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La Firme con Roberto Bravo, pianista: “Desearía estar en buena forma por largo tiempo, por la música y por Andrea”

A sus 81 años, sigue practicando y tocando, esta vez en un concierto que homenajea a su compositor favorito, Bach. El destacadísimo pianista repasa su historia musical y humana, su vocación por Chile, faceta amorosa, política y mucho más. “Me tomo vacaciones con piano incluido, comenta.

Entrevista en profundidad a Roberto Bravo para "La Firme". Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Sagradamente, desde el mediodía, de lunes a domingo, Roberto Bravo González (81) toca el piano —con las partituras en frente suyo— en una salita al fondo de su departamento en Las Condes, acompañado por estantes cargados con Gabriela Mistral, Inti Illimani, Rainer Maria Rilke, Pablo Milanés, Joan Manuel Serrat, César Vallejo, Pablo Neruda, y tantos otros libros y discos. Ya hacía la tarde, cortándole su rutina de ensayo, La Cuarta llega un rato antes de lo esperado. El destacadísimo pianista, vestido con camisa, chaleco y un pantalón de buzo para más comodidad, le baja el perfil a la interrupción de su rutina y se apresta a conversar. Cerca suyo, hay unas pelotitas de maní rellenas con chocolate, las cuales él considera su gran vicio, así que pide dejarlas lejos del alcance de sus manos, las mismas que debe cuidar y, por ejemplo, usa guantes para lavar los platos.

Bravo recuerda su primera era en la música, cuando empezó tocando con frac; y más adelante, con smoking. “Hasta el día que sales al foyer del teatro, con el smoking, y alguien te pregunta: ‘¿A qué hora salen sanguches?’“, relata con una cuota de humor entre broma y en serio, ante la falta de formalidad. “Así que ya no”, admite. “Terminé regalando el smoking y el frac”.

—Ahora me pongo un terno negro —declara sin abandonar la solemnidad—, y se acabó la cuestión. Es lo más formal que puedes estar, y también es señal de respeto con el público.

En la pared, junto al comedor, descansa la tela de una de las pinturas más conocidas del británico Edmund Leighton, El abrazo (1901), que retrata casi fotográficamente cómo a un señor le confieren el título de caballero, arrodillado ante la reina, evocando pretéritos siglos victorianos.

A sus 81 años, Bravo toca sagradamente todos los días el piano. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Aquella pintura encabeza el afiche que publicita la presentación que dará en el Teatro Nescafé —escenario donde se ha presentado más de veinte veces— el sábado 30 de agosto a las 7 PM (las entradas, ACÁ). “Me siento como en la casa”, dice a propósito de esta presentación que homenajea a su compositor favorito, el alemán Johann Sebastian Bach. “Es el primer concierto que hago íntegro de música docta”, adelanta, en el que además contará con tres coros que “vienen a ayudarme” con algunas fracciones de “La pasión según San Mateo”. Incluso cantará su esposa, la joven soprano Andrea Cárdenas, y tocará la violinista Montserrat Prieto.

—Diría que no es un concierto —reflexiona el pianista—; estoy invitando a la gente a un momento de introspección, reflexión y compasión por todo lo que está pasando en el mundo, porque se ha perdido mucho la espiritualidad, el respeto, el preocuparse y el sentir por el que sufre.

Ante aquella realidad que describe, Bravo entrega su diagnóstico: “Se lo atribuyo al materialismo y el consumismo inmediato, a la falta de empatía a veces, a no entender por qué el mundo está como está”, enumera. “Y este concierto es de encuentro y de paz, muy necesaria y pisoteada últimamente, sobre todo este año”, plantea sobre esta presentación a la que más bien describe como “una gran meditación”.

En entrevista con La Firme, el maestro repasa su historia, marcada en sus inicios por una madre que vio en su hijo de tan sólo tres años —¿acaso porque es lo que quería ver?— aptitudes musicales, o un “oído absoluto”; su juventud como un nene más bien tímido, pero enamoradizo y que, a pesar del rigor de las clases de piano, no dejó de jugar en su barrio; las enseñanzas de sus primeros maestros, como el alemán Rudolf Lehmann y el mismísimo Claudio Arrau, con quien dice tener un “pacto de sangre”; los rudos años de disciplina en el Conservatorio de Moscú, en plena Guerra Fría; su breve pero intensísima fraternidad con Víctor Jara, hasta ser asesinado en 1973, tras lo cual vino una etapa que describe como “hermosa, pero muy conflictiva”; su vocación por mezclar lo popular con lo docto, al punto de tocar en Chile casi como una declaración de principios de qué debiese ser un artista; también su lado amoroso, hoy casado con la joven enfermera y soprano, Andrea Cárdenas, más de treinta años menor; su rutina para mantenerse sano; su mirada política; apuntes varios sobre la “madurez” y el piano…

Todo eso y mucho más a continuación….

LA FIRME CON ROBERTO BRAVO

Mi madre trató de estudiar piano como carrera. Pero a los 17 o 18 años, su padre, un marino muy exigente y estricto, le dijo que , cero (posibilidad) irse sola a vivir a Santiago a estudiar piano. Ella quedó con esa frustración y depositó todos sus deseos, esperanzas y pensamiento interior en el hijo que nacería: según ella, rezaba para tener un hijo pianista.

Me acuerdo de una casa en la calle San Francisco (Santiago), con un corredor largo. Llegué a los seis años a La Reina. Me acuerdo —a través de fotos también— de que mi padre me llevaba a andar en bicicleta. Me acuerdo de tocar algunos acordes para mi hermana, medios terroríficos, con unas terceras disminuidas en el piano, y que ella salía corriendo diciendo que “el Tito” le estaba “metiendo susto con el monstruo”. Eran los tiempos del radio teatro del “siniestro Doctor Mortis”, entonces usábamos esas armonías.

