Espectáculos

La Firme con Simón Oliveros: “Por temor a la funa, en el Estallido Social uno terminó siendo más bien amarillo”

No tan sólo estar en terreno es su hábitat. Lo acreditó antes, en La Moneda, y ahora, en el matinal de TVN y en Chile Conectado. En el momento, cree, más pleno de su carrera, aquí el periodista-karateka-jiujiteiro revisa su historia.

El periodista lo cuenta todo. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

Lo que distingue a Simón Oliveros —se repite por los pasillos de Bellavista #0990, Televisión Nacional de Chile, su casa televisiva a contar de la tercera semana de febrero de 2023, cuando decidió ponerle fin a una etapa de doce años ininterrumpidos en Mega, por un lado satisfecho, seguro de haber cumplido con lo suyo, y por otro, decepcionado por la anemia de proyectos tras su salida de Meganoticias Amanecees su simpatía.

No es algo que pueda decirse así nada más, menos si es sobre alguien que aparece regularmente en pantalla, y Oliveros, por lo que dirá en un rato, después de tomarse las fotografías que decoran esta entrevista, se da cuenta. Dirá que esta es una industria, si bien frágil, en la que no-pocas-personas, por salir en televisión, creen tener otro estatus y les cuesta mantener los pies en la tierra. Quizás por eso se resiste al rótulo de rostro. Cerca de cumplir veinte años entre canales, Copihue de Oro al mejor notero, conductor de noticieros, ahora panelista del matinal y al fin con su propio programa, él —dirá— no es rostro sino periodista.

Curiosamente, su destino pudo ser otro. Deportista desde pequeño, empujado por su padre karateka, a los catorce años se inscribió en las divisiones inferiores de Santiago Wanderers y después de un tiempo llegó a entrenar con Santiago Wanderers B, filial del club que participaba en la Tercera División y encargada de pulir a los próximos talentos. Oliveros había decidido intentarlo. Lateral derecho de gran estado físico, cuya principal arma era el ida y vuelta, creía estar capacitado al menos para debutar profesionalmente. Pero el mal manejo de un profesor santiaguino, que privilegió a sus propios jugadores en la inscripción a un torneo, lo alejó. Se convenció, con cosas como estas —un chanchullo, lo define—, de que era algo muy arriesgado.

Antes de entrar a la universidad, probó de nuevo el karate que había dejado hibernando en su infancia y se enamoró de la competencia. Fue campeón nacional juvenil, adulto y, en un santiamén, seleccionado nacional. Ese bagaje deportivo lo acercó a estudiar educación física, y eso tenía planeado escribir en su papeleta de inscripción, pero la sincera opinión de un amigo le abrió los ojos:

—Trabaja otro músculo —dice que le dijeron.

Y entonces él, que había estrenado su propio fanzine en el colegio, se crió mirando por las mañanas el Buenos días a todos y se paró de niño frente al espejo del baño a imitar algún despacho con una peineta-micrófono, eligió periodismo. Era, también, lo que le alcanzaba.

El resto de la historia con sus respectivos detalles, sus pasajes punky, comunista, straight edge, la pasión que le despierta el jiujitsu brasileño, algún mea culpa y lo que depara su carrera, lo cuenta el propio Simón Oliveros a continuación.

La firme con Simón Oliveros:

Los magallánicos dicen que yo no soy magallánico, pero ese tema lo zanjó el Presidente Boric. Nací en Punta Arenas porque mi papá se fue a poner una escuela de karate allá, el año ‘82. Yo nací el ‘84 y estuvimos hasta cuando tuve cinco años más o menos. Los chumangos me leseaban porque me vine tan chico, pero un día entrevisté al presidente y le dije la misma hueá: los magallánicos dicen que yo no soy magallánico, usted es la primera autoridad del país y magallánico, así que usted corte el queque. Y me dio el visto bueno, jajajá.

Eso sí, mi infancia la pasé en Quilpué. Estudié en el Colegio Coeducacional, salí de cuarto medio y me fui a Valparaíso a estudiar a la Universidad de Playa Ancha, pero viajando todos los días a Quilpué.

Siempre he sido muy inquieto, ahora lo veo reflejado en mi hija. Ella salió igual a mí. Soy súper inquieto, medio hiperactivo, muy bueno para las humanidades, malo para las matemáticas. Siempre estuve en talleres de teatro, hice todos los deportes habidos y por haber. Adentro del colegio y fuera del colegio. Fui presidente de curso en algún momento y en la universidad también tuve inquietudes políticas. Pero me llevó más el lado deportivo y las terminé dejando. Soy muy inquieto y creo que es una virtud dentro de todo, porque lo he sabido canalizar bien.

Tuve una infancia muy feliz, rodeado de primos, abuelos, bisabuelos. Nos íbamos al campo. Mis tatas tenían un terreno en Ercilla, en Pailahueque concretamente, y pasaba de diciembre a marzo, todos los veranos, con mis primos. Somos catorce por el lado de mamá. Por el lado papá, el de los Oliveros, también es una familia grande, de catorce o quince primos. Aunque siempre hice mi vida más pegado hacia el lado de la mamá. Mi infancia fue muy feliz, de hacer cosas, de compartir en familiar, de tocar guitarra, de ordeñar las vacas, bañarnos en el río. Muy pegado a mi familia, y eso hasta el día de hoy lo tenemos.

Soy hijo de Pilar y de Germán. Mi papá es profesor de karate, mi mamá es profesora básica jubilada. Tengo una hermana, la Romina, que es mamá de mellizos. Mi mamá igual era melliza, con mi madrina, que es la tía Jimena.

Mi vida ha estado siempre vinculada al deporte. Competí muchos años en karate, fui seleccionado nacional, competí en Panamericanos, Sudamericanos. Tuve una época donde jugué a la pelota, en el Wanderers. Hice cadetes de los catorce hasta los dieciocho. Y hoy me dedico a otra arte marcial, que es el jiujitsu brasileño. Me encanta, es mi gran pasión, es lo que me mueve harto.

Cuando estaba en Wanderers, no me inscribieron en un campeonato y me espanté. Me asusté, pensé: puta, éste es el año en que tengo que dejar de estudiar. Tenía diecisiete, iba a hacer exámenes libres y me hicieron esta chanchada, así que me fui. Después me fueron a buscar a la casa, toda la cuestión, pero me acuerdo que conversando con mi papá, medio llorando, me pregunta qué voy a hacer y le dije que quería darle una oportunidad al karate. Ahí volví a entrenar y me apasionó la competencia. Empecé a competir y tuve un ascenso súper meteórico. Como venía con todo este bagaje deportivo de alto rendimiento por el fútbol, asimilé muy rápido la competencia. De chico había tenido malas experiencias, me habían pegado entrenando, no me gustaba mucho, lo había medio obligado, por mi papá. Pero después de eso me encanté con el arte marcial.

