese momento cómoda para dedicarme a la maternidad y a la casa. Igual fue súper rico, o sea, agradezco haber podido estar tan presente. Hice Perro bomba en esa época y un par de cortos.

En el 2018 viví en Estados Unidos, en Chicago, tres meses (Matamala se fue a estudiar). No fue tan largo, pero fue muy significativo, porque fui a ir a una ciudad bacán e increíble. Y nos íbamos en una buena situación y pudimos aprovechar esa ciudad culturalmente al máximo. Mi hija fue al colegio y volvió bilingüe. Fue una experiencia súper bacana.

¿Por qué no he vuelto a hacer teleseries? Porque no me han llamado. Me gustaría, ¿por qué no? Me entretiene. Hice una teleserie justo cuando nos agarró la pandemia, que fue la última, La Torre de Mabel (Canal 13, 2021).

"No me han llamado", dice Blanca sobre las teleseries actuales. Foto: Andres Perez Andres Perez

Me ha tocado hacer muchas obras en el Teatro UC. Me formé en la Escuela de Teatro de la Católica y me acuerdo que la primera vez que hice una obra profesionalmente en un teatro fue Volpone o el zorro​. Y después nuestro egreso también lo hicimos ahí —que nos dirigió Rodrigo Pérez— e hicimos Los ciegos (Maurice Maeterlinck). Tengo mucho cariño por ese teatro. Un par de años después me llamaron para actuar en El vestidor (Ronald Harwood,), dos años seguidos. Y después me llamaron para hacer Juana de Arco, el misterio de la luz (Coca Duarte). en el mismo teatro. Mi carrera teatral está fuertemente anclada al Teatro UC. Aunque he tenido la suerte de trabajar también con distintos directores y directoras en otros múltiples espacios, convencionales y no convencionales, universitarios y no universitarios. Además me encanta trabajar ahí porque vivo cerca y me voy caminando, jaja. Es demasiado bacán. Irte caminando al trabajo de los privilegios mayores de la vida.

Nunca he hecho Las tres hermanas, pero Víctor Carrasco (director) me llamó para hacerla, el mismo personaje que estoy haciendo ahora (“Olga”), años atrás, que íbamos a estrenar el 2008. Era muy raro porque “Olga” es la mayor, la hermana solterona, y yo estaba embarazada de mi primera hija, y le decía: “Pero, Víctor, estoy embarazada”, y me respondió: “Me da lo mismo, la haremos”. Íbamos a estrenar una fecha, pero después él se quedó con la idea de que lo mejor era estrenar en la semana de Teatro a Mil, en enero, y mi hija nacía a fines de febrero... o sea, cero posibilidad. Me tuve que bajar. Pero había estudiado mucho, entonces fue bacán cerrar ese ciclo ahora, con este otro montaje, muy bonito además.

"Irte caminando al trabajo de los privilegios mayores de la vida", declara Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

He leído todos los cuentos de Antón Chéjov, y he visto y leído otras de sus obras. Nunca lo había actuado. Es bueno haber estudiado antes el personaje y la obra, porque la propuesta de Angelo (Solari) es un “concentrado” de Las tres hermanas. Es el trabajo previo de tener clara la obra de antes, de haberla decantado con los años, de saber cómo es el mundo chejoviano y todo eso, lo que finalmente a uno lo pone en el aquí y ahora a hacer este “ejercicio musical”, rítmico, visual y sonoro. Es muy entretenido. Para mí fue súper desafiante en un principio porque decía: “Esto es como aprender un idioma nuevo”, que “escribe las cosas en partituras”. Nunca lo había hecho, pero por lo mismo ha sido muy gozoso; me he entretenido muchísimo en los ensayos y funciones. Me encanta. Como espectadora: no sé.