"Rezaba para tener un hijo pianista", dice Bravo sobre su madre. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Mi mamá decía que aprendí a sacar música “por oído” a los tres años, y desde los cuatro hay registros (fotográficos); pero no me acuerdo. Abría la ventana del salón en el primer piso, la gente pasaba por la calle, y de repente paraba a escuchar cuando yo tocaba. A eso le llamo “ego precoz”. Eran melodías muy sencillas, aprendidas por oído nomás. Creo que siempre hay un ego latente en cada persona, y es necesario usarlo “bien” para enfrentar a un público: creer en lo que tú haces, sentir la necesidad de transmitir algo. Cuando niño se manifiesta en que te escuchen tocar y te aplaudan, y (con ello ocurre) la reafirmación.

Tenía como cinco años y a una niña de seis, que era mi vecina, le robé un beso. Le di un beso a la mala, arranqué y terminé escondido debajo de la cama, que tenía clavos; me pinché la cabeza, me tuvieron que rapar y me dejaron como cura (franciscano). Por maldadoso. A la niña no la volví a ver jamás... Ahora, podría haberme metido una denuncia —con 80 años— y decirme: “Usted el año de la pera, en 1948, me robó un beso sin mi consentimiento”... Buena esa.

Fui al programa de radio de Raúl Matas, que era un concurso de talentos, La feria de los deseos. Para recibir el premio, los micrófonos los bajaron del techo y me subieron una silla pa’ que yo pudiera dar mi nombre y hacer una teatralidad: a esa edad no sabía contar, pero me entregaron $100 de la época, y empecé a hacer el show de que los contaba. Toqué con jockey, que no me lo saqué nunca, y con un abriguito. No quería parar de tocar; tuvo que bajar Raúl Matas a sacarme… Años después me entrevistó en un programa en el Canal 13. Dos veces estuve con él. Se acordaba de que nos habíamos conocido.

"Siempre hay un ego latente en cada persona y es necesario usarlo 'bien'”, analiza Bravo sobre su niñez. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

En el colegio era “el niño del piano”. Tenía una aliada poderosa: la profesora de matemáticas; porque no me daba para el 3, entonces ella para evitar ponerme una mala nota, como sabía que yo después del colegio era el único niño de la escuela que tenía que irse al Conservatorio (a clases de piano, solfeo, o armonía, y a practicar), era muy empática: me regaló siempre décimas para salvar el ramo... Había un par de chicos, dos o tres, que me empezaron a seguir en bicicleta, a molestar e impedirme que circulara (por ser “el niño del piano”). Hasta que apareció uno en defensa: se puso delante y les impidió cualquier acercamiento (como las leyes que hacen ahora para los maridos que se portan mal). Salió alguien en defensa, no me defendí yo solo. Nunca he sido una persona violenta.

¿Si no hubiera tenido la mamá que tuve habría sido pianista? Es más fácil cuando llegas a un lugar donde hay un instrumento, y una madre que te acompaña al Conservatorio, y detecta que tienes muy buen oído (“oído absoluto”, le llaman). Lo que vino después es entrar en el mundo de la disciplina, al Conservatorio de la U. de Chile, y acompañarme hasta que me vino la primera pataleta, con los doce años, de querer andar solo a todas partes. Es normal la rebelión contra la madre, (aunque) contra mi padre jamás, porque era muy quitado de bulla, y respetaba las decisiones de mi mamá. Él también se dio cuenta de que yo iba por ese lado de la música, y no hizo mayores comentarios, excepto siempre apoyar.

A pesar de la exigencia en el piano, andaba en bicicleta y jugaba de arquero a la pelota. Fue de las cosas buenas que me pasaron, en relación a colegas que cargan consigo los traumas infantiles: pude hacer una infancia normal, como niño de la calle. Ser arquero siempre fue una cosa romántica para mí: vestirme de negro como el famoso arquero ruso, Lev Yashin, que vino a Chile, e impresionar a la niña del barrio. En el fondo, no era amor al fútbol. Era harto malo; tenía una media de tres goles en contra por partido, porque jamás me tiré al suelo a parar un gol, para cuidar las manos.

"Pude hacer una infancia normal, como niño de la calle", dice Bravo a pesar de la exigencia pianística. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

En su momento tuve puesto en la pared mi la pieza un afiche de “la Católica”. Ya no soy de “la Católica”. No soy de ninguna parte. Me gusta el Barcelona, porque viví mucho tiempo en España, y veía un partido al año: Barcelona contra el Real Madrid, cuando los madrileños, si perdían, le pinchaban las ruedas a los autos de los hinchas del Barça; pero si ganaban, en Sitges, al lado de Barcelona, le pinchaban la rueda a todo auto que tuviera matrícula de Madrid… De repente veo algún partido fútbol de la Selección Chilena, pero a los 15 minutos, cuando están chuteando pa’ atrás nomás, lo apago.

Siempre he sido bien enamoradizo. La mujer siempre es una fuente de inspiración. Los compositores, sobre todo en el periodo romántico, tuvieron muchas dedicatorias —como Chopin, Brahms y Schumann— para una princesa, una amiga, baronesa o etcétera. Es una fuerza motora que está contigo siempre.

A los siete estaba muy enamorado de una niña del primer piso en la casa de mi abuela, y ella estaba enamorada de un primo, entonces vivía una tragedia. En esos años ya empecé a entender que la música es comunicación: ¿qué hacía yo? No bajaba a tratar de hablar con ella, o conocerla: tocaba el piano, pa’ que me escuchara, ¡y era una lata po’! Tocaba toda la tarde la misma canción… ¡pobres vecinos! No surtió mucho efecto en ella… A los catorce perseguía a una niña del Liceo 1; era una polola, pero la madre nunca me quiso, entonces la visitaba a escondidas frente a su casa con un amigo panadero que tenía una carreta. Me ponía detrás y pasaba unos mensajes entre la marraqueta a su casa; y le escribía al revés para que ella lo leyera en un espejo... Después, cuando me fui a estudiar a Nueva York, dejé a otra polola, que era pintora...

