“Los que llevamos muchos años nos mantenemos tranquilos, porque nadie nos hace competencia”: Guarello entre su nueva novela, YouTube y la decadencia del periodismo

De Un muerto en el camarín, su décimo libro, su inesperada consolidación como youtuber con La hora de King Kong y los problemas que no tolera del periodismo actual, aquí una conversación con Juan Cristóbal Guarello.

Es jueves, siete y poco de la tarde, y como sugirió el entrevistado, lo mensajeo previamente para asegurarme de que tenga unos minutos para hablar. Entre apariciones en DirecTv, Canal 13, Radio Agricultura, su podcast y un relativamente nuevo programa de YouTube, acaso el sumun de su nueva faceta como creador de contenido, se ha complicado más de lo previsto la faena de dar con su paradero. De él sé o puedo intuir algunas cosas, pienso durante la espera. Sé que trabaja de hace más de treinta años como periodista deportivo y que su carrera presume haber desfilado prácticamente por todo medio nacional que uno pueda enumerar. Sé, también, es percibido en el ambiente como una máquina de datos, una especie de almanaque del fútbol chileno y otros deportes, y lo intuyo por lo visto en pantalla un tipo con malas pulgas. “Siempre inconforme y permanentemente hastiado”, lo definió una vez el periodista Cristóbal Bley, “nada en su salsa cuando se trata de cuestionarlo todo, de oler la podredumbre que despiden los entornos que lo rodean”. A las siete y nueve minutos exactamente me da el ok —“ahora”, me escribe—. Entonces marco su número.

Juan Cristóbal Guarello, comunicador deportivo, columnista y escritor, cincuenta y cuatro años, premio nacional de periodismo deportivo 2011, contesta del otro lado. “Me entretiene escribir nomás, me entretiene armar una historia”, me dice con su ánimo en piloto automático, una vez le consulto por su experiencia como escritor de novelas. Para eso estamos aquí: Guarello, después de nueve años, se reestrena en la novela con Un muerto en el camarín (Zig-zag), una ficción que pretende retratar el mundo del fútbol y el rancio negociado que hay detrás, a partir de un crimen despiadado: la muerte de un ídolo al interior de Juan Pinto Durán.

“Yo lo que intento hacer es cine clase B”, retoma Guarello, autor de otros nueve libros, cinco de ellos en coautoría con Luis Urrutia O’Nell. “Es como para entretenerse, más como el pulp fiction, ese tipo de narraciones, que no son muy complejas, que tienen un estilo, una forma, un público”. Dicho de otra forma, esquiva ciertas “convenciones de la literatura chilena” —como desmenuzó tras esa primera vez con Gente mala (Ediciones B, 2014)— a través de un lenguaje honesto y directo —puteadas aparecen por doquier y se perciben orgánicas— sin caer en la cursilería del lugar común o la hipérbole.

Él, de todos modos, ahora se desentiende de esa idea:

—Hay mucha narrativa, mucha narrativa chilena, y yo no la conozco. He leído a algunos, nomás. Entonces no podría decir en qué está. Digamos, eso es más tarea de los críticos, pensar adónde va, cuáles son los estilos predominantes, las temáticas. Yo siempre pienso en las películas clase B que había en los años cincuenta o sesenta, las películas de matiné, ¿cachái? Una película para entretenerse, de un tema reconocible.

Guarello, autor de diez libros, entre ellos su más reciente novela Un muerto en el camarín.

—¿Cuál fue tu intención con Un muerto en el camarín?

—Ninguna. Se me ocurrió una idea, pensé en el hecho, en la imagen de un jugador muerto en el camarín de Juan Pinto Durán antes de un partido importante, y qué podía generar eso: qué era lo que rodeaba esa muerte misteriosa. En un lugar como Juan Pinto Durán, donde tengo entendido nunca ha muerto nadie, pero además por el valor simbólico que tiene para el fútbol chileno y el valor que tiene el fútbol en la cultura popular.

—No es difícil imaginar que varios de los personajes que introduces —como Sotomayor, Tanque Donoso, Mono Monardes o el representante Rebottaro— tengan su base en los jugadores actuales de la selección chilena. ¿Te preocupa esa posible interpretación?

—He sido bien claro. No es una novela en clave. Los jugadores no son ellos. No sé por qué... porque Sotomayor, que es el arquero, está basado en muchos arqueros distintos. En arqueros extranjeros, ¿cachái? Tiene cosas del Cóndor Rojas, de (José Luis) Chilavert, de (Nelson) Tapia, de (Claudio) Bravo. En ningún caso es una novela en clave, no va por ahí. No era la intención tampoco.