El día que llegaron los avatares, que fue muy poco antes del estreno, y que yo soy la primera que los vi, no podía parar de reírme. Yo sería esa espectadora que está con ataque de risa. Las funciones son distintas: hay unas en que la gente se ríe mucho, hay unas donde no se ríe nadia y hay unas risa tímidas. Yo sería esa persona, palo blanco, que se está riendo a carcajadas. A mí me divierte mucho la obra, lo paso muy bien. Pero lo bonito que tiene es que a nadie le pasa lo mismo.

"Me divierte mucho la obra, lo paso muy bien", dice Lewin sobre Las Tres Hermanas. Foto: Andres Perez Andres Perez

En la obra de Chéjov están estas tres hermanas que viven en esta provincia, aburridas, y pasan tropeles de soldados con fiestas, después se van, se quedan ellas ahí mismo, añorando Moscú; y al año siguiente vienen de nuevo, la vida sigue avanzando y esa es la reflexión de la obra. Es una reflexión sobre la obra de Chéjov, escrita en 1901, en una época bisagra para Rusia, antes de la Revolución, ¿y en qué estamos hoy? Estas entretenciones, que eran estos soldados y fiestas, ¿hoy con qué nos entretenemos? Con el teléfono, y es una cámara de eco de nosotros mismos. Tu hablas con ChatGPT y en realidad estás hablando contigo mismo. Los avatares son animaciones de nuestras caras. En el fondo, lo que tiene de inteligencia artificial esta obra es la reflexión sobre la IA. Por eso estos avatares somos nosotros animados: son nuestras voces y caras que se ven súper raras, porque el animador (Diego Muhr) nos sacó fotos para animarnos, pero las expresiones de las emociones las hizo él, él animó la alegría, la tristeza y la rabia. Son raros, pero somos nosotros.

Lewin interpreta a "Olga", la mayor de las tres hermanas. FOTO: César Dellepiane

Las obras de Chéjov tiene muchos personajes. Y hoy en el teatro la realidad es que no existen los presupuestos para grandes elencos. Por eso es sólo una síntesis y sólo hay cinco actores en escena. Y hay otros personajes que están puestos en estas imágenes, que somos nosotros mismos; por ejemplo, el que hace Rodrigo Pérez es una fusión de dos personajes que hay en la obra (la sirvienta y el médico); el del que se enamora de “Masha”, el amante, en esta versión es un avatar; y la mujer del hermano de estas tres hermanas, “Natasha”, también es un avatar, que es mi cara animada con los gestos del animador, jaja. Es rarísimo. De hecho, “Vershinin”, el amante de “Masha”, es Rodrigo Pérez; los otros dos personajes, “Soliony” y “Tusenbach”, los hace Luis Cerda, que hace a “Andréi”, nuestro hermano.

"Hoy en el teatro la realidad es que no existen los presupuestos para grandes elencos", comenta Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

Antes de la pandemia ya había escrito ficción, desde el colegio; pero hacía mucho tiempo que no escribía ficción. En pandemia retomé la escritura, que la tenía un poco abandonado. No sé por qué cuentos, me resultó escribir así. Después hice el diplomado de escritura creativa en la UDP y ahí desarrollé el proyecto del libro. Y quedó ahí parado un rato, porque bueno empezó a salir mucha pega, y lo he ido retomando a poco.

Escribí un libro de cuentos. Todavía no lo publico. Me falta terminar uno o dos cuentos más, porque está muy cortito; pero ya todos los demás están están editados y listos. ¿Se sigue llamando "La casa por la ventana"? Estamos ahí discutiendo con mi editor.

Tenga ganas de escribir más, pero son procesos lentos: yo no trabajo de escritora, no puedo sentarme todos los días a escribir: escribo cuando puedo y quiero. No podría comprometerme con una editorial como si fuera un sello discográfico, ¡imposible! Es un canal de expresión hermoso y, si lo puedo desarrollar acá, bacán; y quizás en diez años más; quizás en uno; o no. No tengo idea. No sé.