"Es una fuerza motora que está contigo siempre", declara Bravo sobre el romance. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Tuve la típica rebeldía de “la edad del pavo”. Y como decía mi profesor (Rudolf) Lehmann, que fue parte de esta rebeldía de los 15 o 16 años: “El problema con Roberto que es ignorante, provinciano y ñuñoino”, que en ese tiempo La Reina era Ñuñoa y llegaba hasta Plaza Egaña. Tenía toda la razón. No me porté bien. Pero el piano siempre estuvo, nunca dejé de estudiar. Hasta los 14 años repetía como loro que quería ser médico, para ayudar a la gente; muchos años después, entendí que la música sana, que es imprescindible en los procesos de sanación.

A los catorce años tuve una conversación —en buena— con mi mamá, que terminó llorando conmigo en el patio trasero de la casa. Ella me hizo ver el poder de la música, y que yo podía tratar de huir o alejarme, pero que siempre volvería. Ahí me quedó claro que mi camino iba por ahí. Y me fui tranquilo, queriendo tocar, haciendo muchos concursos dentro de Chile; y después, fuera. Y progresando lo más que podía, y yendo a otros países con disciplinas muy estrictas y altos niveles de ejecución pianística.

Siempre toqué música popular, desde niño, entonces iba incorporando al repertorio lo que escuchaba en la radio, o algún tema de una película, que se me quedaba y lo repetía rápidamente en la casa, saliendo del cine; trataba de hacer un arreglo. Y finalmente terminé grabando música popular y de películas, boleros y tangos. En ese sentido, he sido bastante versátil. Mantenía una línea de tocar lo que me gusta.

"He sido bastante versátil", resume Bravo sobre su carrera. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

La vocación de ayudar a los talentos jóvenes la aprendí de Claudio Arrau, que fue muy amable y generoso conmigo. Me recibió en su casa, porque mi maestro , Rudolf Lehmann me llevó para allá. Y desde el principio en la relación con él fue muy generoso conmigo, y seguramente con otras personas de Chile. Siempre mantenía un acento chillanejo; de hecho muy pocas veces me decía “Roberto”: me decía “Mijo”. Las clases normalmente eran en su casa, cerca de Nueva York, en Douglaston. Por muchos años viajé, en los inviernos sobre todo, enero, febrero y marzo, que era el periodo que él pasaba allá y, entre conciertos en Chicago y Los Ángeles, tenía tiempo de escuchar un par de cosas que yo llevaba preparadas; y las otras clases fueron repartidas por Londres, París, Ámsterdam, Berlín, Boom y Barcelona.

El enemigo más grande del artista es la vanidad. Claudio Arrau decía: “Nunca salgas (al escenario) a impresionar, a complacer o por el aplauso: solamente a cumplir con el compositor como puente, lo más honesto, decente y cercano posible al espíritu del compositor”. Creo que siempre fui a escuchar lo mío, excepto a los 18 años que andaba con un libro de Chopin bajo el brazo, paseándome por la Biblioteca Nacional, para que todo el mundo se enterara que era pianista. Son épocas de la vida por las cuales algunos pasan y otros no.

Me quedé becado en Polonia por el jurado del concurso Chopin; no obtuve premio, pero sí la posibilidad de quedarme con la beca que me dio el jurado. Ahí conocí a Marta Argerich y Arthur Moreira Lima (que acaba de fallecer, gran pianista), que me dijeron: “El lugar para ti, o para nosotros, es Moscú; porque nosotros los americanos tenemos talento, temperamento, imaginación y cero disciplina. Y allá vas a tener que acostumbrarte. O te vas. No hay opción media. Va a ser un poco duro, pero es lo que necesitamos para desarrollar bien todas las posibilidades que tenemos”. Creo que fue la decisión correcta, absolutamente.

"El enemigo más grande del artista es la vanidad", declara Bravo. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Hice puente a Moscú, donde era un sistema de alta exigencia; la escuela pianística rusa es una de las mejores del mundo. Estudiaba ocho horas diarias, peleaba por mis espacios para estudiar, porque todo el mundo tiene que estudiar para merecer estar en ese Conservatorio, donde el rector fue súper poco amable cuando me recibió y, entre otras cosas, me dijo: “Si usted estudia y pasa los exámenes, se queda; si no se va de vuelta a Chile porque en Moscú no queremos turistas, y hay 500 personas que quisieran su puesto”... Tenía buenas notas, los exámenes los pasaba bien; (aunque había) mucha competencia y fue una gran lección de humildad. Era como estar en la guerra: no se olvida nunca. Vi en persona a grandes músicos de la época, personas muy sencillas que estaban en la misma cafetería que la que íbamos los extranjeros; compartíamos con ellos, o íba sus clases como en el caso de (Mstislav) Rostropóvich.

En Moscú conocí a mi primera esposa, la violinista Eva Graubin, que era soviética. Fue súper complicado sacarla de ahí. Había en esos años, entre 1968 y 1969 —época muy sombría de Nikita Jrushchov, en la Guerra Fría con Estados Unidos—, vigilancia a los extranjeros. Había casi una prohibición de que las niñas que venían de los países bálticos se juntaran con los extranjeros, ¡y menos que pololearan!, ¡y menos que intentaran casarse! Había vigilancia sobre nosotros en la casa de estudiantes, y ella la pasó mal, la amonestaron mucho, porque estaba dando un “mal ejemplo” por salir con un alumno de un país capitalista... Ahí me enteré que Chile era un “país capitalista”; estaba inmerso en la música... La relación perseveró, volví a la Unión Soviética, entré como turista, me peleé un año para que me renovaran la beca; pero lo que hice bien fue poner los papeles de petición de matrimonio cuando todavía tenía mi visa de estudiante, entonces debía volver en una determinada fecha para estar el día reservado para el matrimonio. Entré como turista, y para que nadie se enterara en Chile, pedí la visa en México; y me fui a Moscú, que allá perdí la beca y me me mandaron de vuelta; (pero) saqué mi as bajo la manga y avisé: “Me caso en un mes más”. Y así pude sacar a Eva. Y mi hijo, Roberto Jr., nació en Londres, en 1972.

¿Qué me quedó del rigor soviético? Aprovechar lo que más se pueda del día para estudiar, privilegiar los espacios de estudio, tratar de que no interfieran muchas cosas con esos espacios muy necesarios. El practicar no es solamente mantenerse en forma; para algunos de nosotros es como aire. Necesitamos estar ahí. Para mí, es una cuestión energética. Me pongo a tocar y entro en otro espacio. Y trato de hacer eso en los conciertos, que la persona entre en ese espacio conmigo.

