De los niños y extranjeros de la Esmeralda a la trastienda de la arenga de Prat: Historias desconocidas del Combate Naval de Iquique

El enfrentamiento del 21 de mayo de 1879 dejó varias historias desconocidas que recogemos en el diario pop; la participación de adolescentes y extranjeros (entre ellos un peruano y un boliviano) a bordo de la Esmeralda; el uso de la táctica del abordaje que estaba en desuso en la época; la explicación a las cajones que se vieron flotando en el mar tras el hundimiento del buque chileno; y la pista que permite explicar cómo se conoció la célebre arenga de Prat.

El hundimiento de la Esmeralda, el salto de Arturo Prat al Huáscar y el noble gesto del capitán Miguel Grau con sus restos, son las escenas más referidas sobre el Combate Naval de Iquique. Pero el enfrentamiento más simbólico de la campaña naval de la Guerra del Pacífico, ocurrido el 21 de mayo de 1879, tiene además otras pequeñas historias menos conocidas en la noche de los tiempos.

¿Un barco almacén?

Buena parte de los detalles sobre el combate que empeñaron la corbeta Esmeralda y el monitor Huáscar, se llegaron a conocer durante los días posteriores al enfrentamiento. En notas breves enviados por telégrafo o en crónicas largas que llegaban vía barco -en el caso chileno, desde Antofagasta-, los testigos de la batalla revelaron algunas informaciones sobre lo ocurrido.

Por ejemplo, una crónica publicada en El Comercio, de Lima, al día siguiente del combate detalla el momento en que la Esmeralda se hundió, tras recibir los tres golpes del espolón del buque peruano. "Se inclinó hacia estribor, que fue por donde el ariete la cortó, y algunos segundos después se hundió siempre de proa. El pabellón chileno fue lo último que halló tumba en el mar".

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Hundimiento de la Esmeralda durante la batalla de Iquique. Óleo de Thomas Somerscales[/caption]

A continuación, en el relato se añaden algunas observaciones. "La Esmeralda era una especie de almacén o depósito de la escuadra chilena en que se encontraba víveres, armamento, municiones y otros recursos de todo género. No es, pues, extraño que después de haberse hundido, se haya visto a flote cajones de distintas clases y tamaños".

¿Era la Esmeralda un barco almacén? el historiador y experto en la Guerra del Pacífico, Rafael Mellafe, lo descarta. Aunque era uno de los buques más débiles de la escuadra, y por tal razón fue dejado en Iquique junto a la Covadonga mientras el resto de la escuadra navegaba rumbo al Callao, era una nave de guerra. "La corbeta Esmeralda no era un buque almacén, era uno de guerra y así estaba consignado en la Armada de Chile", cuenta, tajante, en charla con La Cuarta.

"Ahora bien, todos los buques llevan cajones donde almacenan cosas como ropa, cuerdas, elementos para curar heridas, comida, y un largo etcétera -explica Mellafe respecto a la observación del narrador peruano-. Esto se debe a que todos los elementos dentro de una nave deben estar debidamente almacenados en los distintos pañoles y 'trincados', es decir, asegurados para que no se caigan o estropeen con el movimiento de la navegación que puede ser bastante fuerte dependiendo del estado de la mar".

Para el experto, la narración de la época debe leerse al calor de la tensión del momento. "Las crónicas de prensa peruanas tendían a minimizar al enemigo, sea para enaltecer a sus fuerzas o para crear una imagen de debilidad chilena".

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Monumento a los Héroes de Iquique en 1886[/caption]

¡Al abordaje, muchachos!

Acaso uno de los momentos más recordados del combate, es el abordaje del capitán Arturo Prat. Tras el primer impacto del espolón del Huáscar sobre la Esmeralda, Prat saltó a la cubierta del monitor. La historia cuenta que avanzó algunos metros, hasta que fue abatido.

En la prensa de la época, el abordaje de Prat fue mencionado casi desde los primeros reportes. "Su comandante, seguido de cuatro más, saltaron sobre la cubierta del Huáscar, con hachas de abordaje en la mano; pero casi al instante el heroico Prat recibía una herida en la cabeza", se lee en la edición de El Ferrocarril publicado el 29 de mayo. Hoy se sabe que solo le acompañó el sargento Juan de Dios Aldea, y otro marino intentó seguirles, pero no alcanzó a llegar a bordo de la nave enemiga.

La jugada de Prat, fue al todo o nada. Sabía que su vieja corbeta de madera (tenía 24 años de servicio al momento del combate), poco podía hacer ante el monitor peruano, pero intentó llevarse el triunfo con una maniobra casi en retirada de la guerra naval en el último tercio del siglo XIX. Los cambios habían sido rápidos; con la revolución industrial y la Guerra Civil de Secesión en EE.UU, los buques blindados -como el Huáscar- comenzaron a imponerse en los mares.

"Debido al aumento en la distancia de tiro de los cañones navales de la época, hablamos de más de 2.000 metros y la capacidad de maniobra de los buques, para la segunda mitad del siglo XIX el abordaje estaba en desuso, sin embargo al momento en que dos naves en batalla abarloaban -es decir, situaban sus costados uno contra otro-, era una práctica habitual de guerra", explica Rafael Mellafe.

Como sabia que en el intercambio de tiros, poco tenía que hacer, el capitán chileno intentó decidir el combate en otro terreno. "En teoría si el capitán Prat hubiese abordado con gran parte de su gente al Huáscar, podría haber obtenido la victoria", señala Mellafe.

