Herido y exhausto: la misteriosa aparición de un leopardo marino que rescataron en Chiloé

Leopardo marino. ILUSTRACIÓN: César Mejías / @gatoncomic
Leopardo marino. ILUSTRACIÓN: César Mejías / @gatoncomic

Es la especie de foca más grande de la Antártica. Con un voraz apetito y su piel manchada cual gran felino, tiene la fama de ser la “más agresiva”, cuenta Javier Cabello, director del centro de rehabilitación Chiloé Silvestre, donde recibieron por primera vez a uno de estos individuos para salvar su vida. “Son complicados de anestesiar, porque hay muchos riesgos de que mueran”, explican los expertos a La Cuarta sobre lo duro de tratar a este hábil buceador.

Javier Cabello (44) nunca había visto uno a la cara. Solo en documentales de la tele, o en Happy Feet (2006), la película animada y protagonizada por un joven pingüino emperador (Aptenodytes forsteri). En ella, una gran barrera que sortea aquella ave es a este depredador voraz, el leopardo marino (Hydrurga leptonyx), que lo tiene como una parte central en su menú.

Y llegó el día.

El sábado 6 de agosto, el director del Centro de Conservación Chiloé Silvestre (@chiloesilvestre) y su equipo recibieron la llamada de unas personas desconocidas.

Habían encontrado a una foca leopardo herida y varada en el sector de Piedra Run, playa Mar Brava, donde las olas rompen con fuerza, a unos 62 kms de la ciudad de Ancud por tierra. “De partida, es raro que una foca esté acá, porque son más de la zona antártica”, cuenta a La Cuarta.

En octubre del 2020, también apareció otro de estos animales en la costa cercana de Puñihuil. “Estuvo como cuatro días y se fue sola”, relata. “Puede ser porque, quizá cuántos kilómetros viajó, haya salido a descansar, que estuviera agotada”. Después se largó por su propia cuenta.

La foca de hace un par de años en Puñihuil. FOTO: Diario La Estrella de Chiloé
La foca de hace un par de años en Puñihuil. FOTO: Diario La Estrella de Chiloé

Para este caso tuvieron la misma impresión: lucía exhausta, no se movía.

“No es su hábitat natural”, declaró un par de años atrás Cayetano Espinosa, doctor en medicina de la conservación de la U. Andrés Bello, al diario La Estrella, ante ese otro avistamiento en suelo chilote. “La población establecida más al norte que se conoce es en laguna San Rafael (Aysén); esta foca debió haber venido de allí o de más al sur para haber llegado a Ancud”, dijo por aquel entonces.

Quizá en ese caso ocurrió algo parecido, aunque la duda quedará instalada.

Ahora, en este nuevo caso: ¿Por qué las heridas? Difícil saberlo. Quizá chocó con una embarcación o fue atacada por una orca (Orcinus orca). Como sea, su vida corría peligro.

El leopardo marino fue encontrado muy debilitado. FOTO: Sernapesca
El leopardo marino fue encontrado muy debilitado. FOTO: Sernapesca

El Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca) llegó al lugar, capturó al animal y lo trasladaron a las inmediaciones del centro de rehabilitación, que por años ha recibido cientos de individuos de distintas especies, como monitos del monte, flamencos, pudúes (Pudu puda), pelícanos (Pelecanus thagus), lobos marinos comunes (Otaria flavescens), güiñas (Leopardus guigna), zorros chilotes (Lycalopex fulvipes) y hasta pingüinos de Humboldt (Spheniscus humboldti).

Pero una foca leopardo, nunca.

¿Jovenzuelos perdidos?

Junto a los cetáceos (ballenas y delfines) y los sirenios (manatíes y dugones), los pinnípedos (Pinnipedia) son una de las tres superfamilias de mamíferos completamente adaptadas al agua; la denominación de estos últimos significa “pies de aletas”.

A su vez, esta gran dinastía de especies se divide en tres grupos. Uno de ellos son los otáridos (Otaridae), que engloba a los lobos, leones y osos marinos; los odobénidos (Odobenidae), que actualmente solo están representados por las morsas; y los fócidos (Phocidae), que son básicamente todas las focas.