"Me pongo a tocar y entro en otro espacio", declara Bravo. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Con Víctor Jara nos conocidos en julio de 1973 en Lima. Nos vimos tres veces; la tercera fue en la casa de mi mamá, que hicimos un trueque musical. Fue la última vez que nos dimos un abrazo. Me marcó su música y la intuición de que éramos personas similares en un trabajo por y para la gente: la música como un vehículo de expresión social, idealmente apoyando las causas que eran justas y dignas para las personas.

Cuando a Víctor Jara lo asesinaron (septiembre de 1973), yo estaba en Londres, entonces aparte de llorar mucho, me hice una promesa, o a él digamos: el día que yo volviera a Chile —que estuve prohibido seis años—, iba a tocar su música. Empecé a hacer unos arreglos allá, sencillos, pero salían del corazón. Y después de tocar a Chaikovski (en el Municipal de Santiago), con la Filarmónica, toqué el bis ( “El derecho de vivir en paz” y “la Plegaria a un labrador”)... La mitad de la sala lloraba; la mitad de la orquesta, también; parte del público no sabía de quién era esa obra muy hermosa y que llegaba mucho al corazón, e igual se pararon a aplaudir. Después se enojaron mucho cuando se enteraron de que era música de Víctor Jara. Casi me costó mi estadía en Chile; hubo tres días en que se rumoreó mucho que me iban a echar, jaja. Pero no pasó a mayores.

¿Cuándo me di cuenta de que era más importante estar en Chile que en distintos escenarios del mundo? La primera semilla de todo eso se plantó en el Valle del Elqui, en 1981, cuando me pegó fuerte el mensaje de la tumba de Gabriela Mistral: “Lo que el alma hace por su cuerpo es lo que el artista hace por su pueblo”. Esa frase fue tan poderosa: la verdadera razón de ser era estar aquí.

"Me marcó su música y la intuición de que éramos personas similares", dice Bravo sobre su relación con Víctor Jara. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

En 1983 toqué en la Quinta Vergara con 10.000 mil personas. En una situación muy difícil en Chile y la música sanaba: producía catarsis, la gente se tomaba las manos, muchos lloraban, lo que hace bien, y aliviaba la pena del alma. Y el concierto que seguía era en Frankfurt, un lugar muy prestigioso, pero había 88 personas en la sala, y me pregunté: “¿Y para qué? ¿Para que un diario importante de Frankfurt diga que eres ‘bueno’, ‘menos bueno’, ‘muy brillante’ o ‘menos brillante’?”. Acá había un propósito. Y había que hablar por los que no podían hablar en ese minuto, y tocar música que estaba prohibida, y la belleza no la puedes prohibir: circula, en todos los mundos, doctos y populares, en las etnias y en todas partes. Esa ha sido siempre la tónica de la vida, más allá de que te critiquen por un lado o te amenacen por otro. Siempre fue un poco peligrosa esa época. Es decidir tocar lo que te llega al corazón. Y punto. No hay más.

El trabajo del artista chileno debe ser en Chile, dije en una entrevista pasada... Bueno, hay personas que no lo hacen tanto, y también hay que respetar su trabajo en el extranjero; obviamente prestigian a Chile. Hay que hacer ambas cosas, creo.

Cuando un salón oficial de la municipalidad se me negaba en esos años, acudía a la iglesia o catedral más cercana; tenía una muy linda relación con los seminaristas y con la Vicaría de la Solidaridad. Fue una época hermosa, pero muy conflictiva. La relación que tengo con el catolicismo es que hice mi primera comunión, y a los 15 o 16 años empecé a leer sobre las religiones orientales, y finalmente estuve un tiempo en el budismo, y en los mormones como a los 14 años. Finalmente me he quedado muy independiente.

"Es decidir tocar lo que te llega al corazón", dice Bravo sobre su arte. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Llegaron amenazas de bomba a la casa de mi madre. Muchas personas tenían esos inconvenientes, como “si tocas aquí, te vamos a matar” o “si tocas allá, vamos a volar la iglesia”. Era normal. Quedaron en amenazas, pero algunas se tomaron en serio, como en 1986, que aparecieron chicos universitarios para cuidarme y acompañarme para todas partes, especialmente en un concierto que fue muy problemático: el de Gloria Quintana (Caso Quemados), que necesitaba dinero para injertos de piel. Estaba medio país muy horrorizado y se supo que yo tocaría en la iglesia Santa Gemita, una muy grande, en Ñuñoa. Empezaron los llamados y aparecieron los guardaespaldas, que fue muy divertido, porque eran chicos jóvenes, todos menores de 25, y creo que eran de la Universidad Técnica de Santiago. Estuvieron dos o tres noches en mi casa, y me acompañaron a los ensayos y durante el concierto; incluso me impresionó mucho el caso de un chico de 20 años en cuya ciudad en el sur de Suecia yo había tocado, y había recién llegado a Chile, y fue el primero que se puso de voluntario... Muy emocionante... Después me enteré no eran cuatro (los guardaespaldas): eran veinte, pero estaban camuflados dentro y fuera de la iglesia; se había armado todo un “operativo”, ¡y yo no tenía idea qué era un “operativo”; y era para sacarme de Chile si se ponía feo. La embajada americana había mandado en la mañana a sus técnicos con perros para estar seguros de que no había ninguna posibilidad de que pusiera una bomba en la iglesia. ¡A ese nivel estábamos!

Yo hacía lo que hacía que hacer nomás, no podía estar sujeto a presiones de ningún tipo, menos de ese. En ese sentido, siempre tenía ángeles guardianes, gente de prensa y de la Vicaría que me decía: “No, te muestres por allá, no es bueno para ti que que vayas a ver a los chicos que están encadenados en la Catedral; te van a acusar de ayudar a ‘la resistencia’”... Se me acusó de financiar a los partidos de la UP (Unidad Popular), ¡no!, esa era una tontera, confundieron las cosas: hice un concierto en memoria de Víctor Jara, que es distinto, y los fondos los mandé para la Vicaría. De ahí ha participar activamente en conciertos para derrocar a la dictadura, no. Otros sí lo hicieron como Inti illimani, Quilapayún o los Parra, con mucha valentía. Yo no.