Oliveros pasó de Canal 13 a CNN y luego a Mega, donde permaneció por doce años. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

Fui campeón nacional en karate, estuve en la selección. Debe haber sido el año 2001 o 2002. Fui campeón juvenil y adulto, por lo tanto, empecé a viajar. Me acuerdo que mi papá, también seleccionado, tenía en su casa una polera de la selección, que tengo hasta el día de hoy. Y ahí me nació ese bicho. Siempre quise ser seleccionado chileno, representar al país y se dio súper rápido. Viajé, tuve buenos resultados, medalleé a nivel sudamericano y ahí ya agarré ese bichito. Lo que sí, tuve una vida competitiva breve, porque a los veinticuatro ya me puse a trabajar en Canal 13, hice mi práctica y mi primera pega fue de noche, entraba a las doce de la noche y salía a las diez de la mañana. Alcancé a ir a un último nacional, salí segundo, clasifiqué a la selección, pero tomé la decisión de dedicarme a la profesión.

El jiujitsu, para mí, es como la vida misma. Es un arte marcial súper rudo, súper fuerte, te hacen llaves, te asfixian, te quieren quebrar un brazo, pero uno tiene la posibilidad de tocar, tapear y de volver a empezar. Siempre hay una salida. Lo llevo mucho a la vida. Ya: estoy acá pegando, luchando, pero la vida es más difícil. Hago una analogía en ese sentido. Es maravilloso, es tanto el amor que le tengo que reemplazó al karate. Dejé el karate y me dediqué al jiujitsu cien por ciento. Es una verdadera pasión, tengo un Instagram dedicado sólo al jiujitsu, tengo algunos proyectos, voy a seminarios. Y quiero seguir compitiendo, porque tiene una longevidad deportiva mucho más alta que el karate. Hay categorías master, entonces hay campeonatos donde las personas compiten con 65 años.

No concibo mi vida sin deporte y, en este caso, sin jiujitsu. Es mi válvula de escape, es esencial. Es lo que me mantiene en equilibrio en la pega, me mantiene humilde. Las artes marciales sirven mucho para trabajar el tema del ego, que acá en esta industria es súper alto y hay que saber manejarlo. Si no entreno, me pongo muy idiota, es como que me pegaran una patada en la guata, terrible.

A mi hija mayor se lo inculqué, ya ha ido a campeonatos y todo. No le gusta tanto, pero trato de llevarla porque siento que la práctica deportiva tiene puros beneficios para la vida en general. Te enseña a trabajar en equipo, a superar la frustración, a saber que no todo es inmediato. A que si no vas a entrenar no te van a ascender de grado. Si no vas a entrenar, no vas a tener resultados positivos. Y esos son valores muy positivos para la vida.

Lesiones brígidas no he tenido, pero sí lumbares. Algo grave, una fractura, no... pero tengo los dedos todos chuecos (los muestra, y sí). Eso es parte de la habitualidad del arte marcial. Pero alguna lesión grave, invalidante, no.

Cuando jugaba, el Wanderers tenía un equipo en tercera división y alcancé a entrenar con ellos. Yo tenía buena proyección... a ver, pude haber debutado profesionalmente. ¿Hubiera sido un jugador de exportación, de nivel europeo? Creo que no, siendo franco. Jugaba de lateral derecho, tenía muy buen estado físico, corría harto. Era, más que talentoso, inteligente pa’ jugar, tenía buena táctica y eso se valoraba. Me desilusionó salir del equipo. Cuando lo he conversado con mi papá, él me dice que me espanté con la situación. Puse todo rápidamente en la balanza, tenía más que perder que de ganar. Fue un chanchullo con una inscripción. Un profesor que venía de Santiago y trajo a unos jugadores de allá y los inscribió a ellos antes que a nosotros. Cuando me fui, me fueron a buscar a la casa, me dijeron que el profe ya se había ido y estaba todo solucionado, pero preferí tomar la decisión de irme. Fue súper drástico, y en general no soy de tomar decisiones drásticas. Pero nunca me arrepentí.

Estuve a punto de estudiar Educación Física. Cambié en la papeleta de inscripción, porque hablé con un amigo, el Andrés Barrionuevo, que me dijo: hueón, entrenái todos los días, todo el día, trabaja otro músculo. Y siempre había tenido una inquietud con el periodismo. Había tenido un fanzine en el colegio, de estas revistas medias anarquistas porque tuve una época punky. Se llamaba Mala Leche. Y siempre fui bueno pa’ las humanidades. Me acuerdo que me tocó disertar frente al colegio sobre las revoluciones. Era medio comunista cuando joven... tenía ideales más políticos.

Para el periodista, criado en Quilpué, era un sueño llegar alguna vez a TVN. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

Nunca me casé políticamente con nadie. En la universidad, en la UPLA, tenía esta veta política, era bien activo políticamente. Alguna vez me pidieron militar en algún partido, pero lo descarté de plano, porque nunca sentí afinidad completa con ninguno. Sí por algunos idearios, pero nunca quise casarme con nadie. De hecho, compartía con gente del gremialismo en la universidad, que eran minoría, y con las Juventudes Comunistas, que eran mayoría. Tengo amigos de los dos lados hasta el día de hoy. Y creo que fue bueno. Porque siempre pensé que la carrera que estaba estudiando no permitía la militancia. Yo no creo en el periodismo militante, por ejemplo, creo que es un error. Uno tiene que ser capaz de convivir con todos los sectores y no casarse políticamente con una idea. Entonces siempre fui visionario con respecto al ejercicio de mi profesión. En el mundo universitario, uno va a las asambleas, debates, es parte de hacer universidad, pero siempre pensé que al ejercer como periodista, sobre todo en un medio de comunicación, atarme políticamente a un partido era un error.

Elegí periodismo porque, primero, tenía las habilidades, era muy bueno pa’l humanismo. No tenía ninguna posibilidad de estudiar algo relacionado a las matemáticas. Y lo otro, por el tema deportivo, porque lo podía ver y canalizar por fuera. Por eso fue la decisión. Y la Universidad de Playa Ancha fue, básicamente, porque me alcanzaba el puntaje.