"En una opinión muy personal creo que la acción en Iquique aquel 21 de mayo de 1879 estaba decidida desde un inicio y por lo mismo es que la decisión de Prat, sus oficiales y tripulación de sostener ese desigual combate los enaltece aún más", agrega.

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El abordaje de Prat. Óleo de Pedro Subercaseaux[/caption]

Niños a bordo

Entre los caídos en batalla durante la jornada del 21 de mayo, estuvo el joven Gaspar Cabrales, un muchacho de quince años que servía como corneta de órdenes en el buque. Pero no era el único.

"En rigor eran muchachos de 12 o más años -explica Rafael Mellafe-. Además de Gaspar Cabrales de 15 años, encontramos a José Emilio Amigo (en alguna publicaciones aparece de 10 años y en otras de 12), Gregorio Araya de 16 años, José Briceño de 15 y Pantaleón Cortés de 18".

Tal como Cabrales, los más jóvenes de la tripulación cumplían varias funciones a bordo. "Principalmente como ayudantes de los cirujanos, cornetas, fusileros y por la misma agilidad de la juventud, acarrear las balas y pólvora desde la Santa Bárbara del Buque hasta cubierta".

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Juan Bravo, grumete de la Covadonga. Peleó en Punta Gruesa con solo 14 años.[/caption]

No solo se engancharon jóvenes en la Armada durante el conflicto, también en el Ejército. "Normalmente formaban parte de las bandas de músicos (tambores) hasta que tuvieran la fuerza suficiente para portar armas, recordemos que los fusiles pesaban poco más de 4 Kg", cuenta el autor de la novela Tres caminos a Tacna.

Pero durante la guerra, los jóvenes no sólo acarreaban pólvora o tocaban tambores a degüello. En algunos casos podían hacer carrera en el escalafón militar. "Los que sabían leer y escribir pasaban a ser oficiales como Luis Cruz Martínez, Arturo Benavides Santos, Julio Montt Salamanca, Arturo Pérez Canto y tantos más", cuenta Mellafe, usando como ejemplo a parte de los oficiales muertos durante el Combate de la Concepción, en 1883.

Los "gringos" de la Esmeralda

Al revisar la nómina de tripulantes de la Esmeralda, llaman la atención nombres que no suenan al de un chileno promedio. La explicación es que en buque trabajaban algunos efectivos que llegaron desde otros puntos del mundo.

"No es de extrañar la presencia de extranjeros en las naves tanto chilenas como peruanas -explica Rafael Mellafe-. En la dotación de la Esmeralda encontramos al contramaestre Milcavi, griego; Antonio Horwath, alemán; Juan Lasen, belga y un tripulante peruano y otro boliviano. El ingeniero Hyatt estaba a cargo de la máquina de la Esmeralda y era norteamericano, los mismo que Samuel McMahon que cumplía las mismas funciones en el Huáscar".

¿Por qué se enganchaban los foráneos? las razones son variadas, pero en el Chile de mediados del XIX, el desarrollo comercial de Valparaíso, y el foco generado por el auge de la minería de la plata en el norte, atrajo a aventureros y tripulantes de otras naciones.

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Cubierta de la Esmeralda en 1861[/caption]

"Por lo general, las tripulaciones de los buques se completaban con marinos que estaban disponibles en el puerto, fuesen extranjeros o chilenos -detalla Mellafe-. En el caso de los chileno eran boteros, pescadores o estibadores del puerto, en tanto los extranjeros eran marinos que se habían quedado en el puerto por haber abandonado, por las más variadas razones, los barcos en los cuales habían llegado".

¿En qué trabajaban los marinos extranjeros? según Mellafe, eso lo definía su especialidad. "Las funciones que cumplían eran las que normalmente estaban acostumbrados a hacer en sus trabajos previos, desde artilleros como los del Huáscar, maquinistas, fogoneros, etc".

En el Huáscar, al menos hasta el comienzo de la guerra había tripulación chilena. "Eran los artilleros de la torre de Coles -explica Mellafe-. Fueron desembarcados y expulsados del Perú".

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Muerte de Arturo Prat. Óleo de Thomas Somerscales[/caption]

¿Cómo se conoció la arenga de Prat?

Probablemente, la arenga del capitán Prat a su tripulación en los momentos previos al combate, aquella de "la contienda es desigual", es la más conocida y repetida por los escolares chilenos. Sin embargo, esta no se menciona en las primeras informaciones publicadas en los diarios de la capital, por lo que cabe preguntarse cómo fue que ese discurso llegó hasta nuestros días.

Para Rafael Mellafe, la clave está en las cartas escritas por los oficiales sobrevivientes que fueron mantenidos en condición de prisioneros en Iquique. "En las cartas que enviaron, en casi todas hablan de la arenga, la que palabras más, palabras menos, es lo mismo. De ahí surge todo esto. Había siete oficiales superiores presos. Ahora, yo creo que se tienen que haber juntado y entre todos fueron recordando lo que dijo el comandante, creo que evidentemente ahí se pusieron de acuerdo".

El parte oficial del combate fue escrito por el Teniente Luis Uribe, quien asumió el mando de la Esmeralda tras la muerte de Prat. Este documento fue publicado en El Ferrocarril el 31 de mayo, y en sus líneas se menciona la arenga, más menos en la forma que se conoce actualmente.

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