"Finalmente me he quedado muy independiente", dice bravo sobre su faceta religiosa. - Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Cuando murió Claudio Arrau, yo estaba tocando en Estocolmo, entonces regresé a Chile para acompañarlo en el entierro. En la iglesia, a última hora decidieron que Juan Pablo Izquierdo (director de orquesta) diera el discurso, que Juan Pablo sería una de las seis personas que llevaría el féretro. Entonces, el del protocolo me habló: “¿Puedes reemplazarlo?”. Y lo que hice, pero de tal manera que tomé mal la manilla y, al cerrarse cuando se levantó el ataúd, me cortó el dedo; y sangraba mucho, muy aparatoso. Pegué un grito y la persona al frente, me dijo: “Tómalo con la otra mano”. Saqué la mano herida, la puse debajo y con la izquierda tomé la manilla, y así ayudé a llevarlo. Pero cuando salía a la calle, el dedo sangraba e incluso me temblaba. Los carabineros me llevaron a un centro asistencial, me vendaron, y volví justo cuando estaban bajando el ataúd: mi mano derecha, con la que sostuve que el ataúd, estaba marcada debajo con sangre. Después me puse a pensar: “¿Qué significa eso?”. Me costó digerirlo. Y una antropóloga mexicana me explicó, mucho tiempo después, en Finlandia, que era un “pacto de sangre”. Fue una manera extrema de expresar un dolor de pérdida... El pañuelo (con el que contuve la sangre en ese momento) lo tuve guardado largo tiempo. Siempre lo llevé conmigo cuando tocaba con smoking.

No me acuerdo de la fecha exacta, pero cuando murió mi padre, lo estaban enterrando en Chile a las tres de tarde, y yo estaba en Barcelona, y mi papá se hizo presente, mientras yo estaba inmerso tocando cuatro corales de Bach, esos doce minutos estuve tocando ausente del ruido exterior, de cualquier señal de teléfono, inmerso, y fue cuando sentí la presencia de mi papá, hablándome de la luz, del amor y de que estaba bien. Y cuando salí de esa especie de meditación, agarré el teléfono, llamé a mi hermana Clara y le dije: “El papá estuvo aquí, y está bien”. En esas situaciones crees que has traspasado algo súper importante; y después, con los años, pasa algo más fuerte todavía. Se me repiten estas historias.

"Se me repiten estas historias", dice Bravo sobre sus presuntas experiencias paranormales. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Mi última historia (¿paranormal?, podría decirse) fue el año pasado. Fue durante un concierto de Bach en el teatro de la Universidad de Chile. En la platea estaba un amigo que no lo veía hace muchos años, lo reconocí, y se lo presenté a Andrea (Cárdenas), mi señora; le di un tremendo abrazo y le dije: “Tantos años que no nos veíamos”; y nos pusimos los dos a llorar, ¡muy fuerte! Le pregunté por su señora y no me contestó. Y luego lo vi al otro lado del pasillo. Después me enteré, por una serie circunstancias, que en ese minuto él estaba yéndose en la Clínica Santa María. Fui y me dijeron que había sido internado, e incluso pensé: “Chuta, ¿no habrá sido por la emoción del concierto de ayer?”. Nos contaron que había sido internado dos horas antes del concierto; y en el minuto que tuvo el segundo ataque cerebral, se despegó y vino a despedirse de mí... Muy impresionante... ¿Quién fue la persona que vi? Lo vi a él. Pero Andrea dice que era otra persona. Ahí el espíritu se encarna en otra persona, y ves a tu amigo; no me equivocó, un amigo de toda la vida: era él.

Creo que en las vidas pasadas. Con Mahani (Teave, pianista) nos conocemos de otras vidas. Los dos lo sabemos. Se ha dado también con otras personas, como con la Patricia May, la escritora y antropóloga. Y con lugares, como una habitación donde entras y sabes que has estado, tocas el sofá con cariño, y sabes exactamente dónde está el dormitorio, y que debajo de la almohada hay un libro de oración. Esas situaciones las he vivido muy fuerte, en varias partes y países. En Chile, he sentido una fuerte conexión conmigo y el Universo a través de la Isla (de Pascua), meditando en la noche debajo de un moai; cuando se podía, ahora está cercado. Ahí he recibido enseñanzas profundas de la conexión con el Universo; entiendo mejor ahora la cosmovisión de los mapuches después de haber estado en Isla de Pascua. He sido afortunado.

"He sentido una fuerte conexión conmigo y el Universo a través de la Isla (de Pascua)", declara Bravo, Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

He tocado en Isla de Pascua, también para el terremoto de del 2010, en la mina San José de los 33 mineros, en la Antártica, en Cartago (Túnez) y han habido varios momentos especiales, habiendo también tocado en la casa donde murió Liszt y Edvard Grieg (compositores) en Noruega, y en la casa natal de Chopin, por ejemplo. Ha sido muy conmovedor. Me siento muy afortunado. Es difícil elegir un concierto y dejar de lado el otro, y muchos que están cargados por cuestiones energéticas, no por el prestigio de la sala, de lo que no me gusta hablar mucho; porque es mucho más importante haber sentido lo que sentí en la Isla (de Pascua), por ejemplo, con el descubrimiento de Mahani, que son cosas muy importantes de la vida, más que haber tocado, por ejemplo, en una sala de concierto muy hermosa, con unas excelentes orquestas en Berlín.

Estuve en el Festival de Viña, en alguna obertura, tocando algún tema que no recuerdo. Es un espacio importante para la música popular y como vitrina de Chile a nuestro mundo... No me gustaría presentarme dentro de la parrilla del Festival. Estoy mucho más en la intimidad. Me gusta tocar en las iglesias. Tuve una linda experiencia en la catedral de Osorno hace poco; la energía es muy linda ahí. Realmente muy hermosa.