Tuve una gran pelea con un profesor de la universidad que me dijo que ahí formaban periodistas para trabajar en empresas. Y yo le dije que mi sueño, lo que siempre quise fue trabajar en televisión. Me crié en la mañana viendo el matinal, porque entraba al colegio a las dos de la tarde. Siempre vi el Buenos días a todos, me encantaba Felipe Camiroaga, Jorge Hevia. De hecho, mi hermana cuenta, medio en burla, que yo hacía despachos con una peineta frente al espejo. Siempre tuve esa inquietud de ser periodista, pero periodista de televisión. Y peleé con el profesor porque él me decía que estaba en la universidad equivocada, que este no era el camino. Fue una pelea salvaje, pero el tiempo me dio la razón.

Me dio por ser punky, pero me duró como cuatro meses. Lo que pasa es que mi primo es vocalista de una banda de punk que se llama Sin Perdón, entonces seguía lo que él hacía. Él era de Santiago y me metió en la volá del punky y me gustaba la música. Los Fiskales Ad-hok, Los Miserables, Bbs Paranoicos. Después me dio como la volá de ser straight edge, los que no comen carne, y me rayaba la X. ¿Pero sabís lo que me llevó a dejar el punk? Una cuestión súper absurda: me gustaba mucho la cumbia. Y me gustaba bailar. Sentía que ser punky, escuchar cumbia y bailar, no cuajaba. Ahí me retiré solito.

Yo no era de mucho carrete, pero fui al Roma, fui a la torre. Tomaba, pero poco. No fui carretero, porque en la semana entrenaba harto. Entrenaba karate en la universidad y en mi club. Tampoco era abstemio, viví la vida universitaria..., de hecho, conocí a mi señora en la universidad. Pero no era muy reventado.

La universidad fue más bien un tránsito entre el deporte y mi objetivo final, que era venirme a Santiago a trabajar en la tele. Como estudiante era igual que ahora. Tenía ese peinado de moda, medio pelado arriba, chasconcito atrás, el chocopanda jajajá. Era aplicado, no reprobé ni un ramo, era bueno pa’ la carrera, la saqué bien rápido. Hice mi tesis con mi esposa, la mamá de mis hijas. Pero no tengo grandes amistades de la universidad. Tengo contacto con algunos, pero no hice grandes amigos.

Aunque, dice, su fuerte es estar en terreno, Oliveros también ha sido conductor y le gustaría seguir en proyectos que potencien esa faceta. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

Definitivamente el Simón Oliveros del Buenos días a todos y del Chile Conectado es que coincide mucho más con mi personalidad. De ser extrovertido, de tirar la talla, de ser súper cercano. Cuando reporteaba en La Moneda, mis amigos me decían: oye, ¿quién es este hueón que está en la tele? No eres tú. Pero yo siento que mi estadía en La Moneda, que fueron ocho años, igual logré desordenar la forma de hacer política. Hacía notas entretenidas, buscando el lado B. Quizás cuando estaban otros periodistas en La Moneda, años noventa, eso no se daba, era más empaquetado. Y creo que también coincidía un poco más con la personalidad del presidente que me tocó cubrir, Piñera, que era más desordenado, se salía de libreto. Se logró una muy buena afinidad entre lo que yo quería reportear. Y fue mi valor agregado. Creo que por eso pasé de CNN a Mega, donde buscaban eso.

Estaba en Quilpué, entrenando, y me llamaron para venirme al 13. Estaba haciendo calentamiento y a las siete me llama Jaime Canitrot, del canal. Me dice: mira, el periodista de noche se enfermó, pidió licencia y lo más probable es que no vuelva, esta es tu puerta de entrada. Y yo, cuando hice la práctica en el 13, la hice en un programa que se llamaba 6PM, un noticiero como chascón que hacía la Sole Onetto. Llevaba un mes trabajando y ya me habían dicho que me iba a quedar trabajando en ese programa, pero en marzo cagó. Entonces terminé la práctica y me fui pa’ la casa, pero a las dos semanas me llega este llamado. Y no iba a perder esa oportunidad. Partí trabajando de noche, sacrificado: entraba a las doce de la noche y me iba a las diez de la mañana, pero como quería marcar presencia, me quedaba haciendo notas o me alargaba un poco más. Estaba prácticamente de doce a doce.

De la noche pasé al turno matinal y me cambió la vida. Ahí hacía móviles, lo que me gustaba. Y ahí me llama Pato Hernández, que se va a hacer el proyecto CNN con mucha gente del 13 y me levantaron, pero no para cubrir Moneda, primero era para móviles en la mañana. Y en la marcha blanca, el Rolando Santos, que era el jefe, el gringo que venía con CNN, dice que quiere tener una persona joven en el Palacio de La Moneda, como en un noticiario americano que había allá, y pensaron en mí. Me acuerdo que le pregunté a Álvaro Paci, un gran amigo, le conté que me estaban ofreciendo eso y me dijo que le diera. Ahí coincidimos en el reporteo y estuve dos años, hasta que me llamó Mega y me fui a cubrir Moneda, porque la que cubría ahí, la Carola de Aguirre, pasó a ser editora. Ahí fue mi casa doce años.

Cuando entré al matinal, Jorge Cabezas, el jefe de prensa, me dijo: va a ser la peor decisión que vas a tomar en tu vida. Él, claro, estaba cuidando su fundo, no quería que se le fuera el periodista de Moneda. Pero a mí cuando me dicen a algo que no, es sí. Es un reto, soy súper porfiado en ese sentido. Y llego porque Pablete me fue a buscar, hizo todo lo posible para que me fuera pa’ allá y ahí crecí muchísimo. Se me dieron todas las oportunidades. Yo soy súper agradecido de la pega que hicieron conmigo. Terminé animando el matinal después del Viñuelazo.

La gente hasta el día de hoy me reconoce como Simón Oliveros, el del Mega. A Mega le debo mucho de mi carrera, está súper marcado en mi historia periodística. Partí sin hijos, me fui con dos, partí sin experiencia y me fui con mucha, estuve en coberturas, en tragedias, en temas presidenciales. Yo a Mega le debo mucho. Siempre sentí que partí en prensa en Mega, estuve en el Mucho gusto y que iba a volver alguna vez a prensa a leer noticias. Y finalmente tuve un pequeño noticiero que iba a las seis de la mañana, que me tenía muy contento. De hecho, una de las razones por las que me voy de Mega, es porque se termina ese noticiero. Quedé falto de proyectos.

Antes de siquiera pensar en estudiar periodismo, Oliveros formó parte de Santiago Wanderers y soñaba con debutar profesionalmente. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

El que se enamora de las luces, del estudio, y abandona la calle, termina siendo un mal periodista.

