Parte el año con el pie derechísimo ante su arribo al Contigo en la mañana (CHV). Desde niño se impactó con fuertes golpes vitales que lo forjaron. Un poco actor, un poco conductor, reconoce que su carrera ha sido un “poquito lenta. Hoy cosecha frutos: ”Voy camino a mi mejor momento", manifiesta.
“¿De qué no quieres hablar?”. Una pregunta que tantas veces pronunció Eduardo de la Iglesia Schuffeneger (43). Cada una de las cientos de entrevistas que hizo en Todo va a estar bien (Vía X) arrancaba con esa frase dirigida a distintas figuras del quehacer y la memoria colectiva local. Ahora, en entrevista con La Cuarta, al ser redirigida esa interrogante hacia él, contesta, levemente dubitativo, pero claro:
—En general hablo de todo... Conductor de un programa que le gusta que se abra un espacio de conversación, y empezar a decir que “no” no es lo mío. Hay cosas que protejo un poco más, pongo un límite; pero la censura a priori, no.
Por aquellos días, el animador había llegado a acuerdo con Chilevisión para sumarse al Contigo en la mañana desde el 3 de marzo, donde conformará la tétrada central con Julio César Rodríguez, Andrea Arístegui y Allison Göhler.
Pero el camino ha sido largo, según relata en entrevista para La Firme. Desde niño sintió atracción por los escenarios, por captar la atención. La infancia como lo conocía se quebró con la abrupta muerte de su madre en un accidente de tránsito, que marcaría una serie de hitos vitales hacia adelante. Se vio seducido por la actuación y dio sus primeros pasos televisivos en su tierra natal. Sus diez años en La Red, con amargo final, lo formaron y fortalecieron. Y respaldado por el público y las buenas críticas de Todo va a estar bien, ahora aterriza en la tele abierta en Machasa.
Sin embargo, el comunicador también se sincera sobre otros varios aspectos de su vida pública y privada como —por ejemplo—, anhelos televisivos y actores, su mirada política, su rol de padre, apuntes sobre sexo y su historia de amor con la periodista Pamela Ibarra, con quien ha encontrado en el eterno coqueteo una fórmula para nutrir su matrimonio; de hecho, agarra su celular y muestra los mensajes que ambos, tiernamente, han intercambiado por chat durante el día: “Hola, tú”, “Hola, ¿cómo estás?”, “Buen día” y coloridos emoticones de corazones.
Eso y un tanto más, a continuación.
LA FIRME CON EDUARDO DE LA IGLESIA
Tengo miles de recuerdos de mi infancia en Reñaca, pero uno bonito es mi vieja, mi viejo, mis hermanos, Francisca y Leo, abriendo los regalos de Navidad el 25 de diciembre en la mañana, que éramos de los que celebrábamos Navidad en la mañana. Despertamos con toda la ansiedad de que hubiese pasado el Viejito Pascuero, y con mis viejos en pijama abriendo los regalos a los pies del árbol, con un rico desayuno hecho por mi vieja. Un regalo que recuerdo es el uniforme Colo Colo completo, una bicicleta heredada de mi primo y la clásica pelota, todos los años me llegaba una pelota.
La primera vez que me subí a un escenario fue a los cuatros años, jaja, chico. Me lo ofrecieron, jajaja. Salía del jardín mi hermano chico, Leo, y querían que un cabro un poco más grande “condujera” la ceremonia de graduación de los del kinder, y mi mamá dijo: “Eduardo lo puede hacer”. Me vistieron con mocasines, calcetines con vuelitos cortos, bermuda, una camisa blanca con vuelitos, humita y un gorro clásico de graduación; y en el jardín infantil frente a todas las mamás y los niños me tocó conducir. Es mi primer recuerdo animando algo. Creo que me entretuvo la atención, las miradas, sentir que tenía la atención de todos.
Me habría encantado ser cantante. No soy cantante, no podría, pero me gusta mucho hacerlo; de repente en el Todo va a estar y en la radio (Metro) canturreo. Habría sido cantante feliz. Tengo un recuerdo: unos tíos se casaron en la casa de mis papás, en un jardín muy bonito, y estaba todo el mundo invitado; y con mi hermana teníamos que cantar una canción: Ya te llegó la hora fatal, de que te cases con este animal...”. Yo tenía tres años y mi hermana era la que haría el show y yo a su lado. Y la hora de los qué hubo mi hermana arrugó, le dio pataleta, no quiso y dije: “Yo lo hago”, y salí solo cantando. Creo que de chico tuve patas pal escenario.
Mi mamá murió cuando yo tenía siete años en un accidente automovilístico. Tengo muchísimos recuerdos de ella. Mi recuerdo más potente es el de su alegría, era muy sociable, muy alegre y cariñosa, preocupada de nosotros, detallista y trabajadora. Mi vieja es una inspiración. Ella entraba a un lugar y todo el mundo se daba cuenta de que ya está ahí. Era maravillosa.
El recuerdo de mi madre pasa por etapas. Cuando chico era de mucha angustia, vergüenza incluso de no tenerla; ser el único de mi curso que no tenía mamá me avergonzaba; después, en la adolescencia, descubrí que esa vergüenza era pena. Empecé a echar de menos, a darme cuenta que necesitaba algo que es imposible que alguien lo reemplace o que tú puedas tener. Después me casé, tuve hijos y ahí también hubo un duelo nuevo: sentir que tus hijos no tienen a esa abuela. Después hay algo que uno empieza a aprender a vivir con eso, como una resignación y sentir también que ella siempre está; una cosa es no volver a verla ni tocarla, y otra es sentir que está ausente. Yo la siento súper presente en nuestra vida. Mi mamá está presente en mí y en mis hermanos, todo el tiempo, para bien. Después ese recuerdo se transforma en un sabor más dulce, que es lo que nos pasa hoy.