"No me gustaría presentarme dentro de la parrilla del Festival", dice Bravo.Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Hace muchos años que no estoy ni ahí con los aplausos; de hecho, hay conciertos —como el que viene—, en los cuales gentilmente debería pedirle a la gente que no aplauda, porque rompen una cadena energética, que es necesaria, para algunos de nosotros. Necesitamos un poco de silencio, para elaborar un sentimiento, conectarlo y hacer un puente energético entre una obra y la otra.

Con los aplausos, después del concierto, me llega la energía cariñosa del público. Da lo mismo si te aplauden más o menos; uno sabe si fluyen las cosas o no, si ha conectado con el compositor, con uno mismo y una energía más bien universal. Sabes cuándo el público está muy metido contigo porque no se respira en la sala. Es muy notorio. Y uno lo agradece, porque sabe que están captando el mensaje que sale a través tuyo, porque todo este cuento de los conciertos y de hacer música es hacer de puente, de servidor, por donde pasan las ideas, sentimientos y recuerdos de los maestros, y uno los reproduce lo mejor que puede respetando el texto, matices y tempis, idealmente identificándose espiritualmente con el compositor. Y ahí viene el estilo, o en el romanticismo, el rubato; la corrección de la partitura; los espacios, pausas entre notas; y los diálogos como —por ejemplo— en la música de Bach, que siempre hay un contrapunto. Sobre todo, hay que buscar la esencia y espíritu compositor, y hacer de puente. No hay más. Para mí por lo menos.

"Da lo mismo si te aplauden más o menos", dice Bravo. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Hace unos años mi rutina era despertar, tomar un jugo de naranja, bailar diez minutos, estudiar piano del mediodía a las 18:00, saltarme el almuerzo y ver series... Hoy, lo que se mantiene es estudiar lo más posible. Todavía me salto al almuerzo —que viene ya de España, donde siempre había un bar a mano para comer unas tapas, una coca-cola, y a seguir—. En mi rutina lo primero es el ejercicio, con baile; después ejercicios que hago con recomendación de un kinesiólogo o de rutinas de yoga. Después, el desayuno; la naranja está fuera, porque al combinarla con leche era un terremoto. Después, normalmente, estudiar un periodo largo, pero con intermedios; no pasar de los 45 minutos sin pararse, que me lo enseñó mi geriatra: “Tiene que tomar más agua, déjala en la cocina, para que te pares, camines, tomes y vuelvas caminando al piano”. Entonces, la disciplina es: tocar 45 minutos, pararte a lo que sea —a escribir cosas en mi journal de vida, tomar agua o chequear el WhatsApp—, y luego retomar. Y así, entre las 1 y las 7 PM, es un periodo largo de estudio.

Ahora bailo todo, hasta las noticias del TVN. Lo importante es moverse y hacer determinado tipo de movimiento, que uno los inventa y piensa en relación a las películas que has visto; muchas veces empecé con la música de La La La Land, por ejemplo; pero ahora he encontrado playlists de música brasileña o de jazz clásico. Y si por alguna razón no hay música, igual la tengo en la cabeza. Lo principal es moverse, e idealmente caminar también. Esa rutina la hago todos los días, de lunes a domingo; la interrumpo cuando estoy en gira, porque estoy en una habitación pequeña de hotel, que no me permite aplicarla. En tiempo de gira, con suerte, camino un poco, pero no alcanza a mantener la rutina.

Las manos las cuido como siempre. Ahora estoy más elegante: cuando lavo plato me pongo guantes y con delantal. Súper profesional. La Andrea me dijo. Me cuida bien.

"Las manos las cuido como siempre", asegura Roberto Bravo. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Hay gente que nace con una técnica poderosa de niño, con manos muy flexibles que tocan mucho en forma espontánea. Otros, necesitamos estudiar todos los días y mantenernos en forma; y para eso hay distintas disciplinas, desde tocar Bach todos los días hasta ejercicios especiales, menos o muy complicados, y la gente los soluciona de acuerdo a su perseverancia en el instrumento o su talento natural. Por ejemplo, la famosa pianista argentina (María Martha) Argerich es un talento natural, tiene una disposición maravillosa con el instrumento, que le dura hasta hoy, que toca los repertorios que tocaba a los 18 años. Muchos de nosotros ahora no podemos tocar tan bien esos repertorios que tocábamos con cierta facilidad entre los 20 y los 30.

Al tocar el piano a los 81 años, con la madurez, a veces te afecta en los tempos, que los puedes tocar un poco más reposados y reflexivos. La vida te lleva a un momento de gran de introspección y quietud, donde la palabra “impresionar” está fuera de tu vocabulario. Busco un sonido que sea cada vez más humano, que te transporte a otra etapa o dimensión, y genere un puente hacia otras cosas.

"La vida te lleva a un momento de gran de introspección y quietud", reflexiona Bravo. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

En otra entrevista dije que estaba muy seguro de que nunca recibiré el Premio Nacional… Creo que hay poca resistencia conmigo porque abarco muchos estilos. Hay personas que son más académicas. Aunque la mayor parte de mi repertorio es clásico, también me he dado el gusto de grabar todo tipo de estilos, excepto el jazz, que es improvisación, y desgraciadamente no soy bueno para improvisar. A algunos no les gusta este estilo de artista. Creo que va un poco por ahí la cosa. Pero no no me hago problema. Me da lata nomás que de repente ciertas instituciones te marginen de algunos programas o se repita muy seguido este fenómeno —en Chile sobre todo— de que tú escribes a un lugar, y no te contestan. U ofreces un programa, y tampoco te contestan. Y de repente, en el extremo puesto, hay un teatro que me recibe con mucho cariño y respeto, donde en los últimos diez años he tocado 25 conciertos: el Nescafé. No es menor. Uno se queda con la gente que lo quiere, y donde te tratan con respeto.

¿Pero sigo creyendo que nunca me darán el Premio Nacional?... Todavía hay gente que dice que estoy demasiado joven.