Hay gente que por salir en la tele, buscar esta fama, está dispuesta a todo. A trastocar sus valores morales y éticos, y eso yo creo es de vida corta. Quien hace eso, tiene un paso muy rápido por aquí. Esta es una maratón, hay que pensar que es una carrera a largo plazo y hay que construirla lento. Esa es la receta del éxito.

Me apesta el mote de rostro, yo soy periodista. Y yo creo que estamos en una industria en donde, algunas personas, porque salen en la tele, creen que tienen un estatus distinto, una relevancia distinta, y este es un trabajo como cualquier otro. Yo soy súper aterrizado en ese sentido, algunos dicen que no me creo mucho el cuento. Pero yo creo que esto es así, digamos. Y creo que me sirve mucho el tema deportivo en eso, para estar con los pies en la tierra. Saber que esta cuestión es pasajera, que la industria está súper frágil, que en cualquier momento te pueden sacar y da lo mismo la trayectoria. Está lleno de personas que se creyeron más allá de lo que significa esto. Hay gente que le entrega mucho al trabajo y termina perdiéndolo todo. Por eso hay que ser equilibrado, y el que piense que por trabajar en la tele tiene un estatus distinto, o un rol distinto, está súper equivocado. Creerte superior por trabajar en la tele... el porrazo que te pegái es muy grande.

Siempre fue una meta trabajar en TVN. Como era de región, TVN se ve mucho, entonces crecí con el canal. Y uno de mis sueños profesionales era estar acá. Estoy en un momento pleno de mi carrera profesional. Estoy, por un lado, haciendo el matinal, en el panel. Me toca reemplazar al Eduardo cuando no está, me toca hacer móviles cuando me lo piden. Pero el programa Chile Conectado es, primero, mi primer programa personal junto a la Mari. El primer proyecto que encabezo, somos los rostros de eso. Y aparte, siento que por algo pensaron en mí para ese proyecto: concilia mucho estos dos mundos, el tema de hacer televisión y de estar con la gente. La cercanía, la empatía, de emocionarse, de reírse. Es un programa que nació y está hecho para la personalidad mía. Y lo paso muy bien haciéndolo.

Siempre seguí la carrera de Pedro Carcuro. Es un gran referente en el periodismo, porque logró cruzar las barreras de lo que era el periodismo deportivo. Y yo siempre he sentido que uno, como comunicador, no debe encasillarse en un formato, en un estilo. El caso de Pedro Carcuro nos da cancha, tiro y lado a todos los periodistas acá, porque tuvo un programa famoso, como el De Pé a Pá, coberturas deportivas, ahora los Panamericanos. Es un tremendo referente, en el sentido de lo que tiene que construir como profesional, de no encasillarse. Por ejemplo, yo siempre veía a Pablo Honorato y él siempre hizo tribunales. Yo quería hacer más cosas. Por eso, de vez en cuando, empiezo a hacer otras cuestiones o me empiezo a aburrir.

Soy malo para ponerme metas o proyectos a futuro. No pienso mucho en el futuro, voy viviendo el presente. Porque sé que esta cuestión es volátil, depende del momento, de mil factores. Pero con lo que tengo hoy, estoy pleno y feliz. No quiero más. Podría hacer más. Hay colegas míos que hacen radio, podcast, pero yo, con lo que tengo ahora en TVN, profesionalmente me siento súper desarrollado. Y el tiempo libre que tengo lo ocupo en mi familia y en mi tema deportivo. Tampoco quiero dejar de entrenar. Cuando hago proyectos paralelos, trato de siempre compatibilizar esos tres mundos: lo profesional en TVN, lo familiar que es lo más importante, y lo deportivo, que juega un rol casi a la par con el periodismo.

En el periodismo hice el Servicio Militar: partí súper cabro, sacando cuñas pa’ los más viejos y hoy intento compatibilizar, y en TVN me lo han permitido, lo que es el trato familiar, ahí han sido súper humanos. Hoy, tú eres testigo que me fui antes del matinal, porque tenía reunión con profesores. Eso, hace algunos años, era impensado. Yo quiero ser un papá presente, he conversado con varios periodistas viejos y una de las cosas que te dicen es que entregaron todo al trabajo y descuidaron su familia, descuidaron sus hábitos, se enfermaron. Entonces la pega tiene que compatibilizar esos tres mundos, porque si yo entrego todo en la pega, un día se va a acabar la pega y se va a derrumbar todo tu castillo. Uno tiene que tener bases sólidas en la familia y en actividades fuera del trabajo. Uno no puede vivir en torno a la pega, te termina matando.

Hay una cuña que le saqué al expresidente Piñera que dio la vuelta al mundo, ese es el mayor golpe de mi carrera hasta hoy. La tengo destacada en mi historia de Facebook, fue cuando él dijo, antes del Estallido Social, que Chile era un oasis para Latinoamérica. Esa cuña, a razón de lo que pasó, primero la muerte del presidente, se transformó en una cuña histórica. Y después con el Estallido, entonces fue una cuña que se utilizó mucho, y la saqué yo en una entrevista en el Mucho gusto, en una conversación que duró una hora, donde hablamos mil temas y, además, me regaló la corbata. Eso, y un móvil que hicimos pa’l Mucho gusto, pa’ un campamento, y logramos juntar 90 millones de pesos en un abrir y cerrar de ojos. Tratamos de sacar a esa familia del campamento, no pudimos finalmente..., pero fueron los grandes hitos de mi carrera.

El periodista admite que tuvo una época punky y que su ideario se acercaba más al comunismo. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

Siempre se me ha dicho que soy bueno en terreno, que hago buenos móviles, cosa que parece que es así... y a mí me gusta hacerlo, además. Entonces estoy tratando de llevar esa excelencia a los programas que hago, en este caso Buenos días a todos y al Chile Conectado. Pero sí, es un terreno donde me siento cómodo, donde tengo una soltura. Es como andar en bicicleta. Puede que esté haciendo más cosas de estudio ahora, pero cuando me ponen en terreno, juego, conozco el lenguaje, manejo los tiempos. Es mi hábitat, ahí estoy tranquilo, cómodo.