Con la muerte de mi madre dejé de ser niño, porque nos pasó algo muy traumático muy chicos. Eso generó un montón de cambios en la casa, en la familia y en nuestro día a día, que que nos obligó a crecer a mí y a mis hermanos. Esa infancia como yo la conocía, con este recuerdo navideño por ejemplo, se acabó. Para mi viejo era imposible recrear o reemplazar a mi vieja, por más que hizo lo mejor que pudo con las herramientas que tenía. Era imposible. Despertamos a una realidad que era dura, más difícil y que nos costó harto sobrellevar... Me lo he planteado hartas veces: “¿Qué hubiese preferido? ¿Poder despedirla si hubiese tenido una enfermedad? ¿O lo que pasó, que fue muy repentino, un accidente automovilístico”. No hay respuesta. Con una enfermedad la hubiese visto sufrir, habría sido una agonía no sólo para ella, sino para toda la familia. De alguna manera con el tiempo uno logra despedirse, a pesar de lo traumático que fue.
Mi viejo se volvió un poco ermitaño, la muerte de mi mamá lo afectó mucho; se desconectó un poco del mundo, se fue pa’dentro, de hecho estuvo mucho tiempo en la casa sin salir ni nada. Él era casado, se separó, se casó con mi mamá, encontró el amor de su vida, estuvieron diez años juntos y, de pronto, se ve viudo con con cuatro hijos, el más chico de tres meses. Era muy difícil para él sobrellevar esa situación. Se aisló, le costó muchísimo salir adelante. Hoy día ya el recuerdo es más bonito, pero le costó mucho; lo hizo porque es un tipo muy fuerte. Somos siete hermanos; las dos mayores del primer matrimonio de mi papá, después venimos nosotros cuatro, y un último concho, que es de otra relación de mi papá. Tenemos una relación muy cariñosa. Son tres mujeres, y yo soy el mayor de los hombres en una familia algo machista, jaja, así que soy el hermano mayor también.
Sufrí el maltrato físico y sicológico de una madrastra... Lo hablé en su momento (en Más vale tarde, 2016), lo conté, me pareció que era importante relevar; había estallado el tema del Sename. Me parecía importante porque está bien invisibilizado, mucho más allá de lo que pase en el Sename: lo que pasa en las casas. Esa revelación tuvo harto costo familiar, fue muy difícil, porque tengo un hermano de esa relación de mi viejo. Por protección a mi familia y respeto a mi hermano, decidí no volver a hablar del tema, porque genera dolor y hay una herida que hay que entrar a cicatrizar. Lo toqué en su momento porque era importante que se visibilizara, así sucedió, se instaló el tema, se conversó en algunas partes, y hoy hay más consciencia; no por mí, sino porque muchas otras personas hablaron sobre la materia. Pero hoy trato de cuidar a mi familia. Siento que valió la pena. Si uno toma una decisión de esas características, arrepentirse no es parte de mi ecuación. Uno asume los costos porque lo decidió en algún momento.
Estuve en el mismo colegio que Martín Cárcamo. Era unos años mayor que yo, pero fue mi tutor cuando yo estaba en quinto básico; él estaba en tercero o cuarto medio. Nos conocemos de toda la vida, nuestras familias también; conozco a la suya desde hace años. Viña es un mundo muy pequeño. Tengo muy buena onda con Martín. Hemos recorrido un camino “similar”, de mucho sacrificio, abriendo espacio de a poco. A Martín también le costó muchísimo. Estuvo ahí durante mucho tiempo “haciendo el servicio militar” en la tele, igual que yo. En ese tiempo estaba (Felipe) Camiroaga en TVN y Martín estuvo ahí pacientemente. Entonces, hay un respeto por las carreras y cariño porque nos conocemos. Admiración mutua, creo yo, al menos mía hacia él. Martín llegó a Viña, ha hecho matinales súper exitosos, apostado por la entretención. Es un tipo que se la ha jugado.
Mi papá me cambió del colegio Mackay a uno público. Salí de la burbuja. Descubrí, después de haber pasado por la educación más privilegiada, bilingüe y exclusiva, una realidad completamente distinta que no tenía idea que existía. A los 12 o 13 años, en sexto o séptimo básico, fue bien chocante el impacto de la diferencia. Pasé de un colegio con gimnasio, canchas de rugby y fútbol, a una escuela con cancha de tierra, con arcos sin mallas, donde los libros eran regalados y ministeriales, y el desayuno en el recreo era un galletón con leche. No lo entendía porque no conocía, no lo sabía. Además, el Mackay era de hombres, y esta otra escuela era mixta. Descubrí a las mujeres, no las había visto; o sea, las veía en la calle, pero no había relación diaria. Fue espectacular, como si hubieran soltado un perro en la playa; corría de allá pa’ acá, para todos lados: una bestia.
Se me abrió la cabeza: ir al colegio con el hijo de un microbusero, de un taxista o de jardinero, fue muy bonito. Hasta hoy tengo amistades muy profundas y queridas. Me abrió los ojos y me hizo tomar conciencia de algo que estaba al lado mío y no lo veía. Me definió como persona. Cuando uno conoce esa realidad muy tarde, la sensibilidad es distinta; normalmente uno la conoce en la universidad, dependiendo de la que uno vaya; ahí recién el mundo se abre un poquito y empiezas a ver realidades y gente que está becada, o que le fue muy bien en un liceo y que entró a esta universidad con nosotros; pero que no es parte de “nosotros”, como que viene de “allá”. Cuando un compañero que vive en una vivienda social te invita a dormir a su casa, almuerzas con él, ves que su mamá es trabajadora particular, una nana, y que él está solo, se alimenta solo y se cuida solo, y esa realidad no la habías visto nunca… te cambia la perspectiva completamente.