—Igualmente echaste mano a futbolistas (Elías Figueroa, Cóndor Rojas) y situaciones verídicas (El Maracanazo).

—Los personajes, los jugadores mencionados, son todos jugadores que ya no están, que llevan muchos años retirados. Pero los actuales son todos de fantasía.

—De tu primera novela, Gente mala, destaca el lenguaje que utilizaste, y aquí, las formas de comunicación. El WhatsApp, los memes, la importancia de las redes sociales y los likes.

—Tú sabís cómo se comunica la gente hoy, po. No podís prescindir de eso. Es imposible escribir del mundo de hoy sin que haya lenguaje de las redes sociales y de los soportes tecnológicos. Es así como la gente se comunica. Entonces, toda esa dinámica, que es muy nueva, no podía prescindir de ella. Si no, no hubiera quedado un libro creíble.

—Otro tema que instalaste fue el de las fake news. ¿Pensaste en hacer una crítica acerca del escenario más actual?

—Es un hecho que constaté. No está hecho con el afán crítico. Sino el hecho de demostrar que así funciona hoy, que se arma como un tren de información, lo que en España se diría “bulos”, y que al final no llegan a ninguna parte. Puro ruido, nomás. Pura hojarasca.

La portada del libro. Editorial Zig Zag.

—Voy a dejar de lado varios de tus proyectos. Entre Gente mala y Un muerto en el camarín pasaron nueve años. ¿Sentiste que hubo un cambio de tu parte, como escritor, algo visible en el resultado?

—Siempre uno se va puliendo un poquito, ¿no? Pero no creo que haya grandes diferencias estilísticas. Yo creo que ésta es incluso un poco más precisa. Más austera en el mensaje, en las descripciones. Trato de ser más grueso, incluso. Más fluido.

—¿Quedaste satisfecho?

—No sé, me da lo mismo. Es que una vez que se imprime, la novela ya no es tuya. Ya se fue a la calle. Es de cada lector y cada lector decide, nomás.

—Sobre eso, cuando sacaste Gente mala dijiste que la crítica esperaba un bodrio.

—La crítica, sí, totalmente, siempre espera un bodrio.

—¿Sentiste lo mismo ahora?

—No lo sé. Creo que Aldo Marín, carne de cañón (Debate, 2018. Premio Municipal de Literatura de Santiago género investigación), dejó a varios ahí... yo creo que ya escribí mi libro, ¿cachái? Y sí, esperaban un bodrio, realmente un bodrio, pero yo he escrito mucho más que montones de escritores. Llevo más de treinta años escribiendo en distintos medios. O sea, que no sea estrictamente literatura, no quiere decir que uno no narre. He narrado durante más de treinta años.

—Antes sentías que iban con la lanza. ¿Ya no?

—Es que antes había más crítica. En siete años ha desaparecido harta crítica. Y en verdad a mí la crítica no me importa mucho, porque estaba justo leyendo un artículo sobre Emilio Vaisse y esos críticos, y al final es una cosa de gustos personales y expectativas. Y ahí entra esta gente que es más prejuiciosa o tiene distintos cánones, pero yo siempre estoy pensando más en el lector que en el crítico. Es una discusión un poco estéril, la verdad.

El periodista actualmente se desempeña en varios medios y tiene, además, un podcast y un canal de YouTube. Foto: Marcelo Segura Millar.

“Que los periodistas sean noticia, no tiene mucho sentido”

“Tengo lo que siempre he querido: libertad editorial”, decía con cierta jactancia Juan Cristóbal Guarello hace un mes en una entrevista con Las Últimas Noticias, mientras enlistaba los motivos que lo convencieron de abrir un canal de YouTube. La hora de King Kong se llama el programa que conduce allí y que devino pronto en un espacio igualmente apetecido por la audiencia que por los medios: en cada episodio hace lo que quiere —pelea con Maks Cárdenas o destapa la olla de su salida de Radio ADN o repasa a Claudio Palma o devela detalles de los movimientos de Fernando Felicevich en el fútbol chileno— y luego se lee en prácticamente todos los portales web.