El Copihue de Oro que gané lo tengo en el living de mi casa, puesto en un mueble para que todos lo vean. Sin desmerecer, los premios populares son muy distintos a los que entregan las universidades, en donde son los periodistas los que postulan para ganarse esos premios. Es muy distinto, acá es espontáneo de la gente. El Copihue es un premio que todo periodista que trabajó en un matinal alguna vez quiso ganárselo, porque está la figura de Nachito Pop, que se lo ganaba siempre. Y a mí me fue súper bien, prácticamente arrasé en esa categoría. Entonces, tuve muchísimos votos, y sentí que era un premio. Un premio de la gente al trabajo que uno hace. Acá no haces campaña, la gente vota. A lo más, podís hacer un llamado a que te voten, pero finalmente el que tiene el poder es la gente, y eso es súper gratificante.

Para trabajar en un matinal, hay que tener cuero de chancho. Uno pasa de ser comunista a ser facho en un mismo programa. Tienes que saber que vas a estar expuesto al escrutinio popular. Quien trabaja en tele sabe que cuando uno dice A, alguien va a decir B y cuando uno dice B, alguien va a decir A. Y eso es parte de las leyes de la democracia, y hay que saber vivirla. Hay que tener cuero de chancho, sí, y hay que ser súper responsable con el rol que jugamos hoy en día, porque son temas que no son livianos. Estamos hablando de delincuencia, de política, de temas ciudadanos. El creer hoy en día que un matinal no es relevante y que es sólo un show de noticias, es también un diagnóstico equivocado. Y hay que hacerse cargo de ese poder que tiene uno de entrar a las casas todos los días por cinco horas.

Cuando me insultan, bloqueo de inmediato. No pierdo tiempo en estupideces. Yo crecí en una universidad crítica, que me enseñó el pensamiento crítico, y en una familia que se caracterizaba por la tolerancia y la diversidad. Entonces, cualquier crítica que sea respetuosa, bienvenida sea, le respondo y todo, aunque sea pesada. Ahora, si alguien me insulta a mí o a mi familia, bloqueado de inmediato, no pierdo tiempo en el hater.

Pa’l Estallido Social fue súper difícil ser periodista, porque uno estaba ahí, tratando de quedar bien con todo. Ese fue un rol y un error que tuvo el periodismo. Por temor al hate, a la funa, de uno u otro lado, uno terminó siendo más bien amarillo. Y eso yo creo que fue un gran error. De restarse del fenómeno, de tenerle miedo a las consecuencias con lo que se podía decir. Condenar a la violencia, en ese tiempo, era impensado en el periodismo. Y hoy en día, con la distancia del tiempo y con la prudencia que eso te da, uno dice que hubo cosas que efectivamente estuvieron mal. Y al revés también. Decir que sólo fue violencia también es un error. El periodismo, por temor a la funa, se restó del análisis que uno le pedía. Ahí hay una deuda que tenemos pendiente como sociedad, como profesionales.

Me considero cuero de chancho. Sabía que uno hiciera lo que hiciera, finalmente te iban a terminar pegando igual y que hay que comérsela callado, ser valiente. Si te equivocaste, te la van a dar. Pero nunca me ha llegado alguna amenaza personal. Yo puedo caminar por la calle tranquilamente, vivo en Providencia, hago mi vida, voy a la feria. Y al contrario, siempre recibo afecto, cariño.

A pesar del riesgo del Estallido Social, nunca nos restamos, siempre estuvimos en la calle. Recuerdo haber estado en la marcha del millón de personas, llegué hasta la Plaza Italia entrevistando a la gente del Instituto Nacional de Derechos Humanos. Eso fue bien positivo, desde el punto de vista del debate que se generó. Me acuerdo de ese micrófono abierto que hacíamos, que le decíamos a la gente: ya, tiene derecho a pataleo. Y fue bien valorado. No por todos, claro, pero en mi caso, nunca recibí una amenaza. Sí recuerdo haber reporteado con miedo, por la violencia. Era una violencia incontrolable. La masa está llena de gente que va a hacer desórdenes porque sí. Y recuerdo que en algún momento, andaba medio saltón. De escuchar cosas, de que gritaban algo y te dabai vuelta.

La gran pasión, hoy por hoy, de Oliveros es el jiujitsu. Su sueño, dice, es levantar una cafetería/academia. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

No es que no me importe el qué dirán, pero lo tomo en su justa medida. Pondero muy bien de dónde viene la crítica, quién la emite. Valoro mucho la crítica con nombre y apellido, con respeto. Piensa que soy deportista, fui deportista de alto rendimiento, y ahí sí que hay presión y te exigen hasta más no poder. Entonces, cuando hay una crítica con nombre y apellido, bien intencionada, que puede ser dura, lo acepto. Si tampoco vivimos en un cuento de hadas donde todo lo que uno hace es bueno y bonito.

Durante el estallido siento que nos faltó la templanza, como comunicadores, de haber puesto la pelota contra el piso, de haber analizado desde la distancia el fenómeno. El periodismo, sobre todo en los momentos cúlmines de la sociedad del país, ha tenido un rol súper clave. En dictadura, en el estallido, en la pandemia. Pero yo, como partícipe del proceso del estallido, creo que nos dejamos llevar muchas veces por la pasión del momento y ser poco racionales de lo que realmente estaba viviendo el país. Ahora, es fácil ser general después de la guerra. Pero creo que a razón de lo que se vivió en ese momento, faltó quizás haber haber dicho: esto está bien, esto está mal. No sé tampoco si nos correspondía, de repente el rol que uno tiene es más bien de describir. Pero es un análisis que hago ahora, con el paso del tiempo.

He tenido miles de errores, uno se ha equivocado desde palabras hasta focos noticiosos. Siempre es perfectible todo. Pero algo como que haya dicho una cosa y me haya arrepentido hasta el día de hoy, no. No he tenido errores tan profundos que me hagan cuestionar mi trabajo periodístico. Trato de ser súper cauteloso. No soy muy arrojado, no soy un periodista con manos de pólvora. Trato de siempre, si voy a acercarme a una noticia, tener las dos versiones. Tengo bien clara mi ética profesional. No he hecho nada por rating, por ejemplo.

Me causa orgullo haber estado en momentos históricos y en lugares donde muy poca gente ha estado. Recuerdo haber estado dentro del Kremlin, del Salón Rojo de China, en el Taj Majal. En lugares que uno soñaba o que veía a través de la televisión. Eso me marca. De estar viendo una película y decirle a mi hija: mira, donde está James Bond, yo estuve ahí. ¿Cachái? Eso me marca profundamente.