Los fócidos se distinguen por tener sus extremidades traseras apuntando hacia atrás, por lo que son las más torpes para moverse en tierra y, acaso, los más hábiles para el nado. Además, carecen de canal auditivo (el cartílago que lo compone), es decir, de orejas, solo tienen un agujero con el que detectan las vibraciones del sonido.

Foca leopardo en la Antártica. FOTO: Proyecto Tierra
Foca leopardo en la Antártica. FOTO: Proyecto Tierra

La foca leopardo es la más grande de las especies de su familia que viven en el hielo. Pueden medir hasta tres metros y pesar unos 500 kilos. Tienen una mandíbula enorme y poderosa, sobre todo en proporción al resto de su cuerpo, el que está salpicado de manchas grises y negras, las cuales decantan en el nombre que se le dio, aludiendo al gran felino de África.

Los veranos se los pasan en las aguas polares y subpolares de la Antártica, mientras que, hacia el invierno, muchas veces se desplazan hacia el norte, hasta costas tan variadas como en el sur de Oceanía, Tierra del Fuego, Sudáfrica e incluso Uruguay.

Pero, a veces, aparecen en lugares impensados.

En 2011, el veterinario de la Universidad de Chile especializado en mamíferos marinos, Anelio Aguayo, publicó que entre 1927 y 2010 se registraron 115 de estas voraces focas (96 de ellos fueron después del 2000) en aguas chilenas, siendo las apariciones más nortinas en las costas de Viña del Mar. En la mayoría de los casos, se trató de individuos inmaduros.

Foca leopardo en su faceta más adorable. FOTO: Gerardo Muñoz
Foca leopardo en su faceta más adorable. FOTO: Gerardo Muñoz

Ahora, Javier Cabello comenta que Sernapesca maneja registros “de hace unos años atrás frente a Pichilemu”; y agrega que “por ahí en las regiones de O’Higgins y Valparaíso hay algunos registros, incluso en la Isla de Pascua”.

“No se sabe bien si son migraciones o si son movimientos o dispersiones erráticas de los juveniles”, plantea el conservacionista. “Creo que es más eso porque, si fueran migraciones, se verían más frecuentemente estos animales en estas latitudes”; así que “aparentemente” en invierno “los juveniles se dispersan como en todas las especies y, por algún motivo que desconocemos, llegaron hasta acá”.

“No migra”, asegura Guillermo Rodríguez, veterinario de la Fundación Mundomar, a La Cuarta. “A veces se desplazan un poco más al norte, especialmente los juveniles que se dejan ‘llevar’ por la corriente de Humboldt”, por lo que “no es raro verlas por los fiordos, donde hay colonias de pingüinos de Magallanes (Spheniscus magellanicus)”. Es más, añade, “incluso en Nueva Zelandia hay avistamientos muy comunes y los consideran normales”, al punto que “allá no intervienen si un ejemplar aparece en una playa”.

Foca leopardo varado en Mar del Plata en 2020. FOTO: Marco Rizzi (La Nación)
Foca leopardo varado en Mar del Plata en 2020. FOTO: Marco Rizzi (La Nación)

En este caso, se trataba de una foca leopardo macho y juvenil, “a juzgar por el tamaño, porque estaba cerca de los 100 kilos”, dice Javier, quien considera que los adultos pueden quintuplicar ese peso.

La especie está ubicada en la categoría de preocupación menor, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Su captura y caza en la Antártica está completamente prohibida, mientras que aún es grande la incógnita sobre los efectos que implicaría el cambio climático en sus poblaciones, con temperaturas más altas y menos superficie congelada disponible.

Pasan la mayor parte del tiempo en el agua, incluso hasta se aparean ahí. Cuando están en el hielo (o en tierra) suele ser porque están descansando. Como se sumergen en las profundidades durante buena parte del día, se hace difícil estimar cuántos individuos hay en el planeta.

Foca leopardo joven. FOTO: Invdes
Foca leopardo joven. FOTO: Invdes

Una hocico “impresionante”

Era la primera vez y, por lo tanto, tuvieron que improvisar.

“No teníamos una jaula especialmente para ella, jamás la hubiéramos estado esperando”, cuenta el director de Chiloé Silvestre. La pusieron en seco en un espacio “más o menos grande”, al ser “un animal que no es muy común de recibir”.