Todavía no me siento escritora. No he publicado nada. Una vez publiqué un cuento en una antología.

"Todavía no me siento escritora", confiesa Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

¿Qué es estar soltera?, jaja. Estuve soltera tres años. Ahora estoy emparejada, pero, ¿qué descubrí de mi estando soltera? Muchas cosas. Siempre estuve emparejada, siempre fui polola. No había pasado tres años de mi vida soltera, ¡nunca!, jaja, desde que empecé a pololear. Fue bacán, súper bueno, pararse en otro lugar de la vida y mirar: “¿Por qué he llegado hasta aquí así? ¿Por qué estos fracasos? ¿Por qué estos éxitos?...”. Y también en una edad en que uno está aprendiendo otras cosas.

Llegué a los 50, me di cuenta de que pasé la mitad de la vida hace rato, quiero pasarlo bien, que no tengo mucho tiempo que perder y quiero hacer cosas que valgan la pena. Es bueno detenerse a mirar eso. Así que fueron tres años súper enriquecedores. Obviamente al principio fue súper duro, el primer año fue súper, súper duro. Pero después lo pasé súper bien, hasta que me aburrí y pensé: “Igual es bueno tener un partner”. Una relación es una renuncia al yo, totalmente, en muchos aspectos, jaja.

Estoy pololeando hace un rato ya. No es alguien conocido. Estoy contenta. El duelo pasó hace rato. O sea, ya había pasado antes de conocer a esta persona, jaja. Nunca he tenido aplicaciones de citas. A mi pareja la conocí por intermedio de amigos.

"No es alguien conocido", cuenta Blanca sobre su actual pareja. Foto: Andres Perez Andres Perez

La casa ensamblada que teníamos (con Daniel) la volvimos a separar. Y ahora hay unos arrendatarios, pero no los veo porque tienen entrada por otro lado. Me ha dicho mucha gente que es un buen material para un cuento. Y sí, en algún momento lo pensé, y lo podría retomar.

Vivo en la excasa ensamblada. ¡No!, no vivimos cada uno en una casa. Cuando nos separamos Daniel no se fue a vivir ahí a su casa, que de hecho esa casa la estuve habitando un tiempo; después se arrendó a unos amigos, entonces todavía compartíamos el patio, y después esa gente se fue porque no tenía plata para seguir pagando; y ahí se separaron las casas recién hace un año, y se arrendó a otra gente, y yo me volví a replegar a la mía, que es de mi propiedad; y la otra, de Daniel, que no vive ahí.

"Se separaron las casas recién hace un año", dice sobre las propiedades que compartió con Daniel Matamala. Foto: Andres Perez Andres Perez

En el 2023 empecé a trabajar con asistente. Me había costado volver al ruedo, me encontraba en una situación económica difícil, sola, y con dos hijos. Pero todas esas cosas que había sembrado durante varios años “explotaron” en el 2023, que partió con todas estas pegas, yo estaba muy feliz, y tenía muchas cosas que estudiar para hacerlas bien. Y de repente me vi a mí misma: todo mi trabajo se iba en organizar mi agenda, y decía: “¿A qué hora estudio? ¿A qué hora leo? ¿A qué hora me memorizo los textos de la obra?”. No tenía tiempo para trabajar. Pensé que nunca tendría plata para pagarle a un asistente, empecé a averiguar y cachar que el tipo de trabajo que tenía que hacer podía hacerse de manera remota y part time. Ha sido súper bacán porque he podido manejar mejor ciertas cosas que, además, a mi edad —sobre los 50, perimenopáusica y todo—, mi cabeza también está como en cualquier lado; es súper bueno poder olvidarse de que uno tiene que organizar la agenda y recurrir a alguien para cosas que realmente no tienes tiempo de hacer.

La plata puede ser tentadora, pero creo que para mí nunca ha sido TAN tentadora como vivir de lo que hago y disfrutar de aquello, y entregar algo bueno a un otro: que ese trabajo pueda tener un efecto en un otro.