Me di cuenta de que hay gente que es pobre no porque sea floja, sino porque nacen pobres y su destino es ser pobres, porque, por más que se esfuercen, las oportunidades y herramientas que se les dan para salir adelante son malas. Eso me define, como ser humano, ni siquiera ideológica o políticamente; simplemente que ves la realidad y dices: “Esto hay que emparejarlo”. Está muy bien que haya gente a la que le vaya bien, que pueda acceder a los mejores colegios, a la mejor vida y a las mejores clínicas, está perfecto; pero hay que tratar de que los que no tienen esa oportunidad también la tengan. Sino estamos condenados a ser un país segregado, con heridas, distancia y resquemores. ¿Por qué en un país desarrollado el hijo del empresario y del jardinero pueden ir a la misma escuela y mirarse horizontalmente?
Estudié Teatro y una vez Herval Abreu me dijo que no actuaba “tan mal”. Siempre estuve en el escenario animando, desde cabro chico, ya en el colegio animaba festivales, animaba todo el tiempo. Salí de cuatro medio y se me dio al tiro la posibilidad de trabajar en televisión, a los 17 y 18 años. Quería estudiar algo que complementara mis “aptitudes” personales, y sentía que Periodismo se alejaba un poco de lo que yo quería hacer, que era un poco de más entretención y espectáculo, y dije: “Ah, voy a estudiar Actuación”, y mientras trabajaba estudiaba. Saqué la carrera en Viña del Mar, y para la gente de regiones es bien complejo insertarse, por ejemplo, en el mundo del teatro o de la televisión en Santiago, porque los castings y las audiciones son acá, y los directores y productores de los canales iban a las escuelas de teatro acá. Era muy difícil; sabía que en términos actorales sería super difícil desarrollarme. Postulamos a varios fondarts y concursos, y no ganamos nada, al punto que de mi generación se dedican muy pocos al teatro, muchos están en otras cosas.
Hice Media culpa, El día menos pensado y Más que amigos, hice varios personajes chiquitos o bolos, pero nunca solté la animación, en paralelo siempre estuve animando en UCV, Canal 13, en 3TV y La Red. Al final la vida se va desarrollando y desembocando también donde las oportunidades aparecen y uno siente que está haciendo algo. Y la animación se me dio. Después estudié Periodismo, dije: “Voy a crecer como conductor y animador, tengo todas estas habilidades histriónicas, pero las voy a con Periodismo”. Siento que me formé así.
Tuve tres pololas “importantes” y las tres me patearon a los dos años de pololeo. ¿Cuál era el factor que se repetía? Yo po', jajaja. Si tres pololas distintas me patearon a los dos años, algo tenía, jajajaja. No sé cuál será la razón, creo es todo una coincidencia. Venía con vencimiento, jajaja. Pero por eso a (mi esposa) al año y medio le pedí matrimonio. Me adelanté, para matar la mufa, jaja. Sufrí por amor, soy Piscis, intenso, soñador y todo, entonces me las sufría. Era de los que ponían música triste, jajajaja. Ese era yo. Latero. Hoy me doy cuenta de que son etapas y no tiene ni un sentido. Pero fui de sufrir.
A mi esposa, la Pame (Ibarra), la conocí en Viña, en Kamikaze, la discoteca, la saqué de ese ambiente, jajaja. Me veía como un amigo. Nos conocimos, pero no calzamos: ella estaba pololeando, o yo. Como seis años después coincidimos, los dos solteros, y ahí nunca más nos separamos. Creo que lo que le sedujo de mí fue mi simpatía, mi carisma inconmensurable, jajaja… No sé, la verdad, eso habría que preguntárselo a ella. Pero lo que a mí me gustó fue que podía ser yo mismo. Cuando encuentras a alguien con quien no tienes que cambiar, eres tú nomás, todo se hace más fácil. Nos demoramos como ocho meses en ponernos a pololear, salíamos, pero no pololeábamos. Yo no hacía la pregunta, porque no quería compromiso; venía saliendo de algunas relaciones y quería ser libre. Me pateó y me di cuenta de que la estaba embarrando. A las dos semanas volví con la cola entre las piernas y me dieron una oportunidad. Nos pusimos en serio y al tiro me di cuenta: “Esta es la mujer”. Yo vivía con un amigo mío, y el día que le pedí pololeo a ella, le manifesté a él: “Me voy a casar con esta mujer”. Y con ella me casé, al año y medio... Y bueno, ya llevamos catorce años casados.
Estuve muy guatón mucho tiempo, jajaja, me dejé estar y subí, mucho, mucho de peso. Me empecé a ordenar, a hacer un poco de deporte y decidí ponerle freno de mano a ese estilo de vida. Y a mediados del 2023 ya se acabó. Me ordené. Fui a la doctora, me empecé a cuidar, cambié mi estilo de vida, mi alimentación, un montón de cosas y bajé como 18 kilos. Más encima, me afeité un poquito más, tengo la barba más delgada, entonces me dicen: “Rejuveneciste, te quitaste años de encima”. Y no cachaba que estaba tan hecho pebre, jajaja, así que por eso yo creo que me lo dicen. No tengo ningún secreto.
