Crítica de cine - Karate Kid: Leyendas, dos películas en una que no logran funcionar

La nueva entrega de la saga intenta unir la saga original con el reinicio de 2010 bajo la idea de un legado compartido, pero termina dividida entre el fanservice forzado y una historia deportiva que apenas logra sostenerse en pie.

Sin duda, lo primero que destaca en Karate Kid: Leyendas —la nueva película de la franquicia que ha estado en la palestra en los últimos años gracias a la ya concluida serie Cobra Kai— es su intento por unificar lo que parecía irreconciliable: la saga clásica del maestro Miyagi y Daniel LaRusso con el reinicio de 2010 protagonizado por Jackie Chan y Jaden Smith.

Dicho objetivo se concreta a través del eslogan “dos ramas, un árbol”, lo que no solo representa un guiño temático que incluye una escena de Karate Kid II rearmada —aparentemente con IA— para revelar una conversación desconocida de la saga, sino que también es el corazón narrativo de esta nueva propuesta dirigida por Jonathan Entwistle en su debut cinematográfico, tras ser productor y director de series como Esta mierda me supera y The End of the F**ing World*.

En ese escenario, y según revela la primera escena, el ancestro que fundó el estilo Miyagi-Do sufrió un accidente marítimo mientras pescaba, llegó a las costas chinas, conoció a un antepasado del maestro Han e incorporó influencias del kung-fu, trazando así un puente múltiple entre Japón, China, las dos familias y las dos líneas de la franquicia.

Aunque esa es una idea interesante en el papel —más allá de que se la hayan sacado desde el culo, pues la película de 2010 nunca explicó por qué se llamaba Karate Kid si en realidad abordaba el kung-fu—, en la práctica el resultado da pie a que todo se sienta como dos películas en una. Y solo una de ellas funciona un poco.

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La parte que sigue al joven protagonista chino —quien llega a Nueva York y conecta con una familia dueña de una pizzería mientras carga la mochila de una tragedia que lo marcó junto a su familia— logra sustentarse dentro del molde clásico del cine deportivo. Es una historia de superación, disciplina y conexión emocional, predecible pero efectiva.

La otra mitad, sin embargo, se siente completamente insertada a la fuerza. El regreso de Daniel LaRusso y la mitología de Miyagi-Do, que no menciona a la historia vista en la serie Cobra Kai, por lo que no requieren estar al día con el canon de la franquicia, se instalan más como una obligación de fanservice que como una integración narrativa orgánica.

Lo mismo ocurre con el traslado del maestro Han desde China a Nueva York, lo que también evidencia cómo muchos sucesos de la película se sienten forzados y sin justificación.

Y por ese tipo de cosas, el resultado final termina siendo una serie de injertos narrativos que no terminan de cuajar, algo que se refleja especialmente en lo que concierne a Ralph Macchio, quien también se siente como pez fuera del agua.

Todo eso refuerza que el intento de crear una continuidad histórica entre las dos sagas termina restando más que sumando, distrayendo del núcleo dramático de su joven protagonista que sí logra generar más peso emocional.

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No sorprende tampoco que la película transite por la senda que conecta a Karate Kid con el ADN de Rocky, algo inevitable si se recuerda que John G. Avildsen dirigió tanto la primera entrega de Rocky como la trilogía original de Karate Kid. Por eso, aquí una vez más estén presentes la estructura clásica del entrenamiento, el obstáculo personal y el gran desafío final, aunque sin demasiada frescura.

De hecho, solo basta agregar que en su tramo final, Karate Kid: Leyendas se descompone completamente en una serie de clichés predecibles que le restan impacto emocional a la resolución. Tampoco ayuda que el uso excesivo de pantallas verdes subraye lo artificial de su pelea final entre los rascacielos de la Gran Manzana, que también se siente sacada desde el trasero. Sí, otra más.

Lo peor de todo es que ese torneo culminante, que debería ser el clímax dramático, se siente más como un trámite que como una verdadera prueba de transformación. Tampoco ayuda que intenten darle frescura al desafío con elementos visuales sacados de videojuegos, no solo porque ya hemos visto eso muchas veces, sino porque no calza con la cinematografía más clásica que sostiene la mitad que sí funciona de la película.

En ese sentido, a pesar de que Karate Kid: Leyendas quiere unir generaciones y expandir el árbol genealógico del Miyagi-Do, termina partiéndose entre una nostalgia mal ensamblada y una historia nueva que, aunque correcta, no logra brillar por sí sola. Y eso solo subraya que el árbol no puede ser frondoso con una sola rama más fuerte sosteniendo unas pocas flores.

Karate Kid: Leyendas ya está disponible en cines.

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