La cobertura de los mineros fue notable, en términos de cobertura me pone orgulloso. Tengo una imagen muy grabada. De estar en el Campamento Esperanza, estaban saliendo los mineros, miraba el cielo y veía los fuegos artificiales, todo esto en medio del desierto. Y paf, pasó Don Francisco. Como que fue una locura..., ¡¿dónde estoy?! Era heavy. Me acuerdo: fuegos artificiales, todos abrazándose, todos llorando y, de repente, Don Francisco. Y después corresponsales americanos, chinos. Estaban los ojos del mundo puestos en Chile.

Tengo guardada la corbata que me regaló Sebastián Piñera como hueso santo. Siento que tiene un valor incalculable a razón de lo que le pasó. Con él tuve una muy buena relación. Teníamos muy buena empatía y me daba muy buenas declaraciones siempre, lo entrevisté varias veces. Con el entorno del presidente también generé muy buena onda. Profesionalmente, ha sido el acercamiento más directo que he tenido a una fuente importante. Me enteraba de cosas antes, me contaban. Y el capítulo de la corbata fue muy de la personalidad de él: estábamos en un despacho y dentro de esa chacota, le digo que encontré muy bonita su corbata y él me dice: te la regalo. Se la cambio, me dice. Yo me la saqué al tiro, hicimos el cambalache en vivo, y siempre me río, porque una vez termina el contacto, le dice a la Carla Munizaga, su asesora: ya, Carlita, que me devuelva la corbata Simón. Pero le responden: Presidente, está cagado, fue en vivo. Y le dije: no, presidente, si me la dio en vivo, me la llevo para la casa como un buen recuerdo. Es mi favorita, me dijo, así que cuídela.

El periodista es, también, cinturón negro en karate y cinturón marrón en jiujitsu. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

El expresidente Piñera era como se veía. Lo que logré apreciar yo, es que era un presidente muy exigente con su entorno. Y muy a caballo con todos los temas. Sabía de todo. A veces le pasaba la cuenta que hablaba de más, las Piñericosas, pero era, para cubrirlo, muy fácil. Era un presidente que te armaba la nota. Siempre hacía algo, pensaba mucho en la prensa.

Bachelet es una dama, una tremenda presidenta. Y con ella me pasó que también tuve muy buena onda. Ella se acordaba de que me casaba, de cuando iba a tener hijos, qué sé yo, y generamos una muy bonita relación. Yo creo que se acuerda de mi nombre siempre. Y yo logré en las coberturas percibir la estatura internacional que finalmente logró tener, el cargo que tuvo hace poco en las Naciones Unidas. Yo me daba cuenta de lo que significaba Bachelet para el mundo. Y eso es súper bonito de poder percibir. Como chileno primero, como periodista político en ese entonces y como ciudadano. Me acuerdo cuando ella se despide en una cumbre, que fue en Brasil, y todos los presidentes la aplaudían de pie. Ella dijo una frase muy bonita, que los brasileños tienen una palabra que no tiene una traducción literal al español, que es saudade, que es como nostalgia... y esa conferencia todo el mundo la estaba viendo. Ahí te dai cuenta de la estatura moral que significa Bachelet para el mundo.

Y con el presidente Boric, yo fui uno de los pocos que en la quina interna de los medios aposté por él. Me decían: ¡pero cómo! Logré percibir que él tenía esa sintonía con la ciudadanía y tuvo una campaña con mucha épica. Yo creo que a eso es lo que tienen que apelar los políticos, a buscar esa épica, la conexión con la gente. Y finalmente gané la quiniela del canal. Luego lo entrevisté cuando partió, una hora y media en el canal, y me contó que quería ser papá, por ejemplo. Yo siempre mido las entrevistas por las repercusiones que tienen en la prensa y esa entrevista debe haber sacado seis o siete titulares de distintos temas.

Una vez me dijeron: usted es el del dedo. La gente todavía se acuerda... del Jarita (caso de acoso que sufrió), jajajá. Fue un momento que no marcó un antes ni un después, pero creo que lo que hicimos en pantalla estuvo muy bien. Haber dicho que esta cuestión no puede suceder, que hay que denunciar. Yo la hice, hace poco se cerró la causa. Hubo una persona que pagó las consecuencias de lo que hizo. Y yo creo que eso lo logramos transmitir al aire.

Lo bueno de mi pega es que me permite entrar en la casa de los chilenos. Eso es lo que hace el matinal: entrar al desayuno, entrar a la intimidad de la familia. Y ser reconocido por eso. Segundo, conocer lugares que, disculpa la palabra, en mi puta vida pensé que iba a conocer. Haber estado con Obama, cara a cara, con los presidentes. Eso es impagable. Y claro, conocer mi país. En la cobertura de La Moneda conocí desde Rancagua a China, viajé para todos lados.

Hay gente que sale cuatro minutos en la tele y se cree que son dueños del espectáculo. Tiene que ver con los egos, de sentir que porque uno trabaja en la tele está en un estatus distinto a cualquier otro trabajador. Pasa mucho todavía. En eso, yo creo, hay que ser súper aterrizado. Este es un trabajo como cualquier otro, menos importante que quizás lo que hace un doctor, que salva vidas, pero relevante porque entrega información. Y cuando uno entrega información que va chueca, la gente toma malas decisiones.

Me encantan los programas de entretención, de concursos. Me gustaría mucho hacer un programa como los que están hoy en día, tipo Ahora caigo, qué sé yo. Pero no sé si a corto plazo. Tengo que cerrar bien mi etapa en el matinal, continuar con el Chile Conectado. Pero algo relacionado más a la entretención que a las noticias.

En cinco años me veo aún en TVN, voy a tener a mi hija grande adolescente y, lo más probable, es que sea cinturón negro de jiujitsu.

Oliveros y Natalia, su esposa, están casados desde hace catorce años y tienen dos hijas. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

Lo del accidente automovilístico fue un milagro... estaba trabajando mucho en Mega. Estaba entrando a las cinco de la mañana, y me tocó esa vez hacer el programa de concursos que iba en la tarde porque Joaquín no estaba. Estaba muy cansado, no sé si me distraje, como que perdí la memoria. Me acuerdo hasta un semáforo, que paré en un semáforo y después, hasta el otro, no me acuerdo mucho. Me volqué heavy, le pegué a un auto por atrás, no lo vi. No sé si me distraje o me quedé dormido. Desperté cuando estaba girando el mundo alrededor mío. Y recuerdo el relato de un camarógrafo de Mega, que iba dos autos más adelante, en un taxi. Dice que miró pa’ atrás, escuchó el pencazo y vio un auto volar y volar. Por suerte, no me pasó nada a mí, porque iba con cinturón, tampoco iba súper rápido. Pero lo que más me preocupó, cuando bajé, es que no hubiera matado a nadie. Venía justo de cubrir una noticia, esa semana, que una camioneta se volcó y mató a una ciclista. Entonces estaba muy consciente de buscar que no hubiera nadie debajo del auto, que no hubiera atropellado a nadie, y cuando caché que no había pasado nada, fue como: ooh (resopla). La culpa de haberle generado daño a alguien, por una actitud tuya, es un karma que te acompaña toda la vida y es muy difícil de desprenderse de eso.