El 2024 empecé a cuidarme, me hecho crema en la mañana, un serum, jaja —que vergüenza—, porque no me hecho nada, no soy de los que se cuida. Pero tomé conciencia respecto de la de la piel y me lavo la cara todas las mañanas con un producto especial, me hecho un serum, me hecho crema humectante y protector solar, todos los días. Rutina.
En el 2019 me hice una lipoescultura... ¿Qué relación tengo con mi cuerpo? Era un cí, porque me hice eso, salió perfecto, funcionó y seguía comiendo como chancho como siempre, entonces no servía de nada. Al final, no hay operación que sea más potente que el cambiar de mentalidad. Tuve la transformación más fuerte en mí: me empecé a cuidar y respetar. Dejé la cerveza de la semana, el traguito a media semana se acabó. Orden y chao. Empecé a ver resultados más permanentes, porque te puedes operar y hacer lo que quieras, pero si no cambias de la cabeza es difícil.
La pandemia sacó lo mejor y peor de nosotros. Vi egoísmo, gente que no respetaba las cuarentenas o que no usaba la mascarilla, o a los antivacunas. Pero a la vez había mucha solidaridad, mucha gente que conectaba con el desconocido y el del lado... En mi despertó un espíritu emprendedor, que fue súper poderoso, me sacó de mi zona de confort. Yo estaba súper tranquilo y bien, pero en un modo medio piloto automático. Y la pandemia me exigió al máximo: nos exigió como familia, como pareja con la Pame, y lo sacamos adelante. Nos dimos cuenta que somos fuertes y poderosos. Tuve la suerte de no estar tan encerrado, de ir al trabajo al canal, tenía salvoconducto que me sacaba de la casa todos los días. No viví el encierro TAN rudo como lo vivieron todos los chilenos. Me salvó, porque hubo mucho estrés, depresión y conflicto en las familias a partir del encierro.
De La Iglesia Sour fue una experiencia espectacular, bonita, de aprendizaje y crecimiento, y ahora lo enfocamos en Canal Horeca, restoranes, hoteles, casinos y banqueteros, que nos ha ido muy bien, así que estamos contentos en ese mercado. Antes eran entregas a domicilio. Es complicado, es difícil emprender en Chile. Se romantiza harto, pero es complejo; sobre todo cuando la competencia es grande, es difícil para los más chicos. Feliz en el nicho en que estamos, hoteles y banqueteros nos han preferido, así que súper contentos... Tenemos sour de maracuyá, mango, sin azúcar y el clásico. Ahí estamos.
¿En qué está el proceso de la demanda contra La Red? (Por incumplimiento de contrato). En la Corte de Apelaciones; no puedo decir mucho más, por consejo de mi abogado. Confío en la Justicia. Estuve diez años en La Red, siete años muy positivos, de aprendizaje y crecimiento; los últimos tres años —más difíciles—, con un sabor un poquito más amargo, pero el balance siempre es bueno.

En Todo va a estar bien buscábamos todo tipo de personaje, gente que estuviera en la noticia, la actualidad y la coyuntura; gente que hace mucho tiempo no aparece y que son recordadas con cariño o curiosidad; o actores, artistas, políticos; buscábamos de todo. Era una espacio donde todos caben, que fue un poco la premisa como programa: “Abramos un espacio para la conversación, empecemos a escucharnos”. Había muy poco espacio al diálogo, había más espacio de trincheras, de pelea, discusión y tensión; del estallido hacia adelante Chile se tensionó. Sentí que había que generar un espacio para conversar, para reconocernos, aplaudirnos y hacernos cariño.
Uno de los últimos con lo que estuve en Todo va a estar bien fue Ricardo Fernández, un actor que prácticamente no da entrevistas, a quien habíamos invitado en su momento y no se había podido, y vio el programa con otros invitados, y dijo: “Me caen bien, iré”. Edo Caroe, que tampoco es fan de las entrevistas, vino y nos dijo: “Esta es la mejor entrevista que me han hecho, felicitaciones al equipo”. Lo tomé como un halago colectivo, a los ejecutivos, productores, editores y director del canal, de haber tomado la valiente decisión de hacer un programa así; en un tiempo en que no estaba el horno para ese tipo de programa, lo hicimos, salió bien y es programa exitoso.
Tengo un montón de entrevistas favoritas, pero una entrevistado que me sorprendió fue Jaime Fillol, Carlos Caszely, Susana Roccatagliata, Jorge Yáñez, Francisco Sagredo, (Juan Cristóbal) Guarello, que fue muy generoso... No quiero que se me olvide ninguno; hay mucha gente que ha sido sensacional, generosa, ha abierto su corazón, contado cosas que nunca había contado y se ha emocionado. Fue muy bonito...
¿Guarello fue simpático conmigo? Sí, tenemos una historia familiar, y no pensé que él se acordaba, pero lo mencionó, se acordó con mucho cariño de mi familia, de mi viejo y de su papá. De chico estuvo en mi casa cuando yo tenía unos seis o siete años. Su papá fue abogado del mío, entonces eran muy amigos cercanos. En su casa habían recuerdos de mi familia. Muy bonito. Yo a Juan Cristóbal lo conocía profesionalmente y él también, “hola”, “hola”, “chao”, chao", y él lo sacó de colación. Fue muy cariñoso.