"Uno se queda con la gente que lo quiere, y donde te tratan con respeto", destaca Roberto Bravo .Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Andrea es mi tercer matrimonio y nos casamos hace dos o tres años... ahora le pregunto, jaja. El matrimonio lo veo como un compromiso donde las dos personas se respetan mucho, y lo principal es hacer feliz al otro, hacer lo posible para convivir en forma equilibrada, amorosa, respetando el espacio del otro y ayudando en todo lo que puedas para que la otra persona pueda cumplir sus sueños también.

Con Andrea nos conocimos porque me escribió una carta. Y vino al camarín. Y empezó la historia, conversando; una cosa normal. No habíamos trabajado juntos; la Andrea empezó sus estudios de canto durante el periodo que lo conocimos. Una voz muy hermosa. Y va a muchos lugares conmigo, a casi todos los conciertos. También va cantar ahora en el concierto Bach, pero ella canta el repertorio del animé y música japonesa; canta en mis clases de poesía y música en la Universidad Central cuando hablamos de la (Gabriela) Mistral, Vinicius de Moraes y (Pablo) Neruda; y también canta mucho en el repertorio de películas, que le queda muy bien; y canta (Astor) Piazzolla. Tiene una voz muy dulce y especial.

¿Qué edad tenemos de diferencia? (Según lo prerreporteado, son entre 35 y 40 años)... Eso es no comentable.

Cuando hay diferencia de edad entre las personas, uno no pierde el tiempo en leseras: aprovecha el tiempo lo mejor posible, porque es un tiempo limitado. No es para desperdiciarlo en las típicas peleas que se arman en las “convivencias prolongadas”; está la conciencia del paso del tiempo. Hay que cuidar cada día y momento. Las cosas domésticas a veces son leseras, que no tienen importancia, y hay que priorizar todo lo bueno, no quedarse en el área chica. ¿Y qué discusión me parece importante? La salud. Andrea es enfermera, además de cantante. Siempre obedezco y le hago caso en todos los comentarios; es un pilar fundamental al lado mío, para mantener hábitos saludables.

"Siempre obedezco y le hago caso en todos los comentarios", dice Bravo sobre su esposa. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Mi opinión del gobierno del Presidente Boric en Cultura. Creo que los presidentes, cualquiera sea, tratan de hacer lo mejor para Chile desde su punto de vista. Y hay muchas cosas que he logrado en lo social el Presidente, y sin duda alguna es una persona que se interesa mucho por la cultura, especialmente la literatura y la poesía. Creo que nos encontramos muy bien en el respeto y la lectura de la Mistral, por ejemplo. Y lo he visto siempre leyendo, siempre atento a la literatura. El Presidente (Ricardo) Lagos fue más allá todavía: hacía conciertos en La Moneda; he tocado varias veces ahora en La Moneda también, pero él tenía una temporada de conciertos, todos los miércoles, y ahí pudimos hacer un concierto en uno de los patios con la Mahani (Teave). En el tiempo de (Patricio) Aylwin, toqué en Cerro Castillo, que tienen un muy buen piano, además de un cocinero muy bueno, jaja. El Presidente (Eduardo) Frei fue muy generoso con nosotros cuando teníamos una fundación. Y la Presidenta (Michelle) Bachelet en el minuto que (Armando) Manzanero nos invitó a México, y se lo comenté a ella, inmediatamente se puso con los pasajes… Y el año pasado el Presidente Boric me entregó el Premio del Presidente de la República a la Música.

Quiero hablar con el Presidente Boric. Todavía no he podido, pero es relación a la Isla de Pascua: la necesidad de otorgarle a la escuela de Mahani una subvención permanente; es muy necesario, por todo el trabajo maravilloso que está haciendo ella con los niños de allá, que depende de las asignaciones que puede negociar con la gobernación y el Ministerio de Cultura. Pero sería muy bueno que quede bajo la protección del Estado, como las Orquestas Juveniles. Así que tan pronto lo pueda ver la haré llegar esa inquietud. Además quiero llevar un piano allá; necesito saber cuándo van para allá, para pedirle que me lleve uno para regalarlo a la isla.

Roberto Bravo tiene una conversación pendiente con el Presidente Boric. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

¿Es verdad que me pidieron ser candidato a constituyente? No creo. No lo habría aceptado tampoco. Siempre he tenido conflicto de interés. Cuando estuve en el Consejo del Ministerio de Cultura, a las tres semanas que había asumido como miembro, llegaron peticiones para que tocara en el norte cuatro conciertos. Inmediatamente renuncié: conflicto de interés. Ahora me llegaron rumores de que no sé quién “te podría ofrecer para ministro de Cultura”, y le dije que no al tiro... Piano, piano y piano.

Estoy absolutamente atento al acontecer político, como para tener tema y estar enterado de algo que es muy importante para Chile. Hay que esperar, en este momento faltan cien días para las elecciones y pueden pasar muchas cosas entremedio... Todavía no tengo candidato; no he pensando en este minuto. No tengo nada claro. Se me acabó mi cuento de la izquierda, derecha y centro. Soy una persona sumamente independiente, que va a decidir desde el corazón, lo que creo que sea más conveniente para el país. Hay que ver quién presenta: A) el mejor equipo, B) credibilidad y C) falta de extremismo, y que se junte en una persona ese equilibrio. Estamos a la espera.

El valor que se ha perdido en Chile es el respeto por el otro. Estamos viviendo en una sociedad con miedo; hay mucha violencia. Pero no solamente en Chile: el mundo está impregnado de violencia; atropello a los derechos humanos; líderes que que no son muy inteligentes, por decir lo menos, y de otros que pasarán a la Historia como nuevos “Hitlers”... Pienso en los que ya todos nos conocemos, que no hace falta nombrarlos porque ya se sabe de quiénes estamos hablando.

"Todavía no tengo candidato", dice Bravo con miras a las presidenciales. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Escucho todo tipo de música. He descubierto la de los videojuegos. Me gusta mucho la música japonesa. En algún minuto he pensado si debería grabar o no un disco de música inductoria a la meditación, por ejemplo, pero con temas de Japón. Tengo gran admiración por la cultura japonesa y —a través de Andrea, y de la violinista que toca conmigo, la Montserrat (Prieto)— he llegado a ese mundo. De animé he visto las típicas, como El castillo ambulante, El viaje Chihiro y Mi vecino Totoro; pero también hay compositores clásicos, como el más importante, (Tōru) Takemitsu, y (Ryūichi) Sakamoto.