Así y todo, el lugar donde la ubicaron era, al mismo tiempo, lo suficientemente reducido para efectuar el tratamiento, el cual incluyó inyectarle suero a través de la jaula, con el resguardo de que pudiese morder.

Aunque los primeros tres días estuvo muy débil, casi no se movía.

Con un apetito voraz, los leopardos marinos se alimentan de krill, peces, calamares, jibias, pingüinos, aves varias e incluso otras especies de focas. Todo lo que pillen y les entre en el hocico. Seguramente esa dieta tan carnívora, sumado a su estilo de vida solitario, y su nombre que hace referencia a otro gran depredador, han agrandado el mito que envuelve a la especie.

Foca leopardo caza a pingüino. FOTO: Amos Nachoum
Foca leopardo caza a pingüino. FOTO: Amos Nachoum

“Tienen fama de agresivas, de hecho, dicen que son de las más agresivas que existen”, dice Javier. Sin embargo, “ella estuvo muy tranquila”; es más, “los primeros días nunca hizo ningún intento de atacarnos”. Cuando la pinchaban se movía, molesta, aunque sin agredir a sus cuidados.

Aun así, relata, nosotros “siempre con miedo, porque igual es un animal de cien kilos, bastante fuerte, y con la mandíbula muy peligrosa también”, llena de afilados dientes, sobre todo sus grandes caninos.

Guillermo Rodríguez, de Mundomar, institución dedicada al rescate y rehabilitación de fauna marina, ha recibido cuatro de estas focas encontradas en las regiones de Valparaíso y Coquimbo; tiene experiencia con varios individuos de este animal solitario.

Coincide con Javier sobre este animal al que califica como “extremadamente inteligente”. Pero lo que más le sorprendió fue “que sean tan observadores y dóciles”, porque “esperaba un animal agresivo, pero realmente ninguno intentó atacarnos o morder cuando hacíamos las maniobras médicas; esto no es normal en un animal salvaje”, por lo que “fue una experiencia extraordinaria”.

La joven foca tras haber sido rescatada para su reinserción. FOTO: Javier Cabello
La joven foca tras haber sido rescatada para su reinserción. FOTO: Javier Cabello

Como sea, igual Javier describe su hocico como “impresionante”. De hecho, “de repente bostezaba y se le veía ese ángulo que tiene en la mandíbula, que es bastante grande, y con unos dientes que tienen como tres puntas’', describe. “Te da susto”.

“Pero se portó bien”, dice.

El flagelo del calor

Desde el primer momento partieron con la fluidoterapia, al inyectarle vitaminas y glucosa, energía a la vena. Al cuarto día, ya más recuperada, la foca se empezó a mover, juntaba fuerzas.

El tratamiento surtía efecto.

Mientras, Guillermo Rodríguez recuerda las focas leopardo que tuvieron en Mundomar. Las cuatro llegaron con extrema delgadez, parasitismo e hipertermia (una de ellas también venía con neumonía).

Foca leopardo en rehabilitación. FOTO: Fundación Mundomar
Foca leopardo en rehabilitación. FOTO: Fundación Mundomar

Lo “más difícil” fue controlar las altas temperaturas corporales, porque “literalmente hierven, están muy calientes”, asegura. Ante esos críticos escenarios, “tuvimos que construir una cámara de emergencia y refrigerar el agua”, mientras que las focas “comieron relativamente rápido, sin inconvenientes”. Además, comenta, “lo llamativo fueron sus heces color rojo, por su alimentación con krill, y las plumas de varias especies de aves”.

La hipertermia, explica, les da cuando salen del agua que, por la corriente de Humboldt, está a entre 8° y 12°C. Muchos de estos individuos aparecen en las costas de latitudes más nortinas durante agosto y septiembre, por lo que la temperatura en tierra puede alcanzar los 25°C, es decir, un “calor tremendo” para lo que están acostumbradas.

Salen del mar para descansar, “y ahí empiezan los problemas”, declara el veterinario.