En Todo va a estar bien se daban momentos incómodos, JAJA. Nosotros abrimos el programa con una pregunta: “¿De qué no quieres hablar?”, y a veces te dicen: “Yo hablo de todo”, pero después sale un tema, termina la entrevista y llegan los whatsapps o mensajitos por interno: “Porfa, esto sáquenlo”. Da risa. O a veces te dicen: “No quiero hablar de esto”, y en la conversación sacan ellos mismos el tema, jaja. Son pocos los que te dicen “quiero hablar de todo”, y te hablan de todo. Eso lo hace entretenido. Éramos un programa con espíritu positivo, o sea, no nos interesaba andar jodiendo gente ni nada; lo evaluábamos editorialmente: cuando hay un valor periodístico, en lo que se señala y plantea, me parece que es un poco injusto cuando te piden “saca esto”. Pero cuando sentimos que es algo que sólo va a dañar, y no tiene sentido, en general éramos súper leales.
Tengo una lista de entrevistas que me quedaron pendientes: el Presiente Boric, Leonardo Farkas, Alexis Sánchez, Fran Crovetto, Bárbara Hernández (“Sirena de hielo”), Iván Zamorano, Felipe Berríos, Delfina Guzmán, Anita Alvarado, Carola Arregui, Benjamín Vicuña y mucha gente con la que me habría gustado conversar en el espacio que me daba el programa, que era tranquilo y relajado, y se hacían juegos, pero hablábamos de la vida en un tono súper respetuoso
Siento que el 2024 fue el mejor año de mi carrera: hice un programa, Todo va estar bien, que aportaba, me gustaba hacer y lo disfruté mucho, y a la gente le gusto; y eso, sintonizar con la gente, es bonito, cuando me dicen como “me encanta tu programa”, “qué buen programa”, “me gustó este entrevistado”, “invítate a este” o “qué choro eso que hicieron”. Era desafiante porque todos los días había invitados distintos. El 2024 entrevistamos a cerca de 450 personas, que un ejercicio de actualidad y de revisión constante. Eso te entrena un músculo, el de la conversación y de saber escuchar. Ojalá lo pueda seguir desarrollando mucho tiempo.
Veo tele. Encuentro que está en un proceso, tocando una tecla (distinta) a lo que hemos venido recorriendo en los últimos años. Un poquito en la línea de lo que hicimos con Todo va a estar bien, que veníamos de coyuntura y política, y abrimos un espacio, una ventanita para oxigenar la casa, y perfecto. Creo que la televisión ha vuelto un poquito a eso; el mismo retorno de El Muro (CHV), por ejemplo, tiene sentido. Si están volviendo estos programas es porque la gente también los necesita. Me parece bien. Los medios, en el área noticiosa, también son responsables de destapar hechos de corrupción. El acontecer noticioso y los temas de seguridad son los que interpelan a la autoridad. Me parece que la tele ha pasado por un periodo de ajuste y que ha tomado bien la temperatura de lo que está pasando en la calle.
El matinal es un formato que ha cambiado muchísimo y que cada vez es más desafiante. Cuando yo partí haciendo matinales, en Mañaneros (La Red), teníamos sección de cocina, modelaje, ropa y tendencias; se hacía muy poquita actualidad. Hoy día es prácticamente conexión ciudadana y actualidad. Y ahora, últimamente, se han incorporado algunos elementos de entretención, lo que me parece perfecto.
Estoy muy contento por llegar a Chilevisión, siento que es un premio al esfuerzo, la perseverancia, el trabajo silencioso que he hecho durante todos estos años. Estoy muy feliz de venir al matinal con el mayor rating de los últimos cinco años, el más visto, hay una responsabilidad de sostener eso, sumarse a un equipo que viene como cañón y hay que entrar calentito desde el minuto uno.
El 17 de febrero ya me reúno con el equipo completo, son pura gente que admiro y respeto: Julio (César Rodríguez) es un súper conductor, la Andrea Arístegui es extraordinariamente buena y la Allison Gohler también, tiene un montón de cancha, ángel y carisma. Vamos a andar muy bien. ¿Soy sucesor de Roberto Cox? La idea de mi llegada es imprimirle juventud, chispa, información, ampliar la mirada. Vengo un poquito a entregarle mi mejor energía.
¿Más cómodo en la información o entretención? Me siento como pez en el agua en televisión. Son teclas que he tocado antes, he trabajado en departamentos de prensa, he hecho coberturas de catástrofes, entrevistas a candidatos presidenciales, mucha actualidad y entretención también. Estoy en un momento de mi vida, a los 44 años, que estoy un poquito más maduro, no lo he hecho todo, tengo ganas de seguir aprendiendo, pero puedo tocar hartas teclas del piano.
Todo va a estar bien es un programa de Vía X, así que el canal tiene que definir si quiere continuar con el proyecto o no, y ahí no me puede meter. No hay opción de que el programa siga conmigo.
Julio César Rodríguez ha puesto en duda si estará mucho tiempo más en el matinal (según JC dijo en entrevista a Que te lo digo). Creo que Julio es un crack y tiene energía para hacer un millón de cosas, lo veo siempre haciendo un montón de cuestiones y me genera mucha admiración. ¿Cuánto quiera sostener eso? Depende de él, y yo creo que tenemos para rato a Julio.
Con Todo va a estar bien encuentro que me hice más reconocible para la gente, como que me saludan más. Buena onda: “¡Ah!, el de Todo va a estar bien, el de la tele”. O sea, en general, súper positivo. Mi carrera siempre ha sido un poquito lenta, pero segura, para arriba. Escucho mucho eso de “estoy en mi mejor momento”. Yo siento que voy camino a mi mejor momento, siempre, estoy luchando todos los días para seguir mejorando. Todos los días se puede mejorar.