Con la plata soy más o menos ordenada. He sido ordenada, tengo mi casa propia, que la terminé de pagar a fines del 2024, que era 237 cuotas, después de veinte años. En ese sentido he sido súper ordenada y no tengo grandes deudas. Pero también uno de repente tiene muchos gastos que en algún momento de la vida adquirí, y me ha costado deshacerme esos gastos en momentos que hay que apretarse más el cinturón. Pero no me ha faltado nada. Así que creo que soy medianamente ordenada. No soy una contadora auditora, ni tengo herramientas como para llevar un excel de los gastos que tengo; pero, así como soy buena con los volúmenes —y los tapers y cajas las organizo súper bien—, con las platas también, pero es una cosa más intuitiva que realmente organizada.

"He sido ordenada, tengo mi casa propia", cuenta Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

Ya no me doy cuenta de si me miran o no. Hay momentos en que si uno se da cuenta, y obviamente es agotador; uno no se da cuenta de lo agotador que es hasta que sales de Chile, haces mil cosas y ves a mil personas, ¡y vuelves descansada! Ya es algo inconsciente, pero te sientes observada todo el rato. Pero con los años que tengo sintiéndome observada, ya no es un tema. Y si alguien se acerca y quiere una foto, no me cuesta sacarme la foto. Buena onda.

Hay una generación que ya no me cacha, salvo que ahora ha habido un revival, que sobre todo en la pandemia la gente volvió a ver las teleseries con sus hijos, entonces había una generación que no las había visto y ahora si me reconoce en la calle. Pero me acuerdo de una época, que mi hija se estaba yendo en transporte público al colegio desde primero medio, y de repente yo decía: “Oh, me desocupé antes, la iré a buscar”. Le cargaba que la fuera a buscar. Entonces salía con otra amiga, cuyos padres también son actores —pero más de teatro—, y en el frontis del colegio decían: “¡Es Blanca Lewin!”, como para que yo me avergonzara de estar ahí y para que la gente me mirara, ¡pero nadie me miraba!, lo compañeros no tenían ni idea de quién era yo, JAJAJA.

En algún momento me importó tener más seguidores en redes sociales, porque tenía que volver al ruedo del trabajo. Pero no hice nada por tener más seguidores, había gente que compraba seguidores o no sé qué. Nunca he hecho eso, y ahora en realidad no me importa tanto; pero entiendo que es una herramienta de difusión del trabajo súper útil y la uso mucho. Y entre medio me entretengo también, procrastino, y lo que hace todo el mundo.

"Hay una generación que ya no me cacha", admite Lewin, Foto: Andres Perez Andres Perez

No juzgo nada ni a nadie. Me gusta la idea de vivir la vida de una manera natural y de envejecer con naturalidad, obviamente teniendo ojalá la mejor salud posible, o sea yo entreno y hago cosas para envejecer bien. Pero trato de pasarlo bien. Trato de que nada de eso sea forzado. O sea, si mañana me tengo que teñir el pelo porque hay un personaje que lo requiere, ¡obvio que lo hago!, no tengo ningún problema; pero mientras pueda descansar mi pelo y no convertirme en una esclava de la peluquería, soy infinitamente más feliz, jaja.

Creo que la edad sólo te aporta sabiduría. Y ese cliché que la gente dice: “Me gustaría volver a los 20 con la sabiduría que tengo ahora”. Obvio. Pero es súper real que todas esas inseguridades y van quedando atrás. Uno puede ser mucho más feliz más vieja.

¿Siento que por primera vez estoy viviendo a mi manera? Sí, eso no significa necesariamente salirme con la mía todo el rato. Pero sí significa que las decisiones que uno toma son diarias, más en presente, lo contrario a proyectarse. Y eso creo que te permite disfrutar las cosas de otra manera.