“El agua absorbe el calor constantemente, pero el aire no, entonces empieza a sobrecalentarse”, explica. A ello se suma que sus principales fuentes de alimento, como el krill y los pingüinos, abundan más hacia el sur; por lo tanto, hacia el norte “no hay tanta comida y empiezan a adelgazar”. Y en caso de que estén con parásitos, lanza, “es la tormenta perfecta”.

Foca leopardo muestra sus grandes dientes. FOTO: Fundación Mundomar
Foca leopardo muestra sus grandes dientes. FOTO: Fundación Mundomar

Débiles, salen del agua para descansar, el calor arremete con fuerza y se deshidratan, sobre todo porque dejan de comer, en vista que “los mamíferos marinos solo toman agua endógena”, es decir, “la que obtienen de su alimento”.

Al final, tres de cuatro sobrevivieron, para finalmente ser liberados en las costas de Pichilemu, Región de O’Higgins, y el Canal de Chacao, donde se separa el suroeste del continente con Chiloé.

La última decisión

Las heridas rosadas y rojizas que tenía, como si hubiera sido atacada con enormes garras, no eran fáciles de tratar. Cualquier mala reacción de la foca habría sido un peligro para el personal de Chiloé Silvestre.

Sedarla para tratarla no era una opción.

Foca leopardo entra al agua. FOTO: Fundación Mundomar
Foca leopardo entra al agua. FOTO: Fundación Mundomar

Los pinnípedos, explica Javier —que ya ha tratado con lobos marinos en el centro de rehabilitación—, “son bien complicados de sedar o anestesiar, porque hay muchos riesgos de que mueran”. Ello se debe a que su sistema fisiológico ha evolucionado para pausar la entrada de aire a los pulmones y, por lo tanto, si se los pone en estado de adormecimiento, “a veces entran en apnea, que es aguantar la respiración, y puede que no salgan de ahí”.

Las focas tranquilamente pueden pasar 30 minutos de corrido bajo el agua.

“Está descrito en varios artículos, sobre todo en Norteamérica, con el lobo de california (Zalophus californianus), en que siempre hay porcentajes de animales que fallecen”, remarca.

Y era la primera vez que ellos tenían un leopardo marino. No querían arriesgarse a una muerte así.

Foca leopardo en el hielo antártico. FOTO: NatGeo
Foca leopardo en el hielo antártico. FOTO: NatGeo

Tampoco lograron que comiera, a pesar de que los suplementos le daban energía. “No sabemos bien por qué”, dice, aunque suele pasar “con algunos animales que están en cautiverio que se estresan tanto que no comen”, una experiencia que también les ha ocurrido, por ejemplo, con los lobos finos (Arctocephalus australis).

En este caso, una de las razones que podrían haber aumentado su estrés es que el espacio donde estuvo pudo ser algo pequeño, una decisión que, en parte, se debió al potencial peligro que habría significado darle tanto margen de movimiento a un animal como ese.

“Quizá tampoco dimos con la dieta adecuada que comen”, supone. “Puede que no le haya apetecido ese tipo de comida”.

Ya casi tres semanas después de su arribo al centro, el miércoles 25 de agosto, en Chiloé Silvestre tomaron una decisión.

La gente de Chiloé Silvestre junto a la foca antes de su liberación. FOTO: Chiloé Silvestre
La gente de Chiloé Silvestre junto a la foca antes de su liberación. FOTO: Chiloé Silvestre

Aunque las heridas estaban mejor y eran más bien “superficiales”, aún no terminaban de cicatrizar. “Preferimos que vuelva a su estado natural para que pueda conseguir alimento”, explica Javier. “Eso marcó la decisión de liberarla”.

Se contactaron con el Sernapesca, que tiene la potestad para trasladar animales silvestres, para concretar: “Vinieron a buscarlo y lo fueron a liberar en una zona más o menos cercana”. Más tarde, desde la institución estatal les mandaron un video: “Ahí se ve cómo de a poquito se va metiendo al agua”. Así inició su segunda chance en la vida silvestre.

Y se encontraba mejor.

Cuando la habían capturado, prácticamente permanecía quieta, sin fuerzas ni ganas de nada. “Pero ahora sí”, dice Javier, optimista. “Cuando se fue, se notaba que se movía bastante mejor”.

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