Algo que aprendí en la pandemia: “¿Para qué soñar tanto con algo si mañana nos encierran a todos por una pandemia, y se acabó? La vida puede cambiar, uno se puede morir”. La vida es ahora. No tengo complejos con ningún género (televisivo), no soy de los que satanizan a priori. En la farándula no me manejo. Alguna vez me tocó reemplazar a Jennifer Warner en Intrusos (La Red), porque el canal me lo pidió, y sentía que todos sabían mucho más que yo y que, por más que leyera y buscara información antigua, ¡no había caso!, ninguna posibilidad de seguirles el ritmo. Si me vas a poner a conducir un programa en donde no cacho nada, difícil.
No veo programas de farándula porque no me interesan. Me parece más entretenido ver una película, fútbol, noticias y otras cosas. Pero no tengo problema con que existan y que la gente los vea. Me da lo mismo, cada uno con su mundo. Tampoco veo teleseries. Cosa de gustos. Lo haría mal.
Si alguna vez me llegasen a llamar para el Festival de Viña, ¿quién es uno para negarse? Como viñamarino, tengo la responsabilidad de aceptar. Feliz.
Una meta este año es volver a actuar. Quiero hacer teatro como sea, en paralelo a la conducción. Cada vez que voy a una obra de teatro salgo llorando de ganas de volver a actuar. Además, como me dijo Rodrigo Muñoz o Herval, tampoco actuaba tan mal, así que es una oportunidad; si puedo hacerlo, tengo las ganas, las fuerzas y el tiempo. No creo que hoy alguien viva (sólo) del teatro, pero no necesito actuar por plata. Voy a actuar porque me gusta y porque quiero volver a hacerlo. Tengo amigos actores, tuve buenos profes y me tocaba entrevistar actores en Todo va a estar bien. Estoy trabajando en algo con alguien, estamos ahí en algo con alguien conocido... pero yo soy de los que (piensa) que para que los proyectos se concreten no hay que contar mucho... pero viene, viene, viene.
No hay receta para sostener una relación de pareja en el tiempo. A todos les funciona distinto. Con la Pame nos funciona conversar mucho, hablamos mucho, conversamos todo. Trabajamos en equipo, nos respetamos harto. Admirarse es importante, valorarse y cuidarse. Por ahí va. Somos buenos para conversar todo, para pololear y nos gusta estar solos. Prefiero salir con ella de viaje que yo solo con amigos; no es de macabeo, sino que es mi mejor amiga. Lo paso la raja con ella, y ella conmigo… habría que preguntarle si lo pasa tan bien como yo… Pero además es muy entretenida, chistosa, inteligente y guapa, así que todo bien.
Quería ser padre relativamente joven. Cuando yo nací mi papá tenía 41 años, ya era más grande. Hoy tiene 84, es una máquina, está impecable, siempre se ha mantenido muy bien, pero yo ya lo veía viejo desde que era chico. Me pasaba que sentía que quería tener hijos más joven para tener muchas pilas, mucha energía, y hacer todas las cosas que se nos ocurrieran hacer: viajar, correr, hacer deporte, salir y todo. Gracias a Dios, la vida me ha dado salud y energía para hacerlo todo.
Mi papá y Cristina Tocco se encontraron en un asado (cuando les hice el nexo post La Divina comida). Se conocieron, se hicieron amigos, muy buena onda, pero no pasó nada... Le mando un beso a la Cristina.
En Chile la tasa de natalidad baja de manera preocupante. Siempre quise una familia grande. Me gusta. Crecí en eso, me hace sentido. Nunca calculamos, se nos fue dando. Pensábamos que con tres estábamos listos y, de repente, llegó el cuarto. Siempre digo: “No sé si es mi cuarto hijo o mi primer nieto”; hace lo que quiere con nosotros. Así que cuatro es el número al que nos llevó la vida.
No tendría más hijos. Estamos listos. Cuatro es suficiente en el mundo de hoy; está muy caro el kilo de guaguas. Además, no es sólo un tema monetario, que efectivamente pesa mucho, sino que los niños necesitan atención. Cuatro está perfecto, nos arreglamos bien. Tenemos los dos grandes y los dos más chiquititos, que son subequipos. Tomamos la responsable decisión de hacerme la vasectomía (2022). La tomé yo para que ella pudiera descansar de pastillas, hormonas y cosas que, además, las mujeres toman desde chicas, y eso también les afecta.
¿Cómo compatibilizar la intimidad de pareja con cuatro hijos? Se puede. Siempre se puede. Cuando hay voluntad, cuando hay buena onda, cuando hay química, todo se puede. Hace años, en una entrevista dije que “la previa” (en el sexo) está sobrevalorada'... Ese fue el grito de un hombre desesperado con niños chicos, jajaja. Cuando está la oportunidad, hay que actuar rápido, atacar y tiene que resultar. Las previas largas eran menos recurrentes, pero con el tiempo los niños han crecido, hay más espacio, y las previas se vuelven a valorizar. Además, la previa también se tiene que construir durante el día, tal cual. Llevamos quince años casados. No hay que perder el coquetear. ¿Para qué andar coqueteando con una desconocida? ¿Para qué coquetear afuera si puedes coquetear para adentro? Un problema menos.
La Pame es “mi arma secreta”, es una mujer muy inteligente, muy intuitiva y simpática. Cuando estamos juntos y vamos a algún lado, se roba la película. Es chistosa y entretenida de escuchar; yo nomás la miro y disfruto porque es una persona que cae bien. Siempre le digo: “‘Negra, es impresionante”. Todo el mundo quiere estar con ella y la quiere. Es una linda persona, buena. Si yo quiero conquistar a alguien, voy con la Pame.