"La edad sólo te aporta sabiduría", dice Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

Mis hijos tienen 9 y 16 años. Siempre es un desafío permanente la maternidad. De repente uno dice: “Uy, están súper bien”, y después te das cuenta que no tan bien porque: “Pasó esto”. Pero en general están bien, jajaja.

¿Qué ha sido más difícil? ¿Ser madre? ¿Hija? ¿Pareja? ¿Actriz? ¿Mujer?... Ser mujer yo creo que es lo más duro... Es demasiado larga la respuesta Y demasiado largo el listado de cosas, pero ser mujer en todas esas otras instancias siempre es duro: ser hija mujer, ser madre, ser mujer en la pareja, ser actriz y mujer trabajadora. Creo que todo eso acarrea una serie de conflictos y adversidades que nos hace súper bacanes al final, pero a costa de mucho esfuerzo.

"Siempre es un desafío permanente la maternidad", declara Lavin. Foto: Andres Perez Andres Perez

En el 2009 quise apoyar a Jorge Arrate para Presidente y al Apruebo en el 2021, porque en esos casos me hizo sentido; no tengo ninguna otra respuesta. ¿Volvería a apoyar a algo o alguien? En este momento no.

Mucha gente estaba muy afectada cuando perdió el Apruebo. Se volvió súper dramático y creo que hubo un sector muy grande de la población que quedó en un estado muy perplejo. Creo que a mucha gente le costó entender que vivimos en burbujas súper sectorizadas, y para mí fue darme cuenta de: “La gente votó por eso y me imagino que es por cansancio, o porque es lo que quieren, o porque saben lo que no quieren, o porque están chatos, o porque los obligaron a votar por algo que en realidad no les importaba...”. Da lo mismo las razones, pero hay que poner la mirada sobre otras cosas: ¿Cómo hacemos para convivir mejor? Efectivamente hay mucha crítica que hacerle a ese proyecto, que yo en su momento, puertas adentro, también se las hacía; pero sentía que era importante sacarlo adelante también. Por eso me hizo sentido participar. Así es la democracia.

Hoy en Chile, para cualquiera de los candidatos que salga, del sector que sea, será súper difícil gobernar, así como fue difícil para Boric y para Piñera. Hoy Chile es un país muy difícil de gobernar. Así que no creo que haya grandes cambios. Sí, en algunas cosas, quizá, si sale Kast en los temas de los feminismos y del Ministerio de la Mujer. Pero claro, durará cuatro años y después vendrá otro. Entonces es muy difícil hacer GRANDES cambios en Chile hoy. Y siento que hay cosas en las que se ha avanzado y lo valoro.

Ya tengo a mi candidato o candidata, pero no me voy a abanderar porque... porque no me voy a abanderar nomás.

"Es muy difícil hacer grandes cambios en Chile hoy", comenta Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

¿En qué momento de vida me siento? No siento que me falte algo. Tampoco siento que lo tenga todo. Estoy contenta. No tengo en este momento grandes frustraciones en las que pensar. No estoy en un momento de crisis de qué haré con mi vida. Sin embargo, es una carrera y elegí un camino donde uno está en ese cuestionamiento permanente, porque son puras pegas que tienen un inicio y un fin: empiezo una pega y ya estoy pensando en que no la tendré en dos meses. Pero tampoco podría tener otro tipo de trabajo, porque eso también lo hace muy entretenido: estar teniendo que cambiar todo el tiempo y aprender nuevas cosas. Estoy súper contenta con eso, también porque me ha ido bien. Pero también ha habido momentos en que me ha ido mal —que tienen más que ver con cosas personales no visibles—, y han sido de esos. A veces uno está mejor y a veces peor.

Cuestionario Pop

Si no hubiera sido actriz, me habría gustado ser escritora. O sea, si hubiera sido escritora profesionalmente, es un trabajo muy solitario, y yo soy muy social, necesito estar con la gente. El teatro es perfecto para unir esos dos mundos.

