Hoy en la columna de Scarleth Cárdenas: "El trauma no tiene plazo"

Pido disculpas por la crudeza del testimonio, pero quiero compartir vivencias del Chile de hoy. Una niñita de 8 años comenzó a ser -sistemáticamente- abusada por su propio padre. Cuando su madre se enteró -lejos de denunciar al violador y proteger a su hija- comenzó a llevar a la niñita al dormitorio del padre.

Apenas llegada la adolescencia, la niña debió enfrentar el embarazo. Esperaba al hijo de su propio padre. Fue entonces, que la abuela -envuelta en la rabia y la impotencia- acudió a denunciar al culpable.

Lo que acabo de relatar es uno de los testimonios recogidos por la Comisión de Salud del Senado, mientras se discutía si niñas como ella tendrían derecho -o no- a interrumpir el embarazo. Niñas víctimas de abusos y de un embarazo que jamás buscaron.

Me permito contar esta historia para que hoy todos entiendan que para un niño o niña superar la amenaza, el miedo, elaborar lo vivido y sacar la voz, puede tomar 20 años. Los niños entienden de ternura, no tienen cómo defenderse de la agresión, el terror ni cómo salir de la parálisis.

En el 90% de los casos, los abusadores y violadores son familiares o amigos cercanos, que los amenazan para que mantengan el silencio. Y a veces -aunque nos desgarre el alma- ni siquiera encuentran apoyo en su propia familia.

¿A esos niños Chile les iba a decir que el abuso sexual prescribe en cuestión de años? ¿Y que el responsable no va a pagar con ni un solo día en la cárcel? El tiempo siempre corre a favor de los abusadores. El miedo, el daño, la vergüenza y el trauma no tienen plazo.

Hoy, la violación prescribe a los 10 años. Plazo que comienza a correr desde que la víctima cumple los 18 años. ¿De qué lado estamos? Me pregunté esta semana: ¿Del lado de las víctimas o de los abusadores? Al ministro de Justicia le costó convencerse.

Proponía 30 años y el Presidente de la República -en cuestión de horas- zanjó las cosas: el Abuso Sexual contra niños debe ser declarado un delito imprescriptible. Cuando ese niño o niña encuentre el momento de elaborar su relato, tendrá derecho de contarlo a los tribunales, para que la Justicia envíe a la cárcel al violador.

A eso desafiamos al Congreso: ¿De qué lado están? Pedir la pena de muerte es un grito al vacío: populismo. Abolimos la pena de muerte porque firmamos el Pacto de San José de Costa Rica y no la podemos reponer. ¿Endurecemos las condenas, entonces? Ojalá. Aunque sabemos que las penas no inhiben a los delincuentes.

Pero han de saber que un enfermo de esa calaña, que viola a un niño y no tiene castigo, buscará a otra víctima porque sabe que puede zafar. Y alguien que sale pronto de la cárcel, seguramente, sentirá que "es barato" abusar y seguirá. Digamos "No más".

Aprendí todo esto gracias dos grandes personas que admiro profundamente: la sicóloga Vinka Jackson y el médico cirujano James Hamilton. Ambos sobrevivientes de abuso sexual, que han puesto su trabajo honesto y comprometido -por años- para poner de cabeza a Chile y a la iglesia católica mundial. En homenaje a tantas niñas y niños abusados, NO MÁS. A eso estamos siendo desafiados y espero un Gobierno y un Congreso a la altura, porque toda historia se puede cambiar.

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