Mi prioridad número uno: mi mujer y mis hijos. Todo el resto viene después. No me confundo nada. Yo trabajo para vivir, me encanta lo que hago, apasionado en lo que hago; lo digo con mucho respeto por la audiencia, por el público: pero antes que cualquier cosa están mis hijos. Un ejemplo: si he tenido que corregir a uno de mis hijos en público, lo corrijo sin problema; y mi señora me ha dicho: “Edu, lo corregiste severamente, y tienes que tener cuidado porque pueden grabar un video de esto, se tergiversa y puedes tener problemas”. Yo le digo: “‘Negra’, si yo no voy a poder criar a mis hijos correctamente por mi trabajo, renuncio a mi trabajo, me cambio de pega, porque no puedo condicionarme como papá por lo que hago”. Los papás no podemos condicionarnos, tenemos que ser papás. Se ha perdido harto eso.
Creo que los papás descansamos mucho en el resto: “Que en el colegio me lo críen, que se haga cargo, que el jefe le enseñe”. No, sobre todo, hasta los 12 o 13 años: firme en lo valórico, firme emocionalmente. No basta con vestirlos ni mandarlos al colegio. Hoy la paternidad es blanda, con culpa. Está mal porque estamos criando a los adultos del futuro. Si tú no les enseñas hoy el camino, después, a los 15 años, ya es tarde: la autoridad, el valor del trabajo y de esforzarse, no el mínimo esfuerzo; la vida no es cumplir, la vida es sacar lo mejor de ti para hacer un aporte para ti y el resto. Esos valores creo que se han ido perdiendo. Estamos mucho en la cultura del derecho, y no en la cultura del deber. Deber y derecho van de la mano.
He dicho que este país tiene un amor por Michelle Bachelet, hace un año; quizás ese amor ha ido mermando. No sé si hoy día existe algún político o política que tenga un romance con Chile. (Tomás) Vodanovic quizá… hoy es más transversal el respeto que se le tiene. Pero veo más desconexión por parte de la clase política. Aunque el acuerdo por la reforma de pensiones me devuelve a uno la esperanza y pienso: “Son capaces de llegar a acuerdos, de pensar en la ciudadanía antes que en sus ideologías”. Quizá en algún sector hay añoranza por Bachelet, por la Concertación, o por algún político de derecha; pero no se si tanto.
Necesitamos estabilizar el sistema político. Que la gente, cuando vote por alguien, sepa realmente por qué ideas está votando. Hoy hay mucho político que sale electo con eslóganes y después, cuando vota (en el Congreso), vota algo completamente distinto y se descuelga de los partidos que lo apoyaron: hay un desorden que se disfraza de representatividad. Nos ha hecho mucho daño y no se le da gobernabilidad a quien salga electo: le pasó al Presidente Piñera, le está pasando a Boric y, si no se modifica, seguramente le pase a la siguiente persona que llegue a La Moneda. Para que la gente sepa por quién está votando hay que estabilizar. El sistema binominal tenía muchas trabas. Debería haber uno un poquito más representativo, pero que genere conglomerados potentes. Los partidos tienen que fortalecerse y representar a la gente. Ni siquiera tienen control sobre lo que sucede en el Congreso y es peligroso.
Me han ofrecido ser candidato a alcalde. ¿Por cuál comuna? Mejor ni entrar en detalles. Creo que nunca lo haría. Yo creo que hay que estar preparado. Si uno quiere ser un real aporte no basta con buenas intenciones; y lo mío está en la comunicación.
Políticamente me considero, antes que todo, un tipo con profundas convicciones democráticas. Creo que el valor de que todos podamos elegir nuestro destino es sagrado. Y le tengo mucho respeto a los extremos, conservo mucha distancia. Me considero un tipo de mente abierta; todo el que piensa distinto a mí puede ser un súper aporte para mí. No veo enemigos en política, veo visiones distintas que tienen que complementarse.
Me salvé de una encerrona en el 2022. Fue un hito, quedé tiritón. Me di cuenta de lo que iba a pasar, entonces alcancé a zafar. Iba yo en mi auto, me pasaron en un auto sin patente cinco cabros que iban adentro y empezaron a mirar para atrás, y pensé: “Oh, esto es una encerrona, aquí me van a encerrar”. Bajé la velocidad en la autopista. Se alejaron un poquito y, de repente, pasó un auto mucho más lindo y nuevo, de alta gama, y quedó como entre medio, y no se dio cuenta. En vez de haberlo pasado rápido, se quedó detrás de ellos y supe: “Oh, me salvé”. Estos tipos bajaron por el paso bajo nivel en Los Libertadores con Vespucio, y yo tomé la rampa hacia el aeropuerto, y quedaron más arriba. Desde abajo vi cómo los tipos pararon, encañonaron y robaron el auto. Cambié mi ruta, no iba hacia donde doblé, me fui a dar una vuelta gigante con tal de zafar de esa cuestión. “Podría haber sido perfectamente yo”, dije.
Lo policial siempre ha estado presente en los noticiarios. Pero el tema de la seguridad en general ahora se siente más; las cifras han aumentado. Creo que está instalada la sensación de inseguridad en la gente a partir de hechos reales. La delincuencia y el crimen organizado, lamentablemente, están instalados. También creo que vivimos en un país que no tenía esta realidad; vivíamos en un país distinto. Creo que nadie ha podido ponerle el cascabel al gato y terminar con esto. Lamentablemente, tampoco creo que nadie vaya a poder hacerlo. Esto supera a un sector político y a un gobierno en particular. Me parece riesgoso venderle a la gente soluciones mágicas. Eso existe y no va a pasar. Creo que hay que ser más serios en el debate, y los medios tenemos que ponernos a la altura, ser capaces de enfocar bien el problema, no seguir vendiendo que “estamos ganando” porque cayó un traficante que vendía unos pitos en tal parte. No. El problema es mucho más profundo; tiene que ver con corrupción, socavar las instituciones, con lo que pasa en las poblaciones y en la calle.