Imitar a Ricky Martin en The Covers fue una hueá de porfiado. Ignacio Corvalán, que era el productor ejecutivo del Mucho gusto, me dijo: pa’ qué vai a ir, si vos ni cantái, van a ir profesionales. Dicho y hecho. Pero fui y me sirvió caleta. Caleta, caleta. Porque, primero, yo no canto, traté de tomar clases de canto que no sirvieron de mucho, pero terminé la experiencia. Entonces tomo esto como referencia: hueón, cantaste en un escenario, trataste de imitar a Ricky Martin y lo hiciste, te fue mal, no cantaste bien, no pasaste de etapa, ¡pero lo hiciste! Entonces, lo que yo sé hacer, que es periodismo, comunicar, es lo que hago bien y esto me quitó cualquier tipo de nerviosismo. Cuando me piden hacer algo con lo mío, sé que tengo el bagaje de la experiencia y del talento para hacerlo bien. Y me sirvió haberme expuesto a una situación que era absolutamente fuera de mi zona de confort. No volvería a hacerlo de nuevo, pero sí iría a un programa de baile. Soy más motriz, creo que tengo más habilidades pa’l baile que pa’l canto.

Con la Nati llevamos catorce años de casados, veintidós juntos. Nos conocimos a los dieciocho. Ella, mi familia, es todo, aunque suene cliché. Es todo. No he tomado más compromisos profesionales por dedicarle tiempo a mi familia y creo que es la decisión acertada. Y la Nati es mi cable a tierra, es la que me baja de la nube, es todo lo que yo no soy. Ella es súper ordenada. Si no fuera por ella, es probable que yo todavía estuviera viviendo en la casa en que viví siempre. Ella es de cambios, de sumarse a proyectos, de comprar cosas, de endeudémonos nomás, vámonos a Disney, después veremos cómo se hace. Ella es mi complemento perfecto, me invita a la aventura, a salir de la zona de confort. A pegarme un cachamal si estoy haciendo estupideces. Y en ese sentido, somos un súper buen equipo. Cuando ella está mal, yo también estoy ahí para fortalecerla. Ella pasó por una experiencia familiar súper penca, se le murió el papá y la mamá con once meses de diferencia, entonces ahí uno también tuvo que estar poniendo el hombro a la familia. Somos un muy buen equipo.

Mis dos hijas llegaron en momentos muy bonitos de nuestra vida. Qué te voy a decir el amor que uno siente. Imagínate: hombre rodeado de puras mujeres, es una maravilla. Soy el rey de la casa, jajajá. Y siento que tengo una gran responsabilidad con criar a dos mujeres en la sociedad actual. Quiero que sean mujeres vigorosas, con ganas, profesionales, felices. Yo vengo de una crianza más bien machista, entonces he tenido que actualizarme con el feminismo, con esta idea de la mujer moderna, que es lo que yo quiero que sean ellas. Que no dependan de nadie. Tenemos un desafío súper bonito, yo como papá y la Nati como mamá. Yo creo que el tiempo es lo que te hace feliz. Es lo que uno tiene que valorar: tener espacios para ir a las actividades de los hijos, estar presentes. Quiero que cuando ellas sean más más grandes y les pregunten cómo recuerdan al papá, que sea un papá presente, que estaba ahí. Yo trato de ir a dejarlas todos los días al colegio, por ejemplo, y a buscarlas. Y entremedio me arranco. Mi tiempo nunca se va a sacrificar en función de restarle tiempo a mi familia. Cuando me toca viajar, igual viajo, sufro, me da pena, pero es así. Hay que lograr un equilibrio.

Todos los días con la Nati discutimos por algo, jajajá. Pero también eso lo hace entretenido. No es un matrimonio monótono. Y sí, una vez me echaron de la casa. ¡Y me fui! Hice mi maleta, pero me llamaron para que volviera y volví. Soy súper poco rencoroso, hueón jajajá. Me pasa que peleo y se me olvida al tiro. En cualquier ámbito de cosas. El rencor es muy mal consejero. Hay que dar segundas oportunidades.

El periodista de Chile Conectado es acérrimo hincha albo y, sobre todo, Vidalista. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

Si no hubiera sido periodista, me hubiera gustado algo relacionado al deporte o profesor, kinesiólogo. Pero yo creo que hubiera hecho clases. De algún arte marcial, karate o jiujitsu.

Quiero un espacio para hacer clases o montar una academia. Más que hacer clases, porque me gusta entrenar, me gustaría tener un espacio para desarrollar esa actividad deportiva. De hecho, lo tengo pensado como una especie de café-academia, una cosa así.

¿Un apodo mío que no se sepa? Pelao. Cuando era punky, me pelé al cero. Y ahí quedé como Pelao. Mi papá también me decía Peladito. Simonky es otro, porque en la cotona del colegio tenía Simón O. Simono. Entonces Simonky (Simonkey). Por ahí nació.

Mis sueños tienen que ver con mis hijas, verlas crecer. Ojalá morirme viejo y verlas crecer, estar con ellas siempre, que no les falte el papá, que no me falten a mí ellas. Tiene que ver con construir la familia a largo plazo.

Una vez me dio con irme a vivir a Brasil, pero era un sueño pasajero. Tengo sueños muy realizables. No pienso mucho en el futuro, en el largo plazo. Lo que sí, soy de objetivos: me gustaría, efectivamente, tener esa cafetería/lugar de encuentro del karate o de las artes marciales. Lo que sí, siento que tengo una deuda pendiente con estudiar afuera. Quizás no yo, pero acompañar a mi esposa, que ella también se desarrolle y estar ahí. De repente sacar la pata del acelerador.

Ocupo sungao, que no es lo mismo que la zunga... pero es igual. Me encanta. Me encanta la cultura brasileña, todo lo que significa estar en contacto con la playa me encanta. Y sí, ocupo sungao, no tengo ningún tipo de pudor. De hecho, ocupo acá en la playa. Siento que uno se estiliza más, se broncea mejor, es más cómodo para nadar. Tiene puros atributos positivos, que no sé por qué cresta, en Chile, no se ocupa. Tenemos un tema con el cuerpo, con el qué dirán, que como sociedad nos frena.