—Una cosa es la plataforma y la otra es el contenido —alecciona Guarello sobre esto último, presto para criticar la abulia del periodismo—: El problema no es la bandeja sino lo que hay en el plato. Lo que pasa es que hay una compulsión por los likes muy grande. Entonces, primero, fallan en lo básico, que es quedarse en la información: ¿cómo puede ser que lo relevante de la información esté en el cuarto párrafo pa’ obligar a mantenerte en la lectura de la página? Eso atenta mucho contra la calidad de la información. Segundo, los titulares engañosos: titulares que no corresponden a la información que hay dentro de la nota.

—El clickbait...

—Sí, po. Y luego la utilización de los mismos adjetivos: “destrozó”, “demolió”. Es bien tonto. Evidentemente, quienes hacen eso responden a una necesidad que tiene el medio, pero no están desarrollándose como periodistas. Están atrapados en una máquina expendedora de titulares explosivos y engañosos. No están produciendo noticias, información ni contenidos.

—Entonces, ¿qué te produce que veamos a diario tus opiniones en medios?

—Me da risa que la gente toma como novedades cosas que tuvieron tanta profusión en su momento, que fueron tan comentadas. Del último programa por ejemplo, salieron como cuatro contenidos distintos pa’ medios. Incluidas cosas archisabidas, como lo de Asprilla con la pistola en el camarín de la “U”. Eso es archisabido... Me llama mucho la atención que el programa web que yo tengo produzca tanta info. Al final son opiniones mías, recuerdos, anécdotas. Me llama mucho la atención ese rebote, hueón.

—¿Por qué está pasando todo esto?

—Que los periodistas sean la noticia, la verdad no tiene mucho sentido, hueón... pero aparentemente eso genera muchos clicks. Yo no tengo idea, no sé. Pero ahora, eso hace que los que llevamos muchos años y tenemos cierto lugar ganado, nos mantengamos muy tranquilos, porque nadie nos hace competencia. Si todo lo que decimos es noticia, si es tan importante, vamos a seguir aquí hasta que seamos la momia del Chinchorro, ¿cachái? Porque no van apareciendo nuevos creadores de contenido. O hay, pero muy pocos. Si son replicadores de contenidos ajenos, mejor pa’ mí. Me hacen publicidad, aunque citen mal, aunque el título no corresponda a la información. Al final, sólo me están haciendo publicidad.

—Te llevo de nuevo a tu canal: ¿cuál es tu balance de este poco tiempo?

—Ya tenemos un auspiciador bueno. He tratado de evitar las casas de apuestas, y de hecho, lo logré. Estamos con Fintual, uno de los unicornios de Chile nos auspicia. Tenemos ya 20 mil seguidores (a 23 mil subió la “King Kong army” al cierre de la nota), que no es tanto pero no es poco tampoco. Tenemos una masa importante en YouTube. Tenemos sobre 20 mil visualizaciones por programa, sobre dos mil conectados en cada directo dependiendo la hora y el día. Vamos creciendo, armando, construyendo. Porque hay una posibilidad grande de ir avanzando.

—¿Por qué la gente ve La hora de King Kong?

—Es porque uno... al final hay gente que te seguirá, po. Que le parecerás creíble y hay gente a la que no. El problema es creerse unánime, jaja. Esa es la cosa.

—Está el canal y tu regreso a la novela. ¿Habrá otra en algún tiempo?

—Puede ser. No sé, no tengo idea. No vivo de mis libros. Puede ser, puede ser. Si me da la gana, o si se me ocurre algo, puede ser. Igual, escribir es cansador. Es trabajo, hueón, es pega, harta pega. Buena o mala, es pega. Tenís que estar mucho rato frente al teclado, corregir mucho. Y especialmente una novela tiene el peligro de quedarse sin bencina a mitad de camino, que el relato no corra hacia ninguna parte, cosa que le ha pasado a muchos escritores. Por algo los escritores tienen tantos libros inéditos, porque saben que tú terminái pero no quedái conforme con lo que escribiste. Yo tengo una novela inédita, que no creo que se publique nunca, ¿cachái?

—¿Algún otro proyecto?

—Nada. Además está DirecTv, está lo de la radio. Está el Canal 13, que estamos preparándonos para los Panamericanos y va a ser una cobertura grandota, un desafío gigantesco. Tengo el podcast y La hora de King Kong, que son tres emisiones a la semana. Entonces igual no es que tenga mucho tiempo para escribir... Y además, ahora estoy viendo Ñublense contra Audax. Tengo que ver los partidos, tengo que mantenerme más o menos a caballo.

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