Tampoco creo que seamos un país completamente perdido. Hoy día da mucho rédito decir que estamos bajo el agua. Y efectivamente hay sectores más complejos y cosas que suceden, pero esto no es Colombia en los 80, no es México ni Perú. Sé que “mal de muchos, consuelo de tontos”, pero estamos mejor que muchas otras partes y eso hay que protegerlo y cuidarlo.
Creo que la gran virtud en mi carrera es que soy un tipo perseverante, resiliente y que soy respetuoso de quienes están conmigo. Viví experiencias fuertes, que también me definieron. Todo esto que conversábamos. Súper agradecido de las oportunidades de la vida. Creo que vivo una vida que es súper linda, gracias a las opciones que me he labrado, que con esfuerzo he conseguido y que se me han dado. El balance es positivo.
Me gustaría rematar mi vida en Viña. Pensé que eso estaba conversado en mi casa, asumido; pero el otro día lo planteé y me dijeron: “No”. Entonces es algo que está en revisión, pero falta. Mi sueño es terminar mirando el mar y caminando por mi playita de toda la vida, en la ciudad más linda del mundo: Viña del Mar.
Cuestionario pop
Si no hubiera sido conductor de tele, me habría gustado ser mecánico. La mecánica me apasiona, me entretiene. Me gusta construir cosas, arreglar, soldar, botar muros. De hecho, con mi hermano hicimos un pozo para arreglar autos cuando éramos chicos. Nos aburrimos de levantar los autos y dijimos: “Ya, hagamos un pozo”. Y lo hicimos.
En mi época universitaria en el Duoc de Viña era súper trabajador. Trabajaba en Kamikaze animando, trabajaba en un programa de televisión, animaba eventos, estudiaba y carreteaba. Era súper pololo también, aunque pinchaba más que pololeaba.
Un apodo es “Bellísimo”. Cuando era chico, jugaba con los niños de una población en Reñaca y me decían así porque, según ellos, me parecía a un personaje de una teleserie venezolana. Años después, volví a pasar por ahí y alguien me gritó: “¡‘Bellísimo’! Weeena, ¿cómo estái?”. Para ellos no soy el de la tele, soy el “Bellísimo”.
Un sueño pendiente es terminar de pagar mi casa. Y este año me gustaría volver a actuar, hacer una obra de teatro.
Tengo dos cábalas: no andar peleado con mi mujer, porque me deja mal, como si algo estuviera cojo. Y mi billetera, que no la cambio hace 30 años. No puedo.
Una frase favorita es “Vamos que vamos”.
Un trabajo mío que no se sabe es que ayudaba a las caseras de la feria con los bolsos. “¡La ayudo, casera!”, les decía. También vendí diarios por kilo en las pescaderías de Valparaíso.
Mi primer sueldo me lo gané en el mercado Don Homero, en Reñaca. Era empaquetador y reponedor. Eran 70 lucas mensuales. Más las propinas, me gané como 140 lucas en total ese verano del 94 o 95. Y me lo gasté en yogur, cereales, chocolates para mí y mis hermanos. Los llevé y los metí al refrigerador. Me sentí, por primera vez, un macho alfa que estaba aportando a la casa jajaja. Un proveedor. Llené de yogures el refrigerador.
¿Algo de lo que me arrepienta? En general arrepentirme no es parte de mi ecuación, pero me arrepiento de no haber ido al Mundial de Brasil 2014. Esas típicas cosas que dices: “No puedo porque tengo pega”. Podría haber ido. Arrugué y la embarré.
Mi cantante favorito es Luis Miguel. No hay otro.
Un animador de tele que admiro es Martín Cárcamo. Lo conozco bien, le tengo cariño. Pero también encuentro que Lucho Jara es muy talentoso, versátil. De chico admiraba a Antonio Vodanovic. Y me encanta Karen Doggenweiler, me alegra que esté en Viña, se lo merece.
Soy llorón. Ayer lloré viendo una película con mi mujer, Romper el círculo; en inglés se llama It Ends with Us. Me angustió mucho y se me salió una lágrima.
Soy Piscis. El horóscopo me entretiene, me llama la atención. No lo sigo a diario, pero cuando tengo la oportunidad de que me digan algo digo que sí. Me da curiosidad.
Si pudiera tener un superpoder, sería teletransportarme. El viaje tiene una demora, tiene un delay. Yo quiero decir ‘Pum’ estoy en Reñaca, en la casa de mi mamá.
Algún placer culpable… no creo que los placeres deban ser culpables.
Si pudiera invitar a tres personas a un asado, primero diría Anthony Hopkins; es un actor que admiro desde muy chico, y me encantaría conversar con él sobre actuación, cine, teatro y su carrera. Siempre me ha gustado hablar con personas mayores, las respeto mucho. Segundo, Alexis Sánchez; me parece impresionante que un cabro de Tocopilla, del desierto, se haya metido en la cabeza que podía ser el mejor del mundo y haya luchado disciplinadamente por años hasta llegar a donde llegó... no sé si es el mejor, pero intentó llegar a lo más alto; para mí es un ejemplo de resiliencia, sacrificio, trabajo serio y éxito: un caso admirable. Tercero, Marilyn Monroe; me gustaría darle un abrazo, consolarla, porque sé que sufrió mucho; y me gustaría escuchar su verdad, conocer su historia de primera mano.
Eduardo De la Iglesia es un tipo que trabaja todos los días para ser una mejor persona, un buen padre, un buen marido, que intenta hacerlo bien en su trabajo.