Soy más de rutina que de cábalas..., pero trato de irme de mi casa siempre despidiéndome de mis hijas y de mi esposa, trato de no acostarme enojado. De vez en cuando me encomiendo también a los muertos. Cuando tengo que tomar una decisión, digo: acompáñenme en esta decisión, ojalá que sea mejor. Soy un hombre de fe, no de iglesia diaria, pero sí de fe. Y cuando viene la cuenta regresiva para salir al aire, tomo aire y lo boto fuerte, siento que entro con otra disposición. Trato de respirar harto. Es la clave de la vida.

Mi frase favorita es canyengue... metámosle canyengue. Es una palabra que inventé, la ocupaba Roberto Saa y la empecé a ocupar en el matinal. Tiene una acepción que es como el baile aputado del tango, medio clandestino. El canyengue tiene que ver con meterle pasión a las cosas que uno hace, por ahí va. Pongámosle canyengue, pongámosle color, ganas, pimienta. Por ahí va.

Oliveros considera que durante el Estallido Social, el periodismo quedó en deuda. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

Trabajé en un bar, de mesero, mientras estaba en la universidad. Se llamaba El Tablón, y trabajé en los jueves ladies open bar. Eran puras minas que iban a tomar copete y nosotros éramos puros hombres los meseros. Era como un club de strippers que no nos sacábamos la ropa, jajajá. Pero hacíamos shows en la barra y todo eso. Trabajé, también, en la compañía infantil de mi suegro, que en paz descanse, con mi suegra. Ahí me disfracé de mono. Y hasta trabajé de ayudante de Viejito Pascuero. Ese fue notable. En la misma compañía, el típico Viejito Pascuero que se ponía en las grandes tiendas. Trabajé de eso.

Mi primer sueldo era bien corneta, 240 lucas, que subieron a 300 cuando me titulé. Me acuerdo que compré algunas cosas pa’ la casa, invité a comer sánguches, pizzas, etc. Pero también recuerdo que ahorré, porque me quería comprar un auto. Y en ese entonces me compré un Fiat Palio, después de un año. Se lo compré a un periodista. Y alcanzaba para ahorrar, para vivir. Yo vivía en el departamento de mi tata, que tenía una oficina en el Paseo Bulnes, chiquitita, de un ambiente, y con eso me ahorraba el alojamiento.

Mi tata me hizo socio de Colo Colo, el tata Nino. Bernardino Oliveros me hizo socio de Colo Colo y hasta el día de hoy soy bien fanático del “Cacique”. No lo oculto, ¿viste que los periodistas ocultan sus gustos? Yo no, soy colocolino.

Le escribo a Arturo Vidal y me responde. No todos pueden decir eso, jajajajá. Yo soy vidalista hasta la médula. Y lo defiendo. Es nuestro pequeño Maradona. Nunca lo he criticado públicamente, le perdono todo.

Me gusta harto Luis Miguel, la cumbia. Soy súper ecléctico en los gustos musicales. Mi pasado punky me traiciona, pero escucho de todo, jajajá. Música en español generalmente. Puedo ir desde la cumbia hasta una balada.

El mejor concierto al que fui fue uno de Sol y Lluvia en el Fortín Prat, en Valparaíso. Extraordinario, nunca se me olvidó.

Lloré con La vida es bella.

Veo pocas series, porque soy medio adicto. Parto viendo una y la tengo que terminar. Por eso, veo una y la termino, no soy de estar viendo muchas. La mejor que vi fue Homeland, de la CIA. Me encantan las historias de policías, investigaciones. De hecho, mi libro favorito, de Truman Capote, es A sangre fría.

Mi mayor miedo es no estar para mis hijas o que mis hijas no estén.

Si pudiera tener un superpoder sería la teletransportación. Maravilloso... imagínate: estái en un lugar incómodo, pum, te mandái a cambiar. ¿Querís conocer algo? Te mandái a cambiar. Si algún día ocurre eso, pagaría por ello.

Dice aquí el periodista, está viviendo el momento más pleno y feliz de su carrera. Foto: Mario Tellez, La Tercera. MARIO TELLEZ

Soy muy bueno para comer, como mucho. Mi comida favorita son el asado, por un lado, los mariscos, el arroz con pollo al jugo, las papas fritas. No, todo jajajá, no me caso con ninguna.

Perdí en La divina comida, salí cuarto de cuatro. Pero siempre digo que fue por mi señora, que ella me hizo perder. Porque me dijo: sírvele más a los hombres, y cagué, por machista. Pero soy bueno en la cocina, me gusta cocinar y, de hecho, le cocino todas las mañanas a mis hijas para que lleven al colegio.

Me gusta la piscola y el fernet. La piscola, suavecita: dos hielos y se tapen los dos hielos con pisco, después Coca Cola Zero. Ahora que fui con el Chile Conectado al norte, probé unos piscos maravillosos. Me gusta el Alto del 35. Y el fernet: Branca, dos o tres dedos de fernet y el resto Coca Cola, pero normal. Corto la botella y me paso el rollo, jajajá. Tomo más fernet que piscola, de hecho. No me da caña.

No creo que exista ningún placer que te haga sentir culpa. Si algo es placentero en la vida, disfrútalo y gózalo. Soy muy de hacer cosas sin sentir culpa. Creo que la culpa es un cáncer que tenemos como sociedad.

No creo en el horóscopo, ni en las cartas, no me leo el tarot, nada. Me apesta que me digan lo que puede pasar. Prefiero sorprenderme. Es un terreno en el que dejo que poca gente se meta. Me gusta sorprenderme con el futuro. Me pasa que si me dicen algo, trato de hacer todo lo contrario. O me predispongo a que va a pasar, y creo que eso no está bien.

Si pudiera invitar a tres famosos de la historia a un asado con un copetito: Pedro Carcuro, Jesucristo y Bruce Lee. Carcuro para que nos cuente todas las anécdotas, experiencias que ha tenido en sus coberturas. Después, Jesucristo obviamente, porque tengo muchas preguntas que hacerle. Y Bruce Lee. Esa es mi mesa. Bruce Lee por las artes marciales. ¡Cáchate esa mesa!

Simón Oliveros es un tipo normal que es muy feliz haciendo lo que hace.

Más sobre:Simón OliverosLa FirmeExclusivoTelevisiónKarateBuenos días a todosTVN

Lo último

Cotiza y compara todas las marcas y modelosPublica tu auto acá