Hay que tener ojo con la inteligencia artificial. Afortunadamente nunca van a poder suplir la intuición, lo que viene del corazón, e incluso los modismos, los chistes y las distintas maneras de expresarse de los pueblos nunca será capaz de entenderlas. Pero puede aportar mucho en otros terrenos. Eso lo necesitamos.

Me veo viviendo en Chile por el resto de mis días. No me veo afuera. Hay mucho que hacer aquí. Muchísimo. Hay que sembrar y seguir sembrando.

Nunca he tenido una operación delicada. Tengo, en general, buena salud. Mi mamá murió muy mayor, a los 97; mi padre, más joven, con una enfermedad muy terrorífica, que no no hay remedio todavía: el Parkinson.

Fumé pipa cuando chico. Y vino tomo muy poco, raramente con las comidas.

"Me veo viviendo en Chile por el resto de mis días", manifiesta el pianista. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Yo desearía estar en buena forma por largo tiempo, largo tiempo, por la música y por Andrea.

Con la muerte tengo una relación de curiosidad. Aparte de eso, nada. Lo típico: estamos de paso, aprendiendo, seguimos hacia una fuente mayor. Leí algo muy hermoso de que somos parte de un gran océano: una gota que después se evapora y se va a la fuente original. Y sigo nomás. Se dice que las cosas llegan cuando menos las esperas o buscas. El Universo dirá.

¿Qué hay después de la muerte? Hay un ciclo evolutivo, y ya tengo muy clarito todo lo que tengo que hacer para la próxima: me queda mucho repertorio que no he tocado. Me gustaría tocar cosas que no alcancé a estudiar en este periodo de tiempo que tengo asignado; por ejemplo, nunca toqué bien la “Sonata Liszt”, porque si no la tocas bien, como debe ser tocada, mejor no la toques. Me queda dependiente para la otra.

"Me queda mucho repertorio que no he tocado", manifiesta Bravo para su próxima vida. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Cuestionario Pop

Si no hubiera sido pianista, habría sido médico.

Un apodo que tengo es “Chaikoski”, en vez de Chaikovski, por la chasca. Los compañeros de barrio me decían así cuando chico.

¿Un sueño pendiente?... No sé, varios... Puede ser descansar, sin sentirse culpable por no estudiar. Me tomo vacaciones con piano incluido.

Una cábala es comer chocolate y tomar té antes de tocar.

Una frase favorita es la que le contesto a mi hijo cuando me llama: “¿Cómo estás?, papá”, le contesto que “cansado”, y me pregunta: “¿Qué estás haciendo?”, y le respondo: “Estudiando”.

¿Un trabajo que haya tenido que no se conozca? No tengo. Nunca tuve.

No me acuerdo en qué gasté mi primer sueldo.

Algo de lo que me arrepiento fue, en su momento, de no haber ido a Japón. O no haberme quedado más tiempo en algún determinado lugar, como en los países nórdicos, para conocer más profundidad. A veces uno pasa por algunos países tocando y no conoce nada más que la sala de concierto y sales para otro lado.

"Me tomo vacaciones con piano incluido", admite Bravo. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Hay muchos lugares del mundo en los que siento pendiente tocar. A China, por ejemplo, sería interesante ir, pero no a tocar, porque ellos tienen 2 millones y medio de pianistas de primera línea... No sé si iría a tocar allá, jaja.

Una pianista actual que admiro es la Maria João Pires, portuguesa.

¿Mi compositor favorito? Siempre va a estar Bach en primera línea. Siempre estará Bach. La primera vez que lo toqué fue cuando niño. La base ideal de un pianista es empezar con las piezas fáciles de Bach, y de ahí uno va en las distintas etapas tocando las “invenciones a dos voces” y “a tres voces”, después toca las “partitas” o “la suite francesa” o “inglesa”, y después los conciertos pa’ piano; y si se te da el talento, la oportunidad y el tiempo: las variaciones Goldberg.

¿Un amigo famoso?... No tengo... Hay músicos que conozco, con los que hemos estudiado juntos, y que son muy famosos, pero no somos amigos porque vivimos en distintas partes del mundo. Pero hay varios que están en la primera línea de la música, sobre todo en la docta.

Un lugar favorito de Chile es Valdivia y el Valle del Elqui.

¿Un pasatiempo oculto? No tengo.

Hablaba cinco idiomas, pero he perdido el polaco por falta de práctica. Y puedo hablar razonablemente bien inglés, francés y ruso.

"Siempre va a estar Bach en primera línea", declara Bravo sobre su compositor favorito. Foto - Mario Tellez / La Cuarta MARIO TELLEZ

Una película que me hace llorar obviamente es Cinema paradiso, Los paraguas de Cherburgo y Coco, que es muy emocionante. En mi funeral quiero que suene música de amor de Cinema paradiso.

Un miedo como tal no tengo, pero sí preocupación de que ojalá pueda tener un final tranquilo, sin grandes enfermedades que causen dolores de cabeza a la gente que está cerca mío.

¿Creo en el horóscopo? Lo miro. Soy Virgo.

Si pudiera tener un superpoder, me gustaría tener una salud. Nos aspiro a más... Podría decir algo ingenioso como fabricar chocolate, pero no, ¿pa’ qué?

Un placer culpable son los chocolates (unas pelotitas rellenas con maní, ubicadas en una mesita de living).

Si pudiera invitar a tres personas de la Historia a una comida a conversar, mi lista es demasiado grande, no caben… El Dalai Lama, que es súper simpático y divertido cuando está cerca; me habría encantado haber conocido a Pepe Mujica, por ejemplo; y Elicura Chihuailaf, muy capaz de acercarme a la cosmovisión mapuche.

Roberto Bravo es una persona que nació con un talento y se ha hecho responsable.

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