En mi época de estudiante en la U. Católica era muy matea y trabajadora.

¿Un apodo? Ninguno. Siempre todo el mundo me dijo “Blanca”, y mi papá me dice “Blanqui” y gente en la calle me dice “Blanquita”, jaja.

¿Un sueño pendiente? Mis sueños son bien realistas en general. Quiero poder sacar adelante los proyectos que postulé al Fondart, jaja; quiero desarrollar otras áreas de mis herramientas como actriz siempre, y ahora empezaré un taller de canto con la Annie Murath. Esos son mis sueños: tener más herramientas para hacer mejor mi trabajo para ampliar los horizontes y poder llegar a otras personas y públicos.

¿Una frase favorita?... No soy consciente de ninguna actual. En cuanto me doy cuenta de alguna, me esfuerzo por erradicarla de mi vocabulario. Sin embargo, hace poco una persona muy ingeniosa hizo un tiktok pegando el inicio de decenas de videos míos, que partían todos con: “Hola, soy Blanca Lewin…”.

" Mis sueños son bien realistas en general", admite Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

¿Un trabajo mío que no se conozca? Trabajé en comida rápida en Estados Unidos y en bares acá, y fui bandejera de mi papá que era mago, e hicimos cumpleaños infantiles, y una vez nos contrataron para hacer un show de magia en una escuela de ciegos.

Mi primer sueldo lo ahorré para poder irme da la casa y tener para pagar un mes de garantía en un arriendo.

¿Algo de lo que me arrepienta? En general no me arrepiento porque las cosas que uno hace finalmente repercuten en que uno aprende, los errores y fracasos siempre son muy fructíferos; pero de repente hay lugares en los que uno ha estado, como cuando estás en una situación de pareja o de separación, y uno se acuerda que uno llegó a decir tal cosa. Esas son cosas de las que uno se arrepiente, pero sobre todo por un tema de autocuidado: “¿Cómo no puse límite a esto? ¿Cómo llegué a estar en esta situación?“.

¿Una actriz chilena que admire? A todas mis compañeras de aquí: Montserrat Ballarín y Valentina Muhr.

Una actriz famosilla amiga es la Antonia Zegers, pero como no nos ha tocado trabajar en mucho tiempo, nos juntamos dos veces al año a tomar un café. No tengo tantos amigos y amigos actores y actrices, pero mis más amigas son la Tere Hales y la Elvira Cristi... Y varones, Felipe Zambrano y Héctor Morales.

Un pasatiempo oculto es que en pandemia hice cosas como bordar, y me encantaría volver a tener tiempo para bordar.

"Mi primer sueldo lo ahorré para poder irme da la casa", cuenta Lewin. Foto: Andres Perez Andres Perez

¿Un lugar favorito de Chile? Dificilísima, pero si pienso en menos de 200 kms a la redonda, me gusta la caleta de Quintay. Le sacaría los cables eléctricos nomás.

Un miedo es la locura, volverme loca.

Si pudiera tener un superpoder, me gustaría DORMIR DE CORRIDO, claro, por lejos.

Una película que me hace llorar es Largo viaje, y El rayo verde me conmueve profundamente.

¿Creo en el horóscopo? Me parece un juego divertido. Soy Leo.

¿Si pudiera invitar a tres famosos de la Historia a un asado? Esta pregunta es como de Miss Universo, imagínate invitar a Ghandi (que era vegetariano estricto) o a Morrisey (sólo para molestarlo, por dejar al público chileno plantado 3 años consecutivos). En general, invitaría a los/as 3 primeros amigo/as disponibles para la ocasión.

Blanca es… en su perfil de redes sociales, hace años se podía leer la frase “As seen on TV”, en referencia a los productos promocionados en infomerciales de televisión por cable. Aunque la frase ya no está vigente, la